Narrativa Breve

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Narrativa Breve
Название: Narrativa Breve
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
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Narrativa Breve - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Si atendemos a su origen, resulta indudable que Tolstoi se margin? de un posible destino prefigurado: de familia noble y rica proveniente de Alemania, y con enormes posesiones, seguramente Tolstoi hubiera sido un conde m?s, con haza?as militares que narrar, pero sin dejar nada importante para la Humanidad. Pero su fuerte vocaci?n de escritor, unida a un misticismo religioso que con los a?os se ahond?, produjeron un literato considerado como la cumbre de la narrativa rusa, junto con Dostoievski.

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«Sí, no fue todo como debía ser —se dijo—, pero no importa. Puede serio. ¿Pero cómo debía ser?» — se preguntó y de improviso se calmó.

Esto sucedía al final del tercer día, un par de horas antes de su muerte. En ese momento su hijo, el colegial, había entrado calladamente y se había acercado a su padre. El moribundo seguía gritando desesperadamente y agitando los brazos. Su mano cayó sobre la cabeza del muchacho. Éste la cogió, la apretó contra su pecho y rompió a llorar.

En ese mismo momento Ivan Ilich se hundió, vio la luz y se le reveló que, aunque su vida no había sido como debiera haber sido, se podría corregir aún. Se preguntó: «¿Cómo debe ser?» y calló, oído atento. Entonces notó que alguien le besaba la mano. Abrió los ojos y miró a su hijo. Tuvo lástima de él. Su mujer se le acercó. Le miraba con los ojos abiertos, con huellas de lágrimas en la nariz y las mejillas y un gesto de desesperación en el rostro. Tuvo lástima de ella también.

«Sí, los estoy atormentando a todos —pensó—. Les tengo lástima, pero será mejor para ellos cuando me muera.» Quería decirles eso, pero no tenía fuerza bastante para articular las palabras. «¿Pero, en fin de cuentas, para qué hablar? Lo que debo es hacer» — pensó. Con una mirada a su mujer apuntó a su hijo y dijo:

—Llévatelo… me da lástima… de ti también… — Quiso decir asimismo «perdóname», pero dijo «perdido», y sin fuerzas ya para corregirlo hizo un gesto de desdén con la mano, sabiendo que Aquél cuya comprensión era necesaria lo comprendería.

Y de pronto vio claro que lo que le había estado sujetando y no le soltaba le dejaba escapar sin más por ambos lados, por diez lados, por todos los lados. Les tenía lástima a todos, era menester hacer algo para no hacerles daño: liberarlos y liberarse de esos sufrimientos. «¡Qué hermoso y qué sencillo! — pensó—. ¿Y el dolor? — se preguntó—. ¿A dónde se ha ido? A ver, dolor, ¿dónde estás?»

Y prestó atención.

«Sí, aquí está. Bueno, ¿y qué? Que siga ahí.» «y la muerte… ¿dónde está?»

Buscaba su anterior y habitual temor a la muerte y no lo encontraba. «¿Dónde está? ¿Qué muerte?» No había temor alguno porque tampoco había muerte.

En lugar de la muerte había luz.

—¡Conque es eso! — dijo de pronto en voz alta—. ¡Qué alegría!

Para él todo esto ocurrió en un solo instante, y el significado de ese instante no se alteró.

Para los presentes la agonía continuó durante dos horas más. Algo borbollaba en su pecho, su cuerpo extenuado se crispó bruscamente, luego el borbolleo y el estertor se hicieron menos frecuentes.

—¡Éste es el fin! — dijo alguien a su lado.

Él oyó estas palabras y las repitió en su alma. «Éste es el fin de la muerte» — se dijo—. «La muerte ya no existe.» Tomó un sorbo de aire, se detuvo en medio de un suspiro, dio un estirón y murió.

El Diablo

Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en el corazón.

Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor es que perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la «gehnma».

Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y arrójala de ti, porque mejor te es que uno de tus miembros perezca, que no que todo el cuerpo sea arrojado a la «gehnma».

I

A Evgueni Irténev le esperaba una espléndida carrera. Lo tenía todo para que así fuese. La excelente educación recibida en casa, los brillantes estudios en la Facultad de Derecho de la universidad de Petesburgo, las amistades que su padre, muerto hacía poco, había tenido en las esferas más altas de la sociedad, y hasta el comienzo de su servicio en el ministerio bajo la protección del ministro. Disponía también de bienes de fortuna, incluso de una gran fortuna, aunque esto resultaba dudoso. El padre, que había vivido en el extranjero y en Petesburgo, daba seis mil rublos anuales a cada uno de los hijos, a Evgueni y al primogénito, Andrei, oficial de caballería de la guardia, mientras que la madre y él derrochaban el dinero a manos llenas. Sólo durante el verano, por dos meses, iba a la finca, pero no se dedicaba a los asuntos de la hacienda, dejándolo todo en manos de un administrador circunstancial que tampoco se ocupaba de estos asuntos, pro en el que tenía absoluta confianza.

Después de la muerte del padre, cuando los hermanos quisieron repartir la herencia, resultó que había tantas deudas, que el apoderado llegó a aconsejarles que se quedasen con la finca de la abuela, valorada en cien mil rublos, y renunciasen al resto. Mas un terrateniente vecino, que había tenido tratos con el viejo Irténev, es decir, que poseía un pagaré con la firma de éste y había acudido a Petesburgo para hacerlo efectivo, dijo que, a pesar de las deudas, la cosa podría arreglarse y conservar una parte muy considerable de los bienes.

Bastaba vender el bosque y algunos terrenos baldíos, y conservar lo principal, Semeónovskoe, con sus cuatro mil desiatinas de tierras negras, la fábrica de azúcar y las doscientas desiatinas de prados; eso sí, sería preciso consagrarse por entero a esta obra, irse a vivir al campo y administra la hacienda con sensatez e inteligencia.

Y Evgueni, que aquella primavera (su padre había muerto en la cuaresma) había ido a la finca y pudo verlo todo, decidió presentar la dimisión, irse a vivir al campo con su made y dedicarse a este trabajo al objeto de conservar lo principal. Con su hermano, con quien no se llevaba muy bien, hizo lo siguiente: se comprometió a entregarle cuatro mil rublos anuales, o una suma de ochenta mil, a cambio de lo cual el otro renunciaba a su parte de la herencia.

Así lo hizo, y, una vez se hubo trasladado con su madre aquel caserón, se consagró, con calor y al mismo tiempo con cautela, a los asuntos de la finca.

De ordinario se piensa que los conservadores más vulgares son los viejos y que los innovadores son jóvenes. Esto no es muy justo. Los conservadores más vulgares son los jóvenes. Los jóvenes que quieren vivir, pero que no piensan ni tiene tiempo para pensar en cómo hay que vivir, y que por eso toman como modelo lo que han encontrado.

Así le ocurrió a Evgueni. Cuando se vio en el campo, su sueño y su ideal se cifraban en resucitar la forma de vida que había conocido con su abuelo, y no con su padre, que era un mal administrador. Y ahora, tanto en la casa como en el jardín y en la hacienda, trató de hacer resurgir, con los cambios propios del tiempo, se entiende, el espíritu general de la vida del abuelo: todo a lo grande, abundancia, orden y buena organización. Mas, para alcanzar esta vida, hacía falta trabajar de firme: había que dar satisfacción a los acreedores y a los bancos, y para vender parte de la tierra y conseguir una demora en los pagos era necesario conseguir dinero, a fin de seguir la explotación, parte en arriendo y parte con braceros, de la enorme hacienda de Semiónovskoe, con sus cuatro mil desiatinas de tierra de labor y su fábrica de azúcar; también hacía falta mantener en buen estado, sin señales de abandono y decadencia, la casa y el jardín.

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