Narrativa breve

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Narrativa breve
Название: Narrativa breve
Автор: Твен Марк
Дата добавления: 15 январь 2020
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Narrativa breve - читать бесплатно онлайн , автор Твен Марк

Supongo que se podr? ganar dinero cogiendo textos cuyos derechos ya han caducado y public?ndolos a bajo precio con un m?nimo de gasto editorial: sin dise?o, sin revisiones e incluso sin ?ndice. No es una cr?tica -no del todo- gracias a esto me hice por un euro con varios cl?sicos nuevos. Me gustar?a indicarles los relatos de este volumen, pero no s? donde tengo el ejemplar: cuando lo encuentre, los pongo. Muchas de las narraciones no son muy conocidas -al menos por m?- y, en algunos casos, con raz?n. Pero otras son peque?as joyas del humor que merecen ?sta y otras reediciones. La del elefante blanco, feroz parodia de las novelas policiales. La rana saltarina, que encaja sin problemas en el universo de Tom Sawyer. El muchachito bueno, certero palo a los relatos moralizantes con escaso reflejo en el mundo real. Y las aventuras del agente de viajes un tanto inepto, de una comicidad desbordante.

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Todos estos detalles se omitieron en el relato bíblico. No se encuentra ni el menor indicio de ellos allí. Se silenció todo el asunto. No se mencionan ni siquiera estos grandes seres. Eso les demuestra a ustedes que cuando la gente deja un vacío culpable en algún contrato el asunto puede disimularse en las biblias lo mismo que en cualquier otra parte. Esos poderosos animales serían ahora de inestimable valor para los hombres, ya que el transporte es tan caro y difícil; pero se perdieron. Todos perdidos por culpa de Noé. Todos se ahogaron. Algunos de ellos hace ya ocho millones de años.

Muy bien, el forastero contó su historia y Noé vio que tenía que partir antes de que llegaran los monstruos. Hubiera salido inmediatamente; pero los tapiceros y decoradores del salón de las moscas todavía tenían que dar los últimos toques; y eso le hizo perder un día. Otro día se perdió haciendo subir a bordo a las moscas, pues había sesenta y ocho billones y la Deidad todavía temía que no fueran suficientes. Otro día se perdió acomodando cuarenta toneladas de basura seleccionada para el mantenimiento de las moscas.

Luego Noé partió por fin; y no demasiado pronto, porque el Arca estaba apenas perdiéndose de vista en el horizonte cuando llegaron los monstruos, y unieron sus lamentaciones a la de la multitud de padres y madres que lloraban asustando a los pequeños que se aferraban a las rocas barridas por las olas bajo la pavorosa lluvia y elevaban sus plegarias al Ser Inmensamente Justo e Inmensamente Misericordioso que nunca habla respondido a una plegaria desde que esos peñascos se formaran por la acumulación de un grano de arena tras otro, y que seguiría sin responder a una sola de ellas cuando los siglos los hubieran convertido en arenas otra vez.

Carta VI

El tercer día, aproximadamente, se descubrió que había quedado una mosca. El viaje de regreso resultó largo y dificultoso, debido a la falta de cartas de navegación y de brújula, y por el aspecto alterado de la costa, ya que el agua que subía constantemente había cubierto algunos de los mojones bajos y dado a los más altos una apariencia desusada; pero después de dieciséis días de búsqueda seria y leal, por fin se encontró a la mosca, que fue recibida con himnos de alabanza y gratitud, mientras la Familia permanecía descubierta en señal de respeto a su origen divino. Estaba extenuada y el mal tiempo le habla producido sufrimientos, pero aparte de eso estaba en buenas condiciones. Muchos hombres habían muerto de hambre con sus familias en las cumbres peladas, pero a ella no le había faltado comida, que la multitud de cadáveres le ofrecía en putrefacta y maloliente abundancia. Así fue providencialmente preservado el sagrado pájaro.

