-->

La voz dormida

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу La voz dormida, Chac?n Dulce-- . Жанр: Классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
La voz dormida
Название: La voz dormida
Автор: Chac?n Dulce
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 215
Читать онлайн

La voz dormida читать книгу онлайн

La voz dormida - читать бесплатно онлайн , автор Chac?n Dulce

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 33 34 35 36 37 38 39 40 41 ... 77 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

Diez minutos de sol. Diez minutos le concedió la hermana María de los Serafines a Tomasa. Permitió que la sacaran al patio todas las mañanas, durante diez minutos, y siempre una hora antes de que bajaran las demás reclusas.

—Mañana la sacan al sol, y yo le daré puré con una sonda por la cerradura.

—Ten cuidado, no te vayan a ver.

—Descuida, nadie me verá.

Nadie vio a Sole llenar un bote con una ración doble del puré que le daban a las enfermas. Nadie la vio tomar una sonda de la enfermería. Y nadie sospechó que cuando dijo que el suelo de la galería de las celdas de castigo estaba muy sucio y se ofreció a fregarlo, ya había escondido la comida de Tomasa en el fondo del cubo de cinc que llevaba en la mano. Tres golpes dio en la puerta metálica. Por la cerradura coló su voz para pedirle a Tomasa que se acercara. Después introdujo un extremo de la sonda en el bote de puré y el otro lo deslizó por el orificio destinado a la llave. Y alzó el bote. Tomasa vio la punta de goma que asomaba, vio caer una gota. Se arrodilló, levantó la cara y acercó la boca. Y succionó, como un ternero se alimenta de la ubre de su madre.

Mañana, como hoy, y como todos los días que faltan para que termine el castigo de Tomasa, Sole fregará el suelo de la galería. Y Tomasa comenzará a ganar peso.

Cuando las funcionarias que custodian a Tomasa en su paseo matutino observen el cambio en su aspecto, comentarán entre ellas su extrañeza:

—Qué raro, ésta se está poniendo gorda.

—Pues es verdad.

Y será Sole la que, al oírlas, aumentará su confusión:

—No está gorda, está hinchada, por la avitaminosis.

Desde la ventana de la galería número dos derecha, Hortensia, Reme y Elvira la verán tomar el sol sentada en un banco, y comprobarán las noticias que les reporta Sole cada noche en las reuniones del Partido:

—El médico le hace una cura todos los días. Ya no tiene en la cara la bandera nacional.

—Entonces, está mejorando.

Tras el cristal, observarán a su compañera, acompañarán su soledad durante diez minutos y compartirán con ella desde lejos el alivio del sol. A diario, hasta que juzguen a Hortensia, se asomarán a la ventana las tres juntas.

—Parece que no le importa nada de lo que le pase, ¿verdad?

—Eso parece. No le importa un carajo lo que le pase, ni lo que le deje de pasar ni lo que le haya pasado.

Y le han debido de pasar cosas muy malas.

Elvira comentará los rumores que corren entre la reclusión. Y Hortensia y Reme se negarán a creer las acusaciones que señalan a Tomasa.

—Ella sería incapaz de matar a nadie.

—Además, no es de Castilblanco. Es de Los Santos de Maimona, un pueblo al lado de Zafra, me lo dijo a mí un día que le conté que yo estuve en Don Benito en el treinta y siete.

Elvira tampoco cree que sea cierto que Tomasa participara en la matanza, pero añade que las presas cuentan que Tomasa estaba en Castilblanco el último día de diciembre de mil novecientos treinta y uno, en la huelga que había convocado la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra. Y dicen las presas que todos los que estaban allí se armaron de cuchillos y de hoces y masacraron a los cuatro agentes de la Guardia Civil que intentaban disolver la manifestación. También dicen que los mutilaron y que las mujeres bailaron sobre los cadáveres de los guardias civiles.

Ninguna de ellas dará crédito a lo que Elvira acaba de contar. Las tres se indignarán mirando a Tomasa desde la ventana.

—Lo de Castilblanco será verdad, pero Tomasa, desde luego, no estuvo allí.

Después, cuando les llegue el turno de bajar al patio, se dirigirán sin hablar hacia el banco donde Tomasa se sienta a diario mirando hacia ellas, y harán labor de punto de agujas en el espacio que ella acaba de abandonar, negándose a creer los rumores que sitúan a Tomasa en Castilblanco.

No. Tomasa no estuvo en Castilblanco.

12

La mujer que va a morir ya conoce su condena. Acaba de regresar del juzgado número ocho. En la sala primera, ante un tribunal militar, ha tenido lugar la vista de su causa en procedimiento sumarísimo de urgencia. Hortensia escribe en su nuevo cuaderno azul. Estrena la primera hoja con un lápiz gastado que apenas sobresale de su pulgar. El peor dolor es no poder compartir el dolor. Hortensia aprieta contra el papel la punta de su lápiz mordisqueado, y escribe que sufriría menos si pudiera hablar con Felipe, si pudiera contarle que ha sido condenada a muerte junto a sus doce compañeras de expediente. Escribe con su mano derecha mientras con la izquierda sujeta el cuaderno y alisa el papel. La sombra de sus pendientes baila sobre los renglones que escribe. Procura no salirse de la línea marcada, pero no es fácil. Y recuerda el verano de mil novecientos treinta y siete, cuando aprendió a escribir. Le enseñó El Chaqueta Negra en la Casa Grande de Las Tres Cruces, cerca de Don Benito. Toda Extremadura estaba tomada, excepto la Bolsa de la Serena. Y ellos resistieron en la Casa Grande, y El Chaqueta Negra le enseñó a escribir en la pared. Los hombres dormían en el piso de arriba y por la mañana descargaban la vejiga desde la escalera. Fue Hortensia la que escribió en la pared con letras de molde recién aprendidas: EL QUE ORINE DESDE LA ESCALERA SERÁ CONSIDERADO CAMARADA CERDO. Y fue ella la que dejó constancia sobre el muro de que el batallón número cinco había llegado a la Casa Grande el día dieciocho de julio de mil novecientos treinta y siete, escribiendo en la pared el nombre de los milicianos que lo componían: Pedro Gómez, Aniceto Estévez, Carlos Peinado, Estrella López, Patricio Rovira, Eloy Menéndez. Doce nombres escribió en la pared. Porque ella sabía escribir. Primero había aprendido su firma, y después todas las letras. Felipe se reía de ella:

—Eso hay que aprenderlo de chica.

—Y de grande también se aprende. Ya verás cuando tenga un cuaderno.

—Yo te compraré los que tú quieras.

Y ella le pidió entonces que le comprara un cuaderno de tapas azules, como los que usaba Pepita en la escuela. Se acaricia los pendientes, y regresa al papel. Escribe que le gustaría estar con Felipe. Y que desea que la criatura llegue antes que la ratificación de la sentencia, porque sabe que va a morir y no quiere que su hijo muera con ella. Todas sus compañeras saben que Hortensia va a morir. Sole se lo comunica a Tomasa mientras introduce la sonda por la cerradura de su celda de aislamiento:

—Las han condenado a todas.

—¿A Hortensia también?

—También. Vienen las trece con La Pepa, que estaba hoy baratita.

—Trece, como las «rosas» del treinta y nueve.

1 ... 33 34 35 36 37 38 39 40 41 ... 77 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название