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La palabra

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La palabra
Название: La palabra
Автор: Wallace Irving
Дата добавления: 16 январь 2020
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La palabra - читать бесплатно онлайн , автор Wallace Irving

En las ruinas de Ostia Antica, el profesor Augusto Monti descubre un papiro del siglo I d.C. que resulta ser el m?s grande y trascendental descubrimiento arqueol?gico de todos los tiempos. Es el Documento Q, el evangelio escrito por Santiago, hermano menor de Jes?s, y ofrece al mundo moderno a un nuevo Jesucristo, desvela los secretos de sus a?os desconocidos y contradice los relatos existentes sobre su vida. Te?logos, impresores, ling?istas, traductores, crist?logos y otros profesionales de todo el mundo forman un ?nico grupo de trabajo, conocido en clave como Resurrecci?n Dos, que publicar? y explotar? la nueva versi?n de la Palabra, una empresa comercial de tal magnitud que ning?n rastro de falsedad deber?a ensombrecerla.

Steven Randall dirige la agencia de relaciones p?blicas que lanzar? la nueva Biblia al mercado mundial. Pero desde el momento en que decide investigar acerca del nuevo Evangelio, cae preso de una red de intrigas que pone a prueba la autenticidad del descubrimiento. Sin que ning?n miembro de Resurrecci?n Dos consiga detenerlo, Randall conseguir? llegar hasta la ?nica persona que conoce la verdad.

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– Lamento mucho agobiarlo con mi pequeño trauma -le dijo-, especialmente cuando usted ha sido tan amable de haber venido a verme a mi casa por primera vez. Soy un mal anfitrión. ¿Tiene algún asunto de qué hablar conmigo, Steven?

– Sólo una cosa. -Señaló la carpeta de manila que llevaba consigo-. Quería echarle un vistazo al negativo de una copia fotográfica que usted me hizo… el negativo de la fotografía del Papiro número 9.

Edlund reaccionó completamente consternado.

– Pero eso era parte de lo que se perdió. Usted vio la habitación interior con los aparatos y el archivo arruinados. Mi juego completo de negativos, todos y cada uno, se consumió en el fuego. Ahora sólo quedan las cenizas. Así que, como usted podrá ver, no puedo complacerlo hoy. Pero esto no es tan grave. Ya he hecho los arreglos necesarios para tomar mañana nuevas fotografías de los papiros y el pergamino en la bóveda. El día siguiente tendré los nuevos negativos, y le podré mostrar el que usted desea ver. Así que eso no significa una pérdida para usted. No tenga preocupación.

– Eso no me preocupa -dijo Randall cuidadosamente-. Yo tengo un juego completo de copias sacadas de sus negativos originales. Sólo quería comparar la copia que yo tengo aquí del Papiro número 9 con su negativo original, para ver si la copia había sacado todo lo que hay en el negativo.

Edlund se hallaba desconcertado.

– Por supuesto que todo lo que había en el negativo está en su copia fotográfica. ¿Por qué no habría de ser así? Yo mismo me encargo del revelado y de las copias. Lo hago con mucho cuidado…

– Oscar, no me mal interprete -interrumpió Randall rápidamente-. No estoy poniendo en duda su trabajo. Es sólo que, bueno, al examinar nuevamente el juego completo de copias, antes de decidir cómo las usaríamos en nuestra campaña publicitaria, descubrimos que había una, sólo una, que parecía no tener la misma calidad… bueno, la misma claridad y precisión que las demás.

– ¿Cuál? ¿La número 9? Eso no puede ser. Todas son iguales, de la misma calidad, hechas de la misma manera. La fotografía, ¿la trae consigo? Permítame verla.

Randall sacó de un sobre la copia brillante, ampliada a 28 por 36 centímetros, del Papiro número 9, y se la dio a Edlund.

– Ésta es.

El sueco hizo un brevísimo examen de la fotografía.

– No tiene nada de malo -dijo-. La misma calidad que las otras. Todo se ve claramente. Lo siento, Steven, pero esta copia no es diferente de las otras que yo hice.

– Empleó la técnica infrarroja para sacar esta fotografía, ¿no es verdad?

– Claro que sí.

– Y, dígame, ¿por qué la técnica infrarroja?

– Pensé que usted ya lo sabía. Cuando uno tiene que fotografiar un objeto que es cuando menos parcialmente ilegible, tiene que someterlo a la técnica infrarroja. Los métodos comunes no captarían lo que no puede verse con claridad, pero la infrarroja sí. El papiro refleja la radiación infrarroja que recibe y se vuelve… bueno… se ilumina, se vuelve, de este modo, más legible.

