Guerra y paz
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Mientras la aristocracia de Moscu y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ambito, las tropas napoleonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clasico de la literatura universal. Tolstoi es, con Dostoievski, el autor mas grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espanol y la edicion que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada. Reeditamos aqui en un formato mas grande y legible la traduccion de Lydia Kuper, la unica traduccion autentica y fiable del ruso que existe en el mercado espanol. La traduccion de Lain Entralgo se publico hace mas de treinta anos y presenta deficiencias de traduccion. La traduccion de Mondadori se hizo en base a una edicion de Guerra y paz publicada hace unos anos para revender la novela, pero es una edicion que no se hizo a partir del texto canonico, incluso tiene otro final. La edicion de Mario Muchnik contiene unos anexos con un indice de todos los personajes que aparecen en la novela, y otro indice que desglosa el contenido de cada capitulo.
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La pregunta era ineludible. Eran las cuatro de la tarde del 11 de octubre, estábamos a un mes exacto del atentado y acabábamos de guardar tres minutos de silencio en memoria de las víctimas. Hay que haber vivido, haber oído y, más que oído, escuchadoel silencio catedralicio de esa feria descomunal —cómo el murmullo incesante se fue acallando en pocos segundos, cómo los miles de profesionales dejaron sus bolígrafos y sus papeles sobre las mesas y salieron a los pasillos, cómo miles y miles de ojos brillantes iban de unas caras a otras intentando transmitir a la vez la indignación y la solidaridad—; hay que haber sentido crecer en pocos segundos la conciencia colectiva de la fuerza editorial, y el irse formando miles de nudos en miles de gargantas, una emoción compuesta de desafío y orgullo, quizás mechada de vanidad, en cualquier caso nacida en lo más hondo de cada uno y por eso mismo sincera; hay que haber vivido ese momento para comprender la desesperación que anidaba en todos, el sentido de impotencia ante la ciega tecnología y el radicalismo del laico terrorismo posmoderno, la capacitación de que quizás estábamos ante el fin de nuestra civilización, el fracaso de nuestros ideales, el punto final del universo mundo.
—Espantoso— repuso Karin, —espantoso además porque los americanos no lo dejarán así.
—¿Habrá guerra?
—Algo habrá, ¿lo dudas?
Sorbimos nuestros cafés, suspiramos.
Karin nos contó acerca de algunos autores rusos que representaba y tomó nota para enviamos resúmenes de algunos libros de escritores jóvenes.
—Nunca me dijiste nada de Guerra y paz.
—¿Guerra y paz?
La verdad es que lo había olvidado. Karin se refería a una propuesta que me había hecho en la misma Feria de Frankfurt un año antes: me había ofrecido los derechos para el español de “otra” versión de la novela de Tolstói, “hallada hace muy poco”, inédita, un “verdadero scoop”.
Fui recordando. No estaba del todo claro si esta versión, la mitad de extensa que la versión canónica, era anterior o posterior a ésta: ni siquiera estaba claro si se trataba de una versión auténtica o de una falsificación. En este hallazgo reciente, el príncipe Andréi no muere sino que al final se casa con Natasha. Tampoco muere Petia, el pequeño Rostov. Recordé que le había hablado del asunto a Lydia Kúper y que su respuesta fue lacónica:
—Psht. Cada tanto aparece un “inédito” de Tolstói. Nunca valen nada. Mejor no te metas.
Ahora Karin me pedía una decisión. Le dije que se la daría por e-mail, que necesitaba un poco más de tiempo, que antes de fin de mes le diría algo.
Nos dimos besitos y nos separamos.
A los pocos minutos nos cruzamos con David Douglas Duncan, el fotógrafo.
—¿Qué piensas de las torres gemelas, en Nueva York?
—No, no, no es mi mundo, éste ya no es mi mundo— replicó David sin vacilar. —Mi mundo se acabó, no vale la pena lamentarse, y lo peor está por venir.
Nos abrazamos.
Con el tiempo me fui enterando. Esta “nueva” versión de Guerra y pazhabía sido publicada en edición de bolsillo por la editorial rusa Nauka en 1999 y en francés por Éditions du Seuil en 2002. El conocido erudito en Tolstói, Georges Nivat, fue categórico: “¡Decid no al Tolstói de bolsillo que vuelve insípida Guerra y paz!”. Nivat se refiere a la edición rusa de dicha versión, titulada La guerra y la paz. Y me parece justo poner en mi diario el texto completo de su artículo, que dice así:
«El editor ruso de La guerra y la pazen formato de bolsillo, Zajarov, tiene el mérito de hablar claro:
Primera redacción de la novela:
1. dos veces más corta y cinco veces más interesante;
2. ausencia casi total de digresiones filosóficas;
3. cien veces más fácil de leer puesto que todo lo que el autor puso en francés está sustituido por una traducción al ruso del propio autor;
4. mucha más «paz» que «guerra»;
5. ¡el príncipe Andréi y Petia Rostov no mueren!
