Alicia En El Pais De Las Maravillas

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Alicia En El Pais De Las Maravillas
Название: Alicia En El Pais De Las Maravillas
Автор: Carroll Lewis
Дата добавления: 16 январь 2020
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Alicia En El Pais De Las Maravillas - читать бесплатно онлайн , автор Carroll Lewis

Los cuentos de Alicia, que han hecho c?lebre el nombre de Lewis Carroll en todo el mundo y han sido traducidos a numerosas lenguas, fueron escritos originalmente en 1862 para Alice Liddell, hija de Henry George Liddell, de?n de Christ Church. Tras su publicaci?n, los relatos, ilustrados por el dibujante ingl?s sir John Tenniel, se hicieron famosos de inmediato como libros infantiles.

En una ?poca de implacable didacticismo de los libros infantiles, Alicia fue el primer personaje de la literatura infantil que entrevi? la hipocres?a y la presuntuosidad did?ctica del mundo de los adultos. El atractivo de estos relatos para los mayores reside en la ingeniosa mezcla de fantas?a y realidad, suave s?tira, absurdidad y l?gica. Los nombres y las expresiones de los personajes la Liebre de Marzo, El sombrerero, El gato de Cheshire o la Reina de Corazones han entrado a formar parte de personajes cl?sicos de la literatura.

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– ¿Qué dice este papel? -preguntó la Reina.

– Todavía no lo he abierto -contestó el Conejo Blanco-, pero parece ser una carta, escrita por el prisionero a… a alguien.

– Así debe ser -asintió el Rey-, porque de lo contrario hubiera sido escrita a nadie, lo cual es poco frecuente.

– ¿A quién va dirigida? -preguntó uno de los miembros del jurado.

– No va dirigida a nadie -dijo el Conejo Blanco-. No lleva nada escrito en la parte exterior. -Desdobló el papel, mientras hablaba, y añadió-: Bueno, en realidad no es una carta: es una serie de versos.

– ¿Están en la letra del acusado? -preguntó otro de los miembros del jurado.

– No, no lo están -dijo el Conejo Blanco-, y esto es lo más extraño de todo este asunto.

(Todos los miembros del jurado quedaron perplejos).

– Debe de haber imitado la letra de otra persona -dijo el Rey.

(Todos los miembros del jurado respiraron con alivio).

– Con la venia de Su Majestad -dijo el Valet-, yo no he escrito este papel, y nadie puede probar que lo haya hecho, porque no hay ninguna firma al final del escrito.

– Si no lo has firmado -dijo el Rey-, eso no hace más que agravar tu culpa.

Lo tienes que haber escrito con mala intención, o de lo contrario habrías firmado con tu nombre como cualquier persona honrada.

Un unánime aplauso siguió a estas palabras: en realidad, era la primera cosa sensata que el Rey había dicho en todo el día.

– Esto prueba su culpabilidad, naturalmente -exclamó la Reina-. Por lo tanto, que le corten…

– ¡Esto no prueba nada de nada! -protestó Alicia-. ¡Si ni siquiera sabemos lo que hay escrito en el papel!

– Léelo -ordenó el Rey al Conejo Blanco.

El Conejo Blanco se puso las gafas. -¡Por dónde debo empezar, con la venia de Su Majestad? -preguntó.

– Empieza por el principio -dijo el Rey con gravedad- y sigue hasta llegar al final; allí te paras.

Se hizo un silencio de muerte en la sala, mientras el Conejo Blanco leía los siguientes versos:

Dijeron que fuiste a verla
y que a él le hablaste de mí:
ella aprobó mi carácter
y yo a nadar no aprendí.
Él dijo que yo no era
(bien sabemos que es verdad):
pero si ella insistiera
¿qué te podría pasar?
Yo di una, ellos dos,
tú nos diste tres o más,
todas volvieron a ti, y eran
mías tiempo atrás.
Si ella o yo tal vez nos vemos
mezclados en este lío,
él espera tú los libres
y sean como al principio.
Me parece que tú fuiste
(antes del ataque de ella),
entre él, y yo y aquello
un motivo de querella.
No dejes que él sepa nunca
que ella los quería más,
pues debe ser un secreto
y entre tú y yo ha de quedar.

– ¡Ésta es la prueba más importante que hemos obtenido hasta ahora! -dijo el Rey, frotándose las manos-. Así pues, que el jurado proceda a…

– Si alguno de vosotros es capaz de explicarme este galimatías -dijo Alicia (había crecido tanto en los últimos minutos que no le daba ningún miedo interrumpir al Rey)-, le doy seis peniques.

Yo estoy convencida de que estos versos no tienen pies ni cabeza.