– Y, ¿así fue cómo tomó la fotografía que ahora tiene en sus manos? -Randall titubeó-. O, ¿fue usted realmente quien la tomó? Mírela de nuevo, Oscar. ¿Juraría que usted la tomó?

En vez de examinar de nuevo la fotografía, Edlund miró fijamente a Randall.

– ¿De qué está hablando, Steven? Claro que yo tomé esta fotografía. ¿A quién más se le hubiera permitido hacerlo? Yo soy el único fotógrafo de Resurrección Dos, el único autorizado por seguridad, el único contratado para trabajar en el departamento de arte. Yo tomé todas las fotografías e hice todas las copias. ¿Qué le hace siquiera sugerir que yo no preparé esta fotografía?

– Sólo que parece diferente a las demás. No tiene la misma calidad o… el mismo estilo.

– ¿Calidad? ¿Estilo? No sé a qué se refiere usted.

Un poco molesto, Edlund volvió a mirar la fotografía, buscando ángulos para captar mejor la luz del pasillo. Esta vez la inspeccionó cuidadosamente.

– Oscar, concéntrese en las líneas cuatro y cinco de la primera columna -le pidió Randall.

– Sí, de acuerdo. Están perfectamente bien. Perfectamente legibles.

– A eso me refiero -dijo Randall. Se preguntaba si le podría revelar a Edlund lo que verdaderamente le preocupaba. Que la primera vez que el abad Petropoulos y él habían estudiado la fotografía, esas líneas eran ilegibles, tal como deberían haber estado en el papiro original, y ahora, misteriosamente, eran perfectamente legibles, tanto en la fotografía como en el papiro. Decidió mejor no hablarle de esto aún, sino pretender que había visto el papiro con anterioridad-. Oscar, cuando vi el papiro por primera vez, esas líneas eran de las más difíciles de leer, casi indescifrables. Apenas se podían distinguir los rasgos o colitas en el arameo. Pero aquí, en la fotografía, pueden verse claramente. No tiene sentido.

– Para usted no tiene sentido. Para un fotógrafo tiene muy buen sentido. Cuando se me da algo como un fragmento de papiro que puede tener dos o tres zonas bastante tenues, borrosas o manchadas, empleo la técnica de retención de luz o enmascarillado. Si yo utilizara una exposición más prolongada para sacar las líneas tenues o las zonas borrosas, provocaría una sobreexposición en el resto del escrito arameo. Así que lo que hago es evitar que la luz de mi ampliadora dé sobre ciertas secciones del papiro durante el proceso de copiado; bloqueo las secciones legibles y claras, que necesitan sólo un tercio de la exposición que requieren las zonas oscuras y borrosas. Y, a través de esta técnica, obtengo un negativo y una copia bastante uniformes y bastante legibles. Ahí tiene usted la explicación técnica del porqué lo que usted vio ilegible en el papiro resulta bastante legible en la fotografía. Permítame mostrarle.

Edlund acercó la fotografía a Randall.

– Ahí puede usted ver cómo esa técnica hizo resaltar el tenue arameo en las líneas cuarta y quinta, y lo volvió tan claro. Recuerdo que en este papiro había otra zona, igualmente oscura e ilegible, hasta que yo… -Su voz se desvaneció y se quedó parpadeando ante el margen inferior de la columna escrita en arameo-. ¡Qué raro! -musitó.

– ¿Qué le parece raro, Oscar? -interrumpió Randall.

– Esta zona inferior. Está sobreexpuesta. Un poco quemada. No está bien empleada la técnica que acabo de describirle. El canalete para bloquear la luz cortó la exposición… yo no soy tan descuidado; no haría un trabajo tan pobre. Estoy seguro… o por lo menos lo estaba… de que hice todas mis exposiciones balanceadas y uniformes. Estoy seguro de que así lo hice. He visto estas fotografías cientos de veces, y siempre me he sentido satisfecho. Sin embargo, aquí está esto, una zona sobreexpuesta. Quiero decir que, a simple vista, y para cualquier otra persona, quizá no sea notorio. Pero para mí, resulta obvio. No puedo comprender esto.

Randall le quitó amablemente la fotografía.

– Tal vez usted no hizo esta copia, Oscar.

– La hice, porque yo las hice todas -dijo Edlund obstinadamente-. Y sin embargo, yo no suelo trabajar tan mal. Es muy extraño que esto sucediera.

– Sí -dijo Randall-. Muchas cosas extrañas han ocurrido últimamente dentro del proyecto.

Randall quiso añadir que era extraño cómo unas cuantas líneas de la fotografía, que habían aparecido borrosas a la vista en el Monte Atos, se