Narrativa Breve

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Narrativa Breve
Название: Narrativa Breve
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
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Narrativa Breve - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.

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por ejemplo, el bullicio y lo que se hablaba de mí en San Petersburgo no me interesaba ni me halagaba a en absoluto; todo eso me parecía ridículo. Me daba cuenta de que yo mismo tenía la culpa, que era joven e imprudente, que había echado a perder mi carrera y sólo pensaba en la manera de rehabilitarme. Comprendía que no me faltaban fuerzas ni energía para hacerlo.

Después de mi arresto, como ya le dije, me mandaron aquí, al Cáucaso, al regimiento de N***. Yo pensaba –continuó animándose cada vez más— que aquí empezaría una nueva vida, que la vie de camp, las gentes sencillas y honradas con las que iba a tratar, la guerra y los peligros, todo esto vendría bien para mi estado de espíritu. On me verra au feu (se me verá en el fuego), me querrán, me respetarán no sólo por mi nombre… Me concederán una cruz, me harán suboficial, me quitarán el castigo y volveré a San Petersburgo et, vous savez, avec ce prestige du malheur? (y, ya sabe, con el prestigio de la desventura). Pero ¡quel désenchantement! (qué desengaño). No puede usted hacerse idea de cómo me equivoqué…

¿conoce a los oficiales de nuestro regimiento?

Guskov calló durante un rato, esperando, según me pareció, que yo le dijera que era deplorable; pero no le contesté nada. Me molestaba que Guskov, probablemente porque yo hablaba francés, suponía que debía despreciar a los oficiales del Cáucaso. Después de mi prolongada permanencia allí, había podido apreciarlos y los respetaba mil veces más que a la sociedad a la que pertenecía el señor Guskov. Quise decírselo; pero su situación me cohibía.

—Los oficiales del regimiento de N*** son mil veces peores que los de aquí –continuó Guskov—. J’espère que c’est beaucoup dire (creo que es bastante decir), ¡no se puede usted imaginar cómo son! No hablo de los junkers ni de los soldados. ¡Son de horror! Al principio me acogieron bien, ésta es la pura verdad; pero luego, cuando se dieron cuenta de que yo no podía por menos de despreciarlos, cuando vieron por esas minucias imperceptibles del trato que soy un hombre distinto, mucho más elevado que ellos, se irritaron contra mí y se vengaron por medio de una infinidad de pequeñas humillaciones. Ce que j’ai eu à souffrir, vous ne vous faites pa une idèe (no puede usted imaginarse lo que he tenido que soportar).

Luego, esas relaciones que no tuve más remedio que sostener con los junkers y, sobre todo, avec les petits mohines que j’avais, jemanquais de tout (sobre todo con mis escasos medios, ya que carecía de todo); sólo disponía de lo que mandaba mi hermana. Para que se haga usted una idea de lo que he sufrido, le diré que, con mi carácter, avec ma fierté, j’ai écrit à mon père (a pesar de mi orgullo, escribí a mi padre) suplicándole que, al menos me mandara algo.

Comprendo que después de llevar durante cinco años una vida así, puede uno volverse como el degradado Dromov que bebe en compañía de los soldados y no hace más que mandar notitas a los oficiales, rogándoles que le socorran con tres rublos y firmando «tout à vous, Dromov.». Era preciso tener un carácter como el mío para no haberse hundido por completo.

Guskov anduvo callado junto a mí durante un largo rato.

—Avez‑vous un cigarrillo? –me preguntó., Bueno, ¿qué le estaba diciendo? ¡Ah, sí! Aunque estaba mal, pasaba frío y hambre, vivía como un soldado, los oficiales no dejaban de tenerme cierto respeto. Aún me quedaba una especie de pretige también para ellos. No me mandaban hacer instrucción ni guardias. No hubiera podido soportarlo. Pero sufría mucho moralmente.

Y lo más grave es que no veía ninguna salida a esta situación. Escribí a mi tío, suplicándole que pidiera mi traslado a este regimiento, pues, al menos, toma parte en las operaciones.

