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Cyteen 1 - La Traicion

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Cyteen 1 - La Traicion
Название: Cyteen 1 - La Traicion
Автор: Cherryh C. J.
Дата добавления: 16 январь 2020
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Cyteen 1 - La Traicion - читать бесплатно онлайн , автор Cherryh C. J.
Cyteen es ya un hito en la moderna literatura que trata con amenidad temas trascendentes: la clonaci?n, la funci?n de la herencia y de la educaci?n en el desarrollo de una personalidad, etc. Pero Cyteen es tambi?n una brillante especulaci?n sobre c?mo los mecanismos de la psicog?nesis individual y la manipulaci?n psicol?gica desembocan inevitablemente en la sociog?nesis de la historia. Una idea de alcance parecido a la psicohistoria de Asimov. Sin embargo, Ari Emory (el Hari Seldon de Cherryh) tiene, tal vez, la ventaja de la casi inmortalidad que le ofrece la clonaci?n.«La mejor novela de la autora de La Estaci?n Downbelow y El Orgullo de Chanur, quien ha obtenido tres premios Hugo en los ?ltimos diez a?os.»

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—Pero, de todas maneras, ¿de qué sirve todo esto aparte de recuperar a Emory? ¿Cuánta gente tendrá ese tipo de registro de su vida? ¿A qué podemos aplicarlo? No puede darnos a Bok.

—Emory misma no es despreciable. Emory, capaz de retomar el trabajo donde lo dejó, pero a los veinte años. Tal vez antes. No lo sabemos. Lo averiguaremos cuando llegue el momento. Quiero que me comprenda: lo que aprendamos al llevar a cabo este proyecto nos dirá la cantidad de datos que debemos tener para otros candidatos. Como Bok. Pero tenemos que ser muy cuidadosos esta vez. Porque si es cierto que siempre ocurre lo peor, debemos tomar todas las precauciones, recuperar todas las influencias. Conseguir a Ari de nuevo es el primer paso. Si va a haber una amplificación de su trabajo en la formación de personalidad, Ari es la clave. Ella es nuestra oportunidad. La conocemos. Podemos llenar las lagunas de la información y hacer correcciones si es necesario. No conocemos a Rubin, no hasta ese punto. Con él no tenemos la ventaja que representa Ari, ¿se da cuenta? Rubin se ha convertido en un lujo. Recuperar a Ari Emory constituye una necesidad. Podemos intentarlo solos, pero sería mucho más fácil si el Departamento de Defensa nos apoyara.

—Es decir, dinero. Nye negó con un gesto.

—Discreción. La capacidad necesaria para retener a Warrick. La capacidad para ocultar el proyecto. Autoridad para proteger nuestras investigaciones, y a nuestro sujeto, de Asuntos Internos.

—Ah. —Gorodin respiró hondo—. Pero eso es dinero, todo es dinero al fin y al cabo.

—Podemos cumplir nuestra parte del trato si usted pone fondos en el proyecto Rubin. Pero la protección a los sujetos es imprescindible. Todo depende de este factor.

Gorodin se reclinó en la silla y se mordió el labio. Y pensó de nuevo en los grabadores.

—¿Ha hablado con Lu?

—Todavía no.

—¿No ha mencionado esto a nadie fuera de Reseune?

—No, ni pienso hacerlo. Hemos tenido una filtración en Seguridad, con el azi. Ya la hemos cubierto. No habrá otra.

Gorodin lo pensó. Civiles con sus asuntos bajo protección militar. Una filtración y Dios sabe qué más. Demasiados aficionados.

Reseune quería empezar unaestrecha cooperación en un proyecto que, para Gorodin, maldita sea, inclinaría la balanza del poder hacia la Unión, irrevocablemente.

Ariane Emory y su experimento con un chico en Fargone le habían parecido mucho más seguros. Reseune tratando de resucitar a los muertos era... el caos; que cada uno trate de tomar la porción más grande. El todo vale.

Era una carga para el presupuesto de Defensa.

—No creo que haya problemas —dijo Gorodin—. Es simple: nos apropiamos de la instalación de Fargone. Invocamos el Acta de Secretos Militares. Podemos cubrir lo que necesite.

—No hay problema —dijo Nye—. No nos molesta eso. Mientras todo sea secreto de estado.

—Está bien —aceptó Gorodin.

—Así que lo catalogamos todo bajo la etiqueta de proyecto Rubin —dijo Nye—. Construimos la instalación en Fargone; trabajamos en el proyecto Rubin allí, bajo secreto estricto; y quedamos todavía más protegidos para el trabajo en Cyteen.

—¿Dos por el precio de uno? —Después de decirlo, a Gorodin le pareció que era una forma un poco grosera de hablar en el día del funeral de Emory. Pero, mierda, se trataba de su resurrección. No la identidad, había dicho Warrick, sólo la habilidad. Y ya eso era demasiado.

