-->

La Silla Del ?guila

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу La Silla Del ?guila, Fuentes Carlos-- . Жанр: Современная проза. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
La Silla Del ?guila
Название: La Silla Del ?guila
Автор: Fuentes Carlos
Дата добавления: 16 январь 2020
Количество просмотров: 239
Читать онлайн

La Silla Del ?guila читать книгу онлайн

La Silla Del ?guila - читать бесплатно онлайн , автор Fuentes Carlos

En el a?o 2020, en un M?xico sin telecomunicaciones ni computadoras porque los norteamericanos (proveedores ?nicos) lo tienen castigado, se desata la lucha por la presidencia, es decir, por sentarse en la Silla del ?guila y no abandonarla nunca. Aqu? no hay lealtad que valga: por conseguir el poder, el padre es capaz de traicionar al hijo, la esposa al c?nyuge, el secretario de Estado al Primer Mandatario. Y todo puede pasar: cr?menes de viejos caciques, espionaje de supuestos allegados, maniobras t?tricas, extorsi?n sexual? e incluso, que reaparezca en la escena pol?tica un fallido candidato presidencial al que todos creyeron asesinado a?os atr?s. El triunfador, el Ungido, oculta un pasmoso secreto que ser? necesario preservar a toda costa.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 58 59 60 61 62 63 64 65 66 ... 92 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

El Anciano suspiró y hasta sentí un temblor involuntario en su mano, que apresaba la mía con una fuerza increíble.

– No me hizo caso, Valdivia. Proclamó a diestra y siniestra sus intenciones redentoras. Dijo que así iba a obtener el máximo apoyo popular. Además, obraba por convicción, de eso no me cabe duda. Iba a acabar con la corrupción. Decía que era la manera más canalla de robarle a los pobres. Eso decía. Los rateros iban a la cárcel. Los humildes tendrían protección contra el abuso.

– Frénale, Tomás -le dije-. Te van a crucificar por andarte metiendo de redentor. No anuncies lo que vas a hacer. Hazlo cuando estés sentado en la Silla, como mi general Cárdenas. No destruyas al sistema. Eres parte de él. Bueno o malo, no tenemos otro. ¿Con qué lo vas a reemplazar? Esas cosas no se improvisan de la noche a la mañana. Confórmate con castigar ejemplarmente a unos cuantos chivos expiatorios al principio del sexenio. Da tu campanazo moral y descansa en paz… -no me hizo caso. Era un Mesías. Creía en lo que decía.

Me dejó asombrado. Se santiguó.

– ¿Quién lo mató, Valdivia? El reparto es tan enorme como el de la película Los Diez Mandamientos, ¿recuerda? Narcos. Caciques locales. Gobernadores. Presidentes municipales. Jueces venales. Policías degradantes. Banqueros temerosos de que Moro les arrebatara subvenciones oficiales a su incompetencia privada. Líderes sindicales temerosos de que Moro los sometiese al voto y censura de los agremiados.

Camioneros explotadores del abasto. Molineros explotadores del campesino productor de maíz. Maquilas resistentes a cumplir las leyes laborales. Rapamontes que convierten los bosques en desiertos. Neolatifundistas que acaparan el agua, la tierra, la semilla, los tractores, mientras los ejidatarios siguen usando el buey y el arado de madera.

¿Suspiró El Anciano o cotorreó el loro?

– La lista es infinita, le digo. Añada a los iluminados, los locos que quieren salvar al país matando presidentes. Añada además las teorías de la conspiración internacional. Los gringos siempre temerosos de que México se les salga del huacal porque a Moro no lo iban a manipular fácilmente. Los cubanos de siempre, los de Miami temerosos de que Moro ayudara a Castro, los de La Habana temerosos de que, apóstol de los derechos humanos, Moro le creara problemas a Castro. El cuento de nunca acabar…

Ahora me miró a los ojos.

– No he conocido un político que se haya hecho de tantos enemigos tan rápido. Era un estorbo para todos. Le advertí que tenía demasiados enemigos, que era un estorbo para todos, que corría peligro…

No me soltó la mano. Pero esos ojos ya no eran suyos. Eran los ojos de la noche, del murciélago, del calabozo.

– A Tomás Moctezuma Moro lo mandé matar yo. ¿Necesito explicarte por qué debes destruir esta cinta y por qué me urgía comunicarme contigo?

Te quiero, N

1 ... 58 59 60 61 62 63 64 65 66 ... 92 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название