Diario de la Guerra de Espana

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Diario de la Guerra de Espana, Кольцов Михаил Ефимович-- . Жанр: Историческая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Diario de la Guerra de Espana
Название: Diario de la Guerra de Espana
Дата добавления: 15 январь 2020
Количество просмотров: 204
Читать онлайн

Diario de la Guerra de Espana читать книгу онлайн

Diario de la Guerra de Espana - читать бесплатно онлайн , автор Кольцов Михаил Ефимович

Esta es la traducci?n castellana de la edici?n definitiva. Koltsov, corresponsal extraordinario de Pravda en Espa?a, fue testigo ocular de los acontecimientos que narra. Estrechamente ligado a la pol?tica contempor?nea del partido comunista ruso y periodista fuera de lo com?n, uni? a una gran valent?a personal dotes pol?ticas y militares excepcionales, una innegable profundidad de an?lisis y una lengua exacta y po?tica. Su papel en Espa?a fue mucho m?s importante que el que se puede esperar de un simple corresponsal de guerra, y sus actividades le situaron en m?s de una ocasi?n en el plano m?s elevado de la acci?n pol?tica. Su maravillosa fuerza descriptiva es patente en los pasajes m?s duros del Diario: la muerte de Lukacs, la conversaci?n con el aviador moribundo, el tanquista herido, el asalto frustrado al Alc?zar... Pero nada supera, sin duda, la maestr?a de los retratos de Koltsov. Su pluma arranca los rasgos esenciales de los nombres m?s significativos del campo republicano: Largo Caballero, Durruti, Alvarez del Vayo, Rojo, Malraux, Garc?a Oliver, Kleber, La Pasionaria, Casares Quiroga, L?ster, Checa, Aguirre, Jos? D?az, junto a gentes de importancia menos se?alada, con frecuencia an?nimas: oficiales, soldados, mujeres, ni?os... Es ?ste, en definitiva, un documento literario y pol?tico de un periodo crucial —1936-1937—, que ayuda no s?lo a revivirlo sino a comprenderlo.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

A los soldados italianos les causó una impresión singularmente penosa el hecho de que el mando fascista no organizara la retirada de sus propios heridos del campo de batalla. Ahora, los hospitales de Guadalajara están repletos de heridos italianos, los hay a centenares. Cuando el médico se acerca a las camas, los prisioneros no pueden contener las lágrimas. Intentan besar las manos de los cirujanos y enfermeras, les agradecen enternecedoramente su misericordia.

Se sigue haciendo prisioneros, y no sólo en el combate. No pocos soldados, sencillamente, han echado a correr y se han dispersado por los bosques, por los huertos y cementerios. Hambrientos, lamentables, buscan a quién entregarse.

A las filas republicanas se han presentado hoy quince evadidos. Casi todos han preguntado dónde está el batallón Garibaldi. Éste es un público deseoso de mayor actividad.

«Queremos luchar junto con los italianos contra el fascismo», han declarado.

Pero la mayor parte de los prisioneros están muertos de miedo, desconcertados, como durante un terremoto, desmoralizados, como gente que acaba de despertar de un sueño, como si acabaran de venir al mundo.

Este último fenómeno, es decir, la desmoralización de unidades enteras al primer choque serio con un enemigo menos numeroso y peor armado, es más interesante que el resultado final de los combates en el frente de Guadalajara y sus consecuencias inmediatas. Esto es lo más aleccionador para valorar el estado interno del ejército fascista. Vemos cómo ante la faz de un verdadero peligro se desprende toda la cáscara en que está cuidadosamente envuelta la «unidad combativa» del imperialismo fascista, vemos cómo por debajo de ella queda desnudo el hombre vivo, a quien el fascismo ni siquiera en quince años ha podido ganar, en masa, para sus fines.

Es sencillamente asombroso ver esta humana desnudez, esta mezquindad ingenua y simple de quienes eran ayer soldados del orgulloso imperio fascista, hoy prisioneros del Ejército Popular español.

Desde luego, en todas las guerras se han cogido prisioneros. Con mucha frecuencia, la masa de los soldados de filas, al encontrarse sin mandos, se convertía en rebaño, en una muchedumbre de indefensos hombres, perdida su moral militar y civil, indiferentes a su honor militar y nacional, dispuestos a servir a sus nuevos amos, a abrir trincheras para ellos e incluso a disparar contra sus amos antiguos. iPero se trataba de ejércitos capitalistas anteriores al período fascista, reunidos a toda prisa, sin selección política, por el método de la movilización general! Tenían una idea muy confusa de por qué combatían y, si lo sabían, se sentían indiferentes u hostiles a los fines de la guerra... En cambio ahora tenemos delante a la selecta juventud de camisas negras, constituida, sin excepción, por miembros del partido fascista; cabe decir que son la vanguardia de combate, la esperanza y el orgullo de Mussolini, sus mejores hombres, a los que manda encendidos saludos personales.

