-->

Aguas Primaverales

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Aguas Primaverales, Тургенев Иван Сергеевич-- . Жанр: Русская классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Aguas Primaverales
Название: Aguas Primaverales
Дата добавления: 15 январь 2020
Количество просмотров: 180
Читать онлайн

Aguas Primaverales читать книгу онлайн

Aguas Primaverales - читать бесплатно онлайн , автор Тургенев Иван Сергеевич

Dimitri Sanin es un joven terrateniente ruso de 22 a?os que se enamora perdidamente por primera vez mientras visita la ciudad alemana de Frankfurt. Tras luchar en un frustrado duelo contra un rudo soldado y ganar el coraz?n de la chica objeto de su encaprichamiento, el enamorado protagonista decide renunciar a su estatus en Rusia para trabajar en la pasteler?a familiar de la chica y as? estar m?s cerca de ella.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

—¡Ah, suspira usted! —dijo la señora Polozoff imitándole—. Ese suspiro significa: ha n echado vino, hay que beberlo. Pues no, no... usted es galante, encantador, y yo cumpliré mi promesa. He aquí mi promesa. He aquí mi mano sin guante, la mano derecha, la mano que firma. Cójala usted y crea en su apretón. Qué clase de mujer soy, no lo sé; pero soy un hombre formal, y pueden cerrarse tratos conmigo.

Sin darse muy exacta cuenta de lo que hacía, Sanin se llevó a los labios aquella mano. La señora Polozoff la retiró con dulzura y no dijo ya nada más hasta que el carruaje se detuvo.

—¡Hasta mañana! murmuró María Nicolavna en la escalera, iluminada por cuatro velas de un candelabro, que a su llegada había cogido un criado todo galoneado de oro. Tenía ella los ojos bajos:

—¡Hasta mañana!

De regreso a su cuarto, Sanin encontró encima de la mesa una carta de Gemma. Tuvo un impulso de miedo, seguido muy pronto de otro impulso de alegría, con el cual se ocultó a sí mismo el temor que acababa de experimentar. La carta sólo era de cuatro líneas. Gemma se congratulaba de ver tan bien empezado el asunto, le aconsejaba paciencia, añadiendo que todos estaban buenos y se regocijaba de antemano con la idea de su regreso. Sanin halló un poco seca esa carta; sin embargo, cogió pluma y papel... dejándolos en seguida.

“¿A qué viene el escribir? Mañana regreso... ¡Aún hay tiempo! ¡Hay tiempo!

Metióse en la cama sin tardanza, e hizo todos los esfuerzos posibles por dormirse muy pronto. Si hubiese permanecido de pie y despierto, de seguro que hubiera pensado en Gemma; pero sentía una especie de vergüenza de pensar en ella, de evocar su imagen. Su conciencia estaba desasosegada. Pero se tranquilizaba, diciéndose que todo estaría concluido por completo mañana, que se alejaría para siempre de aquella antojadiza mujer, y que olvidaría todas esas estupideces.

Las personas débiles, cuando hablan consigo mismas, se complacen en emplear expresiones enérgicas.

Y además... “¡Eso no tiene consecuencias!”

XL

Esto era lo que pensaba Sanin a la hora de acostarse. Pero la historia no dice nada acerca de las reflexiones que hizo a la mañana siguiente, cuando la señora Polozoff, llamando a su puerta con algunos golpecitos impacientes dados con el puño de coral del latiguillo, apareció en el quicio de la puerta del cuarto, con la cola de su amazona de tela azul oscura recogida en un brazo, un sombrerito de hombre puesto sobre los gruesos rizos de sus cabellos, el velo echado atrás, y los labios, los ojosy todo el rostro iluminados por una sonrisa provocativa.

—¡Vamos! ¿Está usted dispuesto? —dijo con voz alegre.

Por única respuesta, Sanin se abrochó el redingoty cogió el sombrero. La señora Polozoff le echó una mirada intensa y viva, hizo una seña con la cabeza y bajó rápida la escalera, Sanin se lanzó en pos de ella.