Pensaba que aquí, Paviel Dimitrievich, qui est le fils de l’intendat de mon père (es hijo del intendente de mi padre), podría serme útil. Mi tío atendió mi ruego y me trasladaron. Después de haber estado en el otro regimiento, éste me ha parecido la reunión de unos chambelanes.

Paviel Dimitrievich sabía quién era yo y me acogió admirablemente gracias a la petición de mi tío… Guskov, vous savez… Pero he notado que la gente sin educación ni cultura no puede estimar a un hombre ni mostrarle respeto si no posee una aureola de riqueza o de celebridad.

Cuando comprobó que yo era pobre, fue enfriándose poco a poco en su trato hacia mí, hasta que, finalmente, llegó a ser casi despectivo. ¡Es horrible! Pero es la purísima verdad. He tomado parte en batallas, me he batido, on m’a vu au feu –continuó Guskov—. ¿Cuándo acabará esto? ¡Creo que nunca! Y ya empiezan a agotarse mis fuerzas y mi energía. Además, yo me había imaginado la guerre, la vie de camp; pero esto es muy distinto ahora que lo vivo, ahora que me veo con esa pelliza, sin lavarme y calzando botas de soldado, ahora que he de llevar el «secreto» y permanecer durante toda la noche echado en un barranco junto a un tal Antonov, al que han mandado al servicio por borracho, y sabiendo que a cada momento pueden disparar contra mí desde algún arbusto. En este caso no se trata ya de ser valiente. ¡Es horroroso! C’est affreux, ca tue (es bochornoso, mata).

—Ahora le ascenderán a suboficial por esta campaña y, el año que viene, alférez –le dije.

—Sí, puede ser. Así lo han prometido, pero hay que esperar dos años y tampoco es seguro.

Si alguien supiera lo que suponen estos dos años… Imagínese lo que s vivir con Paviel Dimitrievich: juego de cartas, bromas groseras, juergas; y, si uno quiere desahogarse, nadie le comprende. Todos se burlan y cuando hablan, no es para comunicarle una idea, sino para tratarlo a uno de bufón. Todo esto es bajo, grosero y vil. Además, se las arreglan para que uno sienta que es subalterno. Por eso comprenderá el placer que supone hablar à coeur ouvert (con el corazón en la mano) con una persona como usted.

Yo no comprendía qué persona era yo y, por tanto, no sabía qué contestarle…

—¿Quiere tomar algo? –me preguntó en aquel momento Nikita, que se había acercado a mí en la oscuridad, descontento, según observé, de la presencia de Guskov—. Sólo quedan unos vareniki (pastelillos cocidos rellenos de requesón o cerezas) y algunas chuletas.

—¿Ha cenado el capitán?

—Hace mucho que está durmiendo –replicó Nikita, taciturno.

Cuando le ordené que nos sirviera la cena y un poco de vodka allí en la explanada, rezongó descontento y se fue a su tienda, donde volvió a refunfuñar. No obstante, nos trajo una bandeja con una vela encendida y un papel puesto a modo de pantalla para protegerla del viento; una olla, un tarrito de mostaza, un vaso de metal con asa, una copa y una botella de vodka. Una vez que lo hubo dispuesto todo, Nikita permaneció junto a nosotros durante un ratito, mirando cómo bebíamos, lo que por lo visto le resultó muy desagradable.

A la luz mate de la vela, que se filtraba a través del papel, sólo se veía la bandeja de piel de foca, la cena dispuesta encima de ella, la pelliza, el rostro y las pequeñas manos coloradas de Guskov que cogían los vareniki de la olla. En torno nuestro, todo estaba en tinieblas y se podía distinguir la batería, la negra figura del centinela, junto al parapeto, las llamas de las hogueras a los lados y, por encima de nosotros, las estrellas rojizas. Guskov sonreía imperceptiblemente, triste y avergonzado, como si le fuera violento mirarme a los ojos después de su confesión. Tomó otra copa de vodka y comió con voracidad, rebañando la olla.

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