Palido Fuego
Palido Fuego читать книгу онлайн
Esto me recuerda el grotesco relato que le hizo al Sr. Langton del estado lamentable de un joven de buena familia. "Se?or, lo ?ltimo que he sabido de ?l es que andaba por la ciudad matando gatos a tiros". Y entonces, en una especie de dulce fantaseo, pens? en su gato favorito y dijo: "Pero a Hodge no lo matar?n, a Hodge no lo matar?n". James Boswell, Vida de Samuel Johnson
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De noche su presencia no eliminaba el insomnio, pero por lo menos mantenía en jaque al robusto fantasma de la Reina Blenda. Entre el agotamiento y la modorra, se entretenía con fantasías miserables, como la de levantarse y verter de una jarra un poco de agua fría sobre el hombro desnudo de Fleur como para apagar en él el débil fulgor de un rayo de luna. La Condesa roncaba estruendosamente en su guarida. Y más allá del vestíbulo de su vigilia (en ese momento, empezó a dormirse), en la fría y oscura galería, tendidos en el mármol pintado y amontonados de a tres o cuatro contra la puerta cerrada, unos dormitando, otros gimiendo, estaban sus nuevos pajes, toda una montaña de muchachos de Troth, de Toscana y de Albanolandia, que le habían regalado.
Al despertarse la vio de pie con un peine en la mano delante de su espejo de vestir -o más bien del de su abuelo-, un tríptico de luz insondable, un espejo realmente fantástico firmado con un diamante por su artesano, Sudarg de Bokay. Fleur daba vueltas delante: un secreto dispositivo de reflexión recogía en las profundidades un número infinito de desnudos, guirnaldas de muchachas en grupos tristes y graciosos que se empequeñecían en la límpida distancia o se dividían en ninfas individuales algunas de las cuales, murmuró Fleur, debían de parecerse a sus antepasadas cuando eran jóvenes, paisanitas garlien peinándose la cabellera en el agua poco profunda, tan lejos como el ojo podía alcanzar, y después la pensativa sirena surgida de un viejo cuento y después nada.
La tercera noche, un gran ruido de pasos y repique de armas se dejó oír en la escalera interna, y el Primer Consejero, tres Representantes del Pueblo y el jefe de una nueva guardia de corps irrumpieron en el recinto. Lo divertido es que la idea de tener por reina a la nieta de un violinista enfurecía sobre todo a los Representantes del Pueblo. Este fue el final del casto romance de.Charles Xavier con Fleur, que era bonita sin ser por ello repelente (como algunos gatos son menos repugnantes que otros para el perro de buen natural a quien se le pide que soporte el amargo efluvio de una raza extranjera). Con sus valijas blancas y sus anticuados instrumentos musicales, las dos damas se volvieron al anexo del palacio. Hubo luego una dulce vibración de alivio y después la puerta de la antecámara se abrió con alegre estrépito y todo el montón de puttise precipitó adentro.
Habría de pasar por una prueba mucho más dramática trece años más tarde con Disa, Duquesa de Payn, con quien se casó en 1949, como lo cuento en las notas a los versos 275 y 433-434, al que el estudioso del poema de Shade llegará en su debido momento; no hay prisa. Después hubo una serie de veranos fríos. La pobre Fleur seguía dando vueltas por allí, aunque casi invisible. Se convirtió en la protegida de Disa después que la vieja Condesa murió en el vestíbulo atestado de la Exposición de Animales de Vidrio de 1950, en que el fuego destruyó parte del mismo y Gradus ayudó a los bomberos a despejar un espacio en el centro para linchar a los incendiarios no agremiados, o por lo menos a las personas (dos desconcertados turistas de Dinamarca) a quienes habían confundido con ellos. Nuestra joven Reina pudo haber sentido cierta sutil simpatía por su pálida dama de compañía a quien de vez en cuando el Rey veía iluminando un programa de concierto a la luz oblicua de una ventana ojival, o haciendo una música delicada en el gabinete B. El hermoso dormitorio de su época de soltero se menciona de nuevo en la nota al verso 130, como el lugar de su "lujoso cautiverio", al comienzo de la tediosa e innecesaria revolución zemblana.
Verso 85: que había visto al Papa
Pío X, Giuseppe Melchiorre Sarto, 1835-1914; Papa de 1903 a 1914.
Versos 86-90: tía Maud
Maud Shade, 1869-1950, hermana de Samuel Shade. A su muerte, Hazel (nacida en 1934) no era exactamente una recién nacida, como se dice en el verso 90. Sus pinturas me han parecido desagradables pero interesantes. La tía Maud no tenía nada de solterona y su humor extravagante y sardónico habría escandalizado a veces a las formales señoras de New Wye.
Versos 90-93: su cuarto, etc.
En el borrador, en el lugar del texto definitivo:
su cuarto
lo hemos conservado intacto. Para nosotros sus fruslerías
reconstruyen su estilo: la hoja sarcófago
(el capullo muerto y seco de una Luna)
Referencia a lo que mi diccionario define como "gran mariposa nocturna de color verde pálido, con cola, cuya oruga se alimenta del nogal". Sospecho que Shade modificó este pasaje porque el nombre de su mariposa chocaba con "Luna" en el verso siguiente.
Verso 91 sus fruslerías
Había entre ellas un álbum en el que durante cierto número de años (1937-1949) tía Maud fue pegando recortes de periódicos de un carácter ridículo o grotesco. John Shade me permitió un día que tomara nota del primero y el último de la serie; resultaron relacionados de la manera más graciosa, creo. Los dos salían de la misma revista familiar, Life, tan justamente célebre por su pudibundez con respecto a los misterios del sexo masculino; es de imaginar entonces cómo quedaron de asombradas o excitadas esas familias. El primero procede del número del 10 de mayo de 1937, p. 67, y es la publicidad de un Cierre de Garra para Pantalón (un nombre que, dicho sea de paso, agarra bastante y no se olvida). Se ve a un joven radiante de virilidad entre varias amigas extasiadas: Usted se quedará sorprendido de la manera espectacular en que puede mejorar la bragueta de su pantalón.El segundo es del número del 28 de marzo de 1949, p. 126, y la publicidad del Calzoncillo Hoja de Parra Hanes. Se ve a una Eva moderna espiando con veneración, desde detrás de un torpe árbol de la ciencia, a un joven y malicioso Adán, en ropa interior bastante ordinaria pero limpia, con la parte delantera del calzoncillo sombreado de una manera evidente y precisa y una leyenda que dice: Nada mejor que una hoja de parra.
Creo que debe de haber un grupo subversivo especial de seudocupidos, diablillos rechonchos y calvos encargados por Satanás de hacer bromas repugnantes en lugares sacrosantos.
Verso 92: el pisapapeles
La imagen de esas horrorosas antiguallas obedecía extrañamente a nuestro poeta. He recortado de un periódico que volvió a publicarlo recientemente, un viejo poema suyo donde el almacén de recuerdos conserva también un paisaje admirado por el turista:
VISTA DE MONTAÑA
Entre la montaña y el ojo
el espíritu de la distancia traza