-->

Guerra y paz

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Guerra y paz, Tolstoi Leon-- . Жанр: Классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Guerra y paz
Название: Guerra y paz
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 400
Читать онлайн

Guerra y paz читать книгу онлайн

Guerra y paz - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Mientras la aristocracia de Moscu y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ambito, las tropas napoleonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clasico de la literatura universal. Tolstoi es, con Dostoievski, el autor mas grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espanol y la edicion que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada. Reeditamos aqui en un formato mas grande y legible la traduccion de Lydia Kuper, la unica traduccion autentica y fiable del ruso que existe en el mercado espanol. La traduccion de Lain Entralgo se publico hace mas de treinta anos y presenta deficiencias de traduccion. La traduccion de Mondadori se hizo en base a una edicion de Guerra y paz publicada hace unos anos para revender la novela, pero es una edicion que no se hizo a partir del texto canonico, incluso tiene otro final. La edicion de Mario Muchnik contiene unos anexos con un indice de todos los personajes que aparecen en la novela, y otro indice que desglosa el contenido de cada capitulo.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

Eran los primeros días de campaña, cuando las tropas se conservan aún en perfecto estado, casi como en una revista en tiempos de paz, diferenciándose sólo por ciertos detalles bélicos en el uniforme y una moral alegre y jactanciosa que acompaña siempre a los primeros tiempos de una guerra.

El coronel francés contenía a duras penas los bostezos, pero era un hombre cortés y pareció comprender toda la importancia de Bálashov. Lo hizo pasar entre sus patrullas y le informó de que no tardaría en cumplirse su deseo de ver al Emperador, pues creía que su Cuartel General no estaba lejos.

Atravesaron la aldea de Rikonti, ante los centinelas y húsares franceses que saludaban a su coronel y miraban curiosos el uniforme ruso. A dos kilómetros, según el coronel, estaba el jefe de la división, que recibiría a Bálashov y lo conduciría al lugar debido.

El sol se había levantado y brillaba alegremente sobre los verdes campos. Acababan de subir una cuesta y de pasar una venta cuando apareció un grupo de jinetes a cuyo frente cabalgaba, en potro negro de relucientes arreos, un hombre de gran estatura, largos cabellos rizados que le caían hasta los hombros, sombrero con plumas, capa roja y largas piernas tendidas hacia delante, como es costumbre montar entre los franceses. Aquel hombre galopaba al encuentro de Bálashov; las plumas, la pedrería, los galones y entorchados de su uniforme brillaban al claro sol de junio.

Bálashov estaba ya a dos cuerpos de caballo del jinete que venía hacia él con aire solemne y teatral cuando Ulner, el coronel francés, murmuró respetuosamente: “Le roi de Naples”. 342

En efecto, era Murat, ahora rey de Nápoles; aunque era del todo incomprensible por qué, así lo llamaban; sin embargo, él mismo estaba convencido de serlo; por eso adoptaba ahora un aire solemne y majestuoso que antes no tenía. Tan persuadido estaba de ser rey que la víspera de su partida de Nápoles, mientras paseaba con su esposa por las calles de aquella ciudad, al ver que algunos italianos gritaban “Viva il re!”, 343se volvió con una triste sonrisa a su mujer y dijo: “Les malheureux, ils ne savent pas que je les quitte demain!”. 344

A pesar de su convicción de ser rey de Nápoles y de lamentar la tristeza de los súbditos a quienes abandonaba, cuando le ordenaron reincorporarse al servicio y, sobre todo, después de su entrevista con Napoleón en Dantzig, cuando su augusto cuñado le dijo: “Je vous ai fait roi pour régner a ma manière, mais pas a la vôtre” 345, volvió alegremente a la carrera que le era tan familiar y, como un caballo bien alimentado pero no gordo, sintiéndose firmemente uncido y vestido de la manera más llamativa y costosa, se lanzó alegre y satisfecho por los caminos de Polonia, sin saber a dónde ni a qué iba.

Al ver al general ruso, con un movimiento solemne, propio de reyes, echó hacia atrás su cabeza, enmarcada por largos cabellos rizados, y miró interrogante al coronel francés. Éste comunicó respetuosamente a Su Majestad los títulos de Bálashov, cuyo nombre le fue imposible pronunciar.

—De Bal-machève— exclamó el Rey, solucionando decididamente la dificultad del coronel. —Charmé de faire votre connaissance, général 346— añadió con un gesto de gracia real.

Pero en cuanto se puso a hablar en voz alta y con rapidez, toda su dignidad real lo abandonó como de improviso, y, sin notarlo, pasó al tono que le era propio, de bonachona familiaridad. Puso la mano en las crines del caballo de Bálashov.

