Diario de la Guerra de Espana
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Esta es la traducci?n castellana de la edici?n definitiva. Koltsov, corresponsal extraordinario de Pravda en Espa?a, fue testigo ocular de los acontecimientos que narra. Estrechamente ligado a la pol?tica contempor?nea del partido comunista ruso y periodista fuera de lo com?n, uni? a una gran valent?a personal dotes pol?ticas y militares excepcionales, una innegable profundidad de an?lisis y una lengua exacta y po?tica. Su papel en Espa?a fue mucho m?s importante que el que se puede esperar de un simple corresponsal de guerra, y sus actividades le situaron en m?s de una ocasi?n en el plano m?s elevado de la acci?n pol?tica. Su maravillosa fuerza descriptiva es patente en los pasajes m?s duros del Diario: la muerte de Lukacs, la conversaci?n con el aviador moribundo, el tanquista herido, el asalto frustrado al Alc?zar... Pero nada supera, sin duda, la maestr?a de los retratos de Koltsov. Su pluma arranca los rasgos esenciales de los nombres m?s significativos del campo republicano: Largo Caballero, Durruti, Alvarez del Vayo, Rojo, Malraux, Garc?a Oliver, Kleber, La Pasionaria, Casares Quiroga, L?ster, Checa, Aguirre, Jos? D?az, junto a gentes de importancia menos se?alada, con frecuencia an?nimas: oficiales, soldados, mujeres, ni?os... Es ?ste, en definitiva, un documento literario y pol?tico de un periodo crucial —1936-1937—, que ayuda no s?lo a revivirlo sino a comprenderlo.
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—¡Escuchad, soldados del cuerpo expedicionario! Os habla vuestro camarada Andrea Pipitoni. He caído prisionero de aquellos a quienes entre nosotros llaman rojos, y me siento muy feliz de encontrarme entre ellos. Son gente noble, honrada y valiente. Aquí hay también italianos que han venido voluntariamente, y no como nosotros, a la fuerza y con engaños, para luchar contra los fascistas y los invasores extranjeros. ¡Camaradas! A los prisioneros, aquí, no los fusilan, sino que los acogen muy amistosamente, a los heridos les prestan ayuda. ¡Amigos, arrojad las armas, unios a nosotros! ¡Comunicad a mis padres que estoy vivo, sano y salvo, y que considero que es mi deber, el deber de un obrero honrado decir lo que digo!
Mientras él habla, junto al micrófono se forma una verdadera cola de soldados que desean hablar. Los soldados de Mussolini, después de sufrir un miedo cerval, convencidos de que su vida está a salvo, se sienten entusiasmados y lo expresan con mucho alborozo. Es sobre todo grande su alegría cuando los combatientes los invitan con cigarrillos cogidos en su propio convoy...
Los duros golpes asestados al cuerpo expedicionario italiano en los primeros días de su aparición ante Guadalajara son fruto de la estrecha colaboración entre todas las clases de armas de los republicanos. La invasión en masa de tropas extranjeras en España ha obligado al mando del sector de Guadalajara a hacer un esfuerzo y a demostrar la precisión y la coordinación con que pueden actuar las unidades cuando sienten la responsabilidad y la gravedad del momento. Es difícil decir quién ha actuado mejor estos días, los tanquistas, que han batido sin cesar los recursos de fuego de los italianos, los vuelos de asalto de la aviación contra el enemigo bajo la lluvia a raudales, los batallones de choque de la infantería, que se han lanzado abnegadamente al ataque con jefes y comisarios en cabeza. Es interesante: ¡las pérdidas de los republicanos, en Guadalajara, han sido mínimas!
Desde luego, sería una ligereza sacar conclusiones de largo alcance partiendo de la experiencia que proporcionan tres días de lucha en Guadalajara. El mando italiano y el propio gobierno de Roma tomarán todas las medidas necesarias para poner orden en sus tropas desconcertadas y tan mal paradas. Los invasores poseen muchos recursos de fuego, gran número de baterías y medios para la guerra química.
Madrid sigue estando amenazado, como antes. De todos modos, las tropas de Mussolini, que tanto se jactan de sus victorias en África Oriental, han recibido un fuerte bofetón.
