La Telara?a China
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Inspectora Liu, ?necesito recordarle que China tiene costumbres y rituales para tratar a sus hu?spedes? Use su shigu, su experiencia de la vida.
Todos los extranjeros, tanto si se trata de desconocidos o de demonios como este visitante, son potencialmente peligrosos. No demuestre ira ni irritaci?n. Sea humilde, prudente y cort?s.
El viceministro apoy? la mano sobre el hombro de la inspectora.
H?gale creer que existe un v?nculo entre usted y ?l. As? hemos tratado a los extranjeros durante siglos. As? tratar? usted a este extranjero mientras sea nuestro hu?sped.”`
En un lago helado de Pek?n aparece el cad?ver del hijo del embajador norteamericano. La dif?cil y ardua investigaci?n es asignada a la inspectora Liu Hulan. A miles de kil?metros, un ayudante de la fiscal?a de Los ?ngeles encuentra en un barco de inmigrantes ilegales el cad?ver de un Pr?ncipe Rojo, el hijo de uno de los hombres m?s influyentes de China…
Una impactante novela de intriga que recrea el conflicto que se produce entre dos pa?ses diametralmente opuestos cuando sus gobiernos se ven obligados a colaborar en pie de igualdad.
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– No habrá ejecución -dijo Lee, recuperada la confianza-. Ya se lo dije. Tengo protección. Tengo amigos.
Hulan regresó con un teléfono que conectó a un enchufe.
– Voy a llamar al ministerio -dijo a Lee-. Quiero que oiga mi conversación.
Marcó el número y pidió por el jefe de sección Zai. Cuando lo tuvo al teléfono, le explicó la situación y dónde se hallaba. Luego dijo:
– Presentemos una solicitud de aplazamiento de la ejecución de Lee. Estoy segura de que con algo más de tiempo llegaremos al fondo de la cuestión. -Escuchó y luego añadió-: Sí, se muestra reacio a ayudarnos. Pero, por favor, no perdamos la única pista de que disponemos. -Asintió varias veces, se despidió y colgó.
– Spencer -dijo Hulan en voz baja-, la gente con la que tratas ya no te necesita. -Al ver que él no replicaba, prosiguió-. Intento salvarte la vida. Mi superior dice que presentará la solicitud, pero tienes que ayudarme.
– Usted es china, inspectora -dijo el joven, impasible-. Debe a comprender que la familia lo es todo. Estoy protegido. ¿Puedo volver a mi celda?
– Si conseguimos que el juez conceda el aplazamiento, estoy segura de que podremos impedir la ejecución -dijo Hulan cuando hallaban en el coche de vuelta al centro de la ciudad-. Mientras tanto, tenemos que buscar pruebas, un testigo, algo. Si lo conseguimos, quizá Lee nos crea y nos diga quién está en realidad detrás de esos crímenes.
– ¿Es posible que esté en lo cierto? ¿Que no lo ejecuten en ningún caso?
– ¿Quién tendría semejante protección? -espetó Hulan-. David, tú mismo lo dijiste. Es un primo.
David cuestionó entonces la importancia de visitar al doctor Du en aquellos momentos.
– ¿No deberíamos ir directamente a ver a Watson y Guang?
– Iremos, David. Pero la bilis de oso es el meollo de todo esto. -El lo admitió a regañadientes y ella añadió-: No sabemos nada sobre ese negocio. El doctor Du es la única persona que conozco que pueda ayudarnos.
Mientras David y Hulan entraban en el Instituto de Medicina Herbaria, Peter se dirigió a toda velocidad al apartamento de Cao Hua para buscar los productos Panda Brand que Hulan había visto en la nevera. El ascensor del Instituto seguía estropeado, de modo que subieron a pie los seis pisos hasta el despacho de Du. Este los saludó cordialmente y pidió té.
– ¿En qué puedo ayudarlos? -preguntó en inglés.
Mientras David y Hulan explicaban sucintamente sus recientes descubrimientos, el doctor Du meneaba la cabeza con simpatía.
– Quieren saber más sobre la bilis de oso -dijo cuando terminaron-y yo les hablaré de ello. Pero primero tienen que comprender cómo es nuestra medicina.