—Eh bien, général, tout est à la guerre, à ce qu'il paraît 347— dijo, como lamentando una circunstancia que no podía juzgar.

—Sire, l'Empereur mon maître ne désire point la guerre, comme Votre Majesté le voit 348— respondió Bálashov, declinando el Majestéen todos los casos con la afectación inevitable de cuando se pronuncia un título nuevo aun para quien lo lleva.

El rostro de Murat resplandeció de infantil placer escuchando a monsieur de Balachoff. Pero, como royauté oblige, 349sentía la necesidad de hablar con el embajador de Alejandro sobre cuestiones de Estado, como rey y aliado. Echó pie a tierra y, tomando a Bálashov por el brazo, se apartó unos pasos del séquito, que aguardaba con respeto. Paseando, Murat hablaba tratando de dar importancia a sus palabras. Recordó que el emperador Napoleón se había ofendido cuando se le exigió que se retirasen las tropas de Prusia, sobre todo porque esa exigencia se había hecho pública, cosa que hería la dignidad de Francia. Bálashov repuso que aquella exigencia no tenía nada ofensivo, porque...

Murat lo interrumpió:

—Entonces, ¿cree que no es el emperador Alejandro el que ha provocado esto?— preguntó de pronto con una sonrisa bonachona y estúpida.

Bálashov explicó por qué creía que el iniciador de la guerra era Napoleón.

—Eh! mon cher général— lo interrumpió Murat, je désire de tout mon coeur que les Empereurs s'arrangent entre eux et que la guerre commencée malgré moi se termine le plus tôt possible 350— dijo Murat con ese tono propio de los criados que quieren seguir siendo amigos a pesar de las disputas de sus amos.

Y comenzó a preguntar por el gran duque y su salud, recordando los tiempos alegres y felices que había pasado con él en Nápoles. Después, de modo inesperado, como acordándose de nuevo de su dignidad real, Murat se irguió con solemnidad, tomó la postura que había ostentado durante su coronación y, agitando la mano derecha, dijo:

—Je ne vous retiens plus, général; je souhaite le succès de votre mission. 351

Y dejando flotar en el aire su bordada capa roja y sus plumas y luciendo sus joyas, se unió al séquito que lo esperaba respetuosamente.

Bálashov siguió adelante, persuadido, según las palabras de Murat, de que lo conducirían en seguida ante Napoleón. Pero no ocurrió así: los centinelas del cuerpo de infantería de Davout lo detuvieron de nuevo a la entrada de la próxima aldea y un ayudante del jefe del cuerpo, llamado al efecto, lo condujo a la aldea donde estaba el mariscal Davout.

V

Davout era el Arakchéiev del emperador Napoleón, un Arakchéiev no cobarde, buen cumplidor y cruel como el otro, que sólo de ese modo sabía poner de manifiesto su lealtad al Emperador.

Semejantes hombres son necesarios en el organismo estatal como lo son los lobos en el organismo de la naturaleza; existen siempre, siempre aparecen y se mantienen a pesar de la anomalía que supone su presencia y su proximidad al jefe del Estado. Sólo esa necesidad puede explicar que un Arakchéiev, hombre nada cortesano, grosero e ignorante, cruel hasta el punto de arrancarle personalmente los bigotes a los granaderos y que por debilidad de sus nervios era incapaz de soportar el menor peligro, lograra tamaña influencia sobre Alejandro, caballeroso, noble y sensible.

Bálashov encontró al mariscal Davout en el cobertizo de una isba campesina, sentado en un pequeño barril, comprobando unas cuentas. A su lado, de pie, había un ayudante de campo. Indudablemente, podía haber encontrado mejor alojamiento, pero el mariscal Davout era uno de esos hombres que, a propósito, procuraban vivir en las peores condiciones para conservar el derecho a ser sombríos; idéntico motivo los mantiene siempre presurosos y ocupados. "¿Cómo voy a pensar en las cosas agradables de la vida cuando trabajo, ya lo ve, en un cobertizo sucio, sentado en un barril?", parecía decir la expresión de su rostro. El mayor placer y la única necesidad de ese tipo de hombres, cuando se enfrentan con alguien de vida animada, consiste en echarle en cara su propia actividad sobria y perseverante. Davout se proporcionó este placer cuando se presentó Bálashov. Se enfrascó aún más en su trabajo y miró a través de sus lentes el rostro del general ruso, animado por la excelente mañana y la conversación con Murat; no se levantó ni hizo siquiera el menor movimiento; frunció aún más duramente el ceño y sonrió agriamente.

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название