Shanna

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Shanna
Название: Shanna
Автор: Woodiwiss Kathleen
Дата добавления: 16 январь 2020
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Shanna читать книгу онлайн

Shanna - читать бесплатно онлайн , автор Woodiwiss Kathleen

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Sus palabras fueron ignoradas. El capitán pirata puso en movimiento a su tripulación. Pronto la goleta se alejaba en la noche. Sólo cuando la vela blanca y cuadrada de la fragata se perdió en el horizonte los, piratas volvieron a la cuenta del botín. Una pesada caja de hierro fue abierta y se descubrió que contenía monedas de oro; éstas fueron llevadas rápidamente a la cabina del capitán, donde quedaron en un cofre más grande para ser repartidas más tarde. Había varios sacos enormes de vajilla de plata y de oro que tendrían que ser tasadas y compartidas y un barril de frágil porcelana cuidadosamente envuelta, que como no tenía valor para los piratas fue reservada para el alcalde de Mare's Head como diezmo, 1o mismo que unas cajas de vinos y alimentos de calidad. Después quedó solamente el cofre grande y todos contuvieron el aliento, porque prometía ser el tesoro más importante.

Pellier rió y dijo en voz alta:

– La hija de Trahern dice que esto contiene una riqueza que ningún hombre podría contar.

Shanna se acercó, con una sonrisa ácida y torcida en sus hermosos labios. Ruark miró su cara y supo que en esa hermosa cabeza estaba tramándose una maldad. Por precaución, aguardó observando desde cierta distancia y no tomó parte en el procedimiento de abrir el cofre. Un golpe de hacha destrozó la cerradura. Pellier gritó y abrió violentamente la tapa. Sus ojos negros refulgieron al ver el cajón lleno de pequeños sacos de cuero.

– ¡Joyas! -exclamó-. ¡Seremos todos ricos!

Tomó codiciosamente un saquito, lo abrió y vació el contenido en su mano. En seguida quedó mudo de asombro porque no contenía más riqueza que el gatillo, el cerrojo y la placa de la culata de un mosquete. Revolvió frenéticamente los saquitos y sólo encontró la dureza del hierro. El y Harripen levantaron el pesado cajón e hicieron a un lado una piel engrasada, debajo de la cual había fila tras fila de largos, esbeltos cañones de mosquetes alineados prolijamente sobre tablas de madera con muescas.

Harripen levantó uno y lo hizo girar en sus manos.

– Que me condenen -exclamó.

– ¡Son nada más que mosquetes! ¡Mosquetes inservibles, sin culatas!

Shanna no pudo seguir conteniéndose y rió burlonamente. -Claro, tontos. ¿Qué esperaban?

El sonido burlón de su risa se elevó sobre los murmullos.

– y si tuvieran las culatas -rió ella- tampoco les servirían porque el cofre fue dejado caer sobre cubierta y todos los cañones están doblados. Mi padre los guardaba como recuerdo de su único mal negocio. Siempre eso lo fastidiaba, pero ahora estoy segura de que el recuerdo le causará risa.

Ruark gimió interiormente ante la imprudencia de ella pues sabía que esas palabras podrían causar derramamiento de sangre.

Pellier se abalanzó sobre ella y soltó un juramento.

– Pero tú juraste que contenía una riqueza que ningún hombre podría contar.

– Claro -replicó Shanna dulcemente-. ¿Acaso no es así? Furioso, Pellier aferró el brazo de Shanna y lo retorció cruelmente. Ella gritó de dolor y cayó de rodillas ante él. El francés sacó una daga de su bota y la acercó a los ojos de ella, que ahora, por primera vez, revelaban cierto temor.

– Entonces yo esculpiré el precio en tu preciosa piel, perra. Súbitamente Pellier sintió que su muñeca era inmovilizada por una tenaza de acero. Lentamente, contra su voluntad, la hoja fue apartada de Shanna hasta que él se volvió y se encontró con la cara de Ruark, quien sonreía suavemente.

– Sé que eres impulsivo, amigo, pero no te creo ningún tonto. Pellier dejó que Shanna cayera a la cubierta. Su mano libre había bajado rápidamente hacia la pistola que llevaba en el cinturón, pero Ruark también aferró ese brazo. El mestizo luchó con Ruark pero sus brazos estaban inmovilizados entre los dos, donde ninguno de la tripulación podía ver la batalla. Más trataba Pellier de zafarse, más fuerte lo sujetaba la tenaza, hasta que él empezó a sentir que las manos se le adormecían. Buscó con la mirada la cara de su contrincante y vio allí una fuerza de voluntad que,hasta ahora no había creído que existiera. En el fondo de su mente turbia nació la convicción de que él no podría descansar hasta que éste, que lo sujetaba como a una criatura, fuera pasto de los peces. No teniendo alternativa, cesó la inútil resistencia pero las manos que lo inmovilizaban no se movieron.

– Ahora, yo aprecio mucho mi pescuezo y no querría verlo estirado en el palo mayor del Hampstead -continuó Ruark sin inmutarse-. Ya le han retorcido la nariz a Trahern ¿pero quieres atraer sobre nosotros toda la furia de su venganza? También hay que considerar esto: la riqueza que sacarás de la carne de ella sería muy poca y ciertamente se ahogaría pronto, pero el padre ama a su hija como su única descendiente y sin duda pagará una bonita suma por su devolución, sana y salva.

