-->

Las aventuras de Huckleberry Finn

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Las aventuras de Huckleberry Finn, Твен Марк-- . Жанр: Классическая проза / Детские приключения. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Las aventuras de Huckleberry Finn
Название: Las aventuras de Huckleberry Finn
Автор: Твен Марк
Дата добавления: 15 январь 2020
Количество просмотров: 242
Читать онлайн

Las aventuras de Huckleberry Finn читать книгу онлайн

Las aventuras de Huckleberry Finn - читать бесплатно онлайн , автор Твен Марк

La historia se desarrolla a lo largo del r?o Misisipi, el cual recorren Huck y el esclavo pr?fugo Jim, huyendo del pasado que han sufrido con el prop?sito de llegar a Ohio. Detalles idiosincr?ticos de la sociedad sure?a como el racismo y la superstici?n de los esclavos, as? como la amistad son algunos de los temas centrales de la novela. Esta obra supone para Mark Twain un punto y aparte respecto de sus obras anteriores. Aqu? comienza una mirada pesimista sobre la humanidad que lejos de diluirse se acrecienta en siguientes creaciones como El forastero misterioso.

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 58 59 60 61 62 63 64 65 66 ... 81 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

—No, no he visto a nadie, tía Sally. El barco llegó justo al amanecer, dejé mi equipaje en el muelle y fui a darme una vuelta por el pueblo y también por el campo para hacer tiempo y no llegar demasiado temprano; por eso he llegado por la parte de atrás.

—¿A quién le diste el equipaje?

—A nadie.

—¡Pero, niño, te lo van a robar!

—No, donde lo escondí no lo creo —dije.

—¿Cómo es que desayunaste tan temprano en el barco?

Aquello se estaba poniendo dificil, pero respondí.

—El capitán me vio levantado y pensó que más valía que comiese algo antes de desembarcar, así que me llevó a las camaretas de arriba, donde comen los oficiales, y me dio todo lo que quería.

Me estaba poniendo tan nervioso que no estaba atento. Pensaba todo el tiempo en los niños; quería llevármelos a sacarles algo de información para averiguar quién era yo. Pero no había forma. La señora Phelps no hacía más que hablar. Al cabo de un rato me dieron escalofríos por todo el cuerpo porque dijo:

—Pero aquí estamos venga de hablar y todavía no me has dicho nada de mi hermana ni de los demás. Ahora pararé de darle a la lengua y te toca a ti; cuéntamelo todo, dime cómo están todos hasta el último de ellos, cómo les va y lo que hacen y lo que te han dicho que me digas y todo lo que recuerdes.

Bueno, comprendí que estaba en un auténtico apuro. La Providencia me había apoyado hasta ese momento, pero ahora me tocaba arreglármelas como pudiera. Vi que no valía de nada tratar de empezar: tenía que confesar la verdad. Así que me dije: «Ahora tengo que arriesgarme otra vez a decir la verdad». Abrí la boca para empezar a hablar, pero ella me agarró, me escondió detrás de la cama, y va y dice:

—¡Aquí llega!, agacha más la cabeza; bueno, así está bien, ahora no te puede ver. Que no note que estás aquí. Quiero gastarle una broma. Niños, no digáis ni una palabra.

Vi que me estaba metiendo en otra buena pero no valía de nada preocuparse; no había nada que hacer más que quedarme callado y tratar de escapar cuando estallara la tormenta.

Apenas pude ver al viejo cuando entró porque después me lo tapó la cama. La señora Phelps dio un salto y preguntó:

—¿Ha llegado?

—No —respondió su marido.

—¡Santo cielo! —dijo ella—, ¿qué puede haberle pasado?

—No me lo puedo imaginar —dijo el anciano—, y debo confesar que no me siento nada tranquilo.

—¡Tranquilo! —dijo ella— ¡Yo estoy a punto de volverme loca! Tiene que haber llegado, lo que pasa es que no lo has visto por el camino. Estoy segura de que ha sido eso. Algo me lo dice.

—Pero, Sally, es imposible que no lo haya visto, y lo sabes.

