Shanna
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que uno mamaba perezosamente de su pecho.
– Según la ley de su padre, un siervo es libre de casarse con cualquier esposa que esté dispuesta a entregársele -afirmo Milly, aunque en un tono bastante suave. Los Camellos pertenecía a los Trahern. Irritar a uno de ellos podía ser tentar al destino-. Vaya, el señor Ruark hasta podría escogerme a mí. No hay muchas otras en esta isla.
La sorpresa de Shanna se notó durante un momento fugaz.
– ¿Sí? -Arqueó las cejas Y miró interrogativamente a Ruark -. ¿El ya te lo ha pedido?
Ruark ni asintió ni hizo un gesto de negación, sino que sonrió perezosamente bajo la mirada de Shanna.
– Vaya, él no ha tenido mucho tiempo con todo el trabajo que hace..
– Para eso mi padre lo compró -dijo Shanna suavemente, fastidiada con la muchacha- y no para semental, como tú pareces creer, y ciertamente no para que engendre una sarta de chiquillos malcriados.
Antes que Shanna pudiera continuar con su tirada el anciano señor MacLaird entró por la puerta trasera Y le dijo a Ruark:
– Ajá, el ron es bueno llévalo abajo por mí, ¿quieres, muchacho?
Se detuvo abruptamente al ver a Milly.
– Oh, no sabía que había un cliente. Shanna, sé buena y ve lo que desea esta muchacha. El tabernero está muy ocupado y yo tengo que sumar sus cuentas.
Shanna asintió graciosamente al hombre, pero por alguna razón que se le escapaba sintió un creciente resentimiento contra la muchacha.
– ¿Hay alguna mercadería que desees, Milly?
– Ajá. -La muchacha podría jactarse más tarde ante sus amigas de que por lo menos por un momento la altanera Shanna la había servido-. El señor MacLaird tiene unos perfumes que dice que vienen de lejos. Me gustaría olerlos un poco para ver cómo son.
Como Milly evidentemente no traía bolso ni monedas, no fue difícil adivinar el pretexto. Pero Shanna fue de todos modos hasta donde estaban guardados los perfumes. Milly jugueteó con los frascos de perfume hasta que Ruark volvió a entrar por la puerta trasera, trayendo un barrilito sobre un hombro Y otro debajo de un brazo. Con el esfuerzo, sus músculos y tendones sobresalían como cuerdas tensas Y sus brazos
y su cuerpo relucían con una película de sudor, como si los hubieran untado con fino aceite. Milly ahogó una exclamación y el deseo brilló en sus ojos oscuros mientras ella murmuraba una observación:
– ¡Vaya! ¡Igual que una estatua griega, eso es él!
Una línea de piel blanca, no tocada por el sol, se veía sobre el borde superior de los calzones cortos de él y el vientre duro y plano exhibía una fina línea de vello oscuro que descendía desde el pecho velludo. La mirada de Milly estaba tan atrapada por esa exhibición de desnudez que Shanna hubiera querido pellizcar a la muchacha hasta causarle dolor.
Shanna tomó las llaves y corrió a abrir la puerta de la bodega para que Ruark pudiera bajar. Encendió un cabo de vela y precedió al joven para alumbrarle el camino. Usó las llaves para abrir la puerta inferior. La bodega era fresca y seca, y una vez adentro Ruark dejó los barriles en el suelo y se detuvo a descansar un momento. Después levantó uno de los barriles y miró interrogativamente a Shanna, quien señaló un espacio en el extremo de una estantería.
– Allí se añejará mientras se usan los otros.
Ruark regresó para levantar el otro barril y Shanna, con una mueca, enganchó un dedo en el borde superior de los calzones y atrajo una mirada asombrada e intrigada de él. Con tono sarcástico, ella 1o amonestó:
– Milly es una muchacha simple y muy excitable -dijo ella-. Si tú le muestras un poco más, ella podría ser incapaz de controlarse y tú te encontrarías en la posición del violado.
– Pondré cuidado, Shanna -gruñó Ruark, mientras ponía el otro barril en el lugar correspondiente-. Por 1o menos, es bueno saber que contigo estoy a salvo -agregó con una sonrisa relampagueante.
Meses de agravios y tensiones se habían venido acumulando debajo del exterior supuestamente sereno de Shanna. La joven, muy cerca de Ruark, habló con voz grave, casi en un susurro, aunque cada sílaba salió cargada de cólera.
