Narrativa Breve

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Narrativa Breve, Tolstoi Leon-- . Жанр: Русская классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Narrativa Breve
Название: Narrativa Breve
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 464
Читать онлайн

Narrativa Breve читать книгу онлайн

Narrativa Breve - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 84 85 86 87 88 89 90 91 92 ... 206 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

—Dice que se aburre; no ha querido levantarse; está muy triste; no hace otra cosa que pedirme vino.

—No, me lo ha prometido; hay que tener energía —dijo Delessov. Prohibió dar vino al artista y se puso otra vez a leer, escuchando de todas maneras lo que pasaba en el comedor.

Allí nada se movía, tan sólo de vez en cuando se oía una penosa tos de pecho seguida de expectoraciones. Pasaron dos horas; Delessov se vistió y antes de salir se decidió ir a ver a su huésped. Alberto estaba inmóvil, sentado cerca de la ventana, la cabeza apoyada entre las manos. Su cara estaba amarilla, arrugada, y no solamente triste, sino con señales de profunda desdicha. Trató de sonreír a guisa de saludo, pero su cara tomó una expresión aún más triste.

Hubiérase dicho que iba a llorar; levantóse con gran trabajo y saludó.

—Si fuera posible obtener una copita de aguardiente —dijo con voz suplicante—. Os lo ruego, porque estoy muy débil.

—Os aconsejo que toméis café; os irá mucho mejor.

La cara de Alberto perdió instantáneamente su expresión infantil. Miró a la ventana con la vista empañada y fría, y se dejó caer sobre la silla.

—Mejor sería que almozarais.

—No, gracias, no tengo apetito.

—Si queréis tocar el violín, no me estorbáis para nada —dijo Delessov, dejando el instrumento encima de la mesa.

Alberto miró el violín con aire despreciativo.

—Estoy débil y no puedo tocar —dijo rechazando el instrumento.

Después de esto, a todo lo que Delessov le proponía, ir al teatro, pasearse…. contestaba con un humilde saludo, guardando obstinadamente el silencio más absoluto.

Delessov salió a hacer algunas visitas, comió con los amigos y antes de ir al teatro entró en casa para cambiarse el traje y saber qué hacía el músico. Alberto estaba sentado en la antesala, complemente a oscuras; tenía la cabeza apoyada entre sus manos y contemplaba la estufa encendida. Se había lavado, peinado y vestido con mucha limpieza, pero sus ojos estaban velados y sin expresión; en todo su cuerpo se notaba más debilidad y más fatiga que por la mañana.

—Qué, ¿habéis comido? — preguntóle Delessov.

Alberto hizo un signo afirmativo con la cabeza, y mirando con desconfianza a Delessov, bajó la vista.

Delessov se sintió apenado.

—Hoy he visto al director, al cual he hablado de vos —dijo Delessov desviando la mirada—.

Tendrá mucha satisfacción en volver a veros. Si permitieseis que él os oyese…

—Muchas gracias, no puedo tocar— pronunció entre dientes Alberto y pasó a su habitación cerrando la puerta tras si.

Algunos momentos después volvió a salir de la habitación con el violín, dio una rápida y agresiva mirada a Delessov, dejó el violín sobre una silla y desapareció nuevamente.

Delessov se sonrió encogiéndose de hombros.

"¿Qué debo hacer? ¿De que soy culpable?» — pensó.

—¿Cómo está el músico? — fue la primera pregunta que hizo al entrar ya tarde en su casa.

—Está bastante mal —respondió brevemente y con voz sonora Zakhar—. Se pasa el tiempo tosiendo y suspirando sin decir una palabra. Varias veces me ha pedido aguardiente, y le he dado ya un vasito. De lo contrario era de temerse que le perdiéramos. Es como el empleado…

—¿Ha tocado el violín?

—Ni siquiera lo ha mirado; dos veces se lo llevé y cogiéndolo con cuidado me lo ha devuelto siempre —respondió Zakhar sonriendo—. ¿No ordenáis que se le dé de beber?

—No; esperemos un día y veremos lo que pasa.

¿Qué hace ahora?

—Está encerrado en el salón.

Delessov pasó a su despacho y tomó algunos libros en francés y el Evangelio en alemán.

—Mañana ponle estos libros en su cuarto, y cuidado con dejarle salir —le dijo a Zakhar.

A la mañana siguiente, Zakhar informó de que el músico no había dormido en toda la noche, y que había tratado de abrir las puertas, pero que gracias a sus cuidados estaban bien cerradas; díjole además que, haciéndose el dormido, había oído a Alberto hablar bajo, agitando con fuerza las manos.

Alberto volvióse de día en día más sombrío y más silencioso. Parecía como si le inspirase miedo Delessov, y cada vez que sus miradas se encontraban, se advertía en su rostro una sensación inusitada de espanto. No tocó ni los libros ni el violín, y guardaba el silencio más absoluto cuando se le preguntaba algo.

Algunos días después de haber dado albergue al músico, llegó Delessov a su casa bastante tarde, notándose en él mucho cansancio y contrariedad.

Durante todo el día había estado haciendo gestiones para cierto negocio que le pareció muy fácil y, como pasa casi siempre, a pesar de todo su cuidado, no había obtenido lo que deseaba. Además, en el club había perdido algo y estaba de muy mal humor.

—¡Que Dios le proteja! — respondió a Zakhar, el cual le explicaba la triste situación de Alberto—. Mañana le preguntaré definitivamente si quiere quedarse en casa y seguir mis consejos. Si no, peor para él; me parece que he hecho todo lo que he podido.

La palabra «todos» se refería los hombres en general y en particular a aquéllos con quienes había hablado por la mañana.

"¿Qué será de él ahora? ¿En qué piensa?, ¿qué es lo que le entristece? ¿Echa de menos el desarreglo y humillación en que vivía, la mendicidad de donde le he sacado?» Evidentemente ha caído muy bajo para que pueda acostumbrarse de nuevo a una vida honrada… «No, es una chiquillada —dijo Delessov—. ¿Por qué me he de meter a corregir a los demás? Que Dios me permita arreglarme a mi mismo.» Quiso dejarle marchar enseguida, pero reflexión ó un momento y lo dejó para el día siguiente.

Durante la noche, Delessov despertó con el ruido de una mesa que se había caído en la antesalas, y oyó voces y pasos en la misma. Encendió una bujía y escuchó con ansiedad…

—Esperad, que iré a llamar al amo —decía Zakhar.

Alberto murmuraba palabras incoherentes, Delessov saltó del lecho y con la bujía en la mano corrió a la antesala. Zakhar, en traje de noche, estaba de pie delante de la puerta.

Alberto, con el sombrero y el abrigo, trataba de apartarle de la puerta, gritando con voz quejumbrosa.

—No podéis impedirme el paso, tengo el pasaporte; yo no me llevo nada, podéis registrarme si queréis; iré al jefe de policía.

—Permitidme —dijo Zukhar a su amo, mientras continuaba defendiendo la puerta con la espalda—.

Se ha levantado esta noche, ha encontrado la llave de mi abrigo y se ha bebido una botella entera de aguardiente azucarado. ¿Está bien eso? Y ahora quiere marcharse.

1 ... 84 85 86 87 88 89 90 91 92 ... 206 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название