Hulan miró a David. Tenían prisa.
– Lo que usted considere conveniente, doctor.
– Bien -dijo Du. A su modo grave y académico, explicó que la medicina herbaria china se remontaba a casi seis mil años, lo que la convertía en la tradición médica utilizada sin interrupción más antigua del mundo-. Hoy en día, las recetas siguen siendo las mismas, pero la calidad del médico está en saber crear las dosis adecuadas. Si lo consigues, puedes convertirte en el mejor médico de toda China. Fíjense en mí. He practicado la medicina durante treinta años y he visto a miles y miles de pacientes, pero jamás he recetado la misma dosis.
– Perdóneme, doctor, por no saber más -le interrumpió Hula- pero recuerdo algo sobre medicinas que enfrían o calientan el cuerpo.
– Oh, sí. En general pensamos en las cuatro esencias: frío, caliente, templado y fresco. Pero yo también tengo en cuenta las cuatro direcciones de acción de una medicina: ascendente, descendente, flotante y pesada. Uso los cinco sabores: picante, dulce, ácido, amargo y salado.
– Cómo sabe qué dosis debe recetar? -preguntó David.
– Por la edad del paciente. Por las estaciones. Tengo que de terminar si alguien necesita una medicina para enfriar o para calentar cuando es verano o invierno. Por la procedencia de la persona. En China, la gente come de manera distinta según las provincias. A una persona de Sichuan le recetaría algo diferente de lo que le daría a otra de la provincia de Guangdong. El clima es benigno y caluroso en Sichuan. La gente come comida caliente y picante. La medicina que le daría a un sichuanés tendría un fuerte aroma y sería potente. A un cantonés, que sigue una dieta fría, le daría algo más suave. -Se puso en pie de repente-. Vengan, se lo mostraré.
– ¿Utilizan productos Panda Brand? -preguntó Hulan cuando caminaban por el pasillo.
– Algunas veces -contestó Du-, pero ya verá que preferimos crear nuestros propios productos.
El doctor se detuvo ante una puerta, la abrió con llave y entraron en un almacén. En el suelo había grandes sacos de arpillera abiertos de forma que se viera su contenido. Hulan y David reconocieron el clavo, la canela, el cardamomo, la nuez moscada y las peladuras secas de mandarina, que se utilizaban para el hipo, el asma, las infecciones por estafilococos, la salmonella, la gripe otros síntomas diversos. Vieron pedazos de minerales, algunos cristalinos o con aspecto de tiza, otros no eran más que trozos de roca (fluorita, ámbar, piedra pómez, boro y cinabrio). El doctor Du les mostró tubérculos, raíces y rizomas de todos los tamaños, variedades, formas y colores. En un saco había algo que parecía, azafrán, mientras que en otro había empanadas del tamaño de un plato hechas de flores amarillas secas. Vieron raíces de bardana, plúmulas de lotus, raíces de vencetósigo, jaboncillos y frutos del litchi y del ginkgo.
Du se esforzó por explicar para qué se utilizaban las hierbas. Incluso a Hulan le costó comprender muchas de las palabras en mandarín y no conocía sus equivalentes en inglés. Algunas hierbas le resultaban desconocidas, pues crecían únicamente en lugares remotos y sus nombres eran esotéricos. Cuando esto ocurría, los traducía literalmente: «continente del comercio», «dulce proceso», «vino de sangre de pollo», «semilla de lecho de serpiente», o «rey que se marcha».
Luego los llevó a otro almacén donde se guardaban las medicinas derivadas del mundo animal. Una vez más les mostró una habitación llena de sacos de arpillera con orejas de mar, almejas y caparazones de tortuga. Eso y otros minerales, les explicó, afianzaban el espíritu, reduciendo la irritabilidad, el insomnio, las palpitaciones y la ansiedad. Había sacos llenos de caballos de mar desecados, que se usaban para la impotencia y la incontinencia. En grandes cuencos de hojalata había escorpiones desecados y clasificados por su tamaño.
