Narrativa breve
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Supongo que se podr? ganar dinero cogiendo textos cuyos derechos ya han caducado y public?ndolos a bajo precio con un m?nimo de gasto editorial: sin dise?o, sin revisiones e incluso sin ?ndice. No es una cr?tica -no del todo- gracias a esto me hice por un euro con varios cl?sicos nuevos. Me gustar?a indicarles los relatos de este volumen, pero no s? donde tengo el ejemplar: cuando lo encuentre, los pongo. Muchas de las narraciones no son muy conocidas -al menos por m?- y, en algunos casos, con raz?n. Pero otras son peque?as joyas del humor que merecen ?sta y otras reediciones. La del elefante blanco, feroz parodia de las novelas policiales. La rana saltarina, que encaja sin problemas en el universo de Tom Sawyer. El muchachito bueno, certero palo a los relatos moralizantes con escaso reflejo en el mundo real. Y las aventuras del agente de viajes un tanto inepto, de una comicidad desbordante.
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La grata tarea de poblar el mundo continuó de una época a otra, y con la mayor eficiencia; porque en esos días dichosos los sexos todavía eran eficientes en el Arte Supremo, cuando en verdad deberán haber muerto ochocientos años antes. El sexo precioso, el sexo amado, el sexo bello estaba manifiestamente en su apogeo, entonces, pues atraía hasta a los dioses. Dioses verdaderos. Bajaban del cielo y pasaban momentos de goce delicioso con esos cálidos pimpollos jóvenes. La Biblia lo cuenta. Mediante la ayuda de esos visitantes extranjeros la población aumentó hasta completar varios millones. Pero fue una desilusión para la Deidad. Estaba descontento con su moral, que, en ciertos aspectos, no era mejor que la suya propia. En realidad, era una imitación descomedidamente buena de la suya. El pueblo era totalmente malo, y como no sabía de qué otro modo reformarlo, juiciosamente decidió abolirlo. Esta es la única idea realmente superior y evolucionada que le acredita su Biblia, y hubiera establecido su reputación para siempre si se hubiera mantenido firme y la hubiera realizado. Pero siempre fue inestable - excepto según su propaganda- y su buena resolución cedió. Se sentía orgulloso del hombre; el hombre era SU mejor invento; el hombre era 'su favorito, después de la mosca común, y no podía soportar la idea de perderlo del todo; así que finalmente decidió salvar una muestra de él y ahogar al resto.
Nada pudo ser más típico de Él. Él habla creado todos esos seres infames y sólo Él era responsable de su conducta. Ni uno de ellos merecía la muerte, pero extinguirlos era una buena política; principalmente porque al crearlos habla cometido el crimen maestro, y estaba claro que al permitirles que siguieran procreando agrandaría ese crimen. Pero al mismo tiempo no podía haber justicia, equidad, ni favoritismo alguno - debían ahogarse todos o ninguno.
No, pero Él no quiso eso; tuvo que salvar media docena y poner a prueba la raza una vez más. No podía prever que se pudriría de nuevo, porque Él es sapientísimo sólo en la propaganda.
Salvó a Noé y a su familia e hizo arreglos para eliminar al resto. Él diseñó el Arca, y Noé la construyó. Ninguno de los dos había hecho un arca antes, ni sabia nada de arcas; y así tenía que esperarse que fuera algo fuera de lo común. Y sucedió. Noé era un campesino; y aunque sabía qué requisitos debía llenar el Arca, era absolutamente incapaz de decir si ésta sería del tamaño suficiente (y no lo era) para llenar las necesidades, de modo que no se aventuró a dar consejo. La Deidad no sabía que no era lo suficientemente grande, pero corrió el riesgo y no tomó las medidas adecuadas. Al fin de cuentas, el barco estaba lejos de llenar las necesidades, y el mundo sigue sufriendo por eso aún hoy.
Noé construyó el Arca. La construyó lo mejor que pudo, pero olvidó la mayoría de los detalles esenciales. No tenía timón, no tenía velas, no tenía brújula, no tenía bombas, no tenía carta marina> ni anda, ni barquilla, ni luz, ni ventilación, y en cuanto al espacio para la carga que era lo principal, cuanto menos se diga de eso mejor será. Tenía que permanecer once meses en el mar y necesitaría tener dos veces su volumen de agua potable. No podía utilizarse el agua exterior: la mitad seria agua salada, y ni los hombres ni los animales terrestres podían beberla.