16 de marzo
Durante todo el día de ayer y desde la mañana del día de hoy, la situación en las montañas es algo más tranquila. Después del fracaso y de las pérdidas de estos últimos días, los italianos han creído conveniente atrincherarse, poner orden en sus filas y esperar refuerzos.
Los nuevos prisioneros —han sido capturados cincuenta y nueve hombres— declaran que el mando italiano ha recabado para su sector tropas moras de choque. Los oficiales, ayer, reanimaban a los soldados: «Pronto vendrán los moros, los colocaremos delante, iremos detrás de ellos y entonces veremos quién gana.»
Avanzar a la retaguardia de los batallones africanos, ¡qué honor para los orgullosos fascistas romanos y para los guerreros de pura raza aria a las órdenes de Hitler!
Los tanques de los italianos, por ahora, han dejado de asomarse. Trabaja con mucha intensidad su poderosa artillería —hasta un centenar de cañones de diferentes calibres— y, como el tiempo ha mejorado, su aviación. Desde el mismísimo amanecer y durante todo el día ni por un instante se calma a lo largo de todo el frente el zumbido de los motores ni cesan las explosiones. Junkers, Heinkels y Fíats vuelan en grupos de tres, de ocho, de nueve, por todo el horizonte, bombardean sin cesar las aldeas, los campanarios y las casas aisladas, los campos de olivos, donde es costumbre buscar las unidades militares, los automóviles por las carreteras. La aviación republicana no se ocupa especialmente de los aviones enemigos, ella misma se dirige a volar sobre la retaguardia de los italianos. Hace un momento que ha pasado por encima de nuestras cabezas una escuadra entera setenta aviones republicanos y ya nos llega el ruido de las explosiones desde el otro lado de las líneas fascistas.
Los combatientes no se quejan en lo más mínimo del tiempo. Están contentos de poderse tumbar, por fin, al sol, aunque sea con los Junkers encima, secarse la ropa y el calzado.
17 de marzo
Los Estados Mayores aún están ocupados con el botín de guerra capturado al enemigo, distribuyen por las brigadas los cañones y las ametralladoras, estudian los documentos, las listas de personal y las órdenes de los generales italianos. He aquí una cartilla militar del ejército italiano, tomada al acaso:
«Ejército italiano, cartilla militar de Bottini Francesco, año de nacimiento 1915. Número de matrícula 1424 (63).»
En una de las órdenes, impresas tipográficamente, el general Manzini felicita a las tropas por la toma de Málaga y declara:
«Os hago llegar el agradecimiento y la admiración no sólo del mando y mía personal, sino, además, de " aquel" (la palabra "aquel" va impresa en negritas) que os ha mandado aquí.»
18 de marzo
Por la noche, en Guadalajara, de vuelta de Trijueque, oigo por radio las aseveraciones del cuartel general de Franco en Salamanca sosteniendo que Trijueque se halla aún en las manos de sus tropas, y que en el frente no hay italianos de ninguna clase.
Estoy otra vez en Trijueque; la verdad es que no resulta muy cómodo este lugar, batido por la artillería enemiga; pero sin gemelos, ya no se ve a los fascistas.
Por lo que respecta a los italianos, sólo con los prisioneros capturados estos días, y por iniciativa suya, se forma en Madrid un batallón antifascista completamente italiano.
Hoy mismo hemos visto al capitán prisionero Giuseppe Volpi. Este honorable oficial tuvo tiempo de arrancarse las charreteras y durante largo rato se ha negado a reconocer su verdadera graduación, asegurando que sólo era sargento. El comisario le ha escuchado pacientemente, y luego le ha presentado una fotografía que le habían encontrado en la cartera de bolsillo. En la fotografía, el capitán Volpi luce su uniforme, con charreteras, con el brazo levantado haciendo el saludo fascista, bajo un árbol del que cuelga el cadáver de un abisinio. El capitán ha palidecido levemente y ha dicho: «Mi romanticismo me ha perdido.»
He asistido asimismo a la ceremonia, pequeña y modesta, pero, sin duda alguna, muy agradable para el corazón de «aquel» que desde lejos observa al cuerpo expedicionario. El jefe de división Enrique Líster y el comisario Carlos, en el frente, han entregado en persona al general Miaja la bandera fascista italiana capturada a una de las unidades mandadas para conquistar Madrid.