Tentacion
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Como cualquier guionista de Hollywood, David Armitage aspira convertirse en rico y famoso para huir de la mediocridad de su vida. Cuando est? a punto de dar por muerta su carrera, se produce el milagro: la televisi?n compra uno de sus guiones y se convierte en un rotundo ?xito. Pasado un tiempo, el millonario Philip Fleck le propone ir a su isla privada para trabajar en un nuevo gui?n cinematogr?fico. David se lleva una desagradable sorpresa cuando descubre que se trata de uno de sus propios guiones, escrito unos a?os antes, copiado palabra por palabra. Furioso, David se niega a colaborar con el millonario. Pero su decisi?n le costar? cara…
***
«?Esto es una novela!: flechazos, dilemas, pesares, y la certeza de que el ?xito se conjuga siempre con el condicional o el imperfecto.» Le Figaro.
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– Sí, es bastante feroz, y absurdamente leal.
– Pues tienes suerte. Eliminaron la palabra «lealtad» hace mucho tiempo del vocabulario de Los Ángeles.
– ¿Pero puedo contar con la tuya, no?
– Por supuesto -contesto rápidamente-. Forma parte del servicio. Además creo que en este asunto te la han jugado.
– ¿Y ahora qué hago?
– Esperar y ver qué pasa con el artículo de MacAnna, y cuál es la reacción a la entrevista de Daily Variety. Te diré algo: las próximas setenta y dos horas son cruciales. Si el lunes por la mañana la noticia está muerta, hemos ganado. Si todavía le queda cuerda, tenemos un problema.
– Me parece que va a ser un fin de semana largo.
– Muy largo, me temo.
Pero al mediodía del día siguiente, la sensación era de que habíamos ganado la guerra de las relaciones públicas. Aunque Los Angeles Times publicó un breve artículo en la sección de «Espectáculos» sobre la columna de MacAnna, los demás periódicos de ámbito nacional no recogieron la noticia, una buena señal de que el asunto se consideraba un cuento de Hollywood, y poco más. El Hollywood Reporter, por su parte, publicó dos largas páginas sobre las cuatro malditas líneas de diálogo; era un reportaje equilibrado, con mis disculpas (del comunicado de prensa) y la justificación de Larry Latouche de mi postura. Mejor aún fue el artículo de Craig Clark en Daily Variety, que se ponía de mi parte, y señalaba que durante nuestra entrevista en exclusiva me había mostrado totalmente abierto acerca del «plagio incidental», y «no había intentado echar cortinas de humo o añadir justificaciones exageradas al estilo Clinton por su error involuntario». Continuaba citando a cinco autores famosos de televisión y cine (a los que evidentemente había localizado el día anterior), y todos ellos salían en mi defensa. Pero el golpe de gracia lo daba un comentario que Clark había obtenido de Justin Wanamaker, un hombre que (junto con William Goldman y Robert Towne) era considerado uno de los guionistas más eminentes de los últimos treinta años. En un comunicado preparado (que según decía Clark, Wanamaker le había mandado por correo electrónico en exclusiva para Variety) sencillamente hundía el cuchillo en la espalda de Theo MacAnna. Y lo retorcía un par de veces: «Hay periodistas serios del mundo del espectáculo y hay pugilistas de moral sospechosa como Theo MacAnna, que no dudan ante la posibilidad de destrozar una carrera con presuntas insinuaciones de plagio, basadas en la inconsistente premisa de que tomar prestada una broma constituya un pecado mortal, merecedor de ser denunciado ante la Inquisición. Hay algo profundamente deplorable en ver a un escritor de tres al cuarto atacar a uno de los talentos cómicos más auténticos que existen actualmente en Estados Unidos».
A Tracy le entusiasmó el artículo de Craig Clark, así como a Brad y a Bob Robison y, por supuesto, a Alison.
– Hasta hace sólo cinco minutos, siempre pensé que Justin Wanamaker era un pedante pomposo -dijo-. Pero ahora le nominaría para el premio Nobel. El tipo es un artista. Espero que esto destruya la reputación de esa rata.
Sally también me llamó desde Seattle, encantada con el artículo de Variety.
– Esta mañana no han parado de llamarme, con muestras de solidaridad y diciendo lo mal que te han tratado, y lo elegante que has sido en la entrevista de Variety. Estoy muy orgullosa de ti, mi vida. Lo has llevado de maravilla: venceremos.
Qué alegría saber que seguíamos siendo «nosotros». Pero no podía culpar a Sally por su enfado del día anterior. La forma en que se había enterado debió de ser muy desagradable para ella, y como cualquiera (yo especialmente) había reaccionado con una mezcla de miedo, rabia e incredulidad.
