Narrativa Breve

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Narrativa Breve, Tolstoi Leon-- . Жанр: Русская классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Narrativa Breve
Название: Narrativa Breve
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 463
Читать онлайн

Narrativa Breve читать книгу онлайн

Narrativa Breve - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

—Eso es lo que parece; pero tiene más. ¡Es todo un hombre! ¿Quién raptó a la Migunova?

El. El mató a Sablin y arrojó por la ventana a Matniev. Y él fue quien ganó trescientos mil rublos en el juego al príncipe Nestierov. ¡Es un auténtico calavera! A nosotros se nos conoce por la fama que llevamos; pero nadie sabe lo que es un verdadero húsar. ¡Oh, qué tiempos aquéllos!

Y el oficial de caballería describió a su interlocutor una orgía que había organizado en Lebedián en compañía del conde. Pero eso no era verdad, en primer lugar porque nunca había visto a Turbi —había pedido el retiro dos años antes que éste ingresara en el servicio—; y, en segundo, porque no había servido jamás en cuerpo de caballería. Por espacio de cuatro años había sido un modesto junker en el regimiento de Belev y había pedido el retiro al ascender a alférez. Diez años atrás, habiendo heredado, había ido a Lebedián, donde había gastado setecientos rublos en diversiones, en compañía de unos oficiales de la remonta. Entonces se había hecho un uniforme de ulano, con intención de ingresar en ese cuerpo. Las tres semanas que pasara en Lebedián quedaron para él como la época más feliz de su vida. Al principio, su imaginación había transformado su deseo en realidad, y, después, en recuerdo, y acabó creyendo firmemente que había sido oficial de caballería. Sin embargo, eso no le impedía ser un hombre digno, honrado y de buen corazón.

—El que no haya servido en caballería nunca podrá entendernos –concluyó, con su voz de bajo, sentándose en una silla a horcajadas y avanzando la mandíbula inferior—. A veces, iba a la cabeza del escuadrón, montando un caballo que era el mismísimo demonio. Se me acercaba el comandante que pasaba revista. «Teniente: haga desfilar el escuadrón. Ya sabe que sin usted no se hace nada», ¡Ah, qué tiempos aquéllos!

Turbin volvió de la casa de baños con el rostro muy encendido y el cabello mojado. Entró en la habitación número siete. Allí lo esperaba el oficial de caballería, en batín, fumando en pipa, contentísimo con la suerte que la había tocado, la de compartir su cuarto con célebre húsar.

“¿Y si se le ocurre desnudarme y llevarme a las afueras de la ciudad para dejarme abandonado en la nieve? ¿Y si me unta de alquitrán o me…? –se preguntó de pronto—. Pero no, no haría eso con un compañero.»

—¡Sashka, tienes que dar de comer a Blucher! –ordenó Turbin.

El criado acudió a la llamada de su amo; había tomado vodka durante el viaje y estaba algo borracho.

—¡Has bebido, canalla! Anda, dale de comer al perro.

—No es fácil que se muera de hambre… ¡Menudo lustre tiene! –replicó el asistente, acariciando al animal.

—¡No hables más! ¡Haz lo que te mando!

—Tanta preocupación por el perro, y luego le reprocha a uno que haya bebido una copita…

—¡Calla o te mato! –vociferó Turbin, con una voz terrible que hasta vibraron los cristales de las ventanas y el oficial de caballería se asustó.

—Haría mejor preguntando si ha comido Sashka. Pero ¡qué le vamos a hacer! Ya se sabe que aprecia más al perro que a mí – prosiguió el asistente.

Pero, de pronto, recibió un puñetazo en pleno rostro y cayó al suelo dando con la cabeza contra la pared. Llevándose una mano a la nariz, salió corriendo de la habitación y se desplomó en un cofre del pasillo.

