Narrativa Breve

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Narrativa Breve
Название: Narrativa Breve
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
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Narrativa Breve - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.

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.Sí, sí –decía quitándose y volviéndose a poner los lentes. –Sí, sí –repetía. «Parece que no voy a poder librarme de ella», pensaba mientras tanto.

No miraba porque temía verse atraído, y precisamente porque la había visto de refilón le pareció más atractiva. Además, por su brillante mirada había advertido que ella le veía y que se complacía en mirarlo. Se quedó lo indispensable para guarda las apariencias y, al advertir que Varvara Alexéievna la llamaba y de manera torpe y falsa le decía «querida», hablando con ella, dio la vuelta y se retiró. Se retiró y volvió a la casa. Se había ido para no verla, pero al llegar al piso alto, sin haber él mismo para qué, se acercó a la ventana y no se apartó de ella mientras las mujeres estuvieron ante el portal, mirándola y comiéndosela con los ojos.

Escapó antes de que nadie pudiera verle, llegó con paso silencioso hasta la puerta lateral y, después de encender un cigarrillo, con el propósito de dar un paseo, salió al jardín, en la dirección que ella había tomado. No había dado dos pasos hacia la avenida cuando, por entre los árboles, apareció el chaleco plisado sobre la blusa amarilla y el pañuelo rojo. Iba con otra mujer. «Van a algún sitio».

Y de ponto un apasionado y lúbrico deseo de abrasó, oprimiéndole el corazón. Evgueni, como obedeciendo una volunta ajena, miró alrededor y siguió tras ella.

.¡Evgueni Irténev! ¡Evgueni Irténev! Aquí estoy para lo que guste mandar –dijo una voz a sus espaldas, y Evgueni, al ver al viejo Samojin, a quien había contratad para abrir un pozo, recobró la serenidad, dio rápidamente la vuelta y se acercó a él.

Mientras charlaba con Samojin, se volvió de lado y pudo ver que las dos mujeres habían bajado hasta el pozo, o con la excusa del pozo, y después de permanecer allí unos instantes habían escapado ligeras hacia el corro.

XIII

Después de conversar con Samojin, Evgueni volvió a casa deprimido igual que si hubiese cometido un crimen. En primer lugar, ella le había entendió. Pensaba que quería verla y también los deseaba. En segundo lugar, la otra mujer, Anna Prójorova, debía de saberlo.

Lo peor de todo era que se sentía vencido, que carecía de voluntad propia, que había otra fuerza que le impulsaba; que en esta ocasión se había salvado de milagro, pero que en cualquier día, mañana, pasado mañana, sería un hombre perdido.

«Sí, seré un hombre perdido –no comprendía la cuestión de otro modo; .traicionaré a mi joven y amante esposa con una mujer de la aldea, a la vista de todos. ¿No es esto una perdición, una espantosa perdición después de la cual será imposible seguir viviendo? –se decía. .¿Es que no se pueden toma medidas? Hay que hacer algo. No debes pensar en ella – se ordenaba a sí mismo. .¡No debes pensar!», y a renglón seguido empezaba a pensar, la veía ante él y veía la sombra de los arces.

Recordó haber leído de un ermitaño que, obligado a imponer su mano sobre una mujer para curarla, a fin de huir de la tentación, acercó la otra mano a un brasero y se quemó los dedos. Lo recordó. «Sí, prefiero quemarme los dedos antes que la perdición». Y, comprobando que en cuarto no había nadie, encendió una cerilla y se la aplicó a un dedo.

“¡Ea, piensa ahora en ella! –se dijo irónicamente; el dolor le hizo retirar el ennegrecido dedo, tiró la cerilla y se rió de sí mismo. .¡Qué estupidez! No debía hacerlo. Pero hay que tomar medidas para que no la vuelva a ver: alejarme o hacer que se vaya. ¡Sí, hacer que se vaya!

Ofreceré dinero la marido para que se la lleve a la ciudad o se trasladen a otra aldea. Se enterarán, habrá comentarios. Pero no importa: cualquier cosa es preferible a este peligro. Sí, hay que hacerlo», se decía y no cesaba de mirarla, sin apartar los ojos. “¿Adónde ha ido?, se preguntó de pronto. Le preció que ella le había visto en la ventana y ahora, después de volverse hacia él, del brazo con otra mujer, iba hacia el jardín, braceando garbosamente. Sin comprender él mismo la razón, contento de sus pensamientos, se dirigió ala oficina.

Vasili Nikoláievich, con su levita de los días de fiesta y el pelo reluciente de brillantina, estaba tomando el té con su mujer y unos invitados.

.Deseaba hablar con usted, Vasilli Nikoláievich.

.No faltaba más. Ya hemos acabado.

.Será la mejor que venga conmigo.

.Ahora mismo, en cuanto tome la gorra. Tú, Tania, apaga el samovar –dijo Vasili Nikiláievich, saliendo alegremente.

Se le figuró a Evgueni que estaba algo bebido, pero ya no había remedio; acaso fuese preferible, se haría mejor cargo de la situación.

.Vengo a hablarle de lo de ayer, Vasilli Nikoláievich –dijo Evgueni; .de esa mujer.

.Comprendo. Ya he dado órdenes para que no la tomen en ningún modo.

.No se trata de eso; quería aconsejarme con usted. ¿No se podía hace que se marchara, que se fuera con toda su familia?

.¿Adónde la vamos a mandar? –preguntó Vasili Nikoláievich, en un tono que a Evgueni se le figuró descontento y burlón.

.Yo pensé que se les podía dar dinero o incluso tierra, en Kotlóvskoe. Lo que quiero es que ella no esté aquí.

.¿Y cómo vamos a obligarlos? ¿Cómo van a apartarse de su aldea? ¿Qué le pasa? ¿Es que le molesta?

.Comprenda, Vasili Nikoláievich, el disgusto que mi mujer se llevará cuando se entere.

.¿Y quien se lo va a decir?

.Pero, ¿cómo voy a vivir con semejante peligro? Y en general, me es muy penoso.

.¿Por qué se preocupa así? A quien recuerda lo viejo hay que sacarle los ojos. Y quien no ha pecado ante Dios, no es culpable ante el zar.

.De todos modos, sería mejor que se fuera. ¿Podría usted hablar con el marido?

.No hay nada que hablar. ¿Por qué se pone así, Evgueni Ivánovich? Todo pasó y ha sido olvidado. Son cosas que le ocurren a cualquiera. ¿Quién puede decir ahora nada malo de usted? No hay nada oculto en su vida, todos lo ven.

.No obstante, hable con él.

.está bien, hablaré.

Aunque de antemano sabía que no resultaría nada, esta conversación que la propia inquietud le había hecho exagerar el peligro.

¿Es que había acudido a una cita con ella? Esto era imposible. Simplemente, había salido a dar un paseo por el jardín y por casualidad se había tropezado con ella.

XIV

Aquel mismo día de la trinidad, después de comer, Lisa, que había salido a dar un paseo por el jardín, al pasar a la pradera, adonde su marido la llevaba para mostrarla la alfalfa, tuvo que saltar una pequeña zanja, dio un traspié y se cayó. La caída no fue violenta, de costado;

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