Diario de la Guerra de Espana
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Esta es la traducci?n castellana de la edici?n definitiva. Koltsov, corresponsal extraordinario de Pravda en Espa?a, fue testigo ocular de los acontecimientos que narra. Estrechamente ligado a la pol?tica contempor?nea del partido comunista ruso y periodista fuera de lo com?n, uni? a una gran valent?a personal dotes pol?ticas y militares excepcionales, una innegable profundidad de an?lisis y una lengua exacta y po?tica. Su papel en Espa?a fue mucho m?s importante que el que se puede esperar de un simple corresponsal de guerra, y sus actividades le situaron en m?s de una ocasi?n en el plano m?s elevado de la acci?n pol?tica. Su maravillosa fuerza descriptiva es patente en los pasajes m?s duros del Diario: la muerte de Lukacs, la conversaci?n con el aviador moribundo, el tanquista herido, el asalto frustrado al Alc?zar... Pero nada supera, sin duda, la maestr?a de los retratos de Koltsov. Su pluma arranca los rasgos esenciales de los nombres m?s significativos del campo republicano: Largo Caballero, Durruti, Alvarez del Vayo, Rojo, Malraux, Garc?a Oliver, Kleber, La Pasionaria, Casares Quiroga, L?ster, Checa, Aguirre, Jos? D?az, junto a gentes de importancia menos se?alada, con frecuencia an?nimas: oficiales, soldados, mujeres, ni?os... Es ?ste, en definitiva, un documento literario y pol?tico de un periodo crucial —1936-1937—, que ayuda no s?lo a revivirlo sino a comprenderlo.
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El comité de la fábrica y el representante del gobierno efectuaron ante todo una limpieza en la administración. Fueron despedidos tres ingenieros y dos peritos. En cambio, fue readmitido al trabajo un ingeniero de ideas izquierdistas despedido por la administración después de los acontecimientos de octubre de 1934.
El ingeniero jefe de la fábrica se pasó a los facciosos. El director se las arregló en el último momento para «regalar» su casa a la embajada brasileña, obtuvo pasaporte brasileño y está escondido en el edificio de la embajada.
Las condiciones de trabajo establecidas son las que los obreros querían obtener mediante su huelga en vísperas de la sublevación fascista. (En líneas generales, en todo el país los obreros siguen trabajando, por ahora, según las tarifas vigentes en el momento de la sublevación.) El volumen de la producción de la fábrica se conserva y se ha dejado al nivel de antes; ello se debe a la insuficiencia de metal y a que doscientos obreros han salido para el frente.
Entre el personal técnico que ha quedado en la fábrica, se ha designado a un ingeniero jefe con funciones de director técnico.
—¿Cuáles son los planes inmediatos del comité de fábrica?
El presidente del comité de la fábrica, Baltasar, sin partido, simpatizante con los comunistas, joven sencillo y reflexivo, responde después de una pausa:
—De momento vivimos al día.Pero no bienalejemos de Madrid a los fascistas, nos estableceremos más sólidamente. Ante todo, distribuiremos de otro modo los talleres y los obreros. Como ahora vemos, aquí había bastante caos. Con estos cambios, la producción ganará mucho. Luego queremos crear la protección del trabajo —en nuestra fábrica había muchos accidentes—. En Madrid existe un instituto para la seguridad del trabajo. Estableceremos un contrato con ese instituto. Organizaremos un pequeño hospital adjunto a la fábrica, abriremos casas de descanso, como en su país. Queremos fundar una cooperativa. Ya ahora surtimos de tabaco a los obreros. Nuestras mujeres han organizado el envío de paquetes al frente. Hace unos días han tenido una gran satisfacción, se han enterado de que a ellas mismas las mujeres soviéticas les han mandado víveres. Pero lo más importante es, desde luego, echar a los fascistas. De otro modo, nos colgarán de las farolas con todas nuestras familias.
El comité de fábrica se ha distribuido el trabajo de la manera siguiente: presidente y secretario; dos miembros del comité se desplazan por la ciudad, mantienen el contacto con los clientes y las instituciones; dos se ocupan de la labor sindical; los demás, no liberados de la producción, observan el trabajo en los talleres.
El representante del gobierno resuelve todos los problemas de común acuerdo con el comité. Se producen roces, naturalmente, sobre todo en lo tocante a la dirección única. Pero el delegado del gobierno asegura que, por ahora, no ha chocado con incomprensiones serias de ninguna clase...
