-->

Guerra y paz

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Guerra y paz, Tolstoi Leon-- . Жанр: Классическая проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Guerra y paz
Название: Guerra y paz
Автор: Tolstoi Leon
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 398
Читать онлайн

Guerra y paz читать книгу онлайн

Guerra y paz - читать бесплатно онлайн , автор Tolstoi Leon

Mientras la aristocracia de Moscu y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ambito, las tropas napoleonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clasico de la literatura universal. Tolstoi es, con Dostoievski, el autor mas grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espanol y la edicion que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada. Reeditamos aqui en un formato mas grande y legible la traduccion de Lydia Kuper, la unica traduccion autentica y fiable del ruso que existe en el mercado espanol. La traduccion de Lain Entralgo se publico hace mas de treinta anos y presenta deficiencias de traduccion. La traduccion de Mondadori se hizo en base a una edicion de Guerra y paz publicada hace unos anos para revender la novela, pero es una edicion que no se hizo a partir del texto canonico, incluso tiene otro final. La edicion de Mario Muchnik contiene unos anexos con un indice de todos los personajes que aparecen en la novela, y otro indice que desglosa el contenido de cada capitulo.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

Перейти на страницу:

Después de esas anotaciones, dejó tres páginas en blanco y escribió lo siguiente:

He tenido una conversación larga e instructiva a solas con el hermano V., quien me ha aconsejado que mantuviera amistad con el hermano A. Me ha revelado muchas cosas, aunque yo no fuera digno de que lo hiciera. Adonaí es el nombre de aquel que ha creado el mundo; el nombre del que lo gobierna es Eloím y el tercer nombre, que no puede pronunciarse, significa Todo. Las conversaciones con el hermano V. me fortifican, refrescan y me afirman en el camino de la virtud. Hablando con él, dudar es imposible. Veo claramente la diferencia que hay entre la pobre doctrina de las ciencias sociales y nuestra doctrina, que lo abarca todo. Las ciencias humanas fraccionan todo para comprender y matan todo para conocerlo mejor. En la santa ciencia de la Orden todo está unificado, comprendido en su totalidad y tal como es. La trinidad —los tres principios de las cosas— son el azufre, el mercurio y la sal. El azufre posee las propiedades del óleo y del fuego, que unidas a la sal provocan, debido al fuego que contiene, un intenso deseo, mediante el cual atrae el mercurio, lo apresa, lo retiene y producen conjuntamente diversos cuerpos. El mercurio es la esencia espiritual en estado líquido y volátil: Cristo, el Espíritu Santo, Él.

3 de diciembre

Me he despertado tarde. He leído las Sagradas Escrituras, pero sin sentir emoción. Después he paseado un rato por la sala. Quería meditar, pero la imaginación me ha hecho rememorar cierto acontecimiento de hace cuatro años. El señor Dólojov, cierta vez que me lo encontré en Moscú después del duelo, me dijo: "Espero que goce de una perfecta calma de espíritu, a pesar de la ausencia de su esposa”. Entonces no le contesté. Ahora he recordado todos los detalles y mentalmente le he dicho las cosas más atroces y agresivas, pero conseguí no pensar en ello cuando ya estaba dominado por la cólera, aunque el arrepentimiento no fue completo. Después vino Borís Drubetskói y se puso a contar diversas aventuras. Yo, que estaba de mal humor desde que vino, le dije algo desagradable. Él me replicó. Me enfurecí y le dije un cúmulo de cosas molestas y hasta groseras. Él se calló y yo me di cuenta de lo que había hecho cuando ya era tarde. ¡Dios mío! No sé comportarme con él. La causa de todo es mi amor propio. Me creo superior y eso me hace mucho peor que él, porque él es indulgente con mis intemperancias y yo, por el contrario, lo desprecio. ¡Dios mío, concédeme que en su presencia comprenda mejor mi bajeza y pueda portarme de manera que le sea útil también a él! Después de la comida he dormido un poco y, mientras me adormecía, pude oír una voz clara que murmuraba a mi oído izquierdo: “Es tu día”.

He soñado que caminaba en tinieblas y, de pronto, me vi rodeado de perros. Pero yo caminaba sin temor. Poco después, un perro pequeño me clava los dientes en el muslo izquierdo y no me suelta. Intento ahogarlo con las manos, pero cuando consigo liberarme de él se me echa encima otro perro mayor, que me muerde. Lo levanto, pero a medida que lo hago, el perro se hace más pesado y más grande. Y de pronto, el hermano A. me coge del brazo y me conduce a un edificio para llegar al cual debo pasar por una tabla muy estrecha. Cuando pongo el pie en la tabla, ésta se comba y cae; pretendo subir a una valla a la que apenas llego con las manos. Tras grandes esfuerzos, consigo subir de manera que mis piernas cuelgan en el aire por una parte y el cuerpo por otra. Miro y veo al hermano A., de pie en la valla, que me señala una amplia avenida y un jardín, donde se levanta un edificio hermoso. Entonces me desperté. ¡Oh Dios, Gran Arquitecto de la Naturaleza! Ayúdame a separar de mí a los perros, mis pasiones, y a la última de ellas, que reúne en sí la fuerza de todas las demás. Ayúdame a entrar en el templo de la virtud que he contemplado en sueños.