Viendo cierta lógica en este razonamiento, Pellier se aflojó y Ruark lo soltó.

– Sí, dices la verdad -gruñó el mestizo de mala gana y sus ojos malignos bajaron hacia Shanna quien, aunque golpeada y dolorida, lo miró con profundo desprecio-. Pero fue Pellier quien la trajo aquí ¿eh? Ella será mía hasta que el rescate haya sido pagado.

A Shanna se le formó un nudo en la garganta, tanto por la furia como por el miedo. La mirada de él pareció atravesar las escasas ropas y bajó hasta detenerse en las nalgas y las caderas graciosamente curvadas. Shanna no pudo evitar un estremecimiento de repulsión y apretó la delgada bata alrededor de su cuello.

Cuando vio a Ruark a bordó del barco, ella, pensó que él había planeado su captura, ya fuera por venganza o por deseo. La idea, aunque la enfureció, por 1o menos era remotamente aceptable como destino para ella y pensó que podría soportar la situación. Pero ahora empezó a sentir un miedo helado por 1o que le reservaba el futuro. Este bruto asesino, Pellier, no hubiera podido ser más repugnante para ella. Era un hombre grosero, sucio, sin la menor idea de decencia. Si le hubieran dado a escoger entre someterse a él o arrojarse al agua, habría elegido lo último sin vacilación. Ciertamente, en cuestión de elecciones, Ruark era su único refugio. Pero si él la había traicionado antes, muy bien podía volver a hacerlo.

La actitud de Ruark era casi calma mientras observaba los ojos de Pellier que apreciaban y saboreaban 1o que consideraba suyo. Un hombre más observador que el mestizo hubiera advertido el endurecimiento de las facciones de Ruark, la tensión de su mandíbula, la frialdad de su mirada… y lo hubiera tomado como advertencia.

Deliberadamente, Ruark aferró la muñeca de Shanna y pese a los intentos de liberarse de ella la llevó ante el capitán pirata. Ignoró las verdes, dagas que lo atravesaron y con un dedo bajó el mentón de ella la obligó a levantar el rostro frente a la linterna hasta que Pellier pudo ver claramente la fina y delicada belleza.

– Te hago una advertencia más, capitán Pellier. Si tienes ojos en tu cabeza, puedes ver que ésta es una pieza rara de considerable valor.

– Ruark pasó el dedo por la frágil columna del pálido cuello. Shanna se estremeció y él se preguntó qué emociones la estaban traicionando-. Pero la pieza se quiebra con facilidad con el mal trato, y una vez devuelta, su venganza puede ser más costosa que la del mismo Trahern. Esta es su hija idolatrada y él hará la voluntad de ella. Por lo tanto, tiene que ser tratada con cuidado hasta el dia que hayas, cobrado el rescate.

Ruark la soltó pero no sin antes dirigirle una fugaz mirada de advertencia. Después, con un saludo despreocupado a Pellier, pasó junto a ella y se dirigió al castillo de proa, donde se apoyó en la borda y miró el iridiscente mar que se curvaba debajo -de la proa.

Shanna, desconcertada, lo observó a hurtadillas y se preguntó si este hombre, que siempre parecía marcar su vida, sería ahora su campeón.

– ¡Aten a la mujer! -gritó Pellier.

Gaitlier corrió hasta Shanna, la tomó de la muñeca y la arrastró tras de sí mientras dirigía repetidas miradas por encima de su hombro hacia la solitaria figura apoyada en la borda.

El sol, elevándose sobre el horizonte tiñó el cielo de un suave color rosado. Las velas se hincharon con 'la' fuerza del viento y la goleta empezó a cortar las aguas como una gaviota en grácil vuelo.

Atada con los otros prisioneros a la base del palo mayor, Shanna dormitaba incómoda y despertaba cada vez que se acercaba alguien. Habitualmente era Pellier quien se detenía frente a ella con las piernas separadas y los brazos en jarras. Su rostro moreno se retorcía en una mueca malévola mientras sus ojos oscuros la taladraban. Shanna temblaba de miedo y repulsión pues sentía en él un deseo perverso y vengativo de verla retorcerse de agonía.

A mediodía el velamen protegió a Shanna del ardiente sol, pero su nariz ya estaba enrojecida y las mejillas presentaban un color más acentuado. Su largo y rizado cabello, agitado por el refrescante céfiro, le acariciaba la cara y los pechos, enredado en involuntario abandono.

Los hombres de Pellier se detenían a menudo para mirada con ojos hambrientos, pero conocían a su capitán. Pellier solía encolerizarse sin advertencia y su destreza con las armas le había ganado un profundo respeto rayano en el miedo. Hacía tiempo habían aprendido a mantenerse alejados del mestizo y de todo lo que le pertenecía. Solamente Gaitlier llevó a Shanna un trozo de queso y un poco de agua, y hasta estas atenciones menores podían merecer la desaprobación de Pellier.

Ruark mantenía su vigilancia desde un lugar más distante y miraba a Shanna con los ojos entre cerrados mientras pretendía dormitar pacíficamente, la espalda apoyada en la borda y las piernas extendidas ante él.

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