Porque no sólo debía salvarse un ejemplar del hombre, sino también muestras comerciales de los demás animales. Ustedes tienen que comprender que cuando Adán comió la manzana del Jardín y aprendió a multiplicarse y repoblar, los otros animales también aprendieron el Arte, observando a Adán. Fue muy inteligente de parte de ellos, muy habilidoso; porque sacaron de la manzana cuando valía la pena sacar sin probarla ni castigarse con la adquisición del desastroso Sentido Moral, padre de todas las inmoralidades.
Carta V
Noé comenzó a reunir animales. Debía haber una pareja de cada especie de criatura que caminara o se arrastrara, o nadara o volara, en el mundo de la naturaleza animada. Tenemos que sacar nuestras propias conclusiones en cuanto al tiempo que le llevó juntar a esos seres y cuánto le costó, pues no hay nada escrito sobre esos detalles. Cuando Simaco hacía los preparativos para iniciar a su joven hijo en la vida adulta de la Roma imperial envió hombres a Asia, África y a todos lados a coleccionar animales para las luchas del circo. Tres años emplearon esos hombres en acumular los animales y llevarlos a Roma. Sólo cuadrúpedos y yacarés, ya se sabe -nada de aves, serpientes, ranas, gusanos, piojos, ratas, pulgas, garrapatas, arañas, moscas, mosquitos- nada más que los simples cuadrúpedos y los yacarés comunes; y ningún cuadrúpedo excepto los que luchaban. Y sin embargo fue como les dije: llevó tres años reunirlos, y el costo de los animales y el transporte y la paga de los hombres sumó 4.500.000 dólares.
¿Cuántos animales? No lo sabemos. Pero fueron menos de 5.000, pues ése fue el mayor número que se llegó a reunir para los espectáculos romanos, y fue Tito, no Simaco, quien hizo esa colección. Esos eran como museos embrionarios comparados con lo que se comprometió a hacer Noé. De aves y bestias y seres de agua dulce tenía que reunir 146.000 clases; y de insectos más de dos millones de especies.
Miles y miles de estos bichos eran difíciles de coger, y si Noé no se hubiera dado por vencido y renunciado todavía estaría en la tarea, como solía decir Levítico. Pero no quiero decir que abandonó. Juntó tantos seres como podía alojar y luego se detuvo.
Si él hubiera conocido las condiciones desde el principio hubiese sabido que lo que se necesitaba era una flota de arcas. Pero él no sabía cuántas clases de animales existían, ni lo sabia su Jefe. Así que no llevó ningún canguro, ninguna zarigüeya, ni monstruo de Gila, ni ornitorrinco; y le faltaban una multitud de criaturas indispensables con las que el amante Creador había bendecido al hombre y a las que había olvidado, al internarse ellas en una parte de este mundo que Él nunca había visto y de cuyas actividades no estaba enterado. Y así todas ellas escaparon apenas de ahogarse.
Escaparon sólo por accidente. No hubo agua suficiente como para cubrirlo todo. Solamente bastó para inundar un pequeño rincón del globo -el resto del globo no se conocía entonces, y se suponía no existente.
A pesar de todo, lo que real y finalmente decidió a Noé a quedarse con las especies suficientes desde el punto de vista estrictamente comercial y dejar que las otras se extinguieran, fue un incidente de los últimos días: un extraño llegó lleno de emoción con ciertas noticias alarmantes. Contó que había acampado entre valles y montañas como a seis mil millas de distancia, y había visto algo maravilloso ahí: estaba parado junto a un precipicio contemplando un ancho valle, y por el valle vio venir un mar negro y agitado de extraña vida animal. Simios grandes como elefantes, ranas como vacas; un megaterio y su harén increíblemente numeroso; saurios y saurios y saurios, grupo tras grupo, familia tras familia, especie tras especie: de treinta metros de largo, nueve de alto, y con la furia de un animal de dos veces este tamaño; uno de ellos pegó con la cola a un toro Durham totalmente inocente y lo hizo volar casi cien metros por el aire hasta caer a los pies del hombre con un suspiro para no vivir más. El hombre dijo que estos animales prodigiosos habían oído hablar del Arca y venían para eso. Venían a salvarse del diluvio. Y no venían en parejas, venían todos: no sabían que los pasajeros estaban limitados a pares, dijo el hombre y de todos modos no les importaban los reglamentos; estaban dispuestos a embarcar en el Arca o exigirían muy buenas razones para no hacerlo. El hombre dijo que el Arca no podría contener ni la mitad; y además venían con hambre, y se comerían lo que hubiera, incluyendo al zoológico y a la familia.
