Ciudad Maldita

На нашем литературном портале можно бесплатно читать книгу Ciudad Maldita, Стругацкие Аркадий и Борис-- . Жанр: Социально-философская фантастика. Онлайн библиотека дает возможность прочитать весь текст и даже без регистрации и СМС подтверждения на нашем литературном портале bazaknig.info.
Ciudad Maldita
Название: Ciudad Maldita
Дата добавления: 15 январь 2020
Количество просмотров: 249
Читать онлайн

Ciudad Maldita читать книгу онлайн

Ciudad Maldita - читать бесплатно онлайн , автор Стругацкие Аркадий и Борис

El mundo deCiudad maldita es un mundo sobrenatural al que son transportados los protagonistas tras su muerte para formar parte de un enigm?tico Experimento: en ?l, todos hablan una lengua com?n que cada uno identifica como propia. «El Experimento es el Experimento», elleitmotiv tautol?gico que se repite a lo largo de la novela, no es m?s que la plasmaci?n del «socialismo real», un provecto que sucumbe en el caos, la privaci?n, la anulaci?n de la voluntad, la tiran?a policial y el cinismo de un vac?o ideol?gico y moral: y, por tanto, en la carencia de aut?ntico arte...

Внимание! Книга может содержать контент только для совершеннолетних. Для несовершеннолетних чтение данного контента СТРОГО ЗАПРЕЩЕНО! Если в книге присутствует наличие пропаганды ЛГБТ и другого, запрещенного контента - просьба написать на почту [email protected] для удаления материала

1 ... 47 48 49 50 51 52 53 54 55 ... 121 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:

Allí no había nadie, el agente de guardia dormitaba detrás de su mesita.

—¡No se duerme en el puesto! —le reprochó Andrei al pasar junto a él.

En el edificio reinaba un silencio retumbante, precisamente a esa hora, pocos minutos antes de que conectaran el sol. La mujer de la limpieza, medio dormida, arrastraba sin muchas ganas un trapo húmedo por el suelo de cemento. Las ventanas de los pasillos estaban abiertas de par en par, los vahos hediondos de centenares de cuerpos humanos desaparecían paulatinamente y se perdían en las tinieblas, expulsados por el frío aire matutino.

Haciendo sonar los tacones sobre la resbaladiza escalera de metal, Andrei bajó al sótano, con un gesto descuidado le indicó al agente de guardia que permaneciera sentado, y abrió una puerta metálica bajita.

Fritz Geiger, sin chaqueta y con la camisa arremangada, de pie junto a un lavabo oxidado, silbaba una conocida marcha y se frotaba los musculosos brazos con agua de colonia. No había nadie más en el recinto.

—Ah, eres tú —dijo Fritz—. Qué bien. Precisamente, ahora iba a subir a verte. Dame un cigarrillo, se me ha terminado el tabaco.

Andrei le tendió el paquete, Fritz sacó un cigarrillo, lo ablandó entre los dedos, se lo llevó a los labios y miró a Andrei con expresión burlona.

—¿Qué pasa? —Andrei no se contuvo.

—¿Cómo que qué pasa? —Fritz encendió el cigarrillo e inhaló el humo con placer—. Perdiste el tiempo. No es un espía ni nada parecido.

—¿Cómo es posible? —balbuceó Andrei, paralizado—. ¿Y la carpeta?

Fritz soltó una carcajada con el cigarrillo en la comisura de la boca y se echó un poco más de agua de colonia en la mano.

—Nuestro judío es un mujeriego sin remedio —dijo, en tono académico—. En la carpeta tenía cartas de amor. Venía de casa de una mujer, se pelearon y él recogió sus cartas. Le tiene un miedo mortal a su viuda, y no seas idiota, trataba de deshacerse de la carpeta a la primera oportunidad. Dice que, por el camino, la tiró en una alcantarilla... ¡Qué lástima! —prosiguió Fritz, aún en tono académico—. Debió retirarle esa carpeta, señor juez de instrucción Voronin, desde el primer momento, hubiéramos conseguido un excelente material para comprometerlo, ¡y tendríamos a nuestro judío agarrado por ahí mismo! —Fritz mostró por dónde tendrían agarrado al judío. En los nudillos tenía arañazos recientes—. Por cierto, nos firmó el acta del interrogatorio, así que al menos tenemos del lobo un pelo.

Andrei buscó a tientas una silla y se sentó. Las piernas no lo sostenían. Miró nuevamente en torno suyo.

