Narrativa Breve
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Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.
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pero lanzó un grito y él vio en su cara no sólo el susto, sino también el dolor. Quiso ayudarla a levantarse, pero ella le apartó la mano.
.No, espera un poco, Evgueni –dijo sonriendo débilmente y, según a él se le figuró, confusa. –Es que me he torcido un tobillo y nada más.
.No me canso de decirlo –terció Varvara Alexéievna. .¿Es que en su estado puede saltar una zanja?
.Pero si no es nada, mamá. Ahora mimo me levanto.
Se puso n pie con la ayuda del marido, pero en aquel mismo instante palideció y en su cara apareció una expresión de susto.
.No me siento bien –y murmuró algo a su madre.
.¡Ay, Dios mío! ¡Lo que habéis hecho! Ya decía yo que no debías salir –gritó Varvara Alexéievna. –esperad, haré que venga alguien. No debe caminar. Hay que levarla.
.No tengas miedo, lisa. Yo te llevaré –dijo Evgueni, cogiéndola con el brazo izquierdo.
–Abrázate a mi cuello. Así.
Inclinándose, pasó el brazo derecho por debajo de sus piernas y la levantó. Nunca pudo olvidar más tarde la expresión de sufrimiento y, a la vez, de felicidad que su cara reflejaba.
.Es mucho peso para ti, querido –dijo sonriendo. .¡Mamá, corre a avisar!
Se inclinó sobre él y le dio un beso. Eran patentes sus deseos de que la madre viese como la llevaba.
Evgueni gritó a Varvara Alexéievna que no se diese prisa, que él la llevaría. Varvara Alexéievna se detuvo y empezó a gritar más todavía.
.Se te va a caer, es seguro que la vas a dejar caer. Quieres matarla. No tienes conciencia.
.Pero si la llevo perfectamente.
.No quiero, no quiero ver cómo atormentas a mi hija –y ocurrió a ocultarse tras una vuelta de la avenida.
.No es nada, se me pasará –dijo Lisa, sonriendo.
.Lo que hace falta es que no haya consecuencias, como la ora vez.
.No me refería a eso. Esto no es nada; pensaba en mamá. Estás cansado, descansa.
Aunque la carga se le hacía pesada, Evgueni la trasportó con orgullosa alegría hasta la casa y no la entregó a la doncella y el cocinero, quienes Varvara Alexéievna había encontrado y enviado a su encuentro. La llevó hasta el dormitorio y la depositó sobre la cama.
.Tú, vete –dijo ella, atrayéndolo hacia sí y dándole un beso. –Annushka y yo nos arreglaremos.
María Pávlovna, que se encontraba en su pabellón, acudió también. Desnudaron y acostaron a Lisa. Evgueni esperaba en la sala, con un libro en la mano. Varvara Alexéievna pasó junto a él con tan sombrío aspecto de desaprobación, que al infeliz le dio miedo.
.¿Qué hay? –preguntó.
.¿Qué hay? ¿Aun lo pregunta? Lo que probablemente quería cuando obligó a saltara a su mujer la zanja.
.¡Varvara Alexéievna! –gritó él. –Esto es insoportable. Si quiere martirizarme y hacerme la vida imposible… .quería decir «váyase a otra parte», pero se contuvo. .¿Es que no le duele?
.Ahora es tarde.
Y, sacudiendo triunfante la cofia, se dirigió a la puerta.
Lisa había caído, en efecto, en mala posición. Se había torcido el pie y existía el peligro de un nuevo aborto. Todos sabían que era imposible hacer nada; lo único que debía era guardar reposo; sin embargo, decidieron llamar al médico.
«Muy estimado Nikolai Semiónich –escribió Evgueni. –Ha sido usted siempre tan bondadoso con nosotros, que espero no se negará a acudir en ayuda de mi esposa. Se halla…», etc. Preparada la carta, se dirigió a la cuadra para dar órdenes en lo referente a los caballos y el coche. Había que prepara un tiro para traer al médico y otro para llevarlo. Donde la hacienda no está montada en lo grande, todo esto no se puede disponer de buenas a primeras, hay que pensarlo. Una vez hubo dispuesto las cosas él mismo y cuando el coche hubo salido, pasadas las nueve, volvió a casa. Su mujer seguía en la cama y decía que se sentía perfectamente; no le dolía nada. Pero Varvara Alexéievna, a la luz de las lámparas, para que no molestase a Lisa, había puesto un cuaderno de música, estaba tejiendo una manta roja con un aspecto que decía claramente que, después de lo sucedido, la paz era imposible. Y, por mucho que los demás hicieran, parecía decir: «Yo, al menos, he cumplido con mi deber».
En lo vio, pero hizo como si no lo advirtiera; trató de parecer alegre y despreocupado;
contó cómo había reunido los caballos y cómo la yegua «Kavushka» había ido perfectamente de encuarte izquierdo.
.Sí, se comprende; es el momento más oportuno para hacer salir los caballos, cuando hace falta ayuda. Seguramente también tirarán al médico a una zanja –dijo Varvara Alexéievna, mirando por debajo de los lentes su labor, que había acerado a la lámpara.
.Era necesario hacerlo. He arreglado las cosas como mejor creía.
.Recuerdo muy bien la manera como sus caballos me arrastraron a la entrada.
Se trataba de una vieja invención de la suegra, y ahora en cometió la imprudencia de decir que las cosas no habían sido así.
.Por algo digo siempre, y se lo he repetido muchas veces al príncipe, que lo peor de todo es vivir con gente embustera y falsa; todo lo aguanto, menos eso.
.Pues me parece que es a mí a quien más afecta –dijo Evgueni.
.Ya se ve.
.¿Qué?
.Nada, estoy contando los puntos.
Evgueni se encontraba en aquel momento junto a la cama. Lisa le miró y con una mano húmeda, que descansaba sobre la colcha, cogió la suya y la apretó. «Aguántate, hazlo por mí.
Ella no constituye un obstáculo para que nosotros nos queramos», le dijo su mirada.
.No lo haré. Así es –murmuró él, y besó su mano húmeda y larga, y luego sus ojos, que se cerraron al recibir el beso. .¿Es que se va a repetir? –dijo luego. .¿Cómo te encuentras?
.Me da miedo decirlo, pero tengo la sensación de que vive y vivirá –contestó Lisa mirando su vientre.
.Es terrible, es terrible pensarlo siquiera.
Aunque Lisa insistió mucho en que se retirara, Evgueni se quedó con ella, con un ojo abierto y dispuesto a atenderla. Pero pasó bien la noche y, si no hubiesen llamado al médico, acaso se habría levantado.
El médico llegó a la hora de la comida y, como se comprende, dijo que, aunque reiterados, no había indicaciones en este sentido, aunque tampoco los había en sentido contrario, por lo que, por una parte, se podía suponer, y por otra, también se podía suponer.
Por ello había que guardar absoluto reposo. Además, el médico dio a Varvara Alexéievna una conferencia sobre anatomía de la mujer, a todo lo largo de la cual ella no cesó de menear significativamente la cabeza. Una vez hubo recibido sus honorarios, como de ordinario, en la parte posterior de la palma de mano, el médico se fue, previa indicación de que la enferma debía guardar una semana de cama.