Shanna
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Lentamente empezaron a caminar y él señaló y explicó los detalles de la construcción. Shanna estaba familiarizada con las operaciones de alimentar con caña las ruedas de un pequeño trapiche montado sobre un carro y que era llevado a los campos cuando se lo necesitaba. Pero miró con cierto respeto y asombro la estructura que estaba siendo erigida en ese lugar.
Los tres enormes rodillos habían sido terminados y aguardaban cargamentos enteros de caña y había una cuba gigantesca para recibir los jugos. Dos alas se extendían a los costados del trapiche propiamente dicho, una con grandes calderos de cobre para cocinar el jarabe y convertirlo en un líquido más denso, la otra con cubas de fermentación y alambique de bronce para producir diversos rones, el negro para abastecer a los barcos de Su Majestad, el más claro para servir en cualquier mesa.
Parte de la mente de Shanna seguía las explicaciones de Ruark mientras que el resto de su atención centrábase en el hombre. Aquí, pensó ella, él estaba en su elemento. Su voz tenía cierto tono de autoridad y su actitud era segura y confiada. Subió sobre una viga apenas más ancha que su pie y caminó despreocupadamente por ella mientras explicaba y señalaba los trabajos del trapiche. Shanna lo veía desde todos los ángulos desde atrás cuando él la ayudó a subir un tramo de escalera. sin terminar, desde los costados cuando él se apartaba un poco para enseñarle la sencillez de su plan, desde abajo cuando él subió a una plataforma elevada.
Shanna lo seguía en silencio y sentía el orgullo que a él le producía su obra. Comprendió que él era un hombre que sólo se conformaba haciendo las cosas lo mejor posible. Su asombro aumentaba a medida que lo estudiaba a él y su curiosidad se intensificaba.
Seguramente- pensó- él es más que un siervo. La respuesta le llegó sola. Por supuesto, ella siempre lo había sabido. El nunca había sido esclavo de ningún hombre ni de ninguna mujer.
Shanna trató de imaginar en qué clase de hogar había nacido un hombre así y qué manos lo habían criado.
La risa suave de Ruark interrumpió sus cavilaciones. Shanna lo miró intrigada.
– Me temo que he sido demasiado detallista en mis explicaciones, pero por lo menos podrás responder cualquier pregunta que te hagan acerca del trapiche.
– y a he visto antes partes del trapiche y he escuchado a otros describirlo. Realmente, es una maravilla..
Shanna se apoyó en una columna para sentirse más segura porque la altura le producía vértigos y también para preparar su mente, porque la puerta que estaba a punto de abrir con sus palabras podía ocultar muchas clases de espectros.
– ¿Y qué debo responder cuando la gente me pregunte cosas de ti, John Ruark? Sé muy poco de ti. ¿Y tu familia? Esta mañana mencionaste a tu padre. ¿El está enterado de ese incidente en Inglaterra?
– Espero que no. No, ruego que no. -Ruark miró a la distancia, con expresión preocupada-. Sus fuerzas serían puestas a prueba si llegaran hasta él esos rumores y me creyera muerto.
– ¿y tu madre? -insistió Shanna -. ¿Tienes hermanos? ¿Hermanas? No los has mencionado.
Ruark la miró sonriendo.
– ¿Cómo podría jactarme de ellos, Shanna, cuando son rústicos coloniales?
Shanna percibió la ironía Y. renunció a enterarse de más cosas de él. Se irguió y 1o miró a los ojos. Ruark estaba observándola intensamente.
– Tus ojos revelan tus pensamientos -1o acusó bruscamente-. Es una grosería mirar tan abiertamente, y peor aún hacerlo en la iglesia.
– Sólo estaba admirándote -dijo él-. Eras la más hermosa mujer que allí había, y yo, como la mayoría de los otros hombres, sólo admiraba tu belleza.
– Tú eres más atrevido que los otros -dijo ella-. Cada vez que me miras me siento desnuda.
– Lees muy bien mis pensamientos, Shanna. Frecuentemente sueño que te tengo desnuda en mis brazos.
– ¡Eres un canalla! ¡Un canalla grosero, mal pensado! -gritó Shanna y sus mejillas enrojecieron-. No sé en qué terminará todo esto. ¿Y si yo estoy encinta? ¡ Sería desastroso!
– Sólo si tú lo quieres así -replicó suavemente Ruark.
– ¡Oh, calla! -estalló Shanna-. ¿Qué te importa a ti mi problema? Yo tendría que enfrentar a mi padre mientras que tú, sin duda, encontrarías la forma de salvarte de una azotaina.
Ruark la miró fijamente.
– ¿Tienes alguna indicación de que estás encinta, Shanna? Quizá el mes se te ha retrasado.
Shanna sacudió la cabeza con irritación y apartó la vista de esa mi rada fija de él, algo avergonzada.
– No, aún no -dijo.
Ruark la tocó en un hombro.
– Entonces pronto, quizá, amor mío, y podrás estar más tranquila. Shanna se apartó de la caricia de él.
– ¿Debes espiar en mi vida privada? ¿No puedo tener secretos para ti?
