Palido Fuego
Palido Fuego читать книгу онлайн
Esto me recuerda el grotesco relato que le hizo al Sr. Langton del estado lamentable de un joven de buena familia. "Se?or, lo ?ltimo que he sabido de ?l es que andaba por la ciudad matando gatos a tiros". Y entonces, en una especie de dulce fantaseo, pens? en su gato favorito y dijo: "Pero a Hodge no lo matar?n, a Hodge no lo matar?n". James Boswell, Vida de Samuel Johnson
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El castillo Goldsworth tenía numerosas puertas exteriores y por mucho que las inspeccionara, así como los postigos de las ventanas de la planta baja, antes de irme a dormir, nunca dejé de descubrir a la mañana siguiente un cerrojo abierto, suelto, un poco separado, un poco entornado, algo solapado y de aspecto sospechoso. Una noche el gato negro que había visto pocos minutos antes escabullándose al subsuelo donde le había dispuesto instalaciones sanitarias en un marco agradable, reapareció de pronto en el umbral de la sala de música, en medio de mi insomnio y de un disco de Wagner, arqueado el lomo y con una cinta de seda blanca que seguramente no se había atado él mismo al pescuezo. Telefoneé al 11111 y pocos minutos después estaba refiriéndome a los presuntos culpables con un policía que apreció muchísimo mi aguardiente; pero quienquiera que fuese el intruso, no había dejado huellas. Es tan fácil para una persona cruel hacer creer a la víctima de su ingeniosidad que tiene manía de persecución, o que es acosada por un asesino o que padece de alucinaciones. ¡Alucinaciones! Yo bien sabía que entre los jóvenes profesores cuyos avances rechazara, había por lo menos uno que gustaba de las bromas pesadas; lo supe desde la vez en que, al volver a casa después de una reunión muy agradable y muy exitosa de profesores y discípulos (en la que me quité impetuosamente la chaqueta para mostrar a varios alumnos interesados algunas de las tomas divertidas que practican los luchadores zemblanos) encontré en el bolsillo de la chaqueta un brutal anónimo que decía: "Su al… huele realmente mal, compadre", significando evidentemente "alucinación", aunque un crítico malévolo hubiera podido deducir del número insuficiente de puntos que el pequeño Sr. Anón, a pesar de ser profesor de inglés de primer curso, apenas conocía la ortografía.
Tengo la satisfacción de informar que poco después de Pascua mis temores desaparecieron para no volver más. A la habitación de Alphina o Betti se mudó otro inquilino, Balthasar, Príncipe de Loam, como yo le decía, que se acostaba a las nueve con elemental regularidad y a las seis de la mañana estaba plantando heliotropos ( Heliotropium turgenevi). Esta es la flor cuyo perfume evoca con intemporal intensidad el poniente y el banco del jardín y una casa de madera pintada en una lejana comarca nórdica.
Verso 70: la nueva TV
Después de esto, en el borrador (fechado el 3 de julio), vienen unos pocos versos no numerados destinados quizá a partes ulteriores del poema. En realidad no han sido suprimidos pero van acompañados de un signo de interrogación al margen y rodeados por una línea ondulante que se superpone a las letras:
Hay sucesos, casos extraños que llaman
la atención por emblemáticos. Son como
perdidas metáforas a la deriva, sin lazos,
a nada atadas. Así, ese rey nórdico
cuya desesperada evasión de la cárcel sólo
resultó afortunada porque unos cuarenta
de sus partidarios, aquella noche,
se hicieron pasar por él e imitaron su fuga…
Nunca hubiera llegado a la costa occidental si no se hubiera difundido entre sus partidarios secretos, románticos y locamente heroicos, la idea de hacerse pasar por el Rey evadido. Se ataviaron como él, poniéndose suéters colorados y gorras coloradas, y aparecieron por aquí y por allá desconcertando por completo a la policía revolucionaria. Algunos de los pillos eran mucho más jóvenes que el Rey, pero esto no tenía importancia pues los retratos suyos que había en las chozas de los montañeses y en las tiendas miopes de las aldeas, donde se podían comprar gusanos, pan de jenjibre y hojas zhiletka, no habían envejecido desde su coronación. Se añadió una encantadora nota caricaturesca la famosa vez que desde la terraza del Hotel Kronblik, cuya telesilla lleva a los turistns al glaciar Kron, se vio a un alegre mimo flotando en ei aire como una faleña roja, y a un desgraciado policía sin humor y sin gorra sentado dos sillas atrás y siguiéndolo lentamente como en un sueño. Es un placer añadir que antes de llegar al apeadero, el falso rey se las arregló para escapar trepando a uno de los pilones que sostenían el cable de tracción (véanse también las notas a los versos 149 y 171).