7 de diciembre

He soñado que Osip Alexéievich estaba en mi casa y yo, contentísimo, deseaba obsequiarlo.

Soñaba que me había puesto a charlar con unos extraños y, de pronto, me di cuenta de que eso no podía gustarle y quise acercarme a él para abrazarlo. Pero en cuanto me acerqué vi que su rostro había cambiado; estaba rejuvenecido y, en voz baja, me decía algo sobre la doctrina de la Orden, pero tan baja que me fue imposible oírlo. Luego salimos todos de la habitación y entonces sucedió algo extraño: estábamos sentados o tendidos en el suelo. Él hablaba conmigo, y yo, queriendo demostrarle cuán sensible era, comencé, sin escucharlo, a imaginar el estado de mi yo íntimo y la gracia de Dios que me había esclarecido. Las lágrimas asomaron a mis ojos y quedé contento de que él pudiera verlas. Pero Osip Alexéievich me miró con despecho y se apartó de mí, cesando de hablar. Esto me intimidó y le pregunté si lo que estaba diciendo se refería a mí. No respondió nada, pero se mostró cariñoso y en seguida, de improviso, nos vimos de nuevo en mi dormitorio, donde hay una cama de matrimonio. Se acostó a un lado y yo estaba acuciado por el deseo de acariciarlo y tumbarme a su lado. Y soñé que me preguntaba: "Diga la verdad: ¿cuál es su pasión principal? ¿Lo sabe ya? Creo que ya debe saberlo". Turbado por su pregunta, contesté que mi defecto principal era la pereza. Movió la cabeza como si dudara, y yo, más turbado aún, le dije que, siguiendo su consejo, vivía con mi mujer pero no era un marido para ella. Me respondió que no debía privar a mi esposa de mi cariño y me dio a entender que ése era mi deber. Pero repliqué que me avergonzaría de ello; y en ese instante todo desapareció. Al despertarme, recordé este texto de las Sagradas Escrituras:

La vida era la luz de los hombres. Y la luz brilló en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron.

El rostro de Osip Alexéievich era joven y resplandeciente. Ese mismo día recibí una carta del bienhechor en la que me hablaba de los deberes conyugales.

9 de diciembre

He tenido un sueño del que desperté con el corazón palpitante. Soñé que estaba en el diván de mi casa de Moscú; Osip Alexéievich salía de la sala. Comprendí inmediatamente que el gran proceso de renovación se había operado ya en él y corrí a su encuentro. Lo abracé, le besé las manos y él me dijo: “¿Has observado que tengo otra cara?”. Yo lo miré sin dejar de abrazarlo; su rostro era el de un joven, pero no tenía cabellos y sus rasgos eran muy distintos. Le dije: “Lo habría reconocido aunque lo hubiese encontrado por casualidad”. Y al decir esas palabras, pensé: “¿He dicho la verdad?”. De pronto me pareció que yacía como un cadáver. Después, poco a poco, volvió a la vida y entró conmigo en el despacho grande; tenía un libro voluminoso, como un códice alejandrino; le dije: “Lo he escrito yo”, y él hizo con la cabeza una señal afirmativa. Abrí el libro; cada página estaba ilustrada con bellísimos dibujos que representaban las amorosas aventuras del alma con su amante; también vi la figura de una hermosa doncella, de ropa y cuerpo transparentes, que subía al cielo. Me pareció saber que la doncella era una representación del Cantar de los Cantares. Pensé que no obraba bien, contemplando los dibujos, pero no podía apartar mis ojos de ellos. ¡Dios mío, ayúdame! Si es esto lo que quieres, que se cumpla tu voluntad; pero si yo mismo soy el causante, enséñame lo que debo hacer. Mi depravación me hará sucumbir si tú me abandonas del todo.

XI

La situación financiera de los Rostov no se había arreglado a pesar de los dos años pasados en el campo.

Aunque Nikolái, firme en su propósito, continuaba sirviendo en un oscuro regimiento y gastara relativamente poco dinero, la vida en Otrádnoie seguía siendo la misma y Míteñka, en particular, administraba de tal modo que las deudas aumentaban cada año. La única solución que le quedaba al viejo conde era trabajar en algo, y con esa intención se trasladó a San Petersburgo en busca de un empleo, y, al mismo tiempo, según decía, para divertir a las muchachas por última vez.

Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название