La Silla Del ?guila
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En el a?o 2020, en un M?xico sin telecomunicaciones ni computadoras porque los norteamericanos (proveedores ?nicos) lo tienen castigado, se desata la lucha por la presidencia, es decir, por sentarse en la Silla del ?guila y no abandonarla nunca. Aqu? no hay lealtad que valga: por conseguir el poder, el padre es capaz de traicionar al hijo, la esposa al c?nyuge, el secretario de Estado al Primer Mandatario. Y todo puede pasar: cr?menes de viejos caciques, espionaje de supuestos allegados, maniobras t?tricas, extorsi?n sexual? e incluso, que reaparezca en la escena pol?tica un fallido candidato presidencial al que todos creyeron asesinado a?os atr?s. El triunfador, el Ungido, oculta un pasmoso secreto que ser? necesario preservar a toda costa.
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Dulce de la Garza a María del Rosario Galván
Señora: Si me atrevo a escribirle es porque no tengo otra manera de dirigirme a usted. Y usted es quien es. Todo el país lo sabe. No hay mujer con más influencia (no sé si lo digo correctamente, ¿debo decir mejor no hay mujer más influyente?) que usted. Todas las puertas se le abren. Tiene usted el oído de los poderosos. Pero sus puertas están cerradas para las personas sin poder. Y yo soy una mujer insignificante. Pude ser tan poderosa como usted. Pero mi nombre le dice a las claras que pude, pero no fui. Entonces le escribo, lo admito, porque usted es poderosa y yo no. Pero también le escribo, señora, de mujer a mujer. ¿Qué es de mi hombre, señora? ¿Puede usted darme una respuesta? ¿Quién está enterrado en la tumba de mi amante en Veracruz? ¿Por qué hay dos tumbas de mi hombre, una encima de la otra? ¿Una con un monigote de cera que se está derritiendo en el calor y otra vacía? Señora, si alguna vez ha sentido usted amor por un hombre, y yo no dudo que así sea, téngame un poquito de piedad. Por el hombre que más haya querido en su vida, piense en mí, tenga piedad de mi soledad y de mi pena y sírvase decirme, ¿dónde está el cuerpo de mi amante?, ¿a dónde puedo llevarle flores, hincarme, rezarle, pensar en él y decirle cuánto, cuánto lo extraño, qué falta me hace? ¿Puede usted ayudarme? ¿Es esto pedirle mucho? ¿Es pedirle demasiado? ¿Es pedirle lo imposible?