El premio
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Un «ingeniero» de las finanzas esta contra las cuerdas y quiere limpiar su imagen promoviendo el premio mejor dotado de la literatura universal. La fiesta de concesi?n del Premio Venice-L?zaro Conesal congrega a una confusa turba de escritores, cr?ticos, editores, financieros, pol?ticos y todo tipo de arribistas y trepadores atra?dos por la combinaci?n de «dinero y literatura». Pero L?zaro Conesal ser? asesinado esa misma noche, y el lector asistir? a una indagaci?n destinada a descubrir qu? colectivo tiene el alma m?s asesina: el de los escritores, el de los cr?ticos, el de los financieros o el de los pol?ticos.
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– Hace un calor insufrible, pero no creo que sea por culpa de la calefacción. Las palabras calientan el aire.
Se llevó las manos a la boca a manera de amplificador y gritó:
– ¡Marchando otro buitre! ¡Regueiro Souza!
Pero cuando Regueiro Souza se instaló en la silla el ambiente recuperó parte del hielo perdido desde la marcha de Hormazábal. El recién llegado les obsequiaba con la frialdad del que se dejaba interrogar por subalternos para ayudarles a cumplir con los deberes de subalternidad.
– Digamos que fui a ver a Lázaro porque apenas me había querido recibir durante el día, en una fase de despegue personal y de negocios que yo no tenía por qué tolerar. Además me interesaba por la suerte de una novela presentada, de un amigo mío, de hecho es una novela que yo le he inspirado, porque me gusta fabular a partir de las vidas que vivo y que viven los demás, incluso las que los demás viven en mí. ¿Quieren que les cuente el argumento?
Ramiro no expresó ningún entusiasmo pero se solidarizó con la tajante afirmación de Carvalho.
– Sí.
– Pues adelante.
– Es una novela sobre el mundo de los negocios. Entre banqueros y negociantes de rapiña, según el título que nos dedicó el señor Ekaizer. Una de esas aves de rapiña quiere desprenderse de su socio porque ya no le interesa en la etapa de crecimiento que vive en este momento. El rapiñero suele utilizar los dossiers sobre la vida privada de sus enemigos para chantajearles y dejarlos vampirizados en las cunetas de las autopistas de la modernidad. Consigue un dossier en el que se demuestra que su socio vive una doble vida sexual, esposo amantísimo y sin escándalos durante el día y homosexual de noche o durante los viajes al extranjero. Cuando más dura es la extorsión, el carroñero descubre que su propio hijo es uno de los amores del bisexual hombre de negocios y tiene que actuar en consecuencia. El chantaje se vuelve contra él y se suicida. Mi argumento entusiasmó a mi amigo novelista, escribió la novela, la presentó y yo quería saber si tenía alguna posibilidad de ganar.
Carvalho se trasladó a la zona de luz y Ramiro le dejó tiempo y espacio.
– El arte imita a la realidad.
Regueiro Souza asintió.
– ¿Sus relaciones amorosas se parecen a las de la novela que usted ha inspirado?
– ¿Se refiere usted a mis relaciones amorosas?
– Sí. A las reales. No a las noveladas.
– No sé si se da cuenta de lo que acaba de decir.
– Me doy cuenta.
– Si pone usted nombres posibles a los personajes de nuestra novela, ¿se da cuenta del resultado?
– Me doy cuenta.
– ¿Pretende usted ir tan lejos como su ayudante?
Ramiro estaba en plena operación de poner nombres reales a los personajes de la novela imaginada, pero Regueiro le frustró poniéndose en pie.
– A partir de este momento considero que debo negarme a declarar nada, a no ser que se explicite mi condición de retenido y yo pueda reclamar la presencia de mi abogado.
Le dejó ir Ramiro con un ademán pero la voz de Carvalho le detuvo:
– Sólo quisiéramos que facilitara mínimamente la investigación con un dato.
– Soy todo oídos.
– ¿Podría indicarnos el nombre del novelista concursante al que usted encargó la novela?
Regueiro sonreía de oreja a oreja cuando dejó el nombre en el aire.
– Ariel Remesal.
– Es de suponer que la novela la conozcan usted, Ariel Remesal y don Álvaro. ¿Alguien más?
Regueiro seguía dándoles la espalda y avanzaba parsimoniosamente para ganar la puerta.
– Se la di a leer a Milagros, la señora Conesal.
Ramiro le persiguió aceleradamente, le puso una mano en el hombro y le obligó a darle la cara con brusquedad.
– Prefiero que las personas me hablen con la cara no con el culo. ¿Por qué se la dio a leer a la señora Conesal?
– Quería que interesara en su lectura a su marido.
El rostro no sólo estaba maquillado, sino que era de una materia impenetrable. El policía le soltó el hombro y compuso un gesto de asco que tampoco inmutó al financiero. Fue sustituido por Ariel Remesal quien no se sorprendió cuando Ramiro le preguntó por su novela. Parecía alertado por Regueiro Souza y reveló que se presentaba con el seudónimo Ayax y el título Telémaco, aunque trató de minimizar el papel de Regueiro en el tratamiento de su novela.
– Es y no es un encargo. El argumento muy embrionario, apenas quince líneas, lo redactó él, pero mi trabajo ha consistido en convertir quince líneas de resumen argumental en una arquitectura narrativa de casi cuatrocientas páginas. Y no se trata esta vez de una escritura morosa, basada en la liberación de la masa verbal, para utilizar una paráfrasis de la liberación de la masa pictórica tal como proponía Kandinski. No. Es una escritura proteínica, proteína pura porque implica dar información sobre el poder del dinero que ha ocupado muy poco espacio en la literatura española. Somos tan primitivos que nos ha interesado literariamente el poder religioso o el político o el militar, pero el dinero, ¿qué lugar ocupa en la literatura española?