El editor francés, más hipócrita —continúa Nivat—, sólo habla de un Tolstói de bolsillo “un tercio más corto”, en el que “las reflexiones filosóficas están reducidas a lo esencial” y donde “la acción es más ceñida”.
«Tan ceñida, oh enamorados de Tolstói, que ya no encontraréis los interminables pasajes y torpezas narrativas (que son el análogo por escrito de la simpleza de Pierre Bezújov). Por consiguiente, ¡no busquéis a Platón Karatáiev! Ha desaparecido. No busquéis la espléndida muerte de Petia en la carga delos partisanos capitaneados por Dólojov, ni esa fuga musical que llena cada rincón del cielo y de la que Petia, ignaro de la música, se siente el maestro invisible...»
«Es cierto que la inmensa fuga de Guerra y pazno surgió perfectamente montada del cerebro de Tolstói. Es verdad que le costó una fatiga inmensa, dudas, y que el texto que ahora se presenta existió, salvo algunas traiciones graves. Es a una erudita soviética, Evelina Zaidenshnur, a quien le debemos las minuciosas investigaciones y descripciones de todos los manuscritos, de todos los pentimenti, del itinerario del autor hacia ese texto antinovelístico, anticanónico, del que estaba orgulloso y descontento a la vez.»
«Pero no es menos cierto que la obra, una vez acabada, con sus digresiones filosóficas, los sabios discursos de Platón Karatáiev, con la muerte en fuga de Petia Rostov, con el último suspiro del príncipe Andréi y el dolor de Natasha ante la herida abierta del ser, tuvo numerosas reediciones en vida del autor, y aun si fue la condesa [la mujer de Tolstói] quien se ocupó de ellas, nada, estrictamente nada hace pensar que su marido no estuviera al tanto y que los desaprobara. Por tanto, nada otorga el derecho moral de acortar y modificar la obra maestra.»
«El traductor tuvo la ocurrencia de modernizar el francés de Tolstói tal como fue redactado para los pasajes en francés del original, con lo que aplastó esa jerga sabrosa de la aristocracia rusa que combatía a Napoleón mientras disertaba en la lengua de Rivarol. También aquí, si bien es verdad que existe una redacción en la que Tolstói, presa de un pentimento, volcó al ruso los componentes en francés de su máquina de conversación mundana, lo cierto es que todas las ediciones definitivas contienen este elemento importante de un desdoblamiento lingüístico que caracteriza la naturaleza desnacionalizada de la alta sociedad rusa. Este elemento, altamente satírico, anuncia las infiltraciones del habla en Nabokov, cuando el francés o el inglés se mezclan con los relatos rusos, o el ruso con el inglés de Pnin. Son los arlequines de Nabokov, y Tolstói también tiene los suyos. El traductor actuó a conciencia como el peor de la clase cuando, para disimular sus consultas en un diccionario anticuado, modifica una palabra aquí, otra allí... Desde luego, en una traducción es artificial recurrir a jueguitos tipográficos para distinguir lo que está “en francés en el original” de lo que está traducido del ruso, pero toda la parte del libro sobre el cisma entre la alta sociedad y el pueblo rusos está basada precisamente en esta diglosia artificial, con las anécdotas que sólo pueden ser dichas en ruso, los lacayos que simulan comprender el francés y ese dragón de madame Ajrosímova que jamás habla sino en ruso...»
«Uno de los títulos que barajó Tolstói para su obra antes de que se convirtiera en la que todos conocemos fue Bien está lo que bien acaba. La obra estaba dividida en cuatro partes: “En Petersburgo”, "En Moscú", "En el campo" y "La guerra”. Es verdad que el espíritu sale finalmente incólume gracias al epílogo (desaparecido, evidentemente, en la edición de Seuil), en el sentido de que la máquina del tiempo histórico y biológico que lentamente hizo girar su molino en la inmensa novela al final llega al punto de partida, que es la nursery, no ya en casa del encantador y superficial conde Rostov, donde una pandilla de adolescentes está en perpetuo estado de enamoramiento, sino en la de Natasha y Pierre, crecidos, madurados por la vida. “¿Sabes en qué pienso? En Platón Karatáiev. ¿Qué le parecería? ¿Aprobaría ahora tus planes?”, pregunta Natasha a su marido. “No, no los aprobaría”, dice Pierre después de reflexionar. “Lo que sí le gustaría es nuestra vida familiar. Deseaba ver en todo felicidad, calma, dignidad, y yo me sentiría orgulloso de que nos viera.”»