?gur Nebl?
?gur Nebl? читать книгу онлайн
En las postrimerнas de este siglo iba siendo necesario un libro, con lucidez y exactitud de relojero, construyera un mundo ficticio desde el que desvelar las trampas y los secretos del nuestro. Lo ha escrito Miquel Palol con Igur Nebli, hйroe caballeresco, a la vez atбvico y posmoderno, con el que el lector sentirб la claustrofobia de un mundo que pronto reconocerб como suyo, descubrirб las oscuras estrategias del Estado bajo las intrigas de La Muta, y reconocerб el hermйtico y vertiginoso Laberinto de Gorhgrу participando en una siniestra alegorнa del Poder y de sus inextricables instrumentos de manipulaciуn de la informaciуn, de presiуn del individuo, de despersonalizaciуn y de angustia.
Para quienes siempre pensaron que la literatura es un juego con la literatura, para quienes no se conforman con la lectura de la historia y quieren tomar parte de ella y para quienes gustan de los libros que jamбs se acaban con su ъltima pбgina, Igur Nebli resultara una lectura extremadamente gratificante.
La calidad indiscutible que llevу al exito a El Jardin de los Siete Crepъsculos alcanza con Igur Nebli una envidiable madurez.
`Un texto donde Palol lleva hasta sus ъltimas consecuencias el objetivo de convertir la literatura en el medio mбs oportuno para disfrazarse de dios y jugar a la construcciуn de un mundo`. Javier Aparicio, El Pais.
`La particular `locura` narrativa de Palol es saludable para todo el conjunto de la narrativa catalana`. Marc Soler, El Temps.
Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала
– ¿Y por qué no son más rigurosos a la hora de admitir los trámites?
– Por la misma razón por la que tantas y tantas cosas quedan por resolver. Busca la relación entre los costes de la solución y el beneficio obtenido, y sabrás de inmediato qué prosperará y qué no. Volviendo a lo que nos ocupa: como no hay juicios, los contenciosos y los delitos se resuelven de oficio desde el Cuantificador, por el procedimiento de la factorialidad; los condenados vulgares, me refiero a los que no son elementos peligrosos que haya que vaciar antes de eliminar, como va no hay sitio donde emplearlos en la Administración, no van a la Cárcel, sino que son ocupados en los trabajos más duros de acuerdo con sus condiciones personales y el grado de condena; así pues peones, barrenderos, ganaderos y guardabosques, ladrones convictos metidos en la prostitución masculina, activistas de la subversión en espectáculos de circo, y los criminales más célebres y brillantes, irrecuperables para la propaganda negativa, consagrados como productivos gladiadores a muerte.
– Ya lo entiendo -dijo Ígur sin demasiado interés por llegar al fondo del asunto-, la Apotropía de Juegos tiene una doble misión, en cierta manera un filtro entre dos necesidades: por una parte ofrecer espectáculos de acuerdo con la demanda social, y por otra canalizar los problemas residuales.
– Más o menos -dijo Gemitetros muy satisfecho-; y fíjate que no estamos tan sólo en contacto con la Apotropía de Justicia, sino con muchas otras: la de Obras Públicas, la de Hacienda… y también con departamentos subsidiarios; por ejemplo, nuestra colaboración con la Gestión Social ha sido decisiva para solucionar el problema de los jubilados -Ígur jugueteaba con el casco de las panteras-murciélago, pero el Consultor, entusiasmado con su propio discurso, continuó indiferente a la expectativa del interlocutor-. Hace unos años, cuando del total de jubilados que pedían pensión se concedía tan sólo al cinco por ciento, el resto se convirtió en una lacra de difícil solución: exasperados, muchos de ellos emprendían atentados contra próceres o bienes públicos, o matanzas colectivas indiscriminadas antes de suicidarse, así es que, por iniciativa del Apótropo, firmamos un convenio con el Agon de Gestión Social que permitiera asimilar los jubilados no pensionistas a los perdedores en ley de fugas (artículo A cuarenta y dos apartado siete) y, por riguroso sorteo mensual, con una posibilidad entre cuatro aproximadamente, al sujeto afectado se le envía un terminador, por lo que pedir una pensión, o bien afiliarse al subsidio social, equivale en la práctica a meterse en un Juego técnicamente asimilable a ciertas modalidades de Fonotontina Cubierta.
