Psicomagia
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Psicomagia es el documento m?s completo sobre la evoluci?n de la obra creativa y terap?utica de Alejandro Jodorowsky, e incluye la versi?n ?ntegra, in?dita en Espa?a, del texto fundamental para comprender la psicomagia. El autor nos muestra el camino que le llev? a ella, desde sus primeros actos po?ticos y teatrales hasta su aprendizaje para controlar el mundo on?rico. Estos pasos imprescindibles, junto con el conocimiento que maestros, curanderos y chamanes le transmitieron, fue lo que dio origen a sus t?cnicas para sanar, conocidas como psicomagia y psicogenealog?a. El libro ofrece tambi?n al lector una reciente entrevista con Jodorowsky, en la que nos habla de la muerte, del destino, las religiones, la clonaci?n humana, su idea sobre el futuro de la humanidad o la necesidad de despertar nuestra mente. El volumen lo cierran un curso con ejercicios, donde el autor nos muestra c?mo es posible desarrollar nuestra creatividad y utilizarla para que nos libere de roles e ideas preconcebidas, y un ap?ndice con 12 casos psiqui?tricos reales cuyos pacientes fueron curados al serles prescritos actos de psicomagia.
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Y veamos un último sueño en el que, como en tantos otros, me encuentro una vez más frente al monstruo: «Tengo que cruzar un sótano lóbrego con suelo de tierra apisonada. Un desconocido me espera para dejarme entrar. Siento en la penumbra la presencia de un animal. Sé que se trata de una pantera negra y que el desconocido es su domador. Me indica con una seña que cruce en línea recta, sin temor. Le obedezco, pero la pantera salta sobre mí, me lanza al suelo… y, con las zarpas delanteras, me inmoviliza la cabeza. Me mordisquea el cráneo sin herirme, como un gato que juega con su ratón. Veo la cara descompuesta del domador, que al verme a merced de su fiera se siente impotente. Sin embargo, no me abandono al miedo en ningún momento. Sin moverme, dejo que la pantera me acaricie el pelo con sus fauces. Sé que tengo que entregarme, fundirme con ella, aceptar la situación con amor; disolverme en la pantera. Empiezo a vibrar de amor y me hago uno con ella. En ese instante, la pantera desaparece. Me levanto, cruzo el sótano y sigo mi camino. Me despierto lleno de gozo».
Si he comprendido bien, aplicó usted las enseñanzas recibidas en sueños a su vida diurna y, posteriormente, las incorporó a la práctica de la psicomagia…
Absolutamente. He hecho un gran esfuerzo por mantenerme fiel día a día a lo que me era permitido comprender en sueños. Porque ¿de qué sirve recibir enseñanzas si no las aplicas cuando te encuentras ante las dificultades cotidianas? Una enseñanza no se hace operante, no adquiere toda su fuerza transformadora, hasta el momento en que es aplicada.
¿Podría dar un ejemplo de aplicación a la vida diaria de un principio recibido en sueños?
Bueno, como decía, el sueño lúcido me enseñó a enfrentarme al monstruo. Está permitido huir mientras uno no sienta las fuerzas necesarias para hacerle frente; pero hay un momento en que debes mirarlo a los ojos. Entonces frecuentemente sucede que el monstruo así desafiado se convierte en aliado. Nuestro miedo alimenta la animosidad del adversario, mientras que nuestra voluntad de hacerle frente con amor lo desarma, es decir, le hace cambiar de orientación. Cuando estaba en México rodando La montaña sagrada, se produjeron rumores escandalosos: como rodábamos delante de una catedral, se comenzó a decir que había celebrado misas negras allí mismo. También se murmuraba que ridiculizaba al ejército y a la policía mexicanos… Un día se presentaron dos policías diciéndome: «El ministro tal quiere verlo». Me llevaron al despacho de ese ministro, el cual, poco más o menos, me dijo: «Escuche, Jodorowsky, el presidente le conoce bien y admira su trabajo; tiene usted en él a un amigo. Pero tenga cuidado: un gobierno puede ser un gran amigo, pero, si se le contraría, puede convertirse en un enemigo temible… No haga aparecer ningún uniforme en la película, suprima todos los símbolos religiosos y vivirá tranquilo».
