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Control Total

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Control Total
Название: Control Total
Автор: Baldacci David
Дата добавления: 16 январь 2020
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Control Total читать книгу онлайн

Control Total - читать бесплатно онлайн , автор Baldacci David

Cuando Sidney Archer despidi? a su marido, el cual iba a tomar un avi?n rumbo a Los ?ngeles, no pod?a sospechar que para ella comenzaba una nueva vida.

En primer lugar, el avi?n se estrell?; las investigaciones posteriores revelaron que hab?a sido v?ctima de un sabotaje; despu?s descubri? que su marido hab?a supuestamente robado secretos de la empresa en la que trabajaba para venderlos a la competencia.

Pero con todo ello, apenas si hab?an comenzado sus tribulaciones: las m?ltiples sospechas que recaen sobre su marido colocan a Sidney en el punto de mira del FBI, que la considera c?mplice de ?l. Pero adem?s, la convierten en objetivo de una cacer?a implacable, un acoso en el que todos los caminos que llevan a ella est?n sembrados de cad?veres. El trofeo: controlar las redes de informaci?n del siglo XXI.

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– Lo que quiero decir es que los miembros de la junta de la Reserva Federal están en sus cargos para opinar según los dicte su mejor juicio y criterio, y no para asentir con los ojos cerrados a propuestas que tienen poca base en la realidad y que pueden tener consecuencias desastrosas.

– Esa es una afirmación muy seria.

– El nuestro es un trabajo muy serio.

Sawyer consultó las notas de su conversación con Walter Burns.

– Burns dijo que Lieberman cogió al toro por los cuernos desde el principio para conseguir la atención del mercado, para sacudirlo. Por lo que se ve, usted cree que no fue una buena idea.

– Ridícula sería el término más adecuado.

– Si era así, ¿por qué la mayoría la aceptó? -El tono de Sawyer era escéptico.

– Hay una frase que los críticos de las predicciones económicas utilizan con frecuencia. Dele a un economista el resultado que usted quiere, y él encontrará las cifras que lo justifiquen. Esta ciudad está llena de expertos que analizan las mismas cifras y las interpretan de las formas más disparatadas, ya sea el déficit del presupuesto federal, ya sea el superávit de la seguridad social.

– O sea que esos datos pueden ser manipulados.

– Desde luego. Todo depende de quién paga la factura y los fines políticos que se quieran promocionar -afirmó Tiedman con un tono áspero-. Sin duda usted conoce el principio de que por cada acción hay una reacción idéntica y contraria. -Sawyer asintió-. Bien, estoy convencido de que su origen es más político que científico.

– No se ofenda, pero ¿no podría ser que ellos consideraran equivocados sus puntos de vista?

– No soy omnisciente, agente Sawyer. Sin embargo, estoy involucrado íntimamente con los mercados financieros desde hace cuarenta años. He visto economías sanas y otras arruinadas. Mercados en alza y hundidos. He visto a presidentes de la Reserva que llevaban a cabo acciones inmediatas y efectivas cuando se enfrentaban a una crisis y a otros que erraban lamentablemente. Un inoportuno aumento de medio punto en el interés de los fondos de la Reserva puede representar la pérdida de centenares de miles de puestos de trabajo y arruinar sectores enteros de la economía. Es un poder enorme que no se puede ejercer a la ligera. El errático comportamiento de Arthur con los fondos de la Reserva puso en grave peligro el futuro económico de todos los ciudadanos de este país. Yo no estaba equivocado.

– Creía que usted y Lieberman estaban unidos. ¿No le pidió su consejo?

Tiedman, nervioso, se retorció uno de los botones de la chaqueta.

– Arthur acostumbraba a consultarme. A menudo. Dejó de hacerlo durante un período de tres años.

– ¿Fue el período en que jugó a placer con los tipos de interés?

– Llegué a la conclusión, como otros miembros de la junta, que Arthur estaba decidido a pinchar sin piedad a un mercado financiero apático. Pero esa no era la misión de la junta, resultaba demasiado peligroso. Viví los últimos coletazos de la gran depresión. No tengo ningún deseo de repetirlo.

– Nunca me había dado cuenta de que la junta ejerciera tanto poder.

Tiedman lo miró, severo.

– ¿Sabe usted que cuando decidimos subir los tipos conocemos exactamente cuántos negocios irán a la quiebra, cuántas personas perderán su trabajo, cuántos hogares se hundirán en la miseria? Tenemos todos los datos, todo muy bonito y bien presentado. Para nosotros sólo son cifras. Nunca, oficialmente, miramos detrás de los números. Si lo hiciéramos, creo que si lo hiciéramos ninguno de nosotros tendría el estómago para hacer este trabajo. Yo sé que no podría. Quizá si comenzáramos a seguir las estadísticas de suicidios, asesinatos y otros actos criminales, comprenderíamos mejor los vastos poderes que ejercemos sobre nuestros compatriotas.

