Shanna

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Shanna
Название: Shanna
Автор: Woodiwiss Kathleen
Дата добавления: 16 январь 2020
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Shanna читать книгу онлайн

Shanna - читать бесплатно онлайн , автор Woodiwiss Kathleen

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Shanna señaló el libro con la pluma.

– Para ser un conductor de carros pareces muy bien pagado. y aquí hay otras- sumas que me intrigan..

– Eso es muy simple -explicó él- En mis horas libres trabajo para otras personas de la isla. En retribución ellos me hacen algún servicio, o me pagan con dinero. En la aldea hay una mujer que lava mi ropa por…

– ¿Una mujer? -interrumpió Shanna, picada su curiosidad. Ruark la miró con una sonrisa torcida..

– Vaya, Shanna, amor mío, ¿estás celosa?

– ¡Claro que no! -estalló ella, pero su rostro se ruborizó intensamente-. Simple curiosidad. ¿Decías…?

– Sólo es una pescadera, Shanna. -Ruark no cedió-. Nada tienes que temer.

Los ojos azul verdosos se entre cerraron furiosos.

– ¡Eres intolerablemente presumido, Ruark Beauchamp!

– Sshh, amor -la amonestó gentilmente él y sus ojos brillaron intensamente-. Alguien podría oírte.

– ¿Y qué haces para el señor Hawkins? -preguntó Shanna, irritada con su sola presencia. ¡Hubiera querido gritarle, golpeado en el pecho con los puños! Cualquier cosa para borrar la sonrisa de esa cara.

Ruark se tomó tiempo para responder; dejó el sombrero sobre una pila de mercaderías, se quitó la camisa y la puso sobre el sombrero.

– En su mayor parte lo que podría hacer el mismo señor Hawkins si se lo propusiera… reparar los botes y esa clase de cosas.

– Al ritmo que se está acumulando tu dinero, no estarás mucho con nosotros -comentó Shanna.

– El dinero nunca ha sido problema para mí, Shanna. Considerando los últimos acontecimientos, yo diría que mi problema es uno: las mujeres, o mejor dicho la mujer.

La mirada de Ruark ahora era directa, desafiante, casi insultante, y la recorrió desde los finos tobillos adornados con medias de seda blanca. que asomaban debajo de la falda, pasó por la delgada cintura ceñida por el vestido a listas blancas y rosadas y se detuvo perezosamente en los senos redondeados. El escote del vestido estaba bordeado por un encaje delicado y espumoso que llegaba hasta la garganta. Sin embargo, Shanna sintió se desnuda bajo la mirada de él.

– ¿Entonces me consideras tu problema?

– Ocasionalmente, Shanna. -Su rostro se puso serio cuando sus ojos se encontraron con los de ella-. La mayoría de las veces, a ti te considero la más hermosa mujer que vi jamás.

– Por mi vida no puedo creer que yo sea tu problema, Ruark -dijo Shanna: Apenas te he visto en estas últimas semanas. Yo diría que estás exagerando..

Los labios de él no dejaron escapar una sola palabra pero sus ojos expresaron claramente sus deseos. La atrevida mirada hacía que ella sintiera como si tuviera fuego por dentro. Le encendía las mejillas y le hacía temblar los dedos. El estaba bañado en la luz del sol poniente y quedaba envuelto en un resplandor de profundos colores dorados. Era Apolo fundido en oro y ella no se sintió menos conmovida por la visión de él que por esa lenta y hambrienta mirada.

– Debes haberte criado entre salvajes -dijo ella, a la defensiva-. Pareces enemigo de usar ropas.

Ruark rió suavemente.

– A veces, mi amada Shanna, la ropa puede ser una molestia. Por ejemplo… -Sus ojos la acariciaron nuevamente de pies a cabeza-…A un hombre le resultan muy fastidiosas cuando su esposa las lleva en la cama. -Su sonrisa se hizo perversa-. Ahora, eso que tú te pones para dormir es casi nada. No sería muy difícil quitárselo a una mujer.

El color de las mejillas de ella se acentuó.

– ¡Has tenido el atrevimiento de espiarme desde abajo de mi balcón!

Shanna se volvió abruptamente hacia el escritorio, como despidiendo a Ruark, y se puso a mirar una página que bien hubiera podido estar en blanco por lo que ella vio de la misma.

Una luz suave entraba por una ventana pequeña y alta abierta en la pared sobre el escritorio Y envolvía el perfil de ella en una aureola que la hacía parecer casi angelical. Los ojos de Ruark tocaron el cabello

que caía en cascadas veteadas de oro sobre la espalda. El solo estar tan cerca de ella le resultaba embriagador. La sangre de Ruark le palpitaba en los oídos y sus pies parecieron moverse por voluntad propia hasta que estuvo inmediatamente detrás de ella.