– Curioso -dijo Ígur, pensando que eso sí que no guardaba relación con el Laberinto-; ¿y en qué radica la colaboración con la Apotropía de Obras Públicas?
– Intervenimos en la Gestión, cuyo mecanismo original ya debes conocer. -Como Ígur negara, Gemitetros prosiguió con aire doctoral-:
En primer lugar había la planificación del conjunto edificable. Pongamos por ejemplo un palacio: necesidades, presupuestos, condiciones de órdenes diversos, planos. Después, planificación de los trabajos de la obra: personal, plazos, obras auxiliares, coordinación con industrias subsidiarias, modificaciones provisionales en el entorno, previsión de posibilidades de otras definitivas, dispendios adicionales, margen de modificaciones y de imprevistos aceptable, previsiones políticas. Después, el tercer grado, estudio y planificación de los trabajos de planificación de la obra: elección del equipo que los redacte y los lleve a término, presupuestos, plazos y, lo más importante, estudio y cuantificación de las interacciones posibles entre la planificación del palacio, la planificación de la obra del palacio y la planificación de la planificación de la obra del palacio, y posibles impactos en los presupuestos, en los plazos, etcétera.
– ¿Las vicisitudes de la planificación no dificultaban la construcción del palacio? -dijo Ígur.
– El palacio raras veces llegaba a construirse. De cada cien empresas constituidas para construir, tan sólo una culminaba en obra acabada. El problema se producía porque cuando, por las razones que fuera y en cualquier fase de las obras, la realización se paralizaba, los constructores ya se habían cubierto las espaldas para que el déficit no les pillara los dedos, y los excedentes del crédito obtenido les proporcionaban margen suficiente para iniciar una nueva planificación.
– Ya entiendo.
– Hace unos años -prosiguió el Consultor-, la Agonía de Gestión Social halló la manera de compensar las pérdidas del endeudamiento y las sanciones del proceso. Con una exención desgravadora de recuperación de obras interrumpidas, financiaban la operación con bonos de altísimo riesgo que eran papel mojado, y equilibraban la menor deuda con un canon directo de la Agonía, a cambio, en teoría, de un porcentaje de los beneficios; en cierta manera, era una forma de subvención. Pero la gestión solía ser abandonada de nuevo, en el punto de inflexión del óptimo rendimiento de la empresa, y así sucesivamente hasta que el porcentaje de participación de la Agonía de Gestión Social hacía que la recuperación no fuera rentable, y la obra quedaba definitivamente abandonada. Hubo una época de gran pesimismo social; Bracaberbría estaba en plena decadencia después de abierto el Laberinto, y el desconcierto acechaba Gorhgró, un núcleo urbano en busca de un modelo estable de robo institucional: nadie sabía quién pagaba el dinero que, habiéndose perdido, no había sido a expensas del promotor, ni del constructor, ni de la Agonía de Gestión Social, a quien tampoco le convenía destruir el sistema por el desbarajuste laboral que hubiera comportado, y porque, además, también recuperaba la inversión en forma de beneficios en el momento de finiquitarse la gestión. El círculo no parecía tener beneficiarios ni perdedores, sino partes en descubierto o en cobertura sucesivamente intercambiables. Una vez más se tomó conciencia de que la riqueza es un Juego sin relación necesaria con los bienes reales, y Gorhgró se encontró llena de obras de palacios abandonadas.
– Aún he visto unas cuantas. Y entonces, ¿en qué momento interviene la Apotropía?
