El Evangelio De Gur? Nanak
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Y el Sultán dijo:
– Oh gran Nanak, acepta mis regalos.
Este respondió:
– Nada deseo para mí, mas libera a los prisioneros de Saidpur y devuélveles sus propiedades.
El rey Babar así lo dispuso y todos fueron liberados, pero no se querían ir sin el Baba. Así pues, al tercer día éste volvió.con ellos a Saidpur. Cuando llegó allí y vio la horrible
matanza, preguntó:
– ¿Qué ha ocurrido aquí?
– Oh Señor, ha ocurrido lo que fue tu voluntad -replicóle Mardana.
Y Nanak, sentándose en silencio, se sumió en un profundo trance.
Los hindúes y musulmanes comenzaron a enterrar y a quemar los cadáveres. En todas las casas había un gran lamento y llanto y todos se golpeaban el pecho afligidos.
Un día Mardana preguntó a Nanak:
– Señor, ¿por qué esta ciudad fue destruida por entero, y por qué tantas vidas fueron segadas?
Y éste repuso:
– Mardana, ve a dormir bajo aquel árbol; cuando despiertes, te daré la respuesta.
Así lo hizo y se echó a dormir. En su pecho había caído
una gota de grasa cuando comía y pronto a su alrededor se formó un cerco de hormigas. Cuando una de ellas picó al durmiente, éste se revolvió y las aplastó a todas con su mano.
El Baba se rió:
– ¿Qué has hecho, amigo mío?
Y Mardana respondió:
– Por una hormiga que me picó las aplasté a todas.
Nanak, aún riendo, añadió:
– De idéntica forma todos han sido muertos por el error de uno.
CAPITULO XXIII
Nanak llegó a la costa Sur de India, camino de Ceilán. Al borde del océano sin fondo, el Baba preguntó:
– ¿Cómo podrá ser cruzado este ancho mar?
Los discípulos Saido y silo dijeron humildemente:
– Señor, por tu Palabra todo es posible.
Nanak respondió:
– Et verdadero Nombre es el Creador, el Espíritu supremo, más allá del tiempo y del aspecto. Por la gracia del Verdadero Guru aquel que lo recuerde atravesará el océano de la existencia.
Al oír esto los discípulos cayeron a sus pies diciendo:
– Señor, sólo por tu gracia podremos cruzarlo.
Cruzaron el océano y llegaron a Ceilán. En Singhala-dipa fueron a sentarse al jardín del Raja Shri-Nabhi, donde se establecieron.
Por aquel tiempo el jardín, cuyo precio estaba estimado en nueve Lakhs de Rupias y que había estado seco durante años, volvió a reverdecer, los colores se desplegaron y las más hermosas flores despuntaron. Los árboles, dobladas sus copas por el peso de sus frutos, volvieron a dibujar sobre la hierba sus cambiantes juegos de sombras.
Cuando Maghor, el jardinero, contempló tal maravilla fue a informar al Raja:
– Señor, venid a ver un extraordinario prodigio. Al sentarse un faquir en vuestro jardín éste ha vuelto a florecer.
Llegado ante Guru Nanak, aquél le preguntó:
– ¿Señor, cuál es tu casta, cuál es tu nombre, acaso eres un yogui? Ten la bondad de venir a mi palacio.
– Yo no voy a pie -dijo el Baba por toda respuesta.
Shri Nabhi le rogó:
– Oh Señor, todo está a tu disposición. Si te place puedes montar un caballo, un elefante o un palanquín real.
– Sólo me montaré en un hombre -repuso aquél.
– Todos mis hombres están a tu disposición.
– Excelencia, si hay un hombre que sea príncipe o Raja, o mejor Raja de la ciudad, sobre él montaré.
– Señor, yo soy tu criatura, yo soy el Raja, puedes montar sobre mí -respondió Shri Nabhi.
Nanak montó sobre sus hombros y la gente, viendo esto, pensó que el Raja se había vuelto loco. Llegaron al palacio seguidos de una gran muchedumbre. Y el Raja y la Maharani Kanukala, su esposa, se postraron ante él y con las manos unidas le dijeron humildemente:
– Señor, ¿deseas comer algo?
Nanak contestó:
– Aunque estoy guardando ayuno, si me trajeras a carne de algún hombre, me la comería gustoso.
– Señor, a tu disposición se hallan todos mis hombres -repuso el Raja.
Nanak replicó:
– Excelencia, si hubiera un hijo de algún Raja, un príncipe de doce años, ésa es la carne que sólo podría comer.
Llegado a este punto el Raja y su esposa quedaron pensativos; luego la Maharani habló:
– Señor, tenemos un hijo de esa edad, tuyo es.
El Raja fue a ver a su hijo y le preguntó:
– Hijo mío, tu cuerpo es requerido por el Guru, ¿cuál es tu deseo?
– Padre, qué mayor beneficio puedo alcanzar en esta vida.
Dichoso me ofrezco en sacrificio -contestó el joven.
Y el Raja pensó:
"Hace siete días que mi hijo celebró su casamiento, será conveniente preguntar a su esposa por su parecer."
El Raja y la Maharani fueron adonde su nuera y le preguntaron:
– Hija, el cuerpo de tu esposo es requerido para ser sacrificado al Guru ¿cuál es tu parecer?
