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La Hija De Burger

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La Hija De Burger
Название: La Hija De Burger
Автор: Gordimer Nadine
Дата добавления: 16 январь 2020
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La Hija De Burger - читать бесплатно онлайн , автор Gordimer Nadine

Rosa era una ni?a cuando su padre, Lionel Burger, fue condenado a cadena perpetua por promover la revoluci?n en Sud?frica. A partir de entonces, empezar? un camino que la llevar? a replantearse lo que realmente significa ser la hija de Burger.

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– ¡Y que tú lo digas! -logró reír espontáneamente. Estiró una mano, los tendones extendidos en el dorso, y palpó la espiral de la columna de prensa aceitunera que había seguido con la mirada cuando iba allí con otra gente.

Una voz de mujer grabada treinta años atrás cantaba a la isla donde habían nacido ella y la Josefina de Napoleón. El había cogido la rodaja de limón del fondo de su vaso y engullía la piel con glotonería.

– Un cerdo. Disculpa. Me encanta. ¿Sabes qué es eso? La voz de Arnys… inconfundible. Era la mejor de todas. Como una voz que te llega desde la calle cuanto te estás quedando dormida o aún no estás del todo despierta.

Rosa se inclinó para hablarle al oído y sintió el tacto del pelo de atrás de la oreja, lo olió por vez primera.

– La que está allí es Arnys. Este bar es de ella.

– ¡Ah, no!

– Siempre me lo repiten. Pero para mí no significa demasiado.

El miró a la vieja cantante en una especie de orgullo de seguidor, de reconocimiento de su resistencia.

– Elegiste el bar de Arnys. Son cosas que ocurren… -bajó de su taburete y se acercó a la anciana. Ella levantó la vista, con la boca ligeramente abierta, casi de niña, como la que se veía en las fotos de las paredes. Le habló bajo y rápido en francés. Ella gruñó un incierto Monsieurl, una nota de contrabajo con las cuerdas rotas. Después, estalló una de esas extraordinarias oleadas de animación francesa. Discutieron, hablaron los dos al mismo tiempo, levantaron sus rostros como picos de aves que se desafían, Arnys con los ojos entrecerrados, tocándose las manos, el profesor Bernar Chabalier repitiendo con reverente formalidad chere madame, Jossette Arnys, Josette Arnys. El perro forcejeó bajo su brazo para llegar a él o por haber sido desplazado.

Volvió a la barra riendo íntimamente bajo la mirada amistosa de los demás; podría haber estado mostrando su valoración apreciativa de cualquier otro hito local.

– Muy modesta. ¿Sabes lo que dice? Me ha dicho que jamás habrá otra como ella. Que «toda esta cuestión feminista» significa que las mujeres ya no podrán cantar al amor, pues les dará vergüenza. Entonces le dije que la canción de la isla no trataba del amor, al menos de ese tipo de amor, sino sobre los orígenes, que incluso era románticamente política, adelantada a su época (eso no se lo dije a ella), las Antillas, la añoranza de Europa por un humanismo que se supone florecerá en un mundo criollo. Pero ella insiste en que la verdadera fuente de la canción sigue siendo la misma… mira a los pájaros, que sólo cantan para llamar a la pareja.

– ¿Nunca la habías visto?

– ¿Dónde podría haberla visto? ¿En los nighclubs de París cuando era niño? Tenemos algunos discos viejos en casa; la familia de mi mujer es de las que nunca tiran nada. Los ponemos una o dos veces al año, cuando hay una fiesta, como esta noche… todos beben mucho vino y brincan… ¿Trabajas mañana?

– No estoy trabajando.

– Cielos, tendré que reprimirme a mí mismo. Me paso el año diciendo: si pudiera alejarme del piso, de los niños, de los comités, de los almuerzos domingueros, de todo el mundo, si pudiera tener tres semanas para mí, sería suficiente. Y ahora estoy solo con mi tesis, de la que siempre hablo por los codos. Todo el verano se ha adaptado a mis necesidades, mi mujer y mis hijos renunciaron a sus vacaciones, hasta mi madre me escribe pidiéndome que no le conteste, estás demasiado ocupado -dejó de girar alrededor de sí mismo-. ¿La gente como tú tiene vacaciones? ¿Puedes decir arrete? ¿Fijar una fecha para la rentrée?

– Lo prometí -se sintió profundamente tentada, pues este hombre no había demostrado que volverían a verse, a ponerle algo delante como había hecho con aquellos minutos en la Rué de la Harpe-. Me comprometí a tomarme vacaciones. Como cualquiera -el tono era burlón.

