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Guerra y paz

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Guerra y paz
Название: Guerra y paz
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
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Guerra y paz - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Mientras la aristocracia de Moscu y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ambito, las tropas napoleonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clasico de la literatura universal. Tolstoi es, con Dostoievski, el autor mas grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espanol y la edicion que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada. Reeditamos aqui en un formato mas grande y legible la traduccion de Lydia Kuper, la unica traduccion autentica y fiable del ruso que existe en el mercado espanol. La traduccion de Lain Entralgo se publico hace mas de treinta anos y presenta deficiencias de traduccion. La traduccion de Mondadori se hizo en base a una edicion de Guerra y paz publicada hace unos anos para revender la novela, pero es una edicion que no se hizo a partir del texto canonico, incluso tiene otro final. La edicion de Mario Muchnik contiene unos anexos con un indice de todos los personajes que aparecen en la novela, y otro indice que desglosa el contenido de cada capitulo.

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Los rusos, lejos de fortificar las posiciones del campo de Borodinó, a la izquierda y en ángulo recto del camino (es decir, donde tuvo lugar la batalla), no pensaron siquiera, hasta el 25 de agosto de 1812, que el encuentro pudiera ocurrir en aquel lugar. Una prueba de ello, en primer lugar, es que al día 25 no había obras de defensa en aquel punto y las que se iniciaron el 25 no estaban terminadas el 26; otra prueba es la situación del reducto de Shevardinó, situado delante del lugar donde se libró la batalla, elección carente de todo sentido. ¿Por qué fue mejor fortificado ese reducto que cualquier otro lugar? ¿Por qué lo defendieron el día 24 hasta muy avanzada la noche, realizando los máximos esfuerzos y perdiendo seis mil hombres? Para observar al enemigo era más que suficiente una patrulla de cosacos. La tercera prueba de que no se había previsto la posición donde tuvo lugar la batalla y de que el reducto de Shevardinó no era su punto avanzado es que Barclay de Tolly y Bagration estaban convencidos, hasta el día 25, de que ese reducto constituía el flanco izquierdode la posición y que el propio Kutúzov, en su informe escrito bajo la impresión de la batalla, calificó el reducto de Shevardinó como flanco izquierdo de la posición. Sólo mucho más tarde, cuando, ya con tiempo, se escribieron circunstanciados partes de la batalla, se inventó (seguramente para justificar los errores del general en jefe, que siempre debe ser infalible) la extraña y errónea afirmación de que el reducto servía de puesto avanzado (cuando era un punto fortificado del flanco izquierdo) y que la batalla de Borodinó había sido aceptada por los rusos en una posición fortificada y escogida de antemano, cuando en realidad ocurrió en un lugar imprevisto y apenas fortificado.

De hecho, las cosas ocurrieron del siguiente modo: la posición se eligió a lo largo del Kolocha, río que divide el camino general no en ángulo recto, sino agudo, de manera que el flanco izquierdo estaba en Shevardinó y el derecho en las cercanías de la aldea de Novóie; el centro se hallaba en Borodinó, en la confluencia de los ríos Kolocha y Voina. Esta posición, cubierta por el Kolocha, corresponde a un ejército cuyo objetivo es detener a un enemigo que avanza sobre Moscú por el camino de Smolensk. Cosa evidente para quien mire el campo de Borodinó, como dicen, olvidando cómo se desarrolló la batalla.

Napoleón, que había alcanzado el día 24 la aldea de Valúievo, no descubrió (dicen las historias) las posiciones rusas de Utitsa a Borodinó (no podía verlas, puesto que no existían). No descubrió tampoco el puesto avanzado del ejército ruso, pues, persiguiendo la retaguardia rusa en el flanco izquierdo, se encontró con el reducto de Shevardinó y, de un modo completamente inopinado para los rusos, hizo pasar sus tropas al otro lado del Kolocha. Los rusos, sin tiempo para disponer la batalla campal, retiraron su ala izquierda de la posición que tenían el propósito de ocupar y en cambio ocuparon otra que no estaba ni prevista ni fortificada. Con su paso a la orilla izquierda del Kolocha, siempre a la izquierda del camino, Napoleón desplazó toda la futura batalla de derecha a izquierda (con respecto a los rusos) y la situó entre Utitsa, Semiónovskoie y Borodinó (en un campo que nada tenía de ventajoso como posición y donde iba a desarrollarse toda la batalla del día 26).