Por lo visto, el Consejo Nacional de Incautación quedará como una institución permanente del gobierno. Le están sometiendo a consideración miles de proyectos y problemas. Ahora el Consejo regula la producción y el consumo del papel. Se crea una industria estatal para la construcción de medios de transporte. Quieren que el Estado monopolice las principales ramas del comercio exterior. Los escritores españoles proponen que se cree una editorial del Estado, conservando, paralelamente, la actividad editorial privada.
8 de septiembre
El jefe del gobierno español y ministro de la Guerra de la República, Francisco Largo Caballero, a las 11 horas 30 minutos ha recibido al representante del periódico moscovita Pravda.La conversación ha tenido lugar en el edificio del Ministerio de la Guerra y ha durado veinte minutos.
Todas las salas del piso principal han quedado limpias de gente superflua y están casi desiertas. Ante las puertas, hay ordenanzas que paran a los visitantes. Éstos esperan pacíficamente sentados en los divanes y hojean anuarios militares de 1887. Un viejecito con lentes, típico viejo funcionario socialdemócrata, se atormenta largo rato anotando el difícil nombre ruso en la hoja de visita. Yo había visto a ese viejo en el vestíbulo de la Unión General de Trabajadores, pero ahora lleva chaqueta negra y un brazalete oficial en la manga. Cuando me he hartado de entretenerme con él, le he dejado con la palabra en la boca y he pasado al otro extremo de la inmensa antesala. Un elegante oficial con charreteras, con la raya que el fijapelo hace impecable, se inclina y en seguida me deja pasar al gabinete; la entrevista había sido convenida por teléfono.
Caballero, ahora ya vistiendo un buen traje de paisano y no el mono de tela, pulcramente rasurado, erguido y severo, está sentado a la mesa. Guarda un silencio infinitamente largo y frío mientras no se le habla.
Después de haber oído las palabras de saludo, hace un movimiento con la cabeza y vuelve a callar. Por fin articula algunas palabras. Pide que le disculpe —ahora no puede sostener conmigo una conversación como la que tuvimos el día 27 de agosto. Entonces él era un hombre libre, ahora es una figura, está atado por su cargo. Ahora, en general, no conversa con nadie sobre temas políticos. Para las conversaciones sobre temas políticos existe el Consejo de Ministros. Hace una excepción especial sólo para Pravda.
—Comprendido. Gracias.
Pero pide no abusar de esta excepción.
—Comprendido. ¿Qué representa su gobierno?
—Es un gobierno de Frente Popular.
—Comprendido. ¿Su base?
—Mi gobierno representa a todos los trabajadores españoles agrupados en los sindicatos y a todas las fuerzas del pueblo concentradas en una sola mano para defender al país contra la sedición ilegal. Desde luego, los republicanos, los socialistas, los comunistas, los anarquistas, poseen sus ideas acerca del porvenir social de España, sostienen distintas teorías y proyectos prácticos diferentes. También los tengo yo. Pero no hablo de ellos. Ahora, todas las divergencias quedan a un lado. Constituimos un organismo único, tenemos un objetivo: aplastar el fascismo. Todo se une en el gobierno.
—Comprendido. ¿Qué hace el nuevo gobierno para provocar un viraje en las operaciones militares?
—Mi primer objetivo es asegurar la unidad completa de mando y de autoridad. Ahora, la dirección de todas las fuerzas armadas de la República está concentrada en las manos del ministro de la Guerra.
—¿Incluida Cataluña?
—Incluida Cataluña.
—Comprendido.
—Hemos creado un nuevo Estado Mayor Central formado por oficiales inteligentes, calificados y que conocen su oficio.
—¿El nombre del jefe del Estado Mayor?
—Los nombres no interesan. La autoridad y la influencia del Estado Mayor Central sobre el curso de las operaciones aumentan de día en día. Pero este problema no estará completamente resuelto mientras no hayamos establecido en cada frente y en cada sector jefes que estén directa e inmediatamente subordinados a mí y al Estado Mayor Central. He prohibido también a los jefes militares revelar secretos de servicio. He ordenado a la censura poner fin a la analfabeta charlatanería de la prensa española que descubre todos los detalles de las operaciones.