Pero tenía razón, estábamos dándole la vuelta a una situación potencialmente desastrosa, hasta el punto de que mi contestador y mi correo electrónico, tanto de casa como del despacho, se inundaron de mensajes de apoyo de amigos y colaboradores profesionales. Mejor aún, el sábado, la ola de la marea se volvió contra Theo McAnna, con tres cartas publicadas en las páginas de editorial de Los Angeles Times que recordaban otros casos de plagio involuntario, y que vituperaban el periodismo sensacionalista. Después, en la edición dominical del mismo periódico, llegó un gancho de izquierda arrasador, en forma de un artículo breve de trescientas palabras en la sección de «Miscelánea de Arte», que aseguraba que, antes de ser gacetillero del Hollywood Legit, MacAnna había pasado cinco años intentando entrar en el mundo de la comedia de televisión, sin ningún éxito. Se citaba a un productor de la NBC que decía que habían empleado a MacAnna brevemente como guionista a finales de los noventa, pero que lo habían despedido -y en una muestra de cita vengativa- «cuando quedó claro que su escaso talento seguiría siendo escaso». También se señalaba que, poco después de que la NBC lo echara, la International Creative Management también lo había descartado como cliente.
– Ojalá las cosas siempre fueran así -dijo Sally después de leerme el análisis desmembrador de Los Angeles Times sobre MacAnna-. Han declarado abierta la temporada sobre ese imbécil.
– Con toda la razón, porque él se ha hecho una carrera jugando a perro rabioso de Hollywood. Ahora le han neutralizado, y todos se sienten seguros para darle la patada.
– Se lo merece. Y lo más bonito es que tú no sólo te has vengado, sino que vas a salir del incidente como parte ofendida, y como una persona que sabe defenderse.
Sally había vuelto a dar en el clavo. Durante la semana, recibí una llamada de Jake Jonas, el jefe de producción de la Warner, asegurándome que Romper y entrar «pronto tendría luz verde», que lo estaba leyendo Steven Soderbergh (a quien le encantaba, según ellos) y había prometido comunicar su decisión el viernes. Después, hacia el mediodía del domingo, Sheldon Schwartz, el presidente ejecutivo de la FRT, también me llamó a casa y me contó la anécdota siguiente:
– Hace un año, la Asociación Judía de Orange County me nombró ejecutivo del año de entretenimiento, y durante mi discurso de aceptación yo di las gracias a mi esposa, Babs, diciendo, y es una cita literal: «Siempre ha estado conmigo a las tres de la madrugada, cuando el resto del mundo duerme». Después todo el mundo me felicitó por la frase, a excepción de Babs, que me recordó que ésa era la frase exacta que utilizó el dramaturgo August Wilson cuando dio las gracias a su esposa durante su discurso de aceptación del premio Tony a principios de los noventa. Yo había asistido a esos premios, por supuesto, y la frase de Wilson se me había quedado grabada y, todos esos años más tarde, me salió, disimulada como un comentario original de Sheldon Schwartz.
»Lo que quiero decir, David, es que me sentí muy cerca de ti cuando te acusaron tan maliciosamente, y que admiré la dignidad y la sangre fría con las que lo has afrontado. Por propia experiencia sé que lo he te ha pasado puede pasarle a cualquiera.
– Gracias, señor Schwartz -dije-. El apoyo que me han demostrado todos en la cadena ha sido extraordinario.
– Somos una familia, David. Por favor, llámame Shel.
Alison casi se ahoga con el humo del cigarrillo cuando le repetí la conversación al día siguiente.
– ¿En serio te dijo que «somos una familia»? -preguntó.
– Sí, pero yo no le respondí precisamente: «Eh, Shel, ya está bien de tópicos».
– Hablando de tópicos, ¿sabías que tu nuevo amigo íntimo Shel es tan partidario de la familia que acaba de abandonar a su esposa número tres para casarse con su…, no te lo vas a creer, su irrigadora de colon, que resulta que es una serbia de veintiocho años con un par de melones que habrían hecho parecer plana a la difunta Jayne Mansfield?
– ¿De dónde sacas estos cotilleos misteriosos?
– De la columna de MacAnna, por supuesto.
– No tiene gracia.
– Sí la tiene, sobre todo porque ahora él es el motivo de cotilleo. Este asunto le ha dejado fuera de combate. Es como si le hubieras dado una patada en los huevos al bravucón de la calle y todos estuvieran encantados.