-->

Guerra y paz

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Guerra y paz, Tolstoi Leon-- . Жанр: Классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Guerra y paz
Название: Guerra y paz
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 400
Читать онлайн

Guerra y paz читать книгу онлайн

Guerra y paz - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Mientras la aristocracia de Moscu y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ambito, las tropas napoleonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clasico de la literatura universal. Tolstoi es, con Dostoievski, el autor mas grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espanol y la edicion que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada. Reeditamos aqui en un formato mas grande y legible la traduccion de Lydia Kuper, la unica traduccion autentica y fiable del ruso que existe en el mercado espanol. La traduccion de Lain Entralgo se publico hace mas de treinta anos y presenta deficiencias de traduccion. La traduccion de Mondadori se hizo en base a una edicion de Guerra y paz publicada hace unos anos para revender la novela, pero es una edicion que no se hizo a partir del texto canonico, incluso tiene otro final. La edicion de Mario Muchnik contiene unos anexos con un indice de todos los personajes que aparecen en la novela, y otro indice que desglosa el contenido de cada capitulo.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

—Es el cocinero de no sé qué príncipe...

—Está visto, musiú, que la salsa rusa les resulta agria a los franceses... Le ha dejado mal gusto de boca— dijo un funcionario de arrugado rostro que estaba junto a Pierre cuando el azotado comenzó a llorar.

El funcionario miró en derredor para comprobar el efecto que hacía su broma; algunos rieron, otros siguieron mirando asustados al verdugo, que estaba desnudando al segundo condenado.

Pierre resopló, frunció el ceño y se volvió a toda prisa al coche sin dejar de murmurar palabras sin sentido. A lo largo del camino se estremeció varias veces y lanzó algunas exclamaciones en voz alta, hasta que el cochero le preguntó:

—¿Manda algo, Excelencia?

—Pero, ¿adonde vas?— gritó Pierre al cochero, que entraba en la Lubianka.

—¿No me ordenó que fuéramos a la residencia del general gobernador?

—¡Idiota! ¡Bruto!— gritó Pierre, llenando de insultos al cochero, cosa que hacía raras veces. —¡Te dije que a casa! ¡Y deprisa, estúpido! Tengo que salir hoy mismo— añadió ya para sí mismo.

El espectáculo de los franceses azotados y de la muchedumbre, que presenciaba el castigo, lo había llevado a la conclusión de que no podía permanecer más tiempo en Moscú; estaba decidido a salir cuanto antes para el ejército y le parecía haber dicho al cochero sus intenciones o que el cochero debería haberlas adivinado.

Al llegar a casa avisó a Eustáfíevich, el otro cochero que lo sabía todo, lo entendía todo y era conocido por todo Moscú, de que aquella misma noche iba a salir para Mozhaisk, al ejército, y que debía mandar allí sus caballos de silla. No era posible hacerlo todo en el mismo día y, siguiendo el consejo de Eustáfievich, Pierre hubo de retrasar la partida para el día siguiente, a fin de preparar los tiros de repuesto.

Después de unos días de mal tiempo, el 24 amaneció sereno y, después del almuerzo, Pierre salió de Moscú. Por la noche, al cambiar los caballos en Perjúshkovo, Pierre supo que esa misma tarde tuvo lugar una importante batalla. Contaban que allí, en Perjúshkovo, la tierra había temblado con el estruendo de los cañonazos. Pierre preguntó quién había sido el vencedor, pero nadie le supo responder. (Se trataba de la batalla de Shevardinó, librada el día 24.) Al amanecer Pierre llegó a Mozhaisk.

Todas las casas de Mozhaisk estaban ocupadas por las tropas, y en la posada, donde encontró a su caballerizo y al cochero, no quedaba sitio: todo estaba lleno de oficiales.

En Mozhaisk y más allá no se veían más que soldados por todas partes, a pie o montados: cosacos, infantería, carros, armones y piezas artilleras. Pierre tenía prisa en avanzar, y cuanto más se alejaba de Moscú y más se sumergía en aquel mar de tropas, más crecía su inquietud, su impaciencia y una sensación nueva, jubilosa, no experimentada antes. Era un sentimiento parecido al que había experimentado en el palacio de Slobodski el día de la llegada del Emperador: el sentimiento de que era preciso emprender algo y sacrificar algo. Le resultaba agradable ahora comprender que todo cuanto hace la felicidad humana, las comodidades de la vida, las riquezas y la vida misma no era nada en comparación con... ese algo. Pierre no podía darse cabal cuenta. No trataba de buscar explicación por quién y para qué se sentía tan inclinado a sacrificarlo todo. No lo preocupaba el móvil del sacrificio, sino el sacrificio en sí era el que despertaba aquel sentimiento jubiloso y nuevo.

XIX

El día 24 tuvo lugar la batalla del reducto de Shevardinó: el 25 no se cruzó ni un solo disparo y el 26 se libró la batalla de Borodinó.