De manera similar se clasificaban los gusanos de seda, por etapas de desarrollo y por «sanos» y «enfermos». En otro cuenco había heces de gusanos de seda, buenas para sarpullidos, espasmos de los músculos de la pantorrilla y diarreas. Vieron pilas de serpientes desecadas y enrolladas, y cientos de ciempiés desecados y atados en manojos.
– Sé que éste es un tema delicado -dijo David por fin-, pero tengo entendido que muchas medicinas proceden de animales en peligro de extinción…
– Osos, tigres, rinocerontes; yo no los uso.
– Responde usted muy deprisa -dijo Hulan.
– Respondo deprisa porque cada primavera el gobierno me envía de provincia en provincia para educar a otros médicos sobre otras alternativas.
– Pero ¿qué me dice de la bilis de oso? -insistió David.
– La vesícula biliar del oso se usó por primera vez con fines medicinales hace tres mil años -respondió el doctor Du-. Desde entonces, muchos eruditos han escrito sobre los beneficios de la bilis, carne, cerebro, sangre, pata y médula espinal del oso, pero, la vesícula biliar está considerada como la parte más importante del animal y la más potente, igual que el cuerno de rinoceronte, el ginseng o el almizcle de la cabra del almizcle.
– Lo siento -dijo David, exasperado-, pero no creerá usted que todo eso funciona.
Se produjo un silencio hasta que por fin habló el médico.
– Puede que los ingredientes parezcan extraños, pero en realidad las empresas farmacéuticas occidentales utilizan muchos de estos mismos componentes o versiones sintéticas de los mismos, porque se ha demostrado que funcionan. El ácido ursodesoxicólico es el ingrediente activo de la bilis de oso. La versión sintética que se fabrica en Estados Unidos utiliza piedras vesiculares disueltas y ofrece resultados prometedores en el tratamiento de una forma de cirrosis del hígado que suele ser mortal.
La severa expresión de Du se demudó en sonrisa; había perdonado la insolencia del demonio blanco.
– Ahora bien, podría usar vesícula de vaca o de cerdo…
– ¿Pero?
– El cerdo y el oso tienen hábitos muy parecidos a los de los seres humanos y comen lo mismo. Algunos médicos usan vesícula de vaca en altas dosis, pero yo no estoy demasiado seguro de que funcione. ¿Quién de nosotros se parece a una vaca? -Al no recibir respuesta, el médico prosiguió-: Yo prefiero usar gardenia, ruibarbo, raíces de peonía, incluso vincapervinca de Madagascar, en lugar de la vesícula de oso, pero como he dicho antes, sólo un buen médico sabe qué dosis recetar.
– ¿No puede usar bilis de osos de granja?
– Hay gente que cree que pueden criar osos en una granja para obtener la bilis, pero déjeme decirle algo: lo que hacen con esos osos es terrible.
– ¿Cómo extraen la bilis? -preguntó Hulan.
– Unos médicos implantan quirúrgicamente un tubo en la vesícula biliar, y lo mantienen sujeto gracias a un corsé metálico que colocan alrededor del vientre del oso. Es un drenaje de bilis continuo. Algunas personas incluso pagan por beber la bilis directamente del oso.
– Cómo es posible que funcionen esos lugares si son ilegales? -preguntó David.
– Es usted extranjero y no comprende este país. En China, el gobierno está muy ocupado con otros asuntos, así que esos canallas se salen con la suya. En las provincias remotas, Jilin, Yunnan y Heilongjiang, cualquiera puede atrapar unos cuantos osos y poner en marcha una granja. Incluso en el sur, en Chengdu, en la provincia de Sichuan, encontrará unas cien granjas de osos. Tenemos más de diez mil osos viviendo en granjas ilegales en China.
– ¿Cómo sabe todo eso si el proceso de extracción es secreto y la policía hace la vista gorda? -preguntó Hulan.
– Ya se lo he dicho, el gobierno me envía a diferentes provincias. En algunos viajes he participado en redadas. -Hizo una pausa, luego añadió-: Esos sitios son muy malos, pero las masas se alegran de las redadas porque creen que la mejor medicina procede del animal en estado salvaje.