Narrativa Breve
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Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.
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.Señor –oyó a su espalda, .le llama la señora; dice que vaya un momento.
Era Misha, su criado.
«Dios mío, es la segunda vez que me salvas», pensó Evgueni, y al instante volvió a casa.
Ella le recordó que había prometido llevar a la hora de la comida cierta medicina a una mujer enferma y le pedía que lo hiciera.
Mientras buscaba la medicina pasaron cinco minutos. Luego, al salir, no se decidió a ir a la choza para que no le viesen desde la casa. Pero, en cuanto se perdió de vista, dio vuelta y se dirigió a la cita. En su imaginación la veía ya en medio de la choza, sonriendo alegremente;
pero no estaba y allí no había nada que recordase su presencia. Pensó que no había acudido, que no había oído ni entendido sus palabras. Gruñó para sus adentros, como temeroso de que pudiera oírle. “¿Y si no ha querido acudir? ¿Por qué me había imaginado que iba a echarse en mis brazos? Tiene a su marido. Yo sí que soy un miserable; tengo a mi mujer, que es buena, y voy tras otra». Así pensaba, sentado en la choza, cuya techumbre de paja dejaba pasar el agua.
“¡Que felicidad, si hubiese venido! Aquí, los dos solos, bajo esta lluvia. Abrazarla siquiera una vez más, y luego venga lo que venga. ¡Ah, sí! –recordó. –Si ha estado, encontraré algún rastro». Miró el suelo de la choza y el sendero, no invadido por la hierba, y descubrió huellas recientes de sus pies descalzos. «Sí, ha estado. Ahora se acabó. Donde quiera que la vea, me acercaré a ella. Iré de noche a verla». Permaneció un largo rato en la choza y salió allí extenuado y abatido. Llevó la medicina, volvió a casa y se tumbó en su cuarto, en espera de la comida.
XVII
Poco antes de la hora de la comida, llegó Lisa y, en sus intentos de imaginar la causa del descontento que en él veía, le dijo que tenía miedo; no quería que la llevasen a Moscú para dar a luz y había decidido quedarse. No iría a Moscú por nada del mundo. Él sabía lo mucho que temía el momento del parto y que el niño naciese con algún defecto, y por eso no pudo por menos de enterarse al ver la facilidad con que lo sacrificaba todo movida por el amor que le profesaba. Dentro de la casa todo era bueno, alegre y limpio; pero en su alma sentía algo sucio, infame, horrible. La tarde entera la pasó Evgueni atormentado ante la conciencia de que, a pesar de su firme propósito de poner fin a aquel estado de las cosas, a la mañana siguiente ocurriría lo mismo.
«No, esto no es posible –se decía, yendo y viniendo por el cuarto. –Tiene que hacer un remedio contra esto. ¿Qué hacer, Dios mío?
Alguien llamó a la puerta a la manera de los extranjeros. Era, lo sabía, el tío.
.Adelante –dijo.
El tío llegaba como embajador espontáneo de su mujer.
.La realidad es que observo en ti un cambio –le dijo, .y me doy cuenta de lo que Lisa sufre. Comprendo que se te haga duro dejar todo esto, ahora que había empezado tan bien, pero que veux tu? Yo os aconsejaría un cambio de ambiente. Os sentiréis más tranquilos los dos. Mi opinión es que vayáis a Crimen. El clima es excelente, allí hay un buen tocólogo y llegaréis en plena vendimio.
.Tío –empezó de pronto Evgueni. .¿Puede guardar un secreto, un secreto horrible? Es un secreto vergonzoso.
.No faltaba más, ¿es que dudas de mí?
.Tío, usted puede ayudarme. No sólo ayudarme, sino salvarme –dijo Evgueni.
Y la idea de que iba a revelar su secreto a un tío a quien no estimaba, la idea de que iba a aparecer ante él en una posición tan desfavorable, humillante, pareció agradable. Se sentía ruin y culpable, y experimentó el deseo de castigarse.
.Habla, amigo mío, ya sabes cuanto te quiero –dijo el tío, al parecer muy contento de que hubiera un secreto, de que se tratase de un secreto vergonzoso, de que este secreto le iba a ser revelado y de que él podía ser útil.
.Ante todo, he de decir que soy un miserable y un canalla; un canalla, precisamente un canalla.
.No digas eso –empezó el tío ahuecando la voz.
.Claro que lo soy. ¡Cuando soy el marido de Lisa, de Lisa! Porque hay que reconocer su pureza y su amor. Y yo su marido, quiero hacerle traición con una mujer cualquiera.
.¿Qué significa eso de que quieres? ¿No la has traicionado?
.No, pero da igual, es lo mismo que si la hubiese traicionado, porque no ha dependido de mí. Yo estaba dispuesto. Me lo impidieron, porque de lo contrario ahora… ahora… No sé lo que haría.
.Espera, explícate…
.Verá. De soltero cometí la estupidez de entenderme con una mujer de aquí, de nuestra aldea. Es decir, me veía con ella en el bosque, en el campo…
.¿Es bonita?
Evgueni arrugó el ceño al oír esto, pero tan necesitado estaba de ayuda, que pasó por alto la pregunta y prosiguió:
.Pensé que era algo por alto sin importancia, que lo cortaría y ahí acabaría todo. Lo corté antes de la boda y casi durante un año ni la vi ni pensé en ella –a Evgueni se le hacía raro escucharse, oír la descripción del estado en que se encontraba; .luego, de pronto, no sé por qué (la verdad es que a veces cree uno en los hechizos), volví a verla, se me metió un gusano en el corazón y no cesa de roerme. Me increpo a mí mismo, comprendiendo el horror de mi acción, es decir, de lo que a cada momento podría hacer, y yo mismo voy a buscarla, y si no lo he hecho es porque Dios me salvó. Ayer, cuando Lisa me llamó, iba a buscarla.
.¿En plena lluvia?
.No puedo más, tío, y he decidido a abrirle mi corazón y pedirle ayuda.
.Sí, se comprende; dentro de tu propia hacienda no está bien. Se sabría. Comprendo que Lisa está delicada y que hay que cuidarla, pero ¿por qué en tu propia hacienda?
Evgueni no quiso tampoco ahora escuchar lo que el tío le decía y se apresuró a exponer la esencia de su problema.
.Sálveme de mí mismo. Es lo que le pido. Hoy, por casualidad, me han impedido consumar el hecho, pero mañana, ora vez, no me lo impedirán. Y ahora ella lo sabe. No me deje nunca solo.
.Sí, admitámoslo –dijo el tío. –Pero ¿tan enamorado estas?
.No se trata de eso. No es eso, es una fuerza que se apodera de mí y no me suelta. No sé qué partido tomar. Puede que llegue a hacerme fuerte, y entonces…
.Resulta lo que yo pensaba –dijo el tío. –Hay que ir a Crimen.
.Sí, sí, iremos; mientras tanto, estaré con usted, hablaré con usted.
XVIII
El hecho de haber confiado al tío su secreto y, sobre todo, los suplicios y la vergüenza que había sufrido después del día de la lluvia, devolvieron la calma a Evgueni. Quedó decidido que irían a Yalta. Mientras tanto, Evgueni hizo un viaje a la ciudad al objeto de arbitrar dinero para el viaje, tomó sus disposiciones en lo relativo a la casa y la hacienda, recobró la alegría, se sintió atraído de nuevo por su mujer y empezó a revivir moralmente.