En México, estas palabras, en boca de un ministro, equivalían a una amenaza de muerte. Aquella noche, al volver a casa, oí voces que gritaban en el jardín: «Jodorowsky, ten cuidado o te despellejamos…». Había en México un grupo paramilitar llamado Los Halcones que se encargaba de los trabajos sucios. Comprendí que aquello podía acabar mal y, al día siguiente, llevé a toda mi familia a Estados Unidos, decidido a terminar allí el rodaje. Sin embargo, me oponía a que ese ministro siguiera siendo para mí un enemigo y que en mi inconsciente permaneciera el recuerdo de una amenaza de muerte. Una vez terminada la película, reuní todas las buenas críticas de La montaña sagrada publicadas en Europa y Estados Unidos, regresé a México y pedí una audiencia con el ministro, que para entonces resultó estar enojado conmigo porque me había marchado con todo mi equipo. Y, tendiéndole los recortes de prensa, le dije: «Mire lo que mi película hace por México; en todo el mundo se habla de este país». Al ver que me había atrevido a meterme otra vez en la boca del lobo, sonrió y me dio una palmada en la espalda: «Muy bien, Jodorowsky, eres valiente, te felicito». ¡No sólo no me puso más dificultades, sino que hasta me hizo regalos! Es una anécdota verídica que muestra en qué medida es saludable a veces atreverse a desafiar al monstruo. El principio esencial es, en la medida que puedas, no dejar nunca una cuenta pendiente con un enemigo. Porque si quedan cosas larvadas, el odio se nutre de sí mismo, con peligro de proliferar. Una bomba con la mecha muy larga puede tardar años en explotar; pero el día en que se produce el descalabro los daños son cuantiosos. Por lo tanto, es mejor desarmar la bomba, no dejar amenazas de muerte sueltas a nuestro alrededor o en nuestro inconsciente. Pero no hay que matar al adversario: es mucho mejor convertirlo en un aliado.
Otro principio del sueño lúcido consiste en cambiar el contenido del sueño. ¿Cómo lo ha aplicado en el curso de su existencia diurna?
Ya te he contado cómo me gustaba cambiar de escenario en sueños, pasar de África a Estados Unidos, por ejemplo, transformar el entorno… También aprendí que en mi vida diaria no tenía por qué dejarme atrapar en un marco. La realidad cotidiana no es rígida, o no lo es más que en nuestra mente, en el concepto que tenemos de ella. Si nos sentimos atados, cansados de movernos siempre dentro del mismo entorno, ¡tenemos la facultad de cambiar! ¿Quién dice que es imposible? El sueño lúcido me enseñó a moverme por el interior de una realidad dúctil en la que siempre puede producirse cualquier mutación, cualquier transformación. Ello no depende sino de mi intención: en el sueño lúcido, el solo deseo de encontrarme en África, entre las manadas de elefantes, era suficiente para transportarme hasta allí. En este otro modo de sueño que es la «realidad», también es mi cerebro, la forma en que yo me represento el mundo, lo que determina lo real. La «realidad» no existe por sí misma; instante a instante, creamos nuestra realidad, alegre o funesta, monótona o apasionante.
¿Por ejemplo?
El otro día, al entrar en mi casa, observaste que lo había cambiado todo. Estaba cansado de la vieja decoración. Compré muebles y dejé en la calle todo lo que tenía y ya no quería ver más. Aquella evacuación se convirtió en una especie de fiesta, la gente empezó a llevárselo todo… Días después, unos vecinos me gritaron: «¡Ya sabemos quién es usted!». «Vaya -respondí-, ¿y cómo lo saben? ¿Por mis historietas, por mis películas…?» «¡Por sus desperdicios! Recuperamos cosas increíbles frente a su casa.» Es decir, no sólo cambié mi decoración sino que, en cierta medida, transformé el ambiente del barrio.