– Padre -replicóles la muchacha-, si mi cuerpo es requerido y mi viudez ha de ser sacrificada por el Guru, ¿qué mayor beneficio podría obtener en esta vida?
Entonces los cuatro fueron ante Nanak y el Raja dijo:
– Señor, aquí está el muchacho.
– Excelencia -contestó el Baba-, tal como está no me sirve de nada. La madre deberá cortar sus brazos y su esposa habrá de serrar sus pies, y tú con un cuchillo lo abrirás en canal, sólo así me será de alguna utilidad.
Shri-Nabhi obedeció la orden de su Guru y después de haber hervido la carne de su hijo la trajo y la depositó ante él.
Y el Baba ordenó entonces a los tres:-Cerrad los ojos y diciendo: "Gloria al Guru " poned un pedazo en vuestra boca.
El Raja, la Maharani y su nuera, cerrando sus ojos, comieron y cuando los abrieron, el Guro Baba había desaparecido. El rey desconsolado se fue al desierto. Descalzo recorría
los caminos repitiendo fuera de sí: "Guru, Guru". Después de doce meses regresó Nanak y llamándole le ofreció tocar sus Pies de Loto: la muerte y la regeneración del Raja Shri-Nabhi tuvo lugar al instante y éste se convirtió en sú discípulo. Sai do el Sat, de la tribu de los Ghebo, le dio el "Pahul" (Conocimiento) por orden del Guru y toda la gente de Singhala-Dip se hicieron sus discípulos y comenzaron a meditar en el Santo Nombre.
El Baba retornó a su hogar en Talvandi donde permaneció varios días.
CAPITULO XXIV
Luego partió de nuevo y se dirigió a las regiones del Norte donde comenzó su tercera vida retirada. Durante esta época se alimentaba tan sólo de frutas. Llevaba los pies envueltos en pieles y en su cabeza un turbante; su cuerpo lo cubría una gran tira de paño enrollada y en su frente tenía pintado un tilak azafrán.
En ese tiempo le acompañaban Hasú el herrero y Siha el impresor de telas.
Nanak se dirigió a Cachemira y allí se.quedó predicando durante vanos días; mucha gente se hicieron devotos del Nombre.
Estaba entonces en la ciudad un pandit llamado Brahma-Das; este oyó decir que un faquir había llegado y fue a verle.
Con él llevó dos camellos cargados de puranas y un ídolo prendido de su cuello.
Al llegar se sentó y saludó:
– Ram, Ram -y viendo las extrañas vestiduras del Baba añadió: Tú eres un Sadhu, ¿por qué te has puesto esas pieles y esas ropas enrolladas así?
El Baba replicó con esta canción:
Entonces Brahma-Das cayó a sus pies y preguntó de nuevo:
– Señor, cuando esta palabra no existía ¿ dónde estaba entonces el Señor?
Nanak replicó:
Brahma-Das besó sus pies; sacándose el amuleto sagrado del cuello, lo arrojó, se volvió un devoto del Nombre y comenzó a hacer servicio. Mas el deseo no dejaba su mente y
empezaba a sentir que no había diferencia con sus servicios de antes. El sacrificio de su ego no era aceptable.
Un día el Guru Baba le dijo:
– ¡Ve y busca un Guru!
– Mi Señor -le replicó obediente éste-, ¿a quién haré mi Guru?
Nanak respuso:
– Ve al desierto. de Kalahari, allá encontrarás una casa donde viven cuatro faquires, ellos te dirán lo que tienes que hacer.
Brahma-Das partió y cuando llegó a la casa rindió reverencia a los santos y esperó en silencio. Los discípulos, después de un buen rato dijeron:
– Encontrarás a tu Guru en aquella casa.
El pandit siguió la dirección indicada y se encontró con una mujer de vestiduras carmesíes que, tomando su sandalia le golpeó duramente. Lloroso y confuso, éste volvió a la casa de los faquires, los cuales al verle, le preguntaron:
– ¿Has encontrado al Guru?
Y Brahma-Das les relató el extraño encuentro que le había acaecido. Luego los discípulos le dijeron:
– Hermano, esa mujer era la Maya, que tú tanto deseabas.
Entonces volvió a donde Nanak, cayó a sus pies y comenzó a pronunciar el Santo Nombre.
CAPITULO XXV
Nanak prosiguió su camino y cruzando la cuenca del Ganges llegó a las faldas de los Himalayas. Después de varios días de viaje ascendió al monte Sumeru, donde se hallaba la residencia del Señor Shiva. Y allí en medio de fastuosos jardines colgantes, envueltos en una atmósfera celestial, los yoguis conversaban sentados alrededor del Mahadev Mahesh.
El Baba llegó ante su presencia y pronunciando una salutación se sentó.
Los Siddhas3 le dieron entonces una caja pequeña y redonda y le dijeron:
– Oh, hijo del Kali- Yuga, llénala de agua y tráela.
Nanak fue a llenar la caja. Cuando la puso en el agua, diamantes y perlas comenzaron a caer en ella. Y el Baba viendo el extraño encantamiento, la hizo añicos contra el suelo y luego la recompuso.
El hechizo fue quebrado y Nanak, llenando la caja de agua, se la ofreció a los Siddhas. Todos bebieron y quedaron saciados y sorprendidos. Luego Mahadev le preguntó:
– ¿Nanak, no te gustaría convertirte en un yogui y volverte Inmortal?