Cyteen 1 - La Traicion
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A diferencia de lo que ocurre en una intervención con un paciente ciudadano, que depende mucho de la habilidad investigadora del psicólogo para adaptar una cinta, ésta tiene un objetivo concreto, preparado por los mismos diseñadores que fabricaron el grupo psíquico del azi. Tiene una exactitud virtualmente imposible de aplicar a un paciente no azi, cuya vida ha sido formada por experiencias no registradas ocurridas en un mundo azaroso. Este azi, protegido desde el nacimiento, cuyo psicogrupo fue provisto por cinta, es un ente mucho más conocido, incluso después de haber servido en las fuerzas armadas y vivido con ciudadanos que nacieron normalmente.
Todos los que tuvieron autoridad sobre él estaban especialmente entrenados para tratar a los azi. Ningún supervisor de azi puede levantar la voz cuando da las órdenes. La regla de la disciplina es otorgar una recompensa o negarla; y la confianza entre este hombre y cualquier supervisor psíquico es más profunda que la que hay entre un padre o una madre y su hijo. Que ésta sea una supervisora diferente de la que le trató el mes anterior carece de importancia para el azi. Después de comprobar que posee el título que la capacita para su trabajo, confía absolutamente en ella.
Los que trabajan por primera vez con azi no socializados generalmente afirman sentir una tendencia a hablar en susurros y que se sienten cohibidos por el lazo emocional que los azi están dispuestos a darles.
Confían demasiado en mí, es la queja casi universal.
Pero este hombre es un soldado y trabaja regularmente con ciudadanos que no tienen licencia. Ha desarrollado defensas emocionales y puede interactuar libremente con sus compañeros ciudadanos. Su oficial superior ha seguido un curso de entrenamiento y ha superado un examen que lo califica para manejar azi, pero no tiene licencia y trata a este hombre exactamente igual que a los demás subordinados. Simplemente, sabe que si este hombre solicita la consulta con un asesor, debe permitírselo inmediatamente, y que si el azi requiere la intervención de un supervisor Beta, debe sedarlo y enviarlo al hospital sin demora, porque a pesar que los azi raramente presentan problemas y sus defensas emocionales por lo general son tan fuertes como las de un ciudadano, el psicogrupo de estos hombres no se ha construido a través de la experiencia, sino por instrucción, y las defensas no son una red de seguridades sociales como en el caso de una mente humana normal. Cuando un azi siente que ese escudo se ha debilitado, es vulnerable frente a todos los que lo rodean. Ha entrado en algo muy parecido a la situación de aprendizaje inducida por el catafórico, un estado en el cual disminuye progresivamente su capacidad de rechazar los estímulos que recibe. El resultado es muy semejante al que se produce al tomar un catafórico en una habitación atestada de gente: una sensación intensamente incómoda y potencialmente peligrosa para el azi.
La cinta que este hombre está disfrutando resulta más que placentera para él. Reafirma sus valores y refuerza su autoestima. En este momento confía plenamente en sí mismo. Experimenta lo que ningún ciudadano puede disfrutar en el mundo de los sucesos fortuitos: esta en contacto con la verdad absoluta y se acepta plenamente a sí mismo.
Esto es Reseune, donde nació nuestro soldado. Este azi de tres años, mucho más joven que el estudiante que vimos antes, se está preparando para lo que habitualmente se llama cinta profunda. Está nervioso, no por el procedimiento, que ya conoce, sino por la máquina, que ha empezado a percibir como el objeto más significativo de la habitación. El cirujano psíquico lo abraza y lo tranquiliza, y finalmente le hace una mueca y consigue que se ría. El niño mismo ayuda al cirujano a colocar las almohadillas.
La dosis de catafórico que recibe es muy alta. Los umbrales se han reducido de forma drástica y se controla constantemente la química de su sangre.
La cinta le refuerza su grupo de valores en palabras pertenecientes a su vocabulario.
Le dice cómo ganarse la aprobación de los demás. Le informa de cuáles son sus talentos y sus puntos fuertes.
Tal vez le recuerde que debe evitar determinadas tendencias, de la misma forma en que un padre o una madre podría decirle a su hijo que recuerde no chuparse el dedo. Pero la cinta siempre le habla de aspectos positivos, lo alaba, y siempre acaba con un refuerzo.
Cuando termina, el supervisor le dice una palabra para codificar todo esto; y él la recordará. A la siguiente sesión, el supervisor dará acceso a ese grupo de instrucciones mediante la palabra clave, que se anota en el archivo del azi, con sus cintas. A medida que crezca, su cinta profunda se volverá más abstracta. Las claves verbales estarán integradas en complejos cada vez más grandes a medida que sus estructuras psíquicas se basen en grupos completos y acepte los valores que le dan con la confianza total de un azi hacia un supervisor con licencia.
Como este niño ha demostrado angustia ante la imagen de la máquina, el supervisor recuerda tranquilizarlo sobre el equipo cuando todavía está receptivo a las instrucciones. Todas las inquietudes del azi con respecto a cualquiera de estos procedimientos, aunque sean mínimas, se anotan con todo cuidado para luego buscar la causa y tratarla con profundidad. Ningún supervisor desea que sus azi sientan miedo ante estos procedimientos.
Todas las cintas de azi se diseñan aquí, en estas oficinas de aspecto corriente. Se encargan de ello personas especializadas, algunas de ellas, azi. Gran parte del trabajo se realiza con ayuda de ordenadores, que analizan las pruebas fisiológicas extremadamente meticulosas realizadas sobre los tipos azi: aspectos como la coordinación del ojo con la mano en un grupo genético azi particular, el tiempo de reacción, el equilibrio, la vista, el oído, la fuerza física, la actividad hormonal, el nivel de Rezner, la reacción ante la tensión emocional. El diseñador debe considerar todos estos factores al planificar una cinta específica para un grupo genético, adaptada con precisión para su fuerza y debilidad y relacionada con psicogrupo en particular.
El diseñador consulta la biblioteca de Reseune y selecciona un grupo genético adecuado para enseñarle la habilidad necesaria en el manejo de una nueva tecnología.
El diseñador atiende a los azi que los supervisores devuelven al laboratorio por lo que el informe llama «problemas severos». El diseñador ordenará los exámenes y entrevistará al azi para descubrir si el problema tiene que ver con el supervisor o con el azi mismo. El diseñador preparará una cinta para solucionar el problema o una orden terminante para el manejo de todos los azi de ese grupo genético concreto, que puede hacer que se los restrinja para determinadas actividades.
Un diseñador destinó a este niño para tareas de segundad civil, un cambio dentro de los entrenamientos militares que eran habituales para su genotipo. Los diseñadores suelen mostrarse reacios a cambiar la aplicación de un genotipo, porque, al igual que sus sujetos, quieren tener éxito. En Reseune, donde se utilizan sujetos de prueba azi, un procedimiento de palabra clave crea un indicador en el grupo de prueba que permite al cirujano psíquico mantenerlo separado durante mucho tiempo antes de integrarlo al grupo. Los pocos azi que realizan lo que se llama pruebas de corto plazo están especialmente entrenados para aislar y manejar las intervenciones, y ellos mismos juzgan si deben aceptar una prueba o no. En Reseune, la regla es experimentar lentamente y practicar los cambios de uno en uno.
De vez en cuando, un azi, como cualquier miembro de la comunidad en general, desarrolla severos problemas psicológicos.
Muchos se envían a Reseune, donde los diseñadores y los cirujanos psíquicos trabajan con ellos y tratan de buscar soluciones para las dificultades psicológicas, soluciones que también benefician a la ciencia y engrasan las arcas de la psicoterapia general.