Narrativa Breve

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Narrativa Breve
Название: Narrativa Breve
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
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Narrativa Breve - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.

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Resultaba imposible verse libre de las deudas. Las más urgentes fueron saldadas con el producto de la venta del bosque, pero quedaban otras y no había dinero. Aunque la finca había proporcionado buenos ingresos, tobo que mandar dinero a su hermano y atender los gastos de la boda, así que se encontraba sin recursos, la fabrica no podía seguir funcionando y debía se parada. Había un medio para salir de la situación: emplear el dinero de su mujer. Lisa, comprendiendo la situación de su marido, se lo exigió ella misma. Evgueni lo aceptó, pero a condición de poner la mitad de la finca a nombre de su esposa. Así lo hizo. No por ella, se comprende, que se sintió ofendida, sino pensando en la suegra.

Estas cuestiones, con los altibajos de éxitos y reveses, fueron una de las cosas que envenenaron la vida de Evgueni durante el primer año. La otra fue la precaria salud de su mujer. A los siete meses de la boda, Lisa tuvo un accidente. Había salido en el cochecillo a esperar a su marido, que regresaba de la ciudad, y el caballo, aunque era pacífico, pareció encabritarse, ella se asustó y se tiró al suelo de un salto. Tuvo relativamente suerte, pues pudo haberse enganchado en una rueda, pero estaba embarazada y aquella misma noche sintió dolores, abortó y tardó largo tiempo en reponerse. La pérdida de un hijo a quien tanto esperaban, la enfermedad de su mujer, los trastornos que esto significaba para su vida y, sobre todo, la presencia de la suegra, que había acudido en cuanto Lisa se puso enferma, hicieron este años todavía más penoso para Evgueni.

Mas, a pesar de tan difíciles circunstancias, al terminar el primer año Evgueni se sentía muy animoso. En primer lugar, sus íntimos deseos de restablece la fortuna venida a menos, de reanudar la vida de su abuelo bajo nuevas formas, aunque con trabajo y lentamente, se iban viendo cumplidos. Ahora ya no se trataba de vender toda la finca para pagar las deudas. La finca, aunque puesta a nombre de su mujer, había sido salvada, y si la cosecha de la remolacha era buena y los precios resultaban ventajosos, para el año próximo aquella situación de necesidad y eterna preocupaciones podría ser remplazada por una verdadera abundancia. Esto era una cosa.

La otra era que, por mucho que esperase de su mujer, no podía imaginarse que iba a encontrar en ella lo que había encontrado: no era lo que esperaba, era algo mucho mejor. Las ternuras y los entusiasmos de los enamorados, aunque él tratase de ponerles fin, no desaparecían, o se disipaban muy lentamente: pero resultaba algo completamente distinto, la vida era no sólo más alegre y agradable, sino más fácil. No sabía la razón, pero así era.

Esto se debía a que ella, inmediatamente después de los esponsales, había decidido que en todo el mundo no había persona más inteligente, pura y noble que Evgueni Irténev, por lo que todos estaban obligados a ponerse al servicio de Irténev y hacerle agradable la vida. Y como no era posible que todos se comportasen así, ella debía procurarlo en la medida de sus fuerzas.

Así lo hacía, y por eso todas sus energías espirituales se hallaban siempre alerta, tratando de adivinar lo que a él le agradaba y hacerlo así por difícil que fuese.

Pero ella poseía lo que constituye el principal encanto del trato con la mujer amada: el amor le hacía ver lo que dentro del alma e su marido había. Intuía (a menudo mejor que él mismo) cualquier estado de su alma, cualquier matiz de sus sentimientos desagradables y obraba en consonancia con ello; es decir, nunca lo ofendía, siempre moderaba sus sentimientos desagradables y procuraba dar más fuerza a los alegres. Y no se trataba sólo de los sentimientos: también comprendía sus ideas. Comprendía al momento las cuestiones más ajenas a ella de la agricultura, de la fábrica, de la opinión de una u otra persona, y no sólo podía mantener conversaciones sobre estos temas, sino que a menudo, como él mismo decía, le daba útiles consejos. Las cosas, las personas y todo en el mundo lo miraba sólo con los ojos de su marido. Quería a su madre, pero al ver que Evgueni le resultaba desagradable la intervención de la suegra en su vida, desde el primer momento se puso al lado de su marido, y con tal energía, que él debió moderarla en sus ímpetus.

Además de todo esto poseía muchísimo gusto y tacto, y, sobre todo, sabía hacer las cosas en silencio. No se advertía su intervención, se veían los resultados; es decir, siempre y en todo reinaban la limpieza, el orden y la elegancia. Lisa, desde el primer momento, comprendió cuál era la idea de la vida de su marido y trataba e alcanzar y alcanzaba dentro de la casa aquello que él quería. No tenían hijos, pero tampoco perdían la esperanza. Aquel invierno fueron a Petesburgo, aun ginecólogo, y éste les aseguró que se encontraba perfectamente y podía tenerlos.

También este deseo se vio cumplido. A in de año quedó de nuevo embarazada.

Un punto había que no envenenaba, pero sí amenazaba su felicidad, y eran los ocultos celos: unos celos que ella trataba de contener, que no demostraba, pero que la hacían sufrir a menudo. No es que Evgueni no pudiese amar a ninguna, porque en todo el mundo no había mujeres dignas de él (si ella era digna de esto, nunca se lo preguntaba), pero ni una sola mujer podía atreverse a amarlo.

VIII

Su vida era como sigue. Él se levantaba, como siempre, temprano y se dedicaba a las cuestiones de la hacienda, acudía a la fábrica, allí donde se efectuaba algún trabajo, y a veces salía al campo. Hacía las diez llegaba para tomar el café. Para ello se reunía en la terraza con María Pávlovna, el tío, que vivía con ellos, y Lisa. Después de una conversación, a menudo muy animada, se separaban hasta la comida. Comían a las dos. Y luego daban un paseo a pie o en coche. Por la tarde, cuando él volvía de la oficina, tomaban té, y a veces él leía en voz alta mientras ella se dedicaba a sus labores, o hacían música, o, cuando había invitados, charlaban simplemente. Cuando él se ausentaba para resolver algún asunto, escribía y recibía cartas de ella a diario. A veces ella le acompañaba, y eso resultaba particularmente agradable.

Para el santo de él acudían muchos invitados y el agasajado veía con gran placer cómo ella sabía disponer las cosas de modo que todo saliese a pedir de boca. Lo veía y escuchaba los comentarios; todos se mostraban entusiasmados con la joven y simpática dueña de casa, y esto venía a incrementar su amor hacia ella. Las cosas marchaban a pedir de boca. El embarazo se desarrollaba normalmente y ambos, aunque con timidez, empezaban a pensar en cómo criar al niño. Todas estas cuestiones de la educación y la crianza las decidía Evgueni; lo único que ella deseaba era cumplir mansamente la volunta de su marido. Evgueni leyó muchos libros de medicina con leprosito que el niño fuese cuidado según las reglas de la ciencia. Ella, se comprende, lo aceptaba todo y preparaba la canastilla y la cuna. Así llegó el segundo año de su matrimonio y la segunda primavera.

IX

Era en vísperas de la Santísima Trinidad. Lisa se encontraba en el quinto mes, y aunque trataba de cuidarse, se mostraba alegre y ágil. Ambas madres, la de ella y la de él, vivían en la casa bajo el pretexto de que debían vigilar y proteger a la embarazada, aunque lo único que hacían era inquietarla con sus eternas palabras necias. Evgueni estaba entregado n cuerpo y alma a la hacienda, al cultivo en gran escala e la remolacha.

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