Bajo los dedos de él, el suave rodete de cabello de su nuca quedó libre. Ruark tomó unos rizos y aspiró la deliciosa fragancia. Le habló al oído.
– Para tu esposo no, amor mío. Si la simiente ha sido plantada sólo nos queda aceptar el hecho.
Con franca irritación, Shanna se volvió bruscamente y Ruark supo que había llegado demasiado lejos.
– ¿Sí? -exclamó ella-. ¿Y qué harías tú si yo estuviera encinta? ¿Aceptarías al hijo de mis entrañas y le darías tu apellido?
– Ciertamente -le aseguró Ruark-. Pero allí está el problema.
¿Deberíamos darle el apellido Ruark; admitir que somos amantes, y después casarnos otra vez? ¿O le damos el apellido Beauchamp, como es su derecho, y confesamos todo, que desde el principio estuvimos casados, y nos entregamos a la misericordia de tu padre?
Shanna golpeó indignada el suelo con el pie. El estaba tomándolo todo a broma y burlándose de ella.¡Oh, cómo 1o detestaba!
– Eres grosero -dijo, magnífica en su furia, con los ojos echando chispas-. ¡Eres un bárbaro de la peor clase! Bromeas con mi orgullo y tomas mi honor a la ligera. Me privarías de 1o que tanto he trabajado para conservar: mi derecho a elegir esposo. ¿Acaso esperas que yo acepte mansamente ser la madre de tus bastardos?
– No serán bastardos, Shanna. Tú eres mi esposa.
Ella negó con la cabeza y trató de apartarse pero él tenía sus dedos en la nuca de ella y la miraba fijamente ti la cara.
– ¡El pacto ha sido cumplido! -dijo ella, casi sin aliento-. ¡Tú 1o has admitido!
– ¿Y qué hay de los votos matrimoniales! -replicó él-. ¿Crees que fueron pronunciados con ligereza y que puedes rechazarlos a voluntad? ¿Respetas lo que has jurado ante un altar menos que lo que prometiste en una oscura celda? ¿Cómo explicas que eres viuda cuando yo estoy vivo, con buena salud? -Sus palabras adquirieron un tono insultante, duro-. ¿Acaso has comprobado que me falta vigor para que tengas que buscar otro esposo y tenderte debajo de él a fin de gozar de los placeres que él pueda proporcionarte?
Shanna lo miró atónita y él rió cáusticamente.
– Tal vez -continuó él- prefieras casarte con un lord de ilustre apellido pero empobrecido y pasar el resto de tu vida deseando un hombre de verdad. ¿O me llamarás para complacerte en lo que no pueda complacerte tu elegante lord?
– ¡Bestia! -estalló ella y levantó la fusta como si fuera a golpearlo en el rostro-. Te muestras frívolo pues poco tienes que perder. Puedes huir muy bien y dejarme con el vientre hinchado. -Se apartó de él-. Como son los hombres, eres libre para satisfacer todos tus caprichos.
– ¡Libre! -dijo Ruark en tono despectivo-. No Shanna, soy un siervo y mi amo podría decidir venderme y yo nada podría decir. -Ahora se le acercó y su voz se elevó-. ¿Escapar? ¿Ser un renegado toda mi vida?
¡Shanna, déjame decirte que no haré eso!
– Sí, realmente eres un renegado -dijo Shanna, poniendo los brazos en jarras-. Pero yo tengo todo que perder.
– ¡Todo que perder! -replicó él-. ¿Y qué más que mi cuello puedo perder yo? ¿Crees que lo valoro tan poco que tomo tu estado a la ligera? ¿Crees que busco por padrino al verdugo?
Shanna repuso con voz aguda:
– ¡Creo que eres un asno pomposo!
– ¡Y tú eres una niña malcriada! -rugió Ruark-. Yo creo que debería hacer lo que hacía tu padre, ponerte boca abajo sobre mis rodillas y darte una buena azotaina.
Los ojos verdes lo miraron amenazadores.
– ¡Atrévete a tocarme, Ruark Beauchamp, Y te arrancaré la piel de tu cuerpo desnudo!
Estaban de pie en el trapiche a medio construir, sobre una estrecha plataforma que temblaba bajo la cólera de los dos, pero ninguno lo advertía. Una pequeña nube de tormenta entró en el valle arrastrando consigo a otras más.
– ¡Mequetrefe! -exclamó Shanna, ahogada bajo la mirada de esos ojos ambarinos-. ¡Eres un grosero cruel! Un bruto…
Hubo un relámpago cegador sobre sus cabezas. Al instante siguiente el estallido ensordecedor de un trueno los envolvió en una masa de sonido. Shanna se sobresaltó y presa de súbito pánico cayó sobre Ruark, con los ojos dilatados por el miedo. Inmediatamente estalló otro relámpago y pálida y temblorosa, se aferró a Ruark como una niña asustada. El no había pensado que pudiera haber algo en el mundo que la asustara tanto. Ella había demostrado gran coraje frente a diversas dificultades. La cólera de él desapareció rápidamente y le rodeó los hombros con el brazo y la condujo hacia la escalera. Ya caían las primeras gotas de lluvia y el viento agitaba las tablas sueltas bajo los pies de ellos.