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Si en la tarde del día 24 Napoleón no hubiera llegado al Kolocha y no hubiera aplazado el ataque hasta la mañana siguiente, nadie habría puesto en duda que el reducto de Shevardinó era el flanco izquierdo de la posición rusa, y la batalla se habría producido tal como se esperaba. En ese caso se habría defendido, probablemente, con mayor tesón aún el reducto de Shevardinó, como flanco izquierdo ruso; se habría atacado a Napoleón en el centro o en la derecha y la batalla campal habría tenido lugar el día 24 en una posición fortificada y prevista. Pero como el ataque al flanco izquierdo ruso se produjo por la tarde, tras el repliegue de la retaguardia, es decir, inmediatamente después del combate de Gridnieva, y como los jefes rusos no podían o no tuvieron tiempo de librar la batalla decisiva en la tarde del 24, la primera y principal fase de la batalla de Borodinó estaba ya perdida desde el 24 y había de llevar a la derrota, que tuvo lugar el día 26.

Tras la pérdida del reducto de Shevardinó, en la mañana del día 25, había quedado al descubierto el flanco izquierdo y los rusos se vieron obligados a replegar el ala izquierda y fortificarla precipitadamente, estuviera donde estuviese.

Pero, además, el 26 de agosto las tropas rusas estaban al abrigo de fortificaciones débiles y no acabadas. El inconveniente de esa situación se agravó porque los generales rusos no tuvieron en cuenta un hecho ya consumado (la pérdida de la posición en el flanco izquierdo y el desplazamiento de todo el futuro campo de batalla de derecha a izquierda) y mantuvieron sus extendidas posiciones desde la aldea Novóie hasta Utitsa, que los obligó, en plena batalla, a mover sus tropas de derecha a izquierda. Así pues, la batalla de Borodinó no se produjo como se ha descrito (con intención de ocultar los errores de los generales y disminuyendo, por lo mismo, la gloria del ejército y del pueblo ruso). La batalla de Borodinó no se dio en una posición escogida y fortificada, con fuerzas muy inferiores por parte de los rusos; la batalla de Borodinó, debido a la pérdida del reducto de Shevardinó, tuvo que ser aceptada por los rusos en campo abierto, en un lugar apenas fortificado, con fuerzas dos veces inferiores a las francesas, es decir, en unas condiciones en que resultaba inconcebible no sólo combatir durante diez horas y dejar la batalla indecisa, sino evitar durante tres horas la derrota completa y la desbandada del ejército.

XX

El 25 por la mañana Pierre salió de Mozhaisk. En la abrupta y empinada cuesta que llevaba fuera de la ciudad, y ante la catedral, situada a la derecha de la cumbre, cuyas campanas anunciaban los oficios religiosos, Pierre descendió del coche y siguió a pie. Detrás bajaba un regimiento de caballería precedido de sus cantores. A su encuentro subía un convoy de carros con los heridos de la acción del día anterior. Los conductores, todos mujiks, gritaban y fustigaban a los caballos, pasando de un lado a otro. Los carros, cada uno con tres o cuatro heridos, unos echados y otros sentados, saltaban sobre las piedras que hacían de aceras en la acentuada pendiente. Los heridos, envueltos en trapos, pálidos, con los labios apretados y el ceño fruncido, se sujetaban al borde de los carros, saltaban y chocaban en los carros unos contra otros. Casi todos se quedaban mirando con curiosidad infantil e ingenua el sombrero blanco y el verde frac de Pierre.

El cochero de Pierre increpaba enfadado a los convoyes de heridos para que se mantuviesen unos tras otros. El regimiento de caballería, que bajaba desde la montaña con sus cantores, alcanzó el carruaje de Pierre, estrechando todavía más el paso. Pierre se detuvo, pegándose al borde mismo del camino excavado en la montaña. El sol no llegaba por la vertiente abrupta, hacía frío y el ambiente era húmedo. Sobre la cabeza de Pierre brillaba una clara mañana de agosto y se oía el alegre repicar de las campanas. Un carro de heridos se detuvo en el borde del camino, al lado mismo de Pierre. El carretero, un mujik calzado con lapti, acudió resoplando a su carro, puso una piedra bajo las ruedas traseras sin llantas y se dedicó al arreglo de los arreos de su caballejo. Un viejo soldado herido, con el brazo vendado, que iba tras el carro, se agarró con la mano sana y se volvió a Pierre.

—Y bien, paisano, ¿nos van a dejar aquí, o nos llevan hasta Moscú?— preguntó.

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