Diario de la Guerra de Espana
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Esta es la traducci?n castellana de la edici?n definitiva. Koltsov, corresponsal extraordinario de Pravda en Espa?a, fue testigo ocular de los acontecimientos que narra. Estrechamente ligado a la pol?tica contempor?nea del partido comunista ruso y periodista fuera de lo com?n, uni? a una gran valent?a personal dotes pol?ticas y militares excepcionales, una innegable profundidad de an?lisis y una lengua exacta y po?tica. Su papel en Espa?a fue mucho m?s importante que el que se puede esperar de un simple corresponsal de guerra, y sus actividades le situaron en m?s de una ocasi?n en el plano m?s elevado de la acci?n pol?tica. Su maravillosa fuerza descriptiva es patente en los pasajes m?s duros del Diario: la muerte de Lukacs, la conversaci?n con el aviador moribundo, el tanquista herido, el asalto frustrado al Alc?zar... Pero nada supera, sin duda, la maestr?a de los retratos de Koltsov. Su pluma arranca los rasgos esenciales de los nombres m?s significativos del campo republicano: Largo Caballero, Durruti, Alvarez del Vayo, Rojo, Malraux, Garc?a Oliver, Kleber, La Pasionaria, Casares Quiroga, L?ster, Checa, Aguirre, Jos? D?az, junto a gentes de importancia menos se?alada, con frecuencia an?nimas: oficiales, soldados, mujeres, ni?os... Es ?ste, en definitiva, un documento literario y pol?tico de un periodo crucial —1936-1937—, que ayuda no s?lo a revivirlo sino a comprenderlo.
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Ante Madrid, los republicanos han aprendido a manejar tipos de armas nuevos para ellos, desde los cazas y tanques hasta los simples morteros y pozos de lobo. Aquí mismo han aprendido a defenderse con los mismos tipos de armas que las del enemigo. En el telegrama del 25 de noviembre, en cinco líneas hablé de los ataques fascistas contra la cárcel Modelo, ¡y aquello fue un gran asalto, con intensa preparación artillera, con diez tanques, ametralladoras y granadas de mano! Lo rechazó con arrojo y pericia, sin recabar refuerzos, una brigada de las Juventudes Socialistas. Antes, un combate así habría constituido un enorme acontecimiento. Ahora se considera como algo muy natural.
La resistencia de Madrid ya ha hecho que a alguien se le suban los humos a la cabeza, y ello no entre los mismos madrileños, que sienten a cada instante el contacto de la espada enemiga contra su pecho, sino entre gentes que observan la lucha desde lejos. Algunos periódicos declaran que Madrid está fuera de peligro. Esto es una estupidez. Aunque la ciudad se defienda dos años, aunque disponga de un ejército de medio millón de hombres, no será posible afirmar, de ningún modo, que no corre el peligro de ser conquistada; esto no se podrá afirmar mientras el enemigo no sea rechazado a cien o ciento cincuenta kilómetros de distancia.
Los comentaristas militares elaboran hipótesis muy hermosas, pero por completo gratuitas. Uno de ellos representa a Franco como un alocado jugador que se lo juega todo en una baza. «La cuña que deja de moverse hacia adelante —escribe el comentarista— siempre se corta fácilmente por un golpe de flanco en cualquier dirección.»
¡No siempre ni con tanta facilidad! El autor del artículo está absolutamente convencido de que «la correlación de fuerzas permite que las mejores unidades de Franco, en los suburbios de Madrid y en sus arrabales occidentales, puedan ser encerradas como en una ratonera». Tiene, empero, una idea muy vaga de dicha correlación de fuerzas. Cree, como muchos otros, que las fuerzas de los fascistas junto a Madrid son numéricamente insignificantes en comparación con las de los republicanos. Esto no es verdad. Las fuerzas de infantería son casi iguales en ambas partes. En artillería y aviación, los fascistas poseen una gran superioridad cuantitativa. Franco no se pone en peligro, ni mucho menos en un «inmenso» peligro. Ni es forzoso, ni mucho menos, para él, caer en una ratonera. Desde luego, los casos de cerco inesperado con aniquilamiento absoluto del ejército atacante, no son raros en la historia de las guerras. Pero, al procurar comprender una situación militar, no hay que tomar a ciegas los ejemplos históricos, sino que se ha de buscar y hallar en cada situación lo nuevo y aleccionador. En el presente caso, Franco y sus consejeros alemanes, que también conocen la historia militar, observan vigilantes, yo diría hasta nerviosos, sus flancos, han reforzado esos flancos y sus comunicaciones con artillería, ametralladoras y barreras de alambre espinoso. Procuran no arriesgarse, no precipitarse, y precisamente es esto, el miedo a quedar cercados, lo que frena a la tropa que ataca a Madrid. Ello es, en parte, lo que ha dilatado la batalla de Madrid. Los republicanos algo preparan para los golpes de flanco, pero es ingenuo creer que Franco va a esperar sumisamente veinte días la ratonera que le asigna un manual de historia militar.