—Pero, ay Dios mío, Dios mío, ¿qué dirá mi hermana? Tiene que haber llegado. Tiene que ser que no lo has visto. Tiene…

—Bueno, no me preocupes más de lo que ya estoy. No sé cómo demonio entenderlo. Ya no se qué pensar y no me importa reconocer que estoy asustadísimo. Pero no es posible que haya llegado porque no podría llegar sin que lo hubiera visto yo. Sally, esto es horrible, sencillamente horrible… ¡Seguro que le ha pasado algo al barco!

—¡Mira, Silas! ¡Mira allí! ¡Por el camino! ¿No viene alguien?

Él saltó a la ventana junto a la cabecera de la cama y le dio a la señora Phelps la oportunidad que buscaba ella. Se inclinó a los pies de la cama y me dio un tirón para hacerme salir; y cuando su marido se volvió de la ventana allí estaba ella, toda sonriente y radiante como un sol, y yo a su lado, calladito y sudoroso. El anciano me contempla y dice:

—Pero, ¿quién es ése?

—¿Quién te crees que es?

—No tengo ni idea. ¿Quién es?

—¡Es Tom Sawyer!

¡Os juro que casi me caigo al suelo! Pero no tuve tiempo de cambiar de táctica; el viejo me agarró de la mano y me la estrechó una y otra vez, y todo el tiempo la mujer bailaba en torno a nosotros riéndose y llorando; después se pusieron los dos a preguntarme montones de cosas acerca de Sid y de Mary y del resto de la tribu.

Pero si ellos se alegraron, aquello no era nada en comparación conmigo, porque era como volver a nacer. Me alegré montones de enterarme de quién era. Bueno, se me quedaron pegados dos horas, y por fin, cuando tenía la lengua tan cansada que casi no podía ni moverla, les había dicho ya más cosas de mi familia (quiero decir de la familia Sawyer) de las que hubieran podido ocurrir a seis familias Sawyer juntas. Y les expliqué todos los detalles de cómo se había reventado la cabeza de un cilindro en la desembocadura del río Blanco y nos había llevado tres días arreglarlo. Lo cual estaba muy bien y funcionó estupendamente, porque ellos no sabían si hacían falta tres días para arreglarlo. Si les hubiera dicho que habíamos reventado un perno les habría dado igual.

Ahora yo me sentía muy tranquilo por una parte y muy intranquilo por la otra. El ser Tom Sawyer me resultaba fácil y cómodo y lo siguió siendo hasta que al cabo de un rato oí que bajaba por el río un barco de vapor. Entonces me dije: «¿Y si viene Tom Sawyer en ese barco? ¿Y si llega en cualquier momento y me llama por mi nombre antes de que pueda hacerle un guiño para que no diga nada?»

Bueno, no podía dejar que pasara, porque lo fastidiaría todo. Tenía que ir al camino y pararlo a tiempo. Así que le dije a aquellos dos que iría al pueblo a buscar mi equipaje. El anciano quería venir conmigo, pero le dije que no, que podía conducir yo mismo el caballo y que prefería que no se molestara por mí.

Capítulo 33

Así que me puse en marcha hacia el pueblo con la carreta, y cuando estaba a mitad de camino vi que venía otra carreta, y efectivamente era Tom Sawyer, así que me paré y esperé hasta que llegó. Le dije: «¡Frena!», y se paró a mi lado, abrió una boca de a palmo, y así se quedó; tragó saliva dos o tres veces, igual que un cura cuando se le seca la garganta, y después dijo:

—Yo nunca te hice nada malo. Y tú lo sabes. Así que, ¿por qué has vuelto a perseguirme?

Le respondí:

—No he vuelto… Nunca me fui.

Cuando oyó mi voz se tranquilizó algo, pero todavía no estaba convencido del todo. Dijo:

—No me hagas nada malo, porque yo no te lo haría a ti. ¿Me juras que no eres un fantasma?

—Te lo juro —respondí.

—Bueno… Yo… Bueno, claro que debería bastar con eso, pero la verdad es que no entiendo nada. Mira, ¿es que nunca te asesinaron?

—No. Nunca me asesinaron… Fue un truco mío. Acércate a tocarme si no me crees.

1 ... 58 59 60 61 62 63 64 65 66 ... 81 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название