-->

La dadiva

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу La dadiva, Набоков Владимир-- . Жанр: Классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
La dadiva
Название: La dadiva
Дата добавления: 15 январь 2020
Количество просмотров: 304
Читать онлайн

La dadiva читать книгу онлайн

La dadiva - читать бесплатно онлайн , автор Набоков Владимир

El Berl?n de entreguerras, visto con los ojos altaneros y nost?lgicos de los emigrados rusos, forma un mundo huidizo y fantasmal, pero tambi?n una inagotable fuente fuente de insospechadas evidencias. Fiodor, el joven poeta protagonista, es seguramente, en alguna medida, el propio autor; pero tambi?n lo es el padre de Fiodor, entom?logo errabundo. ?Qui?n ignora la pasi?n por la entomolog?a de Nabokov, y su destino de perenne emigrado? La inolvidable descripci?n de una librer?a rusa en Berl?n se nos presenta como afectuoso testimonio de otra inmutable vocaci?n de Nabokov: su amor por la literatura rusa.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 80 81 82 83 84 85 86 87 88 ... 102 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

Casi simultáneamente con esta entretenida crítica apareció la de Christopher Mortus (París), la cual despertó en Zina tal indignación, que a partir de entonces sus ojos despedían chispas y se dilataban las ventanas de su nari2 a la menor mención de este nombre.

«Al hablar de un joven autor que comienza (escribía Mortus con calma) uno suele sentir cierta timidez: ¿No se le alarmará, no se le ofenderá con una observación demasiado "cruda"? Me parece que en el caso presente no hay motivo para tales temores. Godunov-Cherdyntsev es un novel, desde luego, pero un novel dotado de una extrema confianza en sí mismo, y es probable que alarmarle no sea una cuestión fácil. Ignoro si su libro presagia o no "logros" futuros, pero si éste es un comienzo, no se le puede llamar un comienzo muy alentador.

»Permítanme explicar esto. Estrictamente hablando, no tiene la menor importancia que el esfuerzo de Godunov-Cherdyntsev sea estimable o estéril. Un hombre escribe bien, otro lo hace mal, y a todos nos espera al final del camino el tema "que nadie puede evadir". Creo que se trata de algo muy diferente. Ya ha pasado para siempre la época dorada en que el crítico o el lector podía interesarse ante todo por la calidad "artística" o el grado exacto de talento de un libro. Nuestra literatura de la emigración —estoy hablando de literatura auténtica e "indiscutible"— las personas de gusto impecable me comprenderán —se ha vuelto más simple, más seria, más árida— a costa del arte, tal vez, pero que en compensación produce (en ciertas poesías de Tsypovich y Boris Barski y en la prosa de Koridonov...) sonidos de tal tristeza, de tal música, de tal encanto divino e "impotente", que en verdad no vale la pena añorar lo que Lermontov llamó "los torpes cantos de la tierra".