—Oye, tú... —Fritz se había bajado las mangas y se estaba poniendo los gemelos—. Veo que tienes un chichón en la frente. Ve al médico y que te dé un certificado. Ya le rompí la nariz a Rumer y lo mandé a la consulta. Por si acaso. El imputado Katzman, durante el interrogatorio, agredió al juez de instrucción Voronin y al investigador Rumer, causándoles lesiones. Así que se vieron obligados a defenderse... etcétera. ¿Entiendes?

—Entiendo —masculló Andrei, palpándose maquinalmente el chichón. Volvió a examinar el recinto con la vista—. Y él... ¿él, dónde está? —preguntó, con dificultad.

—Sí, Rumer es un gorila, de nuevo exageró la nota —se lamentó Fritz mientras se abotonaba la chaqueta—. Le partió la mano, por aquí... Hubo que mandarlo al hospital.

TERCERA PARTE

Redactor jefe

UNO

Desde mucho tiempo atrás, en la ciudad se editaban cuatro diarios, pero el primero que leía Andrei era el quinto, que comenzara a publicarse poco tiempo atrás, un par de semanas antes de la llegada de las «tinieblas egipcias». Aquel diario era pequeño, sólo tenía dos páginas (más que un diario era una octavilla), y la publicaba el Partido del Renacimiento Radical, que se había escindido del ala izquierda del partido de los radicales. La hoja titulada Bajo el signo del Renacimiento Radicalera venenosa, agresiva y malévola, pero la gente que la editaba contaba siempre con una información de primera y, como regla, siempre sabían bien qué ocurría en la Ciudad en general, y en el gobierno en particular.

Andrei echó una mirada a los titulares: FRIEDRICH GEIGER ADVIERTE: ¡HABÉIS SUMIDO LA CIUDAD EN LAS TINIEBLAS, PERO NO DORMIMOS!; EL RENACIMIENTO RADICAL ES LA ÚNICA MEDIDA EFICAZ CONTRA LA CORRUPCIÓN; DE TODOS MODOS, ALCALDE, ¿ADÓNDE HA IDO A PARAR EL GRANO DE LOS GRANEROS URBANOS?; ¡HOMBRO CON HOMBRO, ADELANTE! ENCUENTRO DE FRIEDRICH GEIGER CON LOS LÍDERES DEL PARTIDO CAMPESINO; OPINAN LOS OBREROS DE LA SIDERÚRGICA: ¡LOS ACAPARADORES DE GRANO, AL PATÍBULO!; ¡SIGUE ADELANTE, FRITZ! ¡ESTAMOS CONTIGO! ASAMBLEA DE LAS AMAS DE CASA DEL PRR; ¿OTRA VEZ LOS BABUINOS? Una caricatura: el alcalde, con su enorme trasero, se yergue sobre un montón de grano, seguramente el mismo que desapareció de los almacenes de la ciudad, entrega armas a sujetos lúgubres, con aspecto de criminales. Pie de grabado: ¡CHAVALES, EXPLICADLES ADONDE HA IDO A PARAR EL GRANO!

Andrei dejó caer la octavilla sobre la mesa y se rascó la barbilla. ¿De dónde sacaba Fritz todo el dinero para pagar las multas? ¡Dios mío, qué harto estaba de todo! Se levantó, caminó hasta la ventana y miró hacia fuera. Entre la espesa niebla húmeda, apenas iluminada por las farolas callejeras, pasaban ruidosos los carretones, se oían abundantes tacos, toses de fumadores, de vez en cuando se escuchaban relinchos de caballos. Los granjeros acudían por segundo día a la ciudad, sumida en las tinieblas.

Llamaron a la puerta y entró la secretaria con un paquete de galeradas.

—A Ubukata. Déselas a Ubukata —Andrei intentó librarse.

—El señor Ubukata está con el censor —objetó la secretaria con timidez.

—Pero no va a pasar toda la noche allí —dijo Andrei, irritado—. Cuando regrese, se las da.

—Pero el maquetista...

—Eso es todo —dijo Andrei con grosería—. Lárguese.

La secretaria se retiró. Andrei bostezó, el dolor en la nuca lo hizo encogerse, volvió junto a la mesa y encendió un cigarrillo. Se le partía la cabeza y tenía un pésimo sabor en la boca. Y, en general, todo era asqueroso, oscuro y pegajoso. Tinieblas egipcias... De algún lugar lejano llegaba el sonido de disparos, débiles chasquidos, como si estuvieran partiendo ramas secas. Andrei volvió a arrugar el rostro y cogió en sus manos El Experimento,diario del gobierno, de dieciséis páginas.

EL ALCALDE ADVIERTE A LOS DEL PRR:

1 ... 47 48 49 50 51 52 53 54 55 ... 121 ВПЕРЕД
Перейти на страницу:
Комментариев (0)
название