Todos los miembros del jurado escribieron en sus pizarras: «Ella está convencida de que estos versos no tienen pies ni cabeza», pero ninguno de ellos se atrevió a explicar el contenido del escrito.

– Si el poema no tiene sentido -dijo el Rey-, eso nos evitará muchas complicaciones, porque no tendremos que buscárselo. Y, sin embargo -siguió, apoyando el papel sobre sus rodillas y mirándolo con ojos entornados-, me parece que yo veo algún significado… Y yo a nadar no aprendí… Tú no sabes nadar, ¿o sí sabes? -añadió, dirigiéndose al Valet.

El Valet sacudió tristemente la cabeza.

– ¿Tengo yo aspecto de saber nadar? -dijo.

(Desde luego no lo tenía, ya que estaba hecho enteramente de cartón.)-Hasta aquí todo encaja -observó el Rey, y siguió murmurando para sí mientras examinaba los versos-: Bien sabemos que es verdad… Evidentemente se refiere al jurado… Pero si ella insistiera… Tiene que ser la Reina…

¿Qué te podría pasar?… ¿Qué, en efecto? Yo di una, ellos dos… Vaya, esto debe ser lo que él hizo con las tartas…

– Pero después sigue todas volvieron a ti -observó Alicia.

– ¡Claro, y aquí están! -exclamó triunfalmente el Rey, señalando las tartas que había sobre la mesa. Está más claro que el agua. Y más adelante… Antes del ataque de ella… ¿Tú nunca tienes ataques, verdad, querida? -le dijo a la Reina.

– ¡Nunca! -rugió la Reina furiosa, arrojando un tintero contra la pobre Lagartija.

(La infeliz Lagartija había renunciado ya a escribir en su pizarra con el dedo, porque se dio cuenta de que no dejaba marca, pero ahora se apresuró a empezar de nuevo, aprovechando la tinta que le caía chorreando por la cara, todo el rato que pudo).

– Entonces las palabras del verso no pueden atacarte a ti -dijo el Rey, mirando a su alrededor con una sonrisa.

Había un silencio de muerte.

– ¡Es un juego de palabras! -tuvo que explicar el Rey con acritud.

Y ahora todos rieron.

– ¡Que el jurado considere su veredicto! -ordenó el Rey, por centésima vez aquel día.

– ¡No! ¡No! -protestó la Reina-. Primero la sentencia… El veredicto después.

– ¡Valiente idiotez! -exclamó Alicia alzando la voz-. ¡Qué ocurrencia pedir la sentencia primero!

– ¡Cállate la boca! -gritó la Reina, poniéndose color púrpura.

– ¡No quiero! -dijo Alicia.

– ¡Que le corten la cabeza! -chilló la Reina a grito pelado.

Nadie se movió.

– ¡Quién le va a hacer caso? -dijo Alicia (al llegar a este momento ya había crecido hasta su estatura normal)-. ¡No sois todos más que una baraja de cartas!

Al oír esto la baraja se elevó por los aires y se precipitó en picada contra ella. Alicia dio un pequeño grito, mitad de miedo y mitad de enfado, e intentó sacárselos de encima… Y se encontró tumbada en la ribera, con la cabeza apoyada en la falda de su hermana, que le estaba quitando cariñosamente de la cara unas hojas secas que habían caído desde los árboles.

– ¡Despierta ya, Alicia! -le dijo su hermana-. ¡Cuánto rato has dormido!

– ¡Oh, he tenido un sueño tan extraño! -dijo Alicia.

Y le contó a su hermana, tan bien como sus recuerdos lo permitían, todas las sorprendentes aventuras que hemos estado leyendo. Y, cuando hubo terminado, su hermana le dio un beso y le dijo:

– Realmente, ha sido un sueño extraño, cariño. Pero ahora corre a merendar. Se está haciendo tarde.

Así pues, Alicia se levantó y se alejó corriendo de allí, y mientras corría no dejó de pensar en el maravilloso sueño que había tenido.

Pero su hermana siguió sentada allí, tal como Alicia la había dejado, la cabeza apoyada en una mano, viendo cómo se ponía el sol y pensando en la pequeña Alicia y en sus maravillosas aventuras. Hasta que también ella empezó a soñar a su vez, y éste fue su sueño:

Primero, soñó en la propia Alicia, y le pareció sentir de nuevo las manos de la niña apoyadas en sus rodillas y ver sus ojos brillantes y curiosos fijos en ella. Oía todos los tonos de su voz y veía el gesto con que apartaba los cabellos que siempre le caían delante de los ojos. Y mientras los oía, o imaginaba que los oía, el espacio que la rodeaba cobró vida y se pobló con los extraños personajes del sueño de su hermana.

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