Los caballos esperaban ya delante del pórtico. Había tres: uno alazán dorado, una yegua de pura sangre, de cabeza enjuta, ojosnegros a flor de cara, piernas de ciervo, un poco flaca, pero elegante de formas y ardiente como el fuego, era para la señora Polozoff; el segundo, grande, robusto, de un negro sin mancha, de belfo delgado y que enseñaba los dientes, era para Sanin; el tercero para el lacayito, María Nicolavna montó con ligereza en su bruto, que gallardeó en el sitio, levantando la cola y haciendo piernas; pero la señora Polozoff, excelente jinete, lo dominó. Aún había que despedirse de Polozoff, quien con su fez inmutable y su flotante bata había aparecido en el balcón; agitaba un pañuelo de batista, preciso es decir que con aire poco risueño y hasta enfurruñado. Montó Sanin, María Nicolavna saludó a Polozoff con la punta del latiguillo, y cruzó de un latigazo el cuello arqueado y liso de su cabalgadura. Esta se encabritó, dio un salto de carnero; y después, domada, estremecióse, tascando el freno, sorbiendo aire y resollando jadeante, principió a andar con paso menudo y firme. Sanin la siguió, mirando a María Nicolavna, cuyo talle esbelto y flexible, modelado por un corsé que lo dibujaba sin oprimirlo, cimbrábase con aplomo y gracia. Volvió la cabeza y le llamó con la mirada. Sanin se reunió con ella.

—¿Ve usted qué hermosura? Se lo digo por última vez antes de separarnos: “Es usted adorable, y no se arrepentirá”.

Apoyó estas últimas palabras con un afirmativo meneo de cabeza repetido muchas veces, como para hacerle comprender mejor su significado.

Parecía tan dichosa, que Sanin se quedó absorto. Su cara hasta había tomado esa expresión seria que se advierte en los niños cuando están en el colmo de la satisfacción.

Fueron al paso hasta la próxima ronda; después lanzáronse a trote largo por la carretera. El día era espléndido, un verdadero día de verano. Un viento ligero y alegre les acariciaba el rostro, murmuran do y zumbando en sus oídos. De minuto en minuto se apoderaba de ellos una sensación de juventud y de vida enérgica, de libres e impetuosos arranques, y la saboreaban con delicia.

María Nicolavna refrenó el caballo y lo sacó al paso, imitándola Sanin.

—He aquí dijo ella con un hondo suspiro de beatitud—, la única cosa por la cual vale la pena vivir: ¡haber logrado hacer lo que se deseaba, lo que se creía imposible, y meterse en ello hasta aquí! (Su dedo, rápidamente pasado por la garganta, acabó su pensamiento.) ¡Y qué buena se siente una entonces! Yo, por ejemplo, ¡qué buena soy ahora! Creo que besaría al mundo entero. Es decir... no, a todo el mundo, no. Mire por ejemplo, ¡lo que es a ése no lo besaría! (Indicó con la punta del latiguillo un viejo miserablemente vestido que iba por el borde del camino.) Pero estoy dispuesta a hacerle feliz. ¡Tenga, tome! — le gritó en alemán, echándole una bolsa a los pies.

El pesado saquito (aún no se conocían los portamonedas) cayó bruscamente en el camino. El transeúnte se detuvo asombrado. La señora Polozoff soltó la risa y puso al galope su yegua.

—¿Tanto le gustan, a usted los paseos a caballo? — le preguntó Sanin alcanzándola.

María Nicolavna paró en firme de nuevo la yegua. No tenía otro modo de pararla.

—Sólo quise evitar las muestras de agradecimiento. Los que me dan las gracias me estropean mi placer. No lo hago por ellos, sino por mí. ¿Cómo se atreven a permitirse darme las gracias? ¿Me preguntaba usted algo hace un momento? No lo he oído.

—Le he preguntado... quería saber por qué es usted hoy tan feliz.

—¿Sabe usted una cosa? dijo María Nicolavna, que no oyó la nueva pregunta de Sanin, o acaso no tuvo por conveniente el contestar a ella—. Me carga ver trotar detrás de nosotros a ese lacayo. De seguro que sólo piensa en la hora a que sus amos regresarán a casa. ¿Cómo nos lo quitaremos de delante? (María Nicolavna sacó del bolsillo a escape un cuadernito.) ¿Le enviaré a que vaya a llevar una esquela a la ciudad? No; mal medio. ¡Ah, ya lo encontré! ¿Qué es aquello que se ve allá abajo, delante de nosotros? ¿Un mesón?

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название