Con todo, la defensa de Madrid ya se ha convertido en una gran victoria en la lucha contra el fascismo. Es muy difícil juzgar acerca de todas las resonancias de la lucha. Algunas de ellas, después de extenderse por el mundo, vuelven hasta nosotros como eco repetido. Los amigos que ya lloraban a Madrid, se alegran de su resistencia. Los enemigos que ya veían la entrada triunfal del dictador fascista en la capital sometida, están desilusionados y desconcertados.
¿Se ha debilitado la amenaza sobre la capital? No, no se ha debilitado. No se ha debilitado en lo más mínimo. Mas, por otra parte, se puede afirmar con razón que ahora tomar Madrid, para los fascistas, no es más fácil, sino mucho más difícil. E incluso si en algún lugar el enemigo lograra moverse hacia adelante, se rompería los dientes, se los trituraría, de manera mucho más espantosa contra cada manzana de casas, contra cada calle, contra cada edificio.
Veinte días sangrientos, torturadores, tensos y gozosos. ¡Nunca se podrán olvidar!
29 de noviembre
Hay calma en la ciudad. Se oyen tan sólo disparos de artillería —junto a las barricadas y trincheras, el tiroteo casi ha cesado—. Los aparatos de bombardeo también comienzan a aparecer con bastante menos frecuencia: los «chatos» —cazas republicanos— desplazan cada vez más a los fascistas del cielo de Madrid.
Esto, al principio, ha parecido un descanso, un respiro. Pero a última hora de la tarde, el secreto de la calma se ha descubierto. Grandes fuerzas de los rebeldes, acompañadas de artillería y tanques, se han lanzado en dirección noroeste de un suburbio de Madrid, han roto los puestos débiles, poco compactos, de la columna Barceló y atacan la zona del parque real de El Pardo.
El golpe es claro: ante el fracaso de sus asaltos frontales, el enemigo ha decidido envolver a Madrid por los flancos y, ante todo, cortarlo del Guadarrama, estrangular a los destacamentos de la montaña, obligarlos a rendirse, arrebatar los depósitos de agua potable y las principales fuentes de energía eléctrica de la capital.
Por otra parte, quieren hacer salir a los madrileños de los muros de la ciudad y obligarlos a luchar en campo abierto, donde hasta ahora ellos, los fascistas, han sido más experimentados y más fuertes.
La lucha adquiere una nueva forma, son necesarias nuevas fuerzas, un nuevo aguante, nueva sangre, nuevas reservas.
2 de diciembre
¡Esto sí es combatir! ¡Esto es un verdadero combate, no se puede negar! Incluso defendiéndose cabe luchar de tal modo que el enemigo pierda la respiración.
La III Brigada, al principio se ha desconcertado y ha corrido. Ocupaba la parte más extrema por la derecha, estaba muy orgullosa de haber avanzado tres kilómetros ahí, dos semanas atrás, pero no se había preocupado de fortificarse bien durante estas dos semanas. Los fascistas se han lanzado contra ella de golpe, como quien da un mazazo en la cabeza. Treinta Junkers, acompañados de aviones de asalto, han puesto de punta todo el sector, han reducido a escombros las casitas de veraneo, han destrozado la carretera, los puentecitos y, desde luego, las trincheritas endebles, construidas con desgana. Luego han avanzado los tanques, apoyados por la artillería. La III Brigada ha echado a correr. Su jefe, Francisco Galán, se arrancaba los pelos de su fina barbita, que acaba en forma oval su largo rostro, su cara rojo cobriza de caballero castellano medieval. Francisco y José Galán son hermanos del capitán Fermín Galán, fusilado en 1930 por haberse sublevado contra la monarquía de los Borbones. Los dos son comunistas, los dos han mandado secciones del Quinto Regimiento desde la formación del mismo.
En veinticuatro horas, la III Brigada ha perdido todos los frutos de su ataque del 13 de noviembre. En los extremos de los poblados de veraneo de Humera y Pozuelo de Alarcón, tras las paredes del cementerio, Galán, rabioso, ha detenido a sus hombres. Y allí, sus hombres han comenzado a luchar como granaderos de Napoleón.