– Desde el momento en que las empresas, de manera flagrante, no se constituían para construir sino para gestionar planificaciones de obras que ellas mismas se ocupaban, porque así les resultaba más rentable, de que jamás llegasen a realizarse, la Hegemonía nos encargó un proyecto para obligar a que un porcentaje aceptable de obras llegara a buen término, y de este modo surgió la Ruleta Edilicia, de adscripción al principio obligatoria para las constructoras, pero en la actualidad completamente voluntaria; y mira lo que son las cosas, no sólo se acogen a ella la totalidad de los gestores, sino que el ramo de la construcción registra la actividad más fuerte de los últimos cien años. La Ruleta Edilicia es, básicamente, un sorteo, con margen de estrategias, justicia y garantías incluido, que, de acuerdo con los elementos preexistentes y la solvencia de la empresa, a través de un procedimiento sofisticadísimo de compensación continua de interinfluencias de coaliciones, porque, igual que en las Fonotontinas, el modelo no es el Juego diferencial de suma cero, cuantifica los términos del fracaso de la gestión, establece en qué apartado hace fallida y en qué grado, con plazos, subcontrataciones, alcance de desastres, posibles conexiones con diversos tipos de Fonotontinas, etcétera, o, por el contrario, determina la obligación cuantificada de acabar la obra, entonces sí, en el caso extremo con fuertes penalizaciones, que pueden llegar a la incapacitación, en caso de incumplimiento, pero también con fabulosas ganancias si la gestión culmina correctamente.
– Una solución brillante, sin duda -dijo Ígur; en realidad, le parecía la solución de siempre: cuando no puedas encontrar remedio para las cosas, ponles un marco legal-. La Apotropía de Juegos es apasionante como mecanismo lógico. ¿Sería posible obtener una copia de los estatutos?
– ¿De qué año? -dijo el Consultor; su cara reflejaba la estupefacción ante una pregunta idiota.
– De los vigentes, naturalmente.
– ¿De los vigentes cuándo? ¿Hoy? ¿Mañana? Los Estatutos son tan abstractos y flexibles que no te servirán para nada, y las normas cambian de una semana a otra; y, aún así, las vigentes tienen un carácter dinámico, lo que significa que cada Juego es tal cuando empieza, pero a partir del segundo movimiento genera sus propias normas, así como no hay dos partidas que se acojan a la misma ética para regir el movimiento siguiente.
– En todo caso, digamos que no siempre, o no necesariamente, han de acogerse al reglamento para efectuar la jugada que corresponde, pero normalmente es así, y eso ha sido, y debería ser, creo, suficiente para permitir establecer unas normas, ya no para ser cumplidas perentoriamente, sino para explicar el Juego desde una perspectiva histórica, tal y como, por ejemplo, tú mismo has hecho hoy ante mí.
La petición era inútil. Gemitetros no quería o no podía desvelar más información de la que se había permitido, y con medias palabras dio a entender a Ígur que se considerase afortunado de haber obtenido un trato de favor gracias a la recomendación de Debrel. Como despedida le ofreció un calendario de Juegos y Espectáculos con un plano detallado de dónde los podía practicar, no solo en Gorhgró, sino también en Eraji, Taidra, Sunabani y Marlú, y le dio una dirección y el Código del Cuantificador para que se pusiera en contacto con él si un día quería participar en un Juego importante, dando por supuesto que el rol concedido a su concurso a todos los efectos se acogería a su prestigio personal y a su rango.
A primera hora de la tarde, y aun a riesgo de no encontrar a nadie, porque no había avisado, Ígur fue a visitar a Debrel, que estaba solo y le pareció encantado con la visita. Ígur se sorprendió a sí mismo decepcionándose al ver que Sadó no estaba, y ante el amable interés del anfitrión le explicó cómo había sido atacado y cómo se había librado, y le preguntó si tenía alguna idea sobre quién podía haber inspirado la agresión. Debrel se rió durante todo el relato, como si se tratara de una situación jocosa o de un chiste, lo que acabó por hacer reír a Ígur también, por sentirse quizá un poco exagerado, demasiado dramático, incluso un poco ridículo, y al final, sin perder la risa, Debrel lo reconvino por sus preguntas.
– O me concedes demasiada importancia, o me tienes en muy mal concepto; ¿no ves que si realmente crees que estoy en condiciones de decirte quién te ha atacado me estás llamando hipócrita? Dímelo tú, quién te ha mandado matar. ¿El Agon de los Meditadores? ¿Los amigos de Lamborga? ¿Los amantes de Fei? -soltó una carcajada-. ¿Crees que te has granjeado demasiados enemigos para el poco tiempo que llevas en Gorhgró?