Guerra y paz
Guerra y paz читать книгу онлайн
Mientras la aristocracia de Moscu y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ambito, las tropas napoleonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clasico de la literatura universal. Tolstoi es, con Dostoievski, el autor mas grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espanol y la edicion que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada. Reeditamos aqui en un formato mas grande y legible la traduccion de Lydia Kuper, la unica traduccion autentica y fiable del ruso que existe en el mercado espanol. La traduccion de Lain Entralgo se publico hace mas de treinta anos y presenta deficiencias de traduccion. La traduccion de Mondadori se hizo en base a una edicion de Guerra y paz publicada hace unos anos para revender la novela, pero es una edicion que no se hizo a partir del texto canonico, incluso tiene otro final. La edicion de Mario Muchnik contiene unos anexos con un indice de todos los personajes que aparecen en la novela, y otro indice que desglosa el contenido de cada capitulo.
Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала
Y, aunque la intención del pintor no era muy evidente, representando al llamado rey de Roma horadando el globo terrestre con un bastoncito, la alegoría resultaba clarísima y había gustado mucho, tanto a los que habían visto el cuadro en París como a quienes lo contemplaban ahora.
—Le Roi de Rome— dijo Napoleón, señalando el retrato con un gracioso gesto de la mano. —Admirable!
Con la facilidad para cambiar de expresión que los italianos poseen, se acercó al cuadro y adoptó un aire de pensativa ternura.
Se daba cuenta de que todo cuanto hiciera y dijera en aquel momento pasaría a la historia. Y le pareció que lo mejor que podía hacer ante la imagen de su hijo que jugaba con el globo terrestre era mostrar, en contraste con su majestad, la más sencilla ternura paterna. Sus ojos se velaron de lágrimas. Avanzó un poco; echó una mirada hacia una silla (la silla se movió hacia él), tomó asiento frente al retrato, hizo un gesto y todos salieron de puntillas, dejando al gran hombre consigo mismo y con sus pensamientos.
Así permaneció cierto tiempo y, sin saber él mismo la razón, tocó con los dedos el resalte de las rugosidades del retrato, se levantó y llamó de nuevo a De Beausset y al oficial de servicio. Ordenó que colocaran el retrato delante de su tienda para no privar a la vieja Guardia, que lo rodeaba, del placer de contemplar al rey de Roma, hijo y heredero de su adorado Emperador.
Tal como esperaba, mientras desayunaba con M. de Beausset, quien se había hecho merecedor de semejante honra, ante la tienda se oían extasiadas voces de oficiales y soldados de la vieja guardia.
—Vive l'Empereur! Vive le roi de Rome! Vive l’Empereur!— gritaban.
Después del desayuno, en presencia de M. de Beausset, Napoleón dictó la orden del día para el ejército.
—Courte et énergique! 415— comentó cuando él mismo hubo leído aquel documento, escrito de una vez, sin enmienda alguna. Decía así:
¡Soldados! He aquí la batalla que tanto deseabais. La victoria depende de vosotros y es imprescindible para nosotros, porque nos proporcionará todo cuanto necesitamos: cómodos alojamientos y un rápido regreso a la patria. Actuad como lo hicisteis en Austerlitz, en Friedland, Vítebsk y Smolensk. ¡Que la posteridad recuerde con orgullo vuestros hechos en la gran batalla del Moskova, y diga de cada uno de vosotros: estuvo en la batalla por Moscú!
—Del Moskova— repitió Napoleón; e invitando a un paseo a M. de Beausset, a quien gustaba viajar, salió de la tienda hacia donde estaban ensillados los caballos.
—Votre Majesté a trop de bonté 416— dijo De Beausset ante la invitación de acompañar al Emperador.
No sabía montar a caballo y le daba miedo hacerlo; además, habría preferido dormir. Pero Napoleón movió la cabeza y De Beausset hubo de seguirlo.
Cuando el Emperador salió de su tienda redoblaron los gritos de la Guardia, que se había reunido ante el retrato de su hijo. Napoleón frunció el entrecejo.
—Quítenlo de ahí— dijo con gesto majestuoso y lleno de gracia, señalando el retrato. —Es todavía demasiado joven para ver un campo de batalla.
De Beausset cerró los ojos, inclinó la cabeza y suspiró profundamente, dando a entender así hasta qué punto sabía comprender y apreciar las palabras del Emperador.
