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El Evangelio De Gur? Nanak

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El Evangelio De Gur? Nanak
Название: El Evangelio De Gur? Nanak
Дата добавления: 16 январь 2020
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El Evangelio De Gur? Nanak - читать бесплатно онлайн , автор Guerra Jose Ignacio

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Entonces toda la gente del país vino a postrarse a sus pies y Nanak les cantó así:

En los pies del verdadero Señor
se halla la gema de la liberación
El Santo Nombre os regalará
el tesoro de la devoción.

El Baba permaneció unos días más en aquel lugar y todo el país se hizo devoto del Santo Nombre. Nanak estaba muy contento. Y después de permanecer unos días más siguieron su camino.

CAPITULO XVII

MARDANA RECIBE EL CONOCIMIENTO

En su viaje llegaron a un gran y solitario desierto. Mardana, que estaba muy hambriento, exclamó:

Debido a mi apego por ti me convertí en tu músico y comí de lo que mendigaba a los lugareños; ahora incluso esto se me es negado. ¿y si apareciera un león y nos devorase?

– Mardana, sé prudente, nadie se acercará a ti -replicó el Baba.

– ¿Cómo voy a ser prudente si he venido a dar a un desierto salvaje?

– No estamos en ningún desierto, estamos en una ciudad, dondequiera que el nombre sea recordado por tu mente.

Y el Baba cantó este poema:

En medio del desierto del mundo
yo estoy a tu lado.
En medio de tu necesidad
Yo calmaré tu sed.

Luego le dijo:

– Mardana, toca tu cítara.

– Mi cuerpo está transido por el hambre. No puedo ni tocar música -le contestó aquél.

– Entonces ven conmigo, iremos al pueblo más cercano.

– No tengo fuerzas ni para moverme; yo soy Mardana, necesito comer, no me alimento del aire como tú.

– Amigo, sé sensato, no te voy a dejar morir.

– ¿Cómo voy a ser sensato si estoy al borde de mis fuerzas?

El Baba dijo entonces:

– Come el fruto de este árbol hasta que estés saciado, pero no guardes ninguno en tu morral.

Mardana asintió y comenzó a comer. Y como le gustara mucho el sabor de aquel fruto pensó:

"Guardaré algunos por si tengo hambre más adelante."

Pasado un buen rato, Mardana sintió hambre de nuevo y tomando una de las frutas se la llevó a la boca. En el mismo momento cayó inerte a tierra.

– ¿Qué te sucede, amigo mío? -le preguntó Nanak.y éste le respondió:

– He comido uno de aquellos frutos que me prohibiste guardar.

El Guru le dijo:

– Has hecho muy mal, pues eran frutas muy venenosas que yo momentáneamente por el poder de mi Palabra las había convertido en néctar -y poniendo su pie sobre su cabeza le sanó.

Mardana se sentó y dijo:

– Señor, es muy difícil servirte. Eres un gran hombre, libre del placer y del dolor. Nunca comes ni bebes nada, ni entras en ningún poblado. ¿Cómo puedo quedarme contigo?

Te ruego que me permitas partir.

– Estoy muy contento contigo, ¿por qué quieres marcharte? -replicó el Baba.

Pero Mardana no parecía muy dispuesto a seguir filosofando:

– Está muy bien que estés contento conmigo, mas déjame partir.

– ¡Mardana, quédate de todos modos!

– Me quedaré si calmas mi hambre; haz que tu alimento sea el mío también. Si así lo haces permaneceré a tu lado. Si me prometes que pensarás en mí y compartirás conmigo tu secreto manjar me quedaré; si no, habré de abandonarte.

El Baba dijo entonces:.

– Amigo mío, largo tiempo he esperado oír de tus labios esta petición. En verdad te digo que serás ensalzado no solo en este mundo sino en el otro.

Y Mardana cayó a sus pies. Por el Guru Baba tantos regalos le fueron impartidos allí. Cuando levantó la cabeza le fue revelado el Divino Conocimiento del cual hablan los Shastras y los Vedas.

Hacia el mediodía del siguiente día Mardana aún se hallaba inmóvil en el mismo sitio sumido en profunda meditación.

El Sol se ocultaba tras las arenas, cuando por fin abrió los ojos. Miró alrededor y vio a Nanak que contemplaba el poniente ensimismado.

Le parecía que el corazón se evadía de él, que flotaba ingrávido en el nuevo mundo que le había sido revelado. Sentía la emoción del nacer y del morir, de la actividad y el reposo, del principio y fin de cada rosa y parecía unirse a este latir incesante de su aliento, la realidad de lo infinito, la realidad de algo definitivo en donde ya no existe luz ni sombra.

De aquella música celeste, de aquella vibración indecible emergía todo el amor del universo, como la única razón en el vacío del mundo.

CAPÍTULO XVIII

GURU NANAK VUELVE A SU HOGAR

Doce años después de haberse convertido en un Udasi, Nanak arrivó a Talvandi, su ciudad natal, y se sentó a dos Kos de ella en un solitario y relumbrante desierto. Mardana le suplicó:

– Si me das permiso, iré a preguntar sobre los míos, veré si están bien o si alguien ha muerto.

El Baba contestó riéndose:

– Mardana, toda tu gente morirá un día u otro, ¿por qué te apegas tanto a este mundo? Pero si en tu mente está esta intención, entonces ve y una vez les hayas visto, regresa rápido.

