Guerra y paz
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Mientras la aristocracia de Moscu y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ambito, las tropas napoleonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clasico de la literatura universal. Tolstoi es, con Dostoievski, el autor mas grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espanol y la edicion que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada. Reeditamos aqui en un formato mas grande y legible la traduccion de Lydia Kuper, la unica traduccion autentica y fiable del ruso que existe en el mercado espanol. La traduccion de Lain Entralgo se publico hace mas de treinta anos y presenta deficiencias de traduccion. La traduccion de Mondadori se hizo en base a una edicion de Guerra y paz publicada hace unos anos para revender la novela, pero es una edicion que no se hizo a partir del texto canonico, incluso tiene otro final. La edicion de Mario Muchnik contiene unos anexos con un indice de todos los personajes que aparecen en la novela, y otro indice que desglosa el contenido de cada capitulo.
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Dado en el campo imperial de Mozhaisk,
el 6 de septiembre de 1812.
Esta orden de operaciones tan confusa y embrollada —si se nos permite opinar sobre las órdenes de Napoleón sin el sacrosanto terror ante su genio— comprendía cuatro puntos, cuatro disposiciones. Y ninguna de ellas fue cumplida, ni podía serlo.
En la orden se decía que las baterías colocadas en el punto elegido por Napoleón, más los cañones de Pernety y Foucher, en un total de 102 piezas, abrirán fuego y cubrirán de proyectiles las fortificaciones y reductos de los rusos. Cosa que no podía hacerse, por la sencilla razón de que, desde los sitios designados por Napoleón, los proyectiles no llegaban a los rusos y aquellos 102 cañones dispararon en vano hasta que un oficial los llevó más adelante, en desacuerdo con la orden de Napoleón.
La segunda disposición era: Poniatowski, dirigiéndose hacia la aldea a través del bosque, rebasará el ala izquierda de los rusos. Eso no podía hacerse, ni se hizo, porque Poniatowski, al dirigirse hacia la aldea por el bosque, se encontró con Tuchkov, que le cerró el paso, de manera que no pudo rebasar las líneas rusas.
Tercera disposición: El general Compans avanzará por el bosque para adueñarse de la primera fortificación. La división de Compans no conquistó la primera fortificación, sino que fue rechazada, porque al salir del bosque sus hombres debían formar bajo un fuego de metralla, que Napoleón no había previsto.
Cuarto: El virrey ocupará la aldea(Borodinó) y atravesará sus tres puentes siguiendo la línea de las divisiones de Morand y Friant(no se dice ni hacia dónde ni cuándo debían avanzar), que, bajo su mando, se dirigirán hacia el reducto y se juntarán con las otras tropas.
Según se puede deducir —no de ese confuso período, sino de los intentos del virrey para cumplir las órdenes—, debía avanzar a través de Borodinó hacia el reducto por la izquierda; las divisiones de Morand y de Friant debían avanzar, al mismo tiempo, desde el frente que ocupaban.
Este punto, como los demás de la orden de operaciones, no fue cumplido ni podía serlo. Una vez que el virrey hubo atravesado Borodinó, se vio rechazado hacia el Kolocha y no pudo seguir avanzando, y las divisiones de Morand y Friant no conquistaron el reducto, sino que fueron rechazadas, y sólo al final de la batalla la caballería pudo conquistarlo (algo inusitado y no previsto por Napoleón).
Así pues, ni uno solo de los puntos de la orden fue cumplido ni podía serlo. Pero como en la orden se decía que una vez empezada la batalla se darían órdenes de acuerdo con los movimientos del enemigo, cabría creer que, durante la batalla, Napoleón dio todas las órdenes oportunas y necesarias. Mas esto no fue ni podía haber sido porque durante toda la batalla Napoleón se hallaba tan lejos del campo (como se vio después) que no podía conocer la marcha de la acción ni se pudo cumplir a lo largo de ella una sola de sus órdenes.
XXVIII
Muchos historiadores aseguran que la batalla de Borodinó no fue ganada por los franceses porque Napoleón sufría un resfriado y, de no haberlo tenido, sus órdenes, antes del encuentro y durante la acción militar, habrían sido aún más geniales y los rusos habrían desaparecido et la face du monde eût été changée. 418Para los historiadores que creen y admiten que Rusia se ha formado por la voluntad de un solo hombre, Pedro el Grande, y Francia se transformó de República en Imperio y los ejércitos franceses marcharon contra Rusia por voluntad de un solo hombre, Napoleón, afirmar que Rusia conservó su potencia porque el día 26 Napoleón sufría un fuerte resfriado resulta muy lógico y consecuente.