– He llegado al final de mi resistencia -dijo ella-. Me insultas cada vez que nos encontramos y dices que soy menos que una mujer. Me echas en cara mi falta de honor, pese a que yo me he negado a tus groseras propuestas.
– Tú accediste -replicó él-. Tú diste tu palabra y yo exijo que la cumplas.
– El pacto ya no existe -siseó ella llena de ira-. Tú ibas a morir y yo no me siento obligada por el hecho de que no hayas muerto..
– ¿Qué artimañas de mujer te servirán, Shanna? Yo cumplí plenamente con mi parte. Seguí tu juego y confié en ti. Cuando pude haber huido, o por 10 menos haberlo intentado, fue tu parte en el pacto 1o que me retuvo. -Mantuvo su voz en un ronco susurro-. He probado ese bocado delicioso, Shanna, tu dulce; calidez, y desde entonces siento hambre de lo que es mío por derecho de matrimonio. Y 1o tendré.
Shanna apretó los puños y los golpeó lentamente contra el pecho duro Y desnudo de él.
– ¡Vete! -sollozó- ¡Déjame en paz! ¿Qué puedo decir para convencerte de que no quiero saber nada contigo? ¡Te odio! ¡Te desprecio! ¡No puedo tolerar tu presencia!
Shanna luchó contra sus lágrimas y apoyó sus brazos en él. Ruark le habló al oído, lentamente y en tono duro.
– ¿Y yo qué soy? ¿Menos que humano? ¿Inferior a cualquiera porque me encontraste en una mazmorra Y yo elegí pagar a tu padre una deuda que no contraje? Pero te digo esto… -Bajó su cara hasta muy cerca de la de ella y la miró fijamente a los ojos-. Tú eres mi esposa.
Shanna dilató los ojos Y empezó a sentir miedo.
– No -dijo en un susurro.
– ¡Eres mi esposa! -repitió él lentamente y la tomó de los hombros para impedir que ella se volviera.
– ¡No! ¡Jamás! -exclamó Shanna, levantando la voz.
– ¡Eres mi esposa!
Shanna empezó a luchar. El cerró sus brazos alrededor de ella y le impidió los movimientos. Sollozando, Shanna lo empujó en vano en el pecho. Con el esfuerzo, inclinó la cabeza hacia atrás y él la besó en la boca. En forma de amor, la cólera se convirtió en pasión. Los brazos de Shanna subieron Y se cerraron alrededor del cuello de él en frenético abrazo. Sus labios se retorcieron contra los de él y todo el calor de su pasión tanto tiempo contenida inundó a Ruark hasta que su mente empezó a girar enloquecida ante la respuesta de Shanna. El había esperado lucha Y en cambio encontraba la furia de una pasión devoradora en los labios de ella.
Se separaron jadeantes, ambos atónitos por el fuerte golpe de su ardor. Trémula, Shanna se apoyó contra la pila de barriles, sin fuerzas.
Cerró los ojos. Su pecho subía y bajaba agitadamente.
Ruark, controlándose apenas, la tomó nuevamente en brazos pero un pensamiento se le impuso. ¡No en una sucia bodega! Ella era digna de mucho más que eso para él. y si llegaba a venir alguien, él sería encerrado nuevamente. ¡Paciencia, hombre, paciencia!
Ruark reprimió su sensualidad con una voluntad de hierro. Lentamente se volvió y empezó a subir la escalera, con la esperanza de que se enfriaran su sangre Y su mente. Cuando abrió la puerta se encontró con la mirada del señor MacLaird, se alzó de hombros Y se adelantó a su pregunta.
– Ella está contando los barriles -dijo.
Cuando Ruark entró nuevamente en la bodega, Shanna también había recobrado su compostura pero sus ojos lo siguieron hasta que él regresó a su lado. Entonces, ella susurró:
– Gracias.
– No me agradezcas todavía -murmuró él y le limpió gentilmente una marca de polvo del brazo-. Habrá una ocasión mejor y un lugar mejor que éste.
Ruark fue por más barriles y cuando traía los últimos a la tienda Shanna salía por la puerta delantera acompañada del señor MacLaird.
Milly todavía estaba allí curioseando y con los ojos llenos de hambre. Para no enfrentarse con su provocativa atención, Ruark cerró violentamente la puerta de la bodega, tomó su camisa y sombrero y se marchó con lo que hubiera podido describirse como una prisa indebida.