– ¿Asesinatos? ¿Suicidio? -Sawyer lo miró con cautela.

– Sin duda usted sería el primero en admitir que el dinero es la raíz de todos los males. O quizá mejor dicho, la falta de dinero.

– Caramba, nunca se me ha ocurrido verlo de esa manera. Ustedes tienen el poder de…

– ¿Dios? -Los ojos de Tiedman brillaron-. Somos uno de los secretos mejor guardados del país. Si el ciudadano medio supiera todo lo que podemos hacer y a menudo hemos hecho en el pasado, creo que la gente asaltaría la Reserva y nos encerrarían a todos en las mazmorras, o algo peor. Y quizá tendrían toda la razón.

– ¿Sabe las fechas en que se produjeron los cambios de tipos?

– No lo recuerdo -respondió Tiedman después de pensar unos momentos-. Reconozco que no es fácil decirlo, y menos para un banquero, pero mi memoria para los números ya no es como antes. Sin embargo, puedo conseguirle la respuesta si le interesa.

– Se lo agradecería. ¿Pudo haber algún otro motivo para que Lieberman se volviera loco con los tipos? -Sawyer vio con toda claridad la ansiedad y el miedo reflejados en la expresión del hombre.

– ¿Qué quiere decir?

– Usted dijo que no era propio de él. Y después, de pronto, volvió a la normalidad. ¿No le parece misterioso?

– Supongo que nunca lo consideré desde ese punto de vista. Creo que sigo sin entender lo que pretende decir.

– Se lo diré con toda claridad. Quizá Lieberman manipuló los tipos contra su voluntad.

Tiedman enarcó las cejas, asombrado.

– ¿Cómo podría conseguir nadie que Arthur hiciera algo así?

– Chantaje -contestó Sawyer-. ¿Alguna teoría?

El banquero se rehízo. Respondió al agente con un tono nervioso.

– He escuchado rumores de que Arthur tuvo una relación, hace ya años. Una mujer…

– No lo creo y usted tampoco -le interrumpió Sawyer-. Lieberman le pagó a su esposa para evitar el escándalo y conseguir el cargo en la Reserva, pero no se trataba de una mujer. -El agente se inclinó hacia adelante hasta casi tocar el rostro de Tiedman con el suyo-. ¿Qué puede decirme de Steven Page?

La expresión de Tiedman se congeló, pero sólo por un instante.

– ¿Quién?

– Quizás esto le refresque la memoria. -Sawyer metió la mano en el bolsillo y sacó la foto que Ray Jackson había encontrado en el apartamento de Lieberman. Sostuvo la foto delante de Tiedman.

El banquero cogió la foto con manos temblorosas. Inclinó la cabeza con el entrecejo fruncido. Sin embargo, Sawyer alcanzó a ver el reconocimiento en la mirada del hombre.

– ¿Cuánto hace que estaba enterado de esto? -preguntó Sawyer en voz baja.

Tiedman movió los labios sin emitir ningún sonido. Por fin, le devolvió la foto a Sawyer y bebió otro trago de agua. No miró a Sawyer mientras respondía, y esta vez las palabras fluyeron con más facilidad.

– Yo fui el que los presentó -fue la sorprendente respuesta de Tiedman-. Steven trabajaba en Fidelity Mutual como analista financiero. Por aquel entonces, Arthur todavía era presidente del banco de la Reserva en Nueva York. Muchos colegas a los que respeto proclamaban sus méritos a voz en grito. Era un joven excepcional, con algunas ideas muy interesantes sobre los mercados financieros y el papel de la Reserva en la economía mundial. Era guapo, culto, atractivo; se había graduado entre los primeros de su promoción. Sabía que Arthur le consideraría como una buena aportación a su círculo. Él y Arthur hicieron buenas migas. -Tiedman hizo una pausa.

– ¿Una amistad que se transformó en otra cosa? -le animó Sawyer.

Tiedman asintió.

– ¿Usted ya sabía que Lieberman era homosexual, o al menos bisexual?

– Tenía problemas en su matrimonio. En aquel entonces, no sabía que los problemas surgían de la… confusión sexual de Arthur.

– Al parecer aclaró la confusión. Se divorció.

– No creo que esa fuera la idea de Arthur. Creo que Arthur hubiese estado muy contento manteniendo al menos la fachada de un feliz matrimonio heterosexual. Sé que cada día es mayor el número de personas que se declaran homosexuales, pero Arthur era un hombre muy celoso de su vida privada y la comunidad financiera es muy conservadora.

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