Carvalho tenía respuesta:
– Hay una excelente zarzuela dedicada al dinero.
– ¿Puede saberse cuál?
– Los gavilanes. La historia de un indiano que vuelve a su pueblo y trata de conquistar el amor de una zagala gracias a su dinero. El indiano es el barítono. Afortunadamente el tenor es un idealista y desprecia su oro y se lleva a la chica al grito de guerra de: Soy joven y enamorado / nadie hay más rico que yo / no se compra con dinero / la juventud y el amor.
No soportaba bien la ingerencia Ariel Remesal y pidió con la mirada mudas explicaciones sobre la intervención del que consideraba un subordinado del inspector. Como Ramiro no le contestara e incluso parecía cavilar sobre el sentido profundo de la romanza del tenor de Los gavilanes, el escritor se enfrentó a Carvalho.
– Las zarzuelas son estúpidas. El reflejo sentimental y canoro de una España agraria. En esos versos que usted ha recitado hay más mentiras que palabras.
– No se lo discuto.
– Yo he escrito una novela sobre la encarnación del poder financiero, encarnación, es decir, lo he plasmado en criaturas de carne y hueso, con todas sus contradicciones.
– ¿Ouroboros?
La intervención de Ramiro tampoco fue del agrado del escritor. No le gustaba que le interrumpieran.
– ¿Qué dice usted?
– Es el símbolo de la continuidad, del pez que se muerde la cola o la serpiente que se muerde la cola.
– Si usted lo dice…
– Bien. Agradecemos todos, a estas horas de la madrugada, las disgresiones relajantes como esa zarzuela, pero estamos saturados de tiempo y ya quedan pocas personas en nuestra lista. ¿Sabe usted a qué lista me refiero?
– Tratándose de un diálogo con la policía no puede ser otra que la lista de sospechosos.
– No. Nada de eso. La lista de las personas que tuvieron contacto personal esta noche con Lázaro Conesal. No se trata de inculpar a nadie, sino de ir creando un banco de información que pueda darnos una componente aproximada sobre lo ocurrido. Por ejemplo, ¿usted fue quien tuvo la iniciativa de ver a Conesal o fue al revés?
– Fui yo, por consejo del señor Regueiro Souza. Acababa de hablar con Lázaro y me dijo: Sube a verle que la cosa camina por el filo. No me dijo de qué filo, pero supuse que era el de la navaja. Normalmente estas frases hechas siempre son las mismas. Si me hubiera dicho: la cosa camina por el borde, lo hubiera interpretado como el borde del precipicio. Lógicamente.
– Lógicamente.
– Así es que me fui arriba. Allí estaba Conesal bebiendo y leyendo. Solo. Ni rastro de jurado. Ni rastro de premio. Además iba muy desastrado. Desconcertante. Le pregunté: ¿Oye? Pero ¿es que vais a dejar desierto el premio? Sonrió desde una cierta astucia y me contestó: Nada de eso. Pero ni siquiera lo que leía era un original, más bien parecía un informe de algo. Yo esperaba que abordara el tema de mi novela pero estuvo hablando de esto y aquello y me fui desmoralizando. Finalmente era yo el que tenía ganas de marcharme y él no se opuso, pero antes de salir me preguntó algo enigmático. Ariel, me dijo, la historia que cuentas en tu novela, ¿sabes a qué personajes reales encubre? Francamente yo no lo sabía. En ese sentido era responsabilidad de Regueiro Souza por ejemplo que la presión moral girara en torno a un chantaje por homosexualidad. Entonces empecé a atar cabos.
– ¿Ya los ha acabado de atar?
Si a Ariel Remesal le había caído mal la primera intervención zarzuelera de Carvalho ahora le caía mal todo el personaje.
– ¿Y si fuera así?
Carvalho pidió permiso a Ramiro para intervenir. El policía estaba cansado y se frotaba la cara con las manos, como si quisiera borrarse las facciones con un cierto odio. Sorprendentemente, Ramiro tenía facciones. De un manotazo, dio a Carvalho entrada de solista.
– Si fuera así, su novela podría ser leída como un instrumento de extorsión. Sospecho que el señor Conesal le advirtió de esta circunstancia y supongo que tuvieron una reunión movida.
– Si esto se convierte en un interrogatorio me lo tomo con todas sus consecuencias y sólo hablaré en presencia de mi abogado.
Ramiro le dejó marchar y empezó a dar vueltas por la habitación.
– Últimamente nos duran poco los entrevistados. O estoy cansado o me parece absurdo el sistema.
– Sabemos muchas cosas que no sabíamos y sólo nos quedan cuatro. Sánchez Bolín, el amante de los retretes, la borracha melancólica y el hijo de su padre.
Sánchez Bolín tenía los pies cansados de dar tantas vueltas por el salón recogiendo histerias y cábalas ajenas, tragándose las propias, así como se había tragado ingentes cantidades de pan con tomate que había repartido generosamente entre toda la clientela y personal de hotel tan posmoderno. También tenía los ojos y los oídos cansados, la atención fatigada, por lo que se dejó caer en el sillón como si fuera una patria.
– ¿Qué le dice a usted la palabra Ouroboros?
– Es una de las infinitas palabras que no me dicen absolutamente nada.
– ¿Se había presentado usted al premio Lázaro Conesal?
– Sí. Me he presentado bajo seudónimo con una novela de título provisional, Las tribulaciones de un ruso en China. Mi seudónimo, Mateo Morral.
– Usted es un escritor consagrado y por lo tanto no se habrá presentado a este premio a tontas y a locas.
– Usted lo ha dicho. Por eso me he presentado bajo seudónimo.