Si dependía de la voluntad de Napoleón presentar o no batalla en Borodinó, si de él dependía hacer esto o lo otro, es evidente que el resfriado, que influía en la manifestación de su voluntad, pudo haber sido la causa de la salvación de Rusia y, por consiguiente, el ayuda de cámara que el día 24 olvidó dar a Napoleón las botas impermeables fue el salvador de Rusia. Razonando así, esta conclusión es tan indiscutible como la de Voltaire cuando dijo bromeando (sin saber él mismo de qué se reía) que la noche de San Bartolomé fue debida a una indigestión de Carlos IX.
Mas para quienes no admiten que Rusia se haya formado por la voluntad de un solo hombre, Pedro I, ni que el Imperio francés y la guerra contra Rusia se debieran a la voluntad de un solo hombre, Napoleón, semejante razonamiento, además de inexacto e ilógico, es contrario a todo espíritu humano. Si nos preguntamos cuál es la causa de los acontecimientos históricos podemos decir en respuesta que su curso está predestinado, porque depende de la coincidencia de todas las arbitrariedades humanas, de los hombres que participan en ellos, y que la influencia de Napoleón sobre el desarrollo de tales hechos no es más que externa y ficticia.
A primera vista la suposición —por extraña que pueda parecer— de que la noche de San Bartolomé, ordenada por Carlos IX, no fue un acto de su voluntad, que tan sólo le pareció haberlo ordenado y que la batalla de Borodinó, que costó la vida a ochenta mil hombres, no se debió a la voluntad de Napoleón (a pesar de que él había dado la orden de comenzar la batalla y vigilaba su curso), que tan sólo se figuraba que era él quien había dado la orden; por extraña que parezca tal suposición, la dignidad humana (que me dice que cualquier ser humano, si no superior, al menos no es inferior al gran Napoleón) obliga a admitir esta solución del problema, confirmada profusamente por investigaciones históricas.
En la batalla de Borodinó Napoleón no disparó contra nadie, ni mató a nadie; fueron sus soldados quienes lo hicieron. No era él, pues, quien mataba a los hombres.
Los soldados del ejército francés fueron a matar soldados rusos en la batalla de Borodinó no por orden de Napoleón, sino porque ése era su propio deseo. Todo aquel ejército —franceses, italianos, alemanes, polacos—, hambriento y andrajoso, debilitadas hasta el extremo sus fuerzas por las marchas, sentía, frente al ejército que le impedía el paso hacia Moscú, que le vin était tiré et qu’il fallait le boire. 419Si en aquel momento Napoleón les hubiera prohibido luchar contra los rusos, lo habrían matado y habrían ido a combatir contra los rusos, porque hacerlo era una necesidad para ellos.
Cuando escucharan la orden de Napoleón, quien para consolarlos de sus heridas y de la muerte les recordaba lo que la posteridad diría de quien estuvo en la batalla de Moscú, todos gritarían: Vive l’Empereur!, como lo habían hecho ante el retrato del niño que perforaba el mundo con un bastoncito y como habrían gritado Vive l'Empereur! ante cualquier insensatez que se les dijera.
Ya no les quedaba más recurso que gritar Vive l'Empereur! y luchar para encontrar en Moscú el alimento y el descanso de los vencedores. Por tanto, no fue la orden de Napoleón el motivo de que mataran a sus semejantes.
Tampoco fue Napoleón quien dirigió la marcha de la batalla, ya que ninguna de sus órdenes se cumplió y durante la batalla no supo lo que sucedía delante de él. Por consiguiente, el hecho de que los hombres se mataran unos a otros no ocurrió por voluntad de Napoleón, sino por causas independientes de él; por la voluntad de cientos de miles de hombres que tomaban parte en una obra común. A Napoleón sólo le parecíaque todo aquello se realizaba por su voluntad; y por esta causa el problema de si estaba o no resfriado no ofrece para la historia más interés que el resfriado del último soldado de intendencia.
El 26 de agosto el resfriado de Napoleón tenía menos importancia que nunca, y las afirmaciones de los historiadores de que eso había influido en las disposiciones dadas (no tan buenas como las precedentes) y en las órdenes dictadas durante la batalla (peores que las de otras veces) carecen en absoluto de fundamento.