– Vendremos mañana -dijo él como si hubieran acordado dar carpetazo a alguna decisión-. ¿Abren a mediodía? Alrededor de las doce -antes de salir volvió a acercarse a la vieja cantante y le besó la mano. Hubo otro intercambio entre ambos-. Quiere abrir una botella de champagne. Sus muchachos se pondrán celosos, eh?, obviamente no les ofreció una celebración del Catorce de Julio. Le dije que mañana -mientras la chica lo precedía hacia la calle, se mostró al mismo tiempo implorante y estricto-: Te estaré esperando aquí.

Algunas veces ella llegaba antes. Él comenzó a ceñirse a la regla de levantarse lo bastante temprano como para haber trabajado tres horas antes de aparecer a través de las puertas en forma de tabernáculo, con los paneles de cristal ampollado color ámbar almibarado. Se abrían hacia adentro y en general sólo para él; apenas iba nadie por las mañanas. Pepe o Toni o Jacques -quien casualmente cogiera las llaves de Arnys cuando cerraba el bar a las cuatro o a las cinco de la madrugada- rondaba apático entre el hueco de la cocina, el nicho del restaurante que olía a corchos hinchados por el vino y los rincones donde el perro maltes había meado en el serrín, la máquina de café exprés que hacía gárgaras y escupía taza tras taza levantada con manos manchadas, delicadas, temblorosas. El ensimismaniento del joven homosexual era extrañamente reposado. Bebía el café como si fuera la fuente de la existencia, fumaba como si lo que aspiraban y expelían elaboradamente sus pulmones a través de la boca y la nariz fuese oxígeno puro; revivía mentalmente y su cara marcada por el sueño y las caricias -como las de un niño por lágrimas olvidadas y una almohada arrugada- cambiaba y vibraba con lo que pasaba por su mente. De vez en cuando limpiaba la barra de un golpetazo en forma de medialuna. En presencia de una criatura tan contenida, Rosa cobraba conciencia de su pobre ser como si fuera el creciente tictac de un reloj en un habitación vacía. Tenía un periódico, o un libro que intercambiaría con Bernard, pero no leía. Las enormes clavijas de madera de la prensa olivarera, la pared del espejo detrás de la barra, las fotos cuyas firmas eran un tesoro en sí mismas, el satén verde que cubría los muros del hueco, inmovilizado donde intentaba soltarse por medio de una tarjeta sujeta con chinchetas, Ouvert jusqu'a l'aube; el pescado de porcelana con lápices en la boca, las botellas de Suze, Teacher's, Richard, Red Heart, alineadas en posición invertida como los tubos en un órgano, el televisor en la vieja mesa de junco de Indias de cara a la cocina por capricho de quien en ese momento cocinaba, de modo que lo veía por las noches, cortando o picando o golpeando mientras miraba la pantalla; las cintas de cajas de bombones o ramos de flores ensortijadas como virutas entre los pinchos para cuentas de encima del escritorio de tapa corrediza de Arnys: en estado exactamente inverso al del joven homosexual, todos ellos objetos definidos del presente de Rosa, habitados por ella como todo lo que la rodeaba en ese momento. En el bar donde se sentaba a mirar las vidas de otros en el espejo, no había umbral entre sus reflejos y ella misma. Las columnas que sólo había notado como una curiosidad, ahora eran interpretadas como señales; cada muesca, cada ranura y cada nudo sustentando la armonía y el equilibrio del espacio-tiempo antes de que la puerta se abriese hacia adentro.

– Eliges algo que esperas nadie esté escribiendo ya. Ese es el alcance de la originalidad -la ironía no era impacable consigo mismo ni con los demás. La mantenía inocente de la mezquindad de Europa. Le tomó un momento la mano que ella había dejado sobre su regazo-. También quería darme tiempo -puso una expresión cómica, culpable-. Si eres demasiado tópico, el interés habrá pasado a otro tema antes de haberlo terminado. Y si se trata de algo puramente erudito, a menos que seas un gran sabio… ¿cuál sería su contribución? Nadie se enteraría. Pero la influencia de los antiguos colonos franceses que han vuelto a Francia desde que terminó el imperio colonial… aún no le he puesto título… eso es algo que continuará años enteros. No tengo por qué preocuparme. Al principio pensaba hacer algo acerca de la declinación de la latinidad, de hecho he dado algunos charlas por la radio…

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