Verso 71: padres
El profesor Hurley produjo con loable presteza, un mes después de la muerte del poeta, una apreciación de las obras editas de John Shade. La publicó en una oscura revista literaria cuyo nombre se me escapa en este momento, y que me mostraron en Chicago donde interrumpí por un par de días mi viaje en automóvil de New Wye a Cedarn, por aquellas tristes montañas otoñales.
Un comentario donde debería reinar una plácida erudición no es el lugar adecuado para insistir en las ridículas insuficiencias de esa pequeña nota necrológica. La he mencionado solamente porque allí recogí unos pocos y magros detalles acerca de los progenitores del poeta. Su padre, Samuel Shade, que murió a los cincuenta años, en 1902, había estudiado medicina en su juventud y era vicepresidente de una firma de instrumentos quirúrgicos de Exton. Pero su gran pasión fue lo que nuestro elocuente necrólogo llama "el estudio de la raza emplumada", añadiendo que dio nombre a un pájaro: el Bombycilla Shadei(debería ser shade, naturalmente). La madre del poeta, de soltera Carolina Lukin, le ayudó en su trabajo y trazó los admirables dibujos de sus Pájaros de México, que recuerdo haber visto en casa de mi amigo. Lo que el autor de la nota necrológica no sabe es que Lukin viene de Luke, igual que Locock y Luxon y Lukashevich. Es uno de los muchos casos en que el patronímico hereditario, aparentemente amorfo pero viviente y personal, evoluciona adoptando a veces formas fantásticas, en torno al muy común guijarro de un nombre de pila. Los Lukin son una familia muy antigua de Essex. Otros nombres derivan de profesiones, como Rymer, Scrivener, Limner (iluminador de pergaminos), Botkin (el zapatero, el fabricante de calzado de fantasía) y muchos otros. Mi preceptor, un escocés, solía llamar "casa estruendo" a una casa que se cae a pedazos. Pero basta.
Algunos otros detalles sobre los estudios universitarios de John Shade y los años intermedios de su vida singularmente apacible, puede consultarlas el lector en el artículo del profesor. Hubiera sido en general un trabajo aburrido de no haberlo animado, es la palabra que corresponde, ciertos rasgos especiales. Así, hay una sola alusión a la obra maestra de mi amigo (cuyas pilas de fichas bien ordenadas, mientras escribo estas líneas, descansan al sol sobre mi mesa como otros tantos lingotes de un metal fabuloso) y la transcribo con morboso deleite: "Parece que, justo antes de su prematura muerte, nuestro poeta trabajaba en un poema autobiográfico." Las circunstancias de esta muerte son completamente deformadas por el profesor, fatídico seguidor de los señores de la prensa cotidiana quienes -quizá por razones políticas- falsificaron los motivos y las intenciones culpables sin esperar el proceso, que desgraciadamente no habría de ocurrir en este mundo (véase eventualmente mi última nota). Pero desde luego, la característica más notable del pequeño obituario es la de que no contiene ni una sola referenciaa la maravillosa amistad que iluminó los últimos días de la vida de John.