¿Para qué y cómo se dieron y aceptaron las batallas de Shevardinó y Borodinó? ¿Para qué tuvo lugar esta última? Carecía de todo sentido tanto para los franceses como para los rusos. Su inmediato resultado fue y tenía que ser la próxima caída de Moscú (lo que temían los rusos más que ninguna otra cosa en el mundo); y para los franceses, la cercana pérdida de todo su ejército (lo que también temían más que nada). Ese resultado era evidente ya entonces; y, sin embargo, Napoleón no evitó la batalla y Kutúzov la aceptó.

Diríase que para Napoleón, después de haber recorrido dos mil kilómetros por el interior del país, debía de ser evidente que, aceptando la batalla, corría el riesgo de perder una cuarta parte de su ejército e ir a una derrota segura. Para Kutúzov debía de ser igual de evidente que al aceptar la batalla y arriesgar él también otra cuarta parte de su ejército, la pérdida de Moscú era indudable. Para Kutúzov, era una evidencia matemática, la misma evidencia que tendría si jugando a las damas tuviera un peón de menos y siguiera cambiando: en este caso la derrota sería segura y, por tanto, no debería cambiar.

Cuando mi adversario tiene dieciséis fichas y yo catorce, sólo soy más débil que él en la proporción de un octavo; pero cuando hayamos cambiado ambos otras trece piezas, él será tres veces más fuerte que yo.

Antes de la batalla de Borodinó, las fuerzas rusas estaban, aproximadamente, en la proporción de cinco a seis con respecto a las del enemigo; después de la batalla quedaron en la proporción de uno a dos: es decir, antes de la batalla eran cien mil contra ciento veinte mil; después, cincuenta contra cien. Y, sin embargo, el inteligente y experto Kutúzov aceptó la batalla y el genial adalid —así llaman a Napoleón— la libró, perdiendo la cuarta parte de su ejército y alargando aún más su línea de comunicaciones. Si dijeran que ocupando Moscú, como ocurrió con Viena, Napoleón pensaba poner fin a la campaña, las pruebas que se pueden oponer son muchas. Cuentan los historiadores que Napoleón, ya en Smolensk, quiso detenerse, que comprendía el peligro de alargar sus comunicaciones y sabía que la ocupación de Moscú no significaba el término de la campaña, porque después de lo de Smolensk veía en qué estado le dejaban las ciudades rusas y tampoco recibía respuesta alguna a sus repetidas manifestaciones de que deseaba iniciar conversaciones.

Dando y aceptando la batalla de Borodinó, Napoleón y Kutúzov procedían de un modo insensato, no eran dueños de sus actos; y los historiadores, basándose en hechos consumados, han aportado pruebas hábilmente trenzadas para demostrar la previsión y el genio de los caudillos que, de todos los instrumentos inconscientes de los acontecimientos mundiales, fueron los más dóciles y menos conscientes.

Los antiguos nos dejaron modelos de poemas heroicos en los que los héroes acaparan todo el interés de la historia; y no acabamos de habituarnos a que en nuestros tiempos carezca de sentido ese tipo de historia.

Para la otra pregunta: ¿cómo se libraron las batallas de Borodinó y la de Shevardinó, que la precedió?, también existe una explicación definida, conocida de todos y absolutamente falsa. Los historiadores se muestran unánimes en describir los acontecimientos de la siguiente manera:

Después de su retirada de Smolensk, el ejército ruso buscaba la posición más ventajosa para la batalla campal y la encontró, al parecer, en las cercanías de Borodinó.

Los rusos, al parecer, fortificaron con anterioridad tal posición, a la izquierda del camino de Moscú a Smolensk, casi en ángulo recto, entre Borodinó y Utitsa, en el mismo lugar donde se desarrolló la batalla.

Delante de esta posición se dispuso, al parecer, una avanzada sobre la altura de Shevardinó, con el fin de vigilar al enemigo; el día 24 Napoleón atacó y tomó esa avanzada; el 26 se lanzó contra todo el ejército ruso dispuesto en el campo de Borodinó.

Eso es lo que escriben los historiadores, y todo es absolutamente inexacto, como podrá comprobarlo fácilmente quien desee penetrar en el sentido de la acción.

Los rusos no buscaron la mejor posición: todo lo contrario, durante la retirada abandonaron posiciones mucho mejores que la de Borodinó; y no se detuvieron en ninguna de ellas porque Kutúzov no quería aceptar una posición que él no habría escogido y porque la batalla campal no parecía aún inevitable; además no tenía fuerzas suficientes, ya que Milorádovich se retrasaba con sus milicias, aparte de otras innumerables causas. El hecho es que ciertas posiciones anteriores a la de Borodinó (donde se libró la batalla) no sólo eran mejores sino que ni siquiera podían llamarse posiciones; no eran ni más ni menos que cualquier otro lugar del Imperio ruso que pudiera señalarse por casualidad con un alfiler sobre el mapa.

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название