El Curioso Incidente Del Perro A Medianoche
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"El curioso incidente del perro a medianoche" es una novela que no se parece a ninguna otra. Elogiada con entusiasmo por autores consagrados como Oliver Sacks e Ian McEwan, ha merecido la aprobaci?n masiva de los lectores en todos los pa?ses donde se ha publicado, adem?s de galardones como el Premio Whitbread y el Premio de la Commonwealth al Mejor Primer Libro. Su protagonista, Christopher Boone, es uno de los m?s originales que han surgido en el panorama de la narrativa internacional en los ?ltimos a?os, y est? destinado a convertirse en un h?roe literario universal de la talla de Oliver Twist y Holden Caulfield.
A sus quince a?os, Christopher conoce las capitales de todos los pa?ses del mundo, puede explicar la teor?a de la relatividad y recitar los n?meros primos hasta el 7.507, pero le cuesta relacionarse con otros seres humanos. Le gustan las listas, los esquemas y la verdad, pero odia el amarillo, el marr?n y el contacto f?sico. Si bien nunca ha ido solo m?s all? de la tienda de la esquina, la noche que el perro de una vecina aparece atravesado por un horc?n, Christopher decide iniciar la b?squeda del culpable. Emulando a su admirado Sherlock Holmes el modelo de detective obsesionado con el an?lisis de los hechos-, sus pesquisas lo llevar?n a cuestionar el sentido com?n de los adultos que lo rodean y a desvelar algunos secretos familiares que pondr?n patas arriba su ordenado y seguro mundo.
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11
Entonces llegó la policía. A mí me gustan los policías. Llevan uniformes y números y uno sabe lo que se supone que tienen que hacer. Había una policía y un policía. La mujer policía tenía un pequeño agujero en las medias a la altura del tobillo izquierdo y un arañazo rojo en medio del agujero. El policía llevaba pegada a la suela del zapato una gran hoja naranja, que le sobresalía por un lado.
La mujer policía rodeó con los brazos a la señora Shears y la llevó de vuelta a la casa.
Levanté la cabeza de la hierba.
El policía se agachó junto a mí y dijo:
– ¿Quieres contarme qué está pasando aquí, jovencito?
Me senté y dije:
– El perro está muerto.
– De eso ya me he dado cuenta -dijo él.
– Creo que alguien ha matado al perro -dije.
– ¿Cuántos años tienes? -preguntó el policía.
– Tengo 15 años, 3 meses y 2 días -dije.
– ¿Y qué hacías exactamente en el jardín? -preguntó.
– Tenía al perro en brazos -dije.
– ¿Y por qué tenías al perro en brazos? -preguntó.
Una pregunta difícil. Era algo que yo quería hacer. Me gustan los perros. Me ponía triste ver que el perro estaba muerto.
Como me gustan los policías quería responder adecuadamente a la pregunta, pero el policía no me dio el tiempo suficiente para dar con la respuesta correcta.
– ¿Por qué tenías al perro en brazos? -preguntó otra vez.
– Me gustan los perros -dije.
– ¿Has matado al perro? -preguntó.
– Yo no he matado al perro -dije.
– ¿La horca es tuya? -preguntó.
– No -dije.
– Parece que esto te ha alterado mucho -dijo.
Me estaba haciendo demasiadas preguntas y me las estaba haciendo demasiado rápido. Se me amontonaban como los panes en la fábrica donde trabaja el tío Terry. La fábrica es una panificadora y él maneja la máquina de rebanar. A veces la máquina no va lo bastante rápido pero el pan sigue llegando hasta causar un bloqueo. A veces me imagino mi mente como si fuera una máquina, aunque no siempre como una rebanadora de pan. Hace que me sea más fácil explicarles a los demás lo que pasa en mi interior.
El policía dijo:
– Voy a preguntarte una vez más…
Volví a rodar sobre la hierba y pegué la frente al suelo otra vez e hice ese ruido que Padre llama gemido. Hago ese ruido cuando llega demasiada información a mi cabeza desde el mundo exterior. Es como cuando estás alterado y sujetas la radio contra la oreja y la sintonizas entre emisoras y lo único que se oye es eso que llaman ruido blanco, y entonces subes el volumen al máximo y sabes que estás a salvo porque no puedes oír nada más.
El policía me agarró del brazo y me hizo ponerme en pie.
No me gustó que me tocara de esa forma.
Y entonces le pegué.