XXVII
Como dicen sus historiadores, Napoleón permaneció todo aquel día 25 de agosto a caballo, inspeccionando el terreno, discutiendo los proyectos que le presentaban sus mariscales y dando personalmente órdenes a sus generales.
La primitiva línea de las tropas rusas a lo largo del Kolocha se había roto y parte de ella, especialmente el flanco izquierdo, había retrocedido por la toma de Shevardinó el día 24. Esa parte del frente ya no estaba fortificada ni defendida por el río: ante ella se extendía un espacio llano y descubierto. Para cualquiera, militar o no militar, era evidente que los franceses atacarían precisamente por ese punto de la línea rusa. Diríase que para llegar a esa conclusión no se precisaba gran ingenio, ni tantas idas y venidas de Napoleón y sus mariscales, ni esa capacidad especial y superior que se llama genialidad y que tanto atribuían a Napoleón sus admiradores. Pero los historiadores que han descrito después ese acontecimiento y los hombres que rodeaban entonces a Napoleón, y él mismo, pensaban de otra manera.
Napoleón recorría el campo, contemplaba meditabundo el terreno, sacudía la cabeza en señal de aprobación o desagrado, sin manifestar a los generales que lo rodeaban el profundo cauce de las ideas que guiaban su decisión, limitándose a transmitir las conclusiones definitivas en forma de órdenes.
Después de oír la propuesta de Davout, al que llamaban duque de Eckmühl, de que era menester rebasar el ala izquierda de los rusos, Napoleón contestó que eso no debía hacerse, sin dar más explicaciones. Pero cuando el general Compans (encargado de atacar las avanzadas) propuso hacer avanzar su división por el bosque, Napoleón accedió, aunque el llamado duque de Elchingen, es decir Ney, se permitió observar que el movimiento por el bosque era peligroso y podía desordenar la división.
Tras observar el terreno situado frente al reducto de Shevardinó, Napoleón reflexionó en silencio unos minutos y después indicó los puntos donde al día siguiente debían situarse dos baterías para cañonear las fortificaciones rusas y los lugares en los cuales, cerca de ellos, debió instalarse la artillería de campaña.
Dadas estas órdenes y otras muchas, volvió a la tienda y dictó la orden de operaciones para la batalla.
Esta orden de operaciones, de la que hablan con entusiasmo los historiadores franceses y con profundo respeto los demás, era la siguiente:
Al amanecer, las dos nuevas baterías emplazadas durante la noche sobre el llano ocupado por el duque de Eckmühl abrirán fuego contra las baterías contrarias situadas enfrente.
Al mismo tiempo, el jefe de Artillería del primer cuerpo, general Pernety, con 30 cañones de la división de Compans y con todos los obuses de las divisiones de Dessaix y Friant, avanzarán, abrirán fuego y cubrirán de granadas la batería enemiga, contra la que deben actuar: 24 cañones de la artillería de la Guardia, 30 cañones dela división de Compans y ocho de las divisiones de Friant y Dessaix, total: 62 cañones.
El jefe de Artillería del tercer grupo, general Foucher, emplazará todos los morteros de los cuerpos 3.° y 8.°, en total 16, en los flancos de la batería que debe cañonear las fortificaciones de la izquierda; lo que hará un total de 40 cañones contra ese flanco.
El general Sorbier, a la primera orden, atacará con todos los obuses de la artillería de la Guardia contra una u otra de las fortificaciones.
Durante el cañoneo, el príncipe Poniatowski se dirigirá hacia la aldea, a través del bosque, y rebasará las posiciones enemigas.
El general Compans se moverá a través del bosque para adueñarse de la primera fortificación.
Una vez comenzada la batalla de esta manera, se darán órdenes para proceder según los movimientos del enemigo.
El cañoneo del ala izquierda comenzará en cuanto se oiga el cañoneo del flanco derecho.
Los tiradores de la división de Morand y los de la división del virrey abrirán un fuego intenso en cuanto adviertan el comienzo del ataque del flanco derecho.
El virrey ocupará la aldea de Borodinó y atravesará sus tres puentes, siguiendo la línea de las divisiones de Morand y Gérard, que, bajo su mando, se dirigirán hacia el reducto y se juntarán con las otras tropas del ejército.
Le tout se fera avec ordre et méthode, 417procurando conservar el mayor número posible de tropas en reserva.