De acuerdo, pero siempre es más fácil cambiar de muebles, si se dispone de dinero, que trasladarse a África junto a los elefantes…
No; el principio fundamental es el mismo, ello tiene lugar dentro de la mente, en nuestra concepción de la realidad. La realidad puede percibirse como una pesadilla, y bien sabe Dios que, en el orden de las fatalidades, cualquier cosa puede ocurrir. Pero es dentro de esa misma realidad donde uno puede agudizar su lucidez y realizar actos que transforman el campo negativo en contexto positivo.
Habrá quien piense que eso es un tema económico: si se tiene dinero, puedes tomar un avión y en unas horas estar en África o visitando Nueva York.
¡Sí, pero hay que atraer la vida! Tu vida corresponde a la idea que te haces de ella… Por ejemplo, yo nunca he sido millonario, ni siquiera muy rico, pero siempre he aplicado a mi vida diurna el principio del sueño lúcido: ¿por qué no transportarme a otro sitio? De modo que, cuando he experimentado una verdadera necesidad, he atraído las circunstancias favorables para que mi necesidad se realizara. Hace pocos días sentía el deseo de hacer una pequeña escapada. Me habían invitado a un festival de cine de Chicago y allá me fui, en secreto, tres días. Salí el viernes y regresé el domingo… Nadie se enteró. (Risas.)
Recuerdo que un día un amigo multimillonario me preguntó: «¿Qué haces este fin de semana?». «Nada», contesté. «¿Quieres ir a Acapulco?» Y ¡ya está!, su reactor privado nos llevó a Acapulco, a pasar el fin de semana.
Oyéndole parece muy sencillo, pero no todo el mundo tiene amigos multimillonarios…
Ya veo que quieres tirarme de la lengua, pero sabes tan bien como yo, por tu propia experiencia, que cada cual crea su realidad… Yo tenía verdaderamente la necesidad de irme a pasar el fin de semana al otro lado del mundo, estaba íntimamente convencido de la maleabilidad de la vida y ésta me envió a un multimillonario con avión privado, eso es todo.
En tu caso, por ejemplo: a ti lo que más te gustaba de la vida era conocer a sabios y escuchar rock'n'roll. Deseabas vivamente conciliar estos dos aspectos de tu existencia, aparentemente dispares. Y bueno, como no tenías una idea rígida de la realidad, favoreciste las circunstancias más propicias y, finalmente, las encontraste en Arizona cuando conociste a un verdadero sabio que, no satisfecho con haber fundado un ashram, además lideraba un grupo de rock'n'roll. Es muy probable que no haya otra persona en el planeta que combine estas dos actividades. Hasta entonces, ese hombre era muy poco conocido en Estados Unidos y desconocido por completo en Europa, pero a pesar de eso la magia de la vida te lo envió. También, de adolescente, ibas a ver todas mis películas y coleccionabas los artículos que hablaban de mí; y ahora somos amigos y disfrutamos haciendo libros juntos. Con inocencia y determinación, se pueden promover circunstancias estadísticamente poco probables.
De acuerdo…
Te contaré otra historia: en 1957, antes de teorizar sobre todas estas cosas, un día le pregunté a mi mujer:
– ¿Adonde te gustaría ir de vacaciones?
– Me gustaría mucho ir a Grecia -respondió.
– Muy bien -le dije-. ¡Iremos a Grecia!
– Pero ¿cómo? No tenemos ni un céntimo…
– ¡Iremos a Grecia!
En aquel momento, llamaron a la puerta de la buhardilla donde vivíamos. Era un amigo que formaba parte de un grupo de música sudamericana muy conocido en aquel entonces, Los Guaranís de Francisco Marín, y me dijo:
– Dentro de tres días nos vamos de gira a Grecia con un espectáculo folklórico, y uno de nuestros bailarines se ha puesto enfermo. ¿Quieres sustituirlo?
– Pero no conozco los bailes…
– No importa, mi mujer te los enseñará.
Aprendí inmediatamente dos, Bailecito y Carnavalito, y nos fuimos a Grecia. Después de vivir aquello, ¿cómo no considerar la realidad un sueño que vamos creando sobre la marcha?