Shanna podía sentir su proximidad con cada una de las fibras de su cuerpo. Los olores masculinos de sudor, cuero Y caballos invadieron sus sentidos. Su pulso se aceleró y su corazón empezó a volar. Ella quería decir algo, hacer algo para distraer la atención de él. Pero era como si estuviera paralizada y sólo pudiera esperar a que él la tocara. La mano de él se adelantó, le tocó el cabello…

Se oyeron pasos apresurados en la tablazón del porche delantero y la silueta de una mujer pequeña pasó frente a la ventana, Ruark se irguió y se apartó rápidamente y cuando Milly Hawkins cruzó la puerta él fingió estar acomodando una pila de sombreros. El escritorio quedaba oculto a la vista detrás de una pila de barriles pequeños y cuando entró por la puerta delantera la muchacha, en su prisa por mirar en el interior de la tienda, no advirtió la presencia de Shanna. Vio la espalda bronceada de Ruark Y corrió hacia él, llevando apretado contra el pecho un lío de ropas del siervo. El no tuvo más alternativa que mirada de frente cuando ella empezó una precipitada explicación..

– Lo vi venir a la aldea, señor Ruark, Y pensé que me ahorraría tener que llevarle la ropa suya que he lavado.

– Yo paso cerca de su casa cuando voy a la mía, Milly podría haberlas recogido entonces. -Sonrió tímidamente cuando por encima del hombro de la muchacha vio que Shanna los miraba severamente.

– Oh, señor Ruark, no es nada. No tenía nada que hacer y pensé que así le ahorraría trabajo a usted.

Milly sacudió coquetamente sus rizos negros Y sus ojos grandes y oscuros tocaron el cuerpo de él en todas partes. Estiró atrevidamente una mano Y la deslizó por las costillas de él.

La mirada de Shanna se hizo más que penetrante cuando vio que la joven acariciaba con sus dedos la piel bronceada de él. Con expresión distraída, Ruark apartó la mano de la joven.

– ¿Está desocupado esta noche, señor Ruark?

Ruark rió de la indiscreta propuesta de la muchacha.

– Sucede que tengo tareas que me ocuparán la mayor parte de la noche -dijo.

– ¡Oh, ese viejo, Trahern! -gritó Milly, exasperada, y apoyó las manos en las caderas-. i Siempre está dándole trabajo!

– Vamos, Milly -dijo Ruark, a quien no se le escapó el alzarse de las cejas de Shanna. Ya tenía dificultades para contener su propia risa y ello interfería en su tono de voz-. El patrón no me ha exigido nada más de lo que yo le he ofrecido. -Tomó el lío de ropa-. Pero déle las gracias a su madre por esto.

En la aldea era bien sabido que Milly era una de las mozas más perezosas. Ella y su padre eran inclinados a mentir durante la mayor parte del día y a quejarse de su pobre estado económico mientras que la señora Hawkins trabajaba duramente como único sostén de su familia. Pero el dinero que ganaba lo malgastaba el padre a quien le gustaba mucho el ron. Ruark sabía que no era la muchacha quien lavaba sus ropas y no era hombre de expresar gratitud donde no era merecida, porque entonces la moza probablemente se presentaría muy pronto en su cabaña con la débil excusa de encargarse de la limpieza.

– Mi madre dice que usted debe ser el hombre más limpio de todo Los Camellos -dijo Milly gravemente-. Ella lo ve cuando todas las noches usted va hacia el arroyo y después regresa y le trae sus ropas sucias. Mi padre dice que no es bueno tanto bañarse, señor Ruark. Vaya, aquí no hay nadie que pierda tanto tiempo lavándose, exceptuando a esa altanera y poderosa perra Trahern y los que viven en la casa grande.

La carcajada de Ruark hizo que la muchacha se volviera abruptamente. Shanna permanecía tiesamente sentada en el banquillo y miraba a Milly con una expresión que nada tenía de afectuosa. La jovencita se encontró de pronto bajo la mirada de Shanna, la cual era suficiente para paralizar a cualquiera. Milly dejó caer la mandíbula como un peso muerto y ahogó una exclamación.

– Ahora soy la señora Beauchamp, Milly -dijo Shanna en tono glacial-. La señora de Ruark Beauchamp, si lo prefieres, o si eso no te gusta, la perra Beauchamp.

Milly gimió angustiada y volvió los ojos hacia Ruark, quien estaba un poco más calmado. Shanna cerró violentamente el libro de contabilidad, arrojó la pluma a un lado y bajó del banquillo.

– ¿Hay aquí algo más que desees, Milly, además de este buen hombre, el señor Ruark? -preguntó Shanna en tono desafiante-. El no está en venta, pero todo lo demás que ves aquí tiene un precio.

Ruark, quien estaba disfrutando intensamente del espectáculo, fue hasta el banquillo que había desocupado Shanna, apoyó una cadera en él y se dedicó a observar a las dos mujeres. Shanna permanecía majestuosamente erguida y altanera, encendida de cólera. Brillaban relámpagos en los lagos azul verdoso de sus ojos. Milly, por su parte, fue hasta el otro extremo de la habitación contoneando las caderas y golpeando el suelo de madera con sus pies descalzos. Era más baja que Shanna, de cuerpo esbelto y con una piel olivácea oscurecida por el sol. Era bastante bonita pero no resultaba difícil imaginaria dentro de pocos años con una bandada de chiquillos de caras sucias prendidos de sus faldas mientras

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