»Por sí misma, la idea de escribir un libro sobre una destacada figura pública de los años sesenta no tiene nada de reprensible. Uno se sienta a escribirlo —estupendo—; se publica —estupendo; se han publicado libros peores—. Pero el estado de ánimo general del autor, el "ambiente" de su pensamiento nos llena de dudas extrañas y desagradables. Me abstendré de discutir la pregunta: ¿Es apropiada la aparición de este libro en el momento actual? ¡Después de todo, nadie puede prohibir a una persona que escriba lo que se le antoje! Pero me parece —y no soy el único en sentirlo —que en el fondo del libro de Gudonov-Cherdyntsev se oculta algo que es, en esencia, carente del todo de tacto, algo discordante y ofensivo... Tiene derecho, naturalmente (aunque incluso esto podría ponerse en duda), a adoptar esta o aquella actitud hacia "los hombres de los años sesenta", pero al "desprestigiarles" tiene que despertar sin remedio en cualquier lector sensible sorpresa y repugnancia. ¡Qué poco importante es todo esto! ¡Qué inoportuno! Permítanme que explique lo que quiero decir. El hecho de que sea precisamente ahora, precisamente hoy cuando se efectúe esta vulgar operación es, por sí mismo, una afrenta a aquel algo significativo, amargo y palpitante que está madurando en las catacumbas de nuestra era. Oh, ya lo sabemos, los "hombres de los años sesenta" y en particular Chernyshevski, expresaron en sus juicios literarios muchas cosas equivocadas y tal vez ridículas. ¿Quién está libre de este pecado? Y, ¿es un pecado tan grande, después de todo? Pero en la "entonación" general de su crítica se advertía cierta clase de verdad —verdad que, por muy paradójico que parezca, no ha estado nunca tan próxima a nosotros ni sido tan comprensible como ahora, precisamente ahora. No estoy hablando de sus ataques a los que se dejaban sobornar ni a la emancipación femenina... ¡No es ésta la cuestión! Creo que seré debidamente comprendido (en la medida en que podemos comprender a otra persona) si digo que en un sentido infalible y definitivo sus necesidades y las nuestras coinciden. Oh, ya sé, nosotros somos más sensibles, más espirituales, más "musicales" que ellos, y nuestro objetivo final —bajo ese cielo negro y resplandeciente donde transcurre la vida —no es la "comuna" ni el "derrocamiento del déspota". Pero Nekrasov y Lermontov, en especial este último, están más cerca de nosotros que Pushkin. Elijo sólo este ejemplo, el más sencillo de todos, porque aclara inmediatamente nuestra afinidad —cuando no parentesco— con ellos. Aquella frialdad, aquella afectación, aquella cualidad "irresponsable" que intuían en ciertas partes de la poesía de Pushkin, también la percibimos nosotros. Se puede objetar que nosotros somos más inteligentes, más receptivos... Muy bien, convengo en ello; pero en esencia no es una cuestión del "racionalismo" de Chernyshevski (o de Belinski o Dobrolyubov, los nombres y las fechas no importan), sino del hecho de que entonces, igual que ahora, las personas espiritualmente progresistas comprendían que el mero "arte" y la "lira" no eran un pábulo suficiente. Nosotros, sus refinados y fatigados nietos, también queremos algo que esté por encima de todo lo humano; exigimos los valores que son esenciales para el alma. Este "utilitarismo" es tal vez más elevado que el suyo, pero en ciertos aspectos es incluso más urgente que el que ellos predicaron.

»Me he apartado del tema inmediato de mi artículo. Pero es que a veces se puede expresar la propia opinión con mucha mayor exactitud y autenticidad revoloteando en torno al tema —por sus fértiles alrededores... De hecho, el análisis de cualquier libro es torpe e inútil, y, además, no nos interesa la forma cómo el autor ha realizado su "tarea", ni siquiera la "tarea" en sí, sino sólo la actitud del autor hacia ella.

»Y añadamos esto: ¿Son realmente tan necesarias estas incursiones hacia el ámbito del pasado, con sus disputas estilizadas y su modo de vida artificialmente resucitado? ¿Quién quiere conocer las relaciones de Chernyshevski con las mujeres? En nuestra época amarga, tierna y ascética no hay lugar para esta clase de traviesa investigación, para esta literatura ociosa —que, de todos modos, no carece de cierta audacia arrogante que sin duda repelerá al lector mejor dispuesto.»

A partir de aquí, las críticas proliferaron. El profesor Anuchin, de la Universidad de Praga (figura pública muy conocida, hombre de manifiesta pureza moral y gran valor personal —el mismo profesor Anuchin que en 1922, poco antes de ser deportado de Rusia, cuando unos sujetos armados y vestidos con chaquetas de cuero fueron a arrestarle pero se interesaron por su colección de monedas antiguas y tardaban en llevárselo, había dicho serenamente, señalando su reloj: «Caballeros, la historia no espera.») publicó un análisis detallado de La vida de Chernyshevskien una revista de emigrados que aparecía en París.

«El año pasado (escribía) se publicó un libro notable del profesor Otto Lederer, de la Universidad de Bonn, Tres déspotas (Alejandro el Confuso, Nicolás el Glacial y Nicolás el Tedioso). Impulsado por un apasionado amor por la libertad del espíritu humano y un inflamado odio hacia sus opresores, el doctor Lederer fue injusto en algunas de sus apreciaciones al no tomar en consideración, por ejemplo, aquel fervor nacional ruso que encarnó con tanta fuerza el símbolo del trono; pero un celo excesivo, e incluso ceguera, en el proceso de denunciar el mal es siempre más comprensible y perdonable que la menor ironía —por muy ingeniosa que sea— a propósito de lo que la opinión pública considera objetivamente bueno. No obstante, el señor Godunov-Cherdyntsev ha elegido precisamente este segundo camino, el camino de la mordacidad ecléctica, para su interpretación de la vida y las obras de N. G. Chernyshevski.

1 ... 80 81 82 83 84 85 86 87 88 ... 102 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название