—¡Me ha dejado sin muelas…! –murmuraba, enjugándose con una mano la nariz ensangrentada, mientras acariciaba con la otra el lomo del perro—. ¡Me ha dejado sin muelas, Bliushka! Pero, sea como sea, es mi señor y no vacilaría en arrojarme al fuego por él. Es mi señor… ¿Lo entiendes, Bliushka? ¿Tienes hambre?

Después de permanecer un ratito echando, Sashka fue a dar de comer al perro. Luego, se dirigió al cuarto de su amo para ofrecerle té. Casi se le había pasado la borrachera.

—No me ofenda usted –decía tímidamente el oficial de caballería, en pie ante Turbin, que estaba tendido en su cama, con los pies sobre la barandilla—. He sido militar y, por tanto, puede considerarme como compañero suyo. ¿Para qué lo va a pedir por ahí? Estoy dispuesto a prestarle doscientos rublos. En este momento, sólo dispongo de ciento; pero hoy mismo le conseguiré el resto. ¡No me ofenda, conde!

—Gracias, padrecito –replicó Turbin dando un golpecito en un hombre al oficial. Había comprendido en el acto qué género de relaciones habían de establecerse entre ellos—. Gracias.

En ese caso, iré al baile. ¿Qué hacemos ahora? Dime qué hay de bueno en la ciudad. ¿Hay muchachas guapas? ¿Quién organiza las fiestas? ¿Quién juega a las cartas?

El oficial de caballería dijo a Turbin que muchas jóvenes bonitas asistirían al baile. El más alegre de todos los de la ciudad era el comisario de policía, Kolkov, al que acababan de reelegir; pero, aún cuando era un muchacho valiente, no tenía el arrojo de un húsar. El coro de gitanos de Iliushkin estaba en la ciudad desde que habían empezado las elecciones; Stioshka cantaba muy bien y todos irían a su casa después del baile del mariscal.

—Aquí se juega bastante. Un tal Lujnov, que ha venido de fuera, juega a dinero y, el de la habitación ocho, Ilin, un corneta del cuerpo de ulanos, pierde cantidades fabulosas. Juegan todas las noches. Ilin es encantador. ¡Y tan generoso…! Sería capaz de dar su última camisa.

—Vamos a hacerle una visita. A ver qué clase de persona es –propuso Turbin.

—Sí, vamos. Se va a alegrar mucho.

II

Ilin acababa de despertarse. La víspera había empezado a jugar a las ocho de la noche y había estado jugando hasta las once de la mañana, es decir, quince horas seguidas. No sabía la cantidad exacta porque hacía mucho que había juntado los tres mil rublos de su propiedad a los quince mil del Tesoro que estaban en su poder y temía echar las cuentas para que no se confirmaran sus presentimientos, es decir: que le faltaba una cantidad de lo que no era suyo.

Se había quedado dormido hacia el mediodía con ese sueño pesado con que sólo duermen los jóvenes después de una pérdida considerable en el juego. Se había despertado a las seis de la tarde, a la hora en que Turbin llegaba al hotel. Al ver las cartas esparcidas por el suelo, la tiza y las mesas sucias en el centro de la habitación, recordó horrorizado la partida de la víspera y la última carta que le habían matado con quinientos rublos. Sin embargo, sin creer aún en la realidad, sacó el dinero de debajo de la almohada y empezó a contarlo. Reconoció algunos billetes que habían pasado de unas manos a otras y recordó el curso del juego. Le faltaban sus tres mil rublos y dos mil quinientos del Tesoro.

Esa era la cuarta noche que había jugado. Venía de Moscú, donde le habían confiado dinero del Tesoro. En K***, el maestro de postas lo había retenido con el pretexto de no tener caballos. En realidad, era debido a un trato que tenía con el dueño del hotel; entretenía a todos los viajeros que pasaban por la ciudad. El ulano era un muchacho joven y alegre. Sus padres acababan de darle tres mil rublos para su instalación en el regimiento. Le alegró la idea de pasar unos días en la ciudad de K***, durante las elecciones, donde esperaba divertirse mucho. Pensaba ir a ver a un propietario de K*** que conocía para hacer la corte a sus hijas;

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название