Los jefes fascistas han estado educando a dichos hombres durante tres lustros en las escuelas, en los desfiles solemnes, con ayuda de su altisonante fraseología, de sus teorías individualistas y de su culto al superhombre. Entre los prisioneros hay jóvenes a quienes el régimen fascista ha educado desde la cuna; cuando Mussolini ascendió al poder, ellos habían cumplido tres años. Ahora, después de haber pasado una noche bajo el techo de sus enemigos, maldicen al Duce y todo su imperio. ¡No han echado raíces muy hondas sus quince años de educación fascista!

Desde luego, la parte alta del ejército está más estrechamente ligada al régimen fascista. Pero también ella, en general, ha resistido muy mal la prueba de la guerra. La retirada de los hombres llenos de pánico, la pérdida de los cañones, la desmoralización de los soldados ha causado una impresión estremecedora al mando fascista. Los republicanos han hallado los cadáveres de cuatro oficiales italianos, un teniente coronel y tres capitanes, que se han suicidado. Los suicidas no hicieron más que anticiparse a los acontecimientos: nuevos prisioneros han contado que el 19 de marzo el alto mando fusiló a los jefes de dos batallones por la huida de sus unidades.

He aquí unas líneas del diario de un capitán italiano prisionero:

«A medida que los acontecimientos se desarrollan, decae mi entusiasmo. Lo que más abruma es el burocratismo, las intrigas y la incapacidad de nuestro ejército. En torno, sólo mentira y engaño. Nos engañamos unos a otros y los españoles nos engañan a nosotros. La Falange Española sólo traga, bebe y espera a que le conquistemos Madrid para ella. De haber sabido que todo esto iba a ser tan repugnante, habría esquivado esta guerra que parece tan seductora vista desde lejos.»

Las divisiones italianas de Guadalajara, al recibir un golpe contundente, han puesto al descubierto toda la podredumbre interna y la vacuidad del militarismo fascista, la verdadera debilidad de su base humana fundamental. El poderoso armamento moderno, después de que quienes lo dominan dejan de dominarlo y de dominarse a sí mismos, se ha convertido simplemente en trofeo de guerra de unidades incomparablemente peor armadas.

Pero ha sido necesaria una condición indispensable: una réplica audaz, un golpe asestado con toda decisión, con toda la furia. Sin este golpe, el ejército motomecanizado de los italianos habría avanzado hasta Madrid y la fama de las armas italianas aún habría cegado más a quienes tienen tendencia a dejarse cegar. Sin el golpe, no se habría producido el pánico; sin el pánico, no habría trofeos ni enternecedoras lágrimas en los ojos de los prisioneros.

El fascismo es de una osadía sin límites cuando no ve al enemigo. Es cobarde, como el chacal, cuando le responden. Esto es, precisamente, lo que no comprenden los medrosos políticos de los gobiernos occidentales. Procuran enternecer a la bestia fascista y con esto sólo avivan su sanguinaria osadía.

25 de marzo

Después de los tensos días de Guadalajara, calma absoluta. Las tropas descansan. En el frente han aparecido excursionistas —delegados, escritores, periodistas de Valencia, de Barcelona, de París, de Londres y hasta de Nueva York—. Recorren los recientes campos de batalla, examinan sus huellas, fotografían los enormes depósitos de pertrechos de guerra capturados a los italianos, conversan con los prisioneros, se llevan recuerdos italianos.

Ernest Hemingway, con su humanidad corpulenta, algo tosca y fuerte, ha venido aquí. Se ha metido por todos los sitios en que hubo combate, ha visitado varias veces a Líster y a Lukács, ha trabado amistad con ellos; me ha dicho hablando despacio y dando sabrosas vueltas a las palabras españolas:

—Esto es una auténtica derrota. La primera derrota seria del fascismo durante estos últimos años. Esto es el comienzo de la victoria sobre el fascismo.

—Sí —he respondido modestamente—, por ahora no es más que el comienzo.

Me ha divertido esta propia modestia. Tras ella se escondía una increíble jactancia. ¡Les hemos dado una paliza, a pesar de todo! Los hemos zurrado como a unos Jaimitos, como dice Lukács. Yo lo he visto. He llegado a verlo. Empecé con los autobuses ante Talavera, he vivido los negros días de Toledo, la vergüenza de Aranjuez, la tragedia del Madrid abandonado, la desesperada lucha junto a los puentes, la dura y sangrienta escuela de Aravaca y Majadahonda, los dolores del parto del nuevo ejército junto a Las Rozas, la gran batalla del Jarama, para ver la victoria frente a los soldados de Mussolini. Y Miguel Martínez, venido con la vieja experiencia de la guerra civil en su juventud, la ha sometido otra vez a prueba aquí, la ha multiplicado, la ha fecundado en estas primeras trincheras del choque mundial con el fascismo.

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название