Providencialmente. Esa es la palabra justa. Porque la mosca no había quedado allí por accidente. No, la mano de la Providencia estuvo en ello. Los accidentes no existen. Todas las cosas que suceden, suceden con algún fin. Están previstas desde el principio del tiempo, fueron dispuestas desde el principio del tiempo. Desde la aurora de la Creación el Señor habla previsto que Noé, alarmado y confundido ante la invasión de los fósiles prodigiosos, huiría al mar prematuramente sin llevarse un cierto mal inapreciable. Llevaría todas las otras enfermedades y podría distribuirlas entre las nuevas razas humanas a medida que aparecieran en el mundo, pero le faltaría la mejor: la tifoidea; un mal que, si las circunstancias son especialmente favorables, puede arruinar a un paciente por completo sin matarlo; porque puede permitirle incorporarse nuevamente dotado de un largo término de vida, pero sordo, mudo, ciego, inválido e idiota. La mosca es su principal diseminadora. Y es más competente y calamitosamente eficaz que todos los otros distribuidores del flagelo juntos. Y así, preordenada desde el principio del tiempo, esta mosca quedó para buscar un cadáver con tifoidea y alimentarse de su podredumbre y untarse las patas con los gérmenes para transmitirlos al mundo repoblado definitivamente. y así en los siglos transcurridos desde entonces, billones de lechos de enfermos se han surtido de esa mosca, que ha enviado billones de cuerpos en ruinas a arrastrarse sobre la tierra, y ha reclutado cadáveres para llenar billones de cementerios.

Es muy difícil comprender la naturaleza del Dios de la Biblia, tal es la confusión de sus contradicciones; con la inestabilidad del agua y la firmeza del hierro; con una moral abstracta de bondad gazmoña compuesta de palabras, y una moral concreta infernal compuesta de actos; con mercedes pasajeras de las que se arrepiente para caer en una malignidad permanente.

Sin embargo, cuando tras mucho cavilar se llega a la clave de su naturaleza, se puede por fin llegar a entender la. Con una franqueza juvenil, extraña y sorprendente, Él mismo nos da la clave. ¡Son los celos!

Imagino que esto los dejará sin aliento. Ustedes saben -porque yo se los he dicho en una carta anterior- que entre los seres humanos los celos están claramente considerados como un defecto; una de las marcas más distintivas de todas las mentes pequeñas, y de la cual hasta las más pequeñas se avergüenzan; y la cual niegan mintiendo si se las acusa de poseerla pues la acusación hiere como un insulto.

Los celos. No lo olviden, recuérdenlo. Son la clave. Con esa clave llegamos con el tiempo a comprender a Dios; sin ella nadie puede entenderlo. Como he dicho, Él mismo exhibe esta clave de modo que todos puedan conocerla. Cándida, sinceramente dice con el mayor desembarazo: "Yo el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso."

Es nada más que otra forma de decir: "Yo el señor, tu Dios soy un pequeño Dios; un Dios preocupado por las cosas pequeñas."

Él prevenía: no podía soportar la idea de que ningún otro Dios recibiera una parte del homenaje dominical de esta cómica e insignificante raza humana, -lo quería todo entero para Sí.

Lo valoraba. Para Él representaba riqueza; exactamente como las monedas de lata para los zulúes.

Pero esperen - no soy justo; no lo presento como es, el prejuicio me ha llevado a decir lo que no es cierto. No dijo que quisiera el total de adulaciones; no dijo que no estuviera dispuesto a compartirlas con los otros dioses; lo que dijo fue: "No pondrás a otro Dios antes de mi."

Es una cosa muy distintiva, y lo coloca en una mejor posición - lo confieso Había una abundancia de dioses, los bosques, según dicen, estaban llenos de ellos, y todo lo que Él pedía era ser considerado a la misma altura que los otros - no por encima de ellos, pero no por debajo. Estaba dispuesto a que ellos fertilizaran a las vírgenes terrenales, pero no a concederles mejores términos que los que pudiera reservarse para Sí mismo. Quería ser considerado su igual. Sobre esto insistió en el más claro de los lenguajes; no permitiría otros dioses antesque Él. Podían marchar hombro con hombro, pero ninguno de ellos podía encabezar la procesión, ni reclamaba para sí el derecho de encabezaría.

¿Creen que pudo mantenerse en esa recta y honorable posición? No. Podía mantener una mala resolución para siempre, pero no podía mantener una buena ni durante un mes. Gradualmente dejó ésta de lado y tranquilamente reclamó ser el único Dios del universo entero.

Como decía, los celos son la clave están presentes a través de toda Su historia en lugar prominente. Son la sangre y los huesos de Su naturaleza, la base de su carácter. ¡La cosa más pequeña puede destruir Su compostura y desordenar Su juicio si lastima Sus celos! Y nada excita esta característica suya tan rápida y seguramente y en forma tan exagerada como la sospecha de que se avecina la competencia con el Dios de la confianza. El temor de que si Adán y Eva comían del árbol de la Sabiduría llegarían a ser como dioses" Lo puso tan celoso que Su razón se vio afectada, y no pudo tratar a esos pobres seres con justicia o caridad, ni siquiera refrenarse de tratar a su inocente posteridad en forma cruel y criminal.

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