Estaba totalmente seguro de que Giraud Nye deseaba que Reseune mantuviera el control sobre el proyecto. El proyecto, es decir, un embrión en un tanque-útero y un chico que crecía en Reseune. Veinte años.

De pronto lo sumó a su edad. Tenía ciento veintiséis, y el tiempo se le iba entre los dedos. Al cabo de veinte años, serían ciento cuarenta y seis. Y Nye no era joven tampoco.

Por primera vez lo golpeaba la realidad: lo que había dicho Warrick sobre el factor tiempo en Reseune. Estaba acostumbrado a las dilaciones, en el sentido espacial de la palabra, que ciento cuarenta y seis años de tiempo en tierra serían muchos menos para él, que perdía meses de ese tiempo en días de salto en el espacio. Pero el tipo de tiempo que manejaba Reseune equivalía a una vida humana.

—Querríamos que ese segundo proyecto fuera en gran escala —continuó Nye—. Tener un estudio comparativo podría salvarnos en caso de crisis, y ya no podemos probar las teorías. La comparación nos dará las respuestas que necesitamos. No es un lujo.

Parte del proyecto Rubin en Fargone significaba parte de los datos al alcance de Gorodin. Y era una especie de seguro. Gorodin pretendía duplicarlo todo para asegurarse: en el equipo, o en la planificación. Economía espacial. Dos de cualquier cosa nunca era demasiado.

—Hágalo —dijo—. Con ello la protección será mucho más fácil. —Estaba a punto de aclararlo con Lu y los jefes de personal. Pero todos aceptarían cualquier trato que les prometiera aquel tipo de recompensa y pusiera el trabajo de Emory a disposición de Defensa.

Defensa albergaba muchos proyectos bajo su ala. Algunos acababan siendo rotundos fracasos. Los que funcionaban pagaban por el resto.

IX

Oía pasos junto a la puerta continuamente. Eran más de los acostumbrados. Había voces. Algunas de ellas le parecían conocidas; alguien se había detenido frente a su puerta, un grupo de gente que hablaba.

Por favor,pensó Justin. Por favor. Que alguien entre.Esperó un momento. Tenía miedo. Escuchó, sentado sobre el jergón que constituía todo el mobiliario de la habitación. Apretó las manos en el espacio vacío entre las piernas cruzadas.

—Llame a Ari —seguía diciendo a cualquiera que se le acercaba—. Dígale que quiero hablar con ella.

Pero eran azi. No tenían autoridad para pasar por encima de su supervisor. Y aunque seguía pidiéndolo, el supervisor no acudía.

Lo habían llevado a una celda de suicidas, con la puerta y las paredes acolchadas, sólo un lavabo, un retrete y el jergón. La luz siempre estaba encendida. La comida llegaba en envoltorios solubles en agua no mucho más pesados que el papel higiénico, sin utensilios. Se le habían llevado la ropa y le habían dado a cambio sólo un pijama de hospital, de papel blanco. No lo habían vuelto a interrogar. No le habían hablado. No sabía cuánto tiempo había transcurrido. Dormía, pero estaba inquieto por la depresión y la falta de estímulos de las luces o la actividad fuera de la celda. Y los destellos, seductores y destructivos. Se negaba a dejar que los destellos le dominaran en la soledad. Se negaba, aunque debería haberlos aceptado como un consuelo.

No a mí, seguía pensando mientras intentaba mantenerse despierto, lejos de los sueños. No por mi elección. No pertenezco a ella. No voy a pensar sus pensamientos.

Ari lo tenía como rehén, pensó. Lo tenía prisionero, y tal vez también a Grant para amenazar a Jordan y conseguir que no se presentara en el Departamento con acusaciones graves. Quizá también había arrestado a Jordan. Tal vez Jordan no podía ayudarlo. Pero de todos modos, tendría que venir la policía. Y no lo habían vuelto a someter a psicotest; no podrían someter a Jordan a una prueba con drogas.

Grant era el más vulnerable. Ella usaría a Grant contra Jordan, y a él también. No lo dudaba.

Esperaba que acudiera la policía. Asuntos Internos. El Departamento de Ciencias. Cualquiera.

Esperaba que la pequeña conmoción del exterior se tratara de eso.

Pero lo había esperado antes, muchas veces.

Seguramente Grant lo había esperado. Pero en lugar de eso, había llegado Seguridad y lo había llevado a una sesión de psicotest, más preguntas, estaba seguro.

Oyó cómo se destrababa el cerrojo electrónico. Se abrió la puerta.

—Ser Nye quiere verlo —dijo uno de los dos azi; los dos de Seguridad—. Por favor, venga.

Justin se puso en pie. Sintió que le fallaban las rodillas. Avanzó hacia la luz, sabiendo que se dirigía a otra sesión de psicotest; pero al menos tendría la oportunidad de decirle algo a Giraud, al menos tendría la oportunidad de decirle algunas palabras antes de que le administraran las drogas.

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