Ve también ala casa de Kalú, mas no menciones mi nombre.

Mardana besó sus pies y llegando hasta Talvandi entró a su casa. Al verle, una gran muchedumbre se congregó y todos se postraron a sus pies.

– Es Mardana -exclamaron-, el músico, el que era 1a sombra de Nanak. Pero ahora ya no lo es, se ha hecho más grande que el mundo.

Y a medida que iban llegando todos le besaban los pies.

Después de haber visto a su familia, fue al jardín que había frente a la casa de Kalú y le tendieron una costosa alfombra sobre la hierba y allí se sentó.

Entonces la madre del Baba llegó y echándose sobre su cuello comenzó a llorar desconsoladamente.

– Mardana, ¿de dónde sales, nos traes alguna nueva sobre Nanak?

Y toda la gente que le rodeaba, apretujándose a su alrededor empezaron a hacerle preguntas.

– Cuando el Baba estaba en Sultanpur, yo le acompañaba como músico, desde entonces nada sé de él -repuso Mardana.

Permaneció con ellos una media hora y después se levantó

y; partió;

La madre del Baba pensó para sí: "Debe de haber alguna razón para que se haya ido tan rápidamente". E irguiéndose con presteza, cogió ropas y algunos dulces y siguió tras Mardana a quien alcanzó y dijo:

– Llévame con Nanak, oh fiel amigo.

Este no respondió y continuaron andando. Y llegaron al lugar donde Nanak se hallaba.

Cuando el Baba vio a su madre se levantó y cayó a sus pies. Esta comenzó a llorar y besando su cabeza musitaba:

– Hijo mío, sacrifico mi ser por ti, me has hecho tan feliz por poder haber visto de nuevo tu rostro.

El Baba, viendo el amor de su madre, se enterneció y empezó a llorar. Después riéndose le dijo a su amigo:

– Mardana, toca la cítara.

Y su bellísima voz cantó este son:

Cuando el amor se encuentra
los cielos estallan de júbilo
Es el momento de la unión
el fin de la separación.

Luego su madre le ofreció los dulces y Nanak complacido los compartió con su fiel amigo.

Su padre había escuchado las nuevas de la llegada de Nanak y montando un caballo llegó allí. Cuando estuvo ante Nanak, éste se postró a sus pies y le rindió reverencia.

Las lágrimas resbalaban por e] rostro de Kalú y entrecortado por la emoción le dijo:

– Nanak, monta el caballo y vuelve con nosotros. Hemos construido una nueva casa. Toda la familia está allí. Ven a verles y luego si te place, puedes irte.

y el Baba respondió.

– Padre, el Ser Supremo es mi única relación, sólo la unión hecha por él es la verdadera.

Su madre, airada por su negativa, le atajó:

– ¡Hijo, deja esta charla perversa y vete ya! ¿Qué unión será hecha por la que podamos encontrarnos de nuevo?

– Padres -repuso amorosamente el Baba-, así como hemos venido vendremos otra vez cuando el tiempo sea oportuno. Pero respetad ahora mi deseo: Soy un faquir.

Su madre replicó:

– Hijo mío, ¿cómo esto que dices traerá el contento a mi corazón? Vuelves después de tantos años, ¿quién sabe cuándo te veremos otra vez?

Nanak dijo:

– Si obedeces mi palabra, tu corazón encontrará el contento.

Su madre guardó silencio y el Santo Guru abandonó el lugar.

CAPITULO XIX

LA HISTORIA DEL JEQUE IBRAHIM

Siguiendo su camino cruzaron una espesa jungla y llegaron al país de Patan. A tres Kos de la ciudad acamparon junto a unas montañas en las que había espesos bosques.

El Pir de Patan había sido Sheikh Farid; en su trono se sentaba ahora Sheikh Ibrahim. Uno de sus vasallos, por nombre Sheikh Kamal, que se hallaba recogiendo madera en un bosque, vio a Nanak y a su amigo recostados en un árbol de pan. Mardana, acompañándose a la cítara cantaba esta canción:

Oh Nanak
tú eres la pizarra
eres también la pluma
y el que sobre ella escribe
¿Por qué debería llamarse al Señor
oh Nanak, con otro Nombre más que el tuyo?

Cuando Kamal escuchó este son dejó la madera y acercándose pidió a Nanak:

– Señor, decidle al Rababi que repita de nuevo la canción.

Así lo hizo y Kamal la aprendió; luego tomó su madera y haciendo salam, retornó al palacio. Dejando su bulto corrió hasta el Pir y después de hacerle su salam le habló así:

– ¡Salud, oh Pir! Un hombre amado por Dios se ha cruzado en mi camino.

– ¿Dónde le encontraste? -preguntó éste.

Kamalle relató su encuentro.

– Había ido a recoger madera a un bosque no lejos de aquí cuando le vi recostado contra un árbol, toda su figura rebosaba paz y armonía, y su semblante sereno miraba hacia e1

cielo como en una muda contemplación. Junto a él estaba un Rababi cantando una canción bellísima.

– ¿No recuerdas alguna estrofa? -le preguntó el califa.

– Sí, oh Pir, en mi memoria quedaron impresos estos versos:

Tú eres la pizarra
tú eres también la pluma
y el que sobre ella escribe.
¿ Por qué debería llamarse al Señor
oh Nanak, con otro Nombre más que el tuyo?
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