Juego De Espejos
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Novella d’espionatge amb dues virtuts importants: no ?s de John Le Carr? (algun dia escriur? la ressenya dels llibres que he llegit d’ell, per? aviso que no sortir? massa ben parat) i que est? ambientada en uns fets reals: la Segona Guerra Mundial i la necessitat dels aliats d’evitar que, de la manera que sigui, el punt del desembarcament a les costes franceses sigui conegut pels alemanys o, millor encara, aquests creguin que ser? per un lloc diferent del planificat.
El protagonista ?s el director del contra-espionatge angl?s (si no ho recordo malament), un acad?mic convertit a espia si us plau per for?a com suggereix el t?tol original. Al b?ndol contrari hi ha una xarxa clandestina d’espies alemanys infiltrats a Anglaterra. L’autor juga amb ambig?etats calculades per tal d’induir el lector a sospitar que diferents pesonatges s?n tra?dors i revelaran el secret del lloc real del desembarcament.
?s una novella d’acci? continuada, que fa pensar fins i tot en la necessitat d’informaci? que tenim -i l’efecte que ens pot causar tenir informaci? parcial sobre les coses que fem. Fins al final no es desvetllen alguns punts foscos de la trama, i just aleshores v?nen ganes de rellegir la novel·la per veure fins a quin punt l’acci? dels diferents personatges ?s coherent amb aquesta realitat.
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Prólogo
En abril de 1944, mes y medio antes de la invasión de Francia, el propagandista nazi William Joyce -más conocido por el sobrenombre de Lord Ejem Ejem - transmitió por radio a Gran Bretaña una noticia espeluznante.
Según Joyce, Alemania sabía que los aliados estaban construyendo enormes estructuras de hormigón en el sur de Inglaterra. Alemania sabía también que tales estructuras iban a remolcarse a través del canal de la Mancha, durante la inminente invasión, y que se procedería a su hundimiento frente a las costas de Francia. Joyce declaró: «Bueno, pues les vamos a echar una mano, muchachos. Cuando zarpen con ellas, les ahorraremos el trabajo y las hundiremos por el camino».
Sonaron las sirenas de alarma en el seno del servicio de Información británico y del Alto Mando aliado. Las estructuras de hormigón a las que aludía Joyce eran en realidad parte integrante de un gigantesco puerto artificial destinado a Normandía, cuyo nombre en clave era Operación Mulberry . Si verdaderamente los espías de Hitler estaban enterados del propósito de dicha operación, muy bien podían conocer asimismo el secreto más importante de la guerra: el momento y lugar precisos de la invasión de Francia.
Al cabo de varios días de preocupada inquietud, los temores pudieron desecharse cuando el contraespionaje estadounidense interceptó un mensaje del embajador del Japón en Berlín, teniente general barón Hiroshi Oshima, dirigido a sus superiores de Tokio. Oshima recibía informes periódicos de sus aliados alemanes sobre los preparativos de la inmediata invasión. De acuerdo con el mensaje interceptado, los servicios de inteligencia germanos creían que las estructuras de hormigón eran parte de un gigantesco complejo antiaéreo, y no un puerto artificial.
¿Pero cómo pudo cometer la Inteligencia alemana tan craso error? ¿Simplemente interpretaron mal los datos de su propio servicio de información? ¿O alguien los engañó?