La Casa Verde
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La Casa Verde es sin duda una de las m?s representativas y apasionantes novelas de Mario Vargas Llosa. El relato se desarrolla en tiempos distintos, con enfoques diversos de la realidad, a trav?s del recuerdo o la imaginaci?n, y ensamblados con t?cnicas narrativas complejas que se liberan a trav?s de una desenvoltura narrativa ?gil y precisa.
?Cu?l es el secreto que encierra La casa verde?. La casa verde ocurre en dos lugares muy alejados entre s?, Piura, en el desierto del litoral peruano, y Santa Mar?a de Nieva, una factor?a y misi?n religiosa perdida en el coraz?n de la Amazon?a. S?mbolo de la historia es la m?tica casa de placer que don Anselmo, el forastero, erige en las afueras de Piura. Novela ejemplar en la historia del boom latinoamericano, La casa verde es una experiencia ineludible para todo aquel que quiera conocer en profundidad la obra narrativa de Mario Vargas Llosa. La casa verde (1965) recibi? al a?o siguiente de su publicaci?n el Premio de la Cr?tica y, en 1967, el Premio Internacional de Literatura R?mulo Gallegos a la mejor novela en lengua espa?ola.
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– ¿Entendieron lo que dijo? -preguntó el teniente. -De un río que sangre, de un cristiano que se murió -dijo el Oscuro-. Cosas así, mi teniente.
– Sólo falta que esté loco, para mi maldita suerte -dijo el teniente.
– Siempre se zafan un poco cuando están soñando -dijo el sargento Roberto Delgado-. Después se les pasa, mi teniente.
Estaba anocheciendo, Fushía y don Aquilino comían yuca cocida, tomaban aguardiente a pico de botella, y Fushía ya oscurece, Lalita, préndete el mechero, ella se agachaba y ayayay, el primer dolor, no podía enderezarse, se cayó al suelo llorando. La levantaron, la subieron a la hamaca, Fushía encendió el mechero y ella creo que ya me llegó, tengo miedo. Y Fushía nunca he visto una mujer que se muera pariendo y Aquilino yo tampoco, no te asustes, Lalita, era el mejor paridor de la selva, ¿podía tocarla, Fushía?, ¿no tenía celos?, y Fushía estás viejo para que te tenga celos, anda, tócala. Don Aquilino le había alzado la falda, se arrodillaba para ver y entró Pantacha corriendo, patrón, se estaban peleando, y Fushía quiénes, y Pantacha los huambisas con el aguaruna que trajo don Aquilino, don Aquilino ¿con Jum? Pantacha abría mucho los ojos y Fushía le pegó en la cara, perro, mirando a la mujer ajena. Él se sobaba la nariz, perdoncito, patrón, sólo venía a avisar, los huambisas quieren que se vaya Jum, usted sabe que odian a los aguarunas, se habían puesto rabiosos y él y Nieves no podían atajarlos, ¿la patrona estaba enferma? Y don Aquilino mejor anda a ver, Fushía, no lo vayan a matar, con el trabajo que me costó convencerlo que se viniera a la isla y Fushía puta carajo, hay que masatearlos, que se emborrachen juntos, se matan o se hacen amigos. Salieron y don Aquilino se acercó a Lalita, le sobó las piernas, para que se te ablanden los músculos, la barriga, y la criatura salga suavecita, verás, y ella riendo llorando, le iba a contar a Fushía que él se estaba aprovechando para manosear, él se reía y ayayay, otra vez, en los huesos de la espalda, ayayay, se estarían rompiendo, y don Aquilino toma un traguito para que te calmes, ella tomó, vomitó y manchó a don Aquilino que estaba meciendo la hamaca, arrurrú Lalita, muchacha bonita, y el dolor se iba pasando. Unas luces coloradas bailaban alrededor del mechero, fíjate, Lalita, los cocuyos, las ayañahuis, uno se muere y su espíritu se vuelve mariposita nocturna, ¿sabía?, y anda en las noches alumbrando el bosque, los ríos, las cochas, cuando él se muriera, Lalita, siempre tendría a su lado una ayañahui, te serviré de mechero. Y ella tengo miedo, don Aquilino, no hable de la muerte y él no te asustes, mecía la hamaca, era para distraerte, con un trapo mojado le refrescaba la frente, no te pasará nada, nacerá antes del amanecer, al tocarte vi que es varón. La cabaña se había impregnado de olor a vainilla y el viento húmedo traía también murmuraciones boscosas, ruido de chicharras, ladridos y las voces de una pelea destemplada. Y ella tiene usted manos bien suaves, don Aquilino, eso me descansa un poco, y qué rico huele, ¿pero no oye a los huambisas?, vaya a ver, don Aquilino, ¿y si matan a Fushía? Y él era lo único que no podía pasar, Lalita, ¿no sabes que es como diablo? Y Lalita cuánto hace que se conocen, don Aquilino, y él van para diez años, nunca salió mal parado pese a buscarse los peores líos, Lalita, cosas feísimas, se escurre de sus enemigos como culebra de río. Y ella ¿se hicieron amigos en Moyobamba?, y don Aquilino yo era aguatero, él me metió a comerciante, y ella ¿aguatero?, y don Aquilino de casa en casa con su burro y sus tinajas, Moyobamba es pobre, la poca ganancia se iba en comprar metileno para mejorar el agua y si no multas, y una mañana llegó Fushía, se fue a vivir a un ranchito junto al mío y así se hicieron amigos. Y ella ¿cómo era entonces, don Aquilino?, y él de dónde vendría, le preguntaban y él puro misterio y mentira, apenas hablaba cristiano, Lalita, hacía unas mescolanzas con el brasileño. Y Fushía anímate, hombre, vives como un perro, ¿no estás harto?, dediquémonos al comercio y él es cierto, como perro. Y Lalita ¿qué hicieron, don Aquilino? y él una gran balsa y Fushía compraba sacos de arroz, tocuyos, percalitas y zapatos, la balsa se hundía con tanto peso, ¿y si nos roban, Fushía? Y Fushía calla, puto, también me compré un revólver. Y Lalita ¿así comenzaron, don Aquilino?, y él íbamos por los campamentos, y los caucheros, los materos y los buscadores de oro tráiganos esto y esto en el próximo viaje y les traían, y después se metieron a las tribus. Buen comercio, el mejor, mostacillas por bolas de jebe, espejitos y cuchillos por pieles y así conocieron a éstos, Lalita, se hicieron grandes amigos con Fushía, ya has visto cómo lo ayudan, es dios para los huambisas. Y Lalita ¿les iba muy bien, entonces? Y él nos hubiera ido mejor si Fushía no fuera diablo, les robaba a todos y al final los corrían de los campamentos y los guardias los buscaban, tuvieron que separarse y él se vino donde los huambisas un tiempo y después se fue a Iquitos, y ahí comenzó a trabajar con Reátegui, ¿fue ahí donde lo conociste, Lalita? Y ella ¿usted qué hizo, don Aquilino? Y a él se le había metido en la sangre la vida libre, Lalita, eso de andar con la casa a cuestas como una charapa, sin sitio fijo, y siguió haciendo comercio solo, pero de manera honrada. Y Lalita ¿estuvo por todas partes, no es cierto, don Aquilino?, y él en el Ucayali, en el Marañón y en el Huallaga, y al principio no iba al Amazonas por la mala fama que dejó Fushía, pero después de unos meses volvió y un día, en un campamento del Itaya, no lo creía aunque lo estaba viendo, me lo encontré a Fushía, Lalita, convertido en negociante, con habilitados y ahí me contó su negocio con Reátegui. Y Lalita qué contentos se pondrían al verse de nuevo, don Aquilino, y él lloramos, nos emborrachamos recordando, Fushía, la fortuna te sonríe, sienta cabeza, sé limpio, no te metas en más líos, y Fushía te quedas conmigo, Aquilino, es como una lotería, ojalá dure la guerra, y él ¿así que es jebe para contrabando?, y Fushía al por mayor, hombre, vienen a buscarlo a Iquitos, se lo llevan escondido en cajones que dicen tabaco, Reátegui se hará millonario y yo también, no te dejo ir, Aquilino, te contrato y ella ¿por qué no se quedó con él?, y él ya se estaba poniendo viejo, Fushía, no quería sustos ni ir a la cárcel, y ayayay, me muero, la espalda, ahora sí se viene, que no se asustara, dónde tenía un cuchillo y lo estaba calentando en el mechero cuando entró Fushía. Don Aquilino ¿no le hicieron nada a Jum?, y Fushía ahora están chupando juntos, y también Pantacha y Nieves. No dejaría que lo maten, lo necesitaba, sería un buen contacto con los aguarunas, pero cómo lo pusieron, ¿quién le quemó las axilas?, chorrean pus, viejo, y las llagas de la espalda, lástima si se infectaran y se muriera de tétano, y don Aquilino en Santa María de Nieva, los soldados y los patrones de ahí, y el que le partió la frente fue tu amigo Reátegui, ¿sabía que se fue a Iquitos, por fin? Y Fushía también lo raparon y estaba más feo que un renaco, y ayayay, los huesos, mucho, mucho, y don Aquilino se las dio de vivo y al patrón que les compraba el caucho le dijo no, nosotros mismos iremos a venderlo a Iquitos, un tal Escabino, parecía, y para colmo le sonaron a un cabo que llegó a Urakusa y mataron a su práctico, y Fushía cojudeces, está vivito y coleando, es Adrián Nieves, el que recogí el mes pasado, y don Aquilino ya sé, pero es lo que dicen y ella se partía en dos, dame algo, Fushía, por lo que más quieras. Y Fushía ¿odia a los cristianos?, mejor que mejor, que convenza a los aguarunas que me den el jebe a mí, grandes proyectos, viejo, antes de un par de años volvería a Iquitos, rico, verás cómo me reciben los que me dieron la espalda, y don Aquilino hierve agua, Fushía, ayuda, no parece que fueras el padre. Fushía llenó la tinaja, prendió el fogón, y ella cada vez más fuertes, seguiditos, respiraba ahogándose, tenía hinchada la cara y ojos de pescado muerto. Don Aquilino se arrodilló, la sobó, ya se abría su poquito, Lalita, se venía, no te impacientes. Y Fushía aprende de las huambisas que se van al monte solas y regresan cuando ya han parido. Don Aquilino quemaba el cuchillo y las voces de afuera se perdían entre chasquidos y silbos, Fushía ¿ven?, ya no pelean, están íntimos, y el viejo sería varón, Lalita, qué le dijo, que oyera, las capironas estaban cantando, no se equivocaba nunca. Y Fushía es un poco callado y don Aquilino pero comedido, todo el viaje lo estuvo ayudando, decía que dos cristianos desgraciaron a Urakusa con sus engaños y Fushía, viejo, en tu próximo viaje ganarás horrores, don Aquilino cuándo no estarás soñando y él ¿no había progresado desde la primera vez? Y Aquilino no hubiera vuelto a la isla si no fuera por ti, Lalita, le había caído bien, y ella cuando usted llegó nos moríamos de hambre, don Aquilino, ¿se acuerda cómo lloré al ver las conservas y los fideos?, y Fushía qué banquete, viejo, se enfermaron por la falta de costumbre, y cómo tuve que rogarte, ¿por qué no quería ayudarlo?, si además ganarás plata. Y el viejo pero son robadas, Fushía, me meterán preso, no he de venderte ese jebe ni esos cueros, y Fushía todo el mundo sabe que tú eres honrado, ¿acaso los caucheros, los materos y los chunchos no te pagan en cueros, en jebe y en pepitas de oro? Si le preguntaban diría son mis ganancias, y el viejo nunca tuve tantas, y Fushía no te llevarás todo en un viaje, de a poquitos y ayayay, de nuevo, don Aquilino, las piernas, la espalda, Fushía ayayay. Y don Aquilino no quiero, los chunchos se quejarían tarde o temprano, vendría la policía, y los patrones no se iban a rascar los huevos mientras él les madrugaba el negocio, y Fushía shapras, aguarunas y huambisas se matan entre ellos, ¿no se odiaban?, a nadie se le ocurriría que había cristianos metidos en esto, y el viejo, no, de ninguna manera, y Fushía se llevaría lejos la mercadería, bien escondida, Aquilino, la venderás a los mismos caucheros más barata y estarán felices. Y el viejo por fin aceptó y Fushía por primera vez le pasaba esto, Lalita, depender de la honradez de un cristiano, si el viejo quiere me ensarta, vendía todo y se embolsillaba la plata, sabe que estoy preso acá, y hasta puede rematarla diciendo a la policía ese que buscan está en una islita, Santiago arriba. Demoró cerca de dos meses y Fushía mandaba remeros hasta el Marañón y los huambisas volvían no hay, no está, no viene, ese perro, y una tarde se apareció bajo un aguacero en la boca del caño y traía ropa, comida, machetes y quinientos soles. Y Lalita ¿podía abrazarlo, besarlo como a su padre?, y Fushía nunca había visto, viejo, qué honrado, no olvidaría, Aquilino, cómo te portas conmigo, él en su lugar se escapaba con la plata y el viejo tú no tienes alma, para él valía más la amistad que el negocio, el agradecimiento, Fushía, por ti dejé de ser el perro de Moyobamba, el corazón no olvidaba, ayayay, ayayay, y don Aquilino había empezado de veras, Lalita, puja, puja para que no se ahogue saliendo, puja con todita tu alma, grita. Tenía el cuchillo en la mano y ella reza, ayayay, Fushía y don Aquilino iba a sobarla pero puja, puja, Fushía acercó el mechero y miraba, el viejo consuélala un poco, agárrale la mano, hombre, y ella que le dieran agua, se le rompían, que la Virgen la ayudara, que el Cristo de Bagazán la ayudara, santo, santo, que le prometía y Fushía aquí tienes agua, no grites tanto y cuando Lalita abrió los ojos Fushía miraba el petate y don Aquilino te estoy secando las piernas, Lalita, ya pasó todo, ¿viste qué rápido? Y Fushía sí, viejo, es macho, pero ¿está vivo?, no se mueve ni respira. Don Aquilino se agachó, lo levantó del petate y era oscuro y grasoso como un monito y lo sacudió y él chilló, Lalita, míralo, cuánto miedo por gusto y que se durmiera ahora, y ella sin usted me hubiera muerto, quería que su hijo se llame Aquilino, y Fushía que sea por la amistad pero qué nombre más feo, don Aquilino ¿y Fushía? Y él raro ser padre, viejo, habrá que festejar un poco, y don Aquilino descansa, muchacha, ¿quería tenerlo?, tenlo, estaba sucio, límpialo un poco. Don Aquilino y Fushía se sentaron en el suelo, tomaban aguardiente a pico de botella y afuera seguían los ruidos, los huambisas, el aguaruna, Pantacha, el práctico Nieves estarían vomitando y el cuarto ardía de maripositas, los cocuyos rebotaban contra las paredes, quién hubiera dicho que nacería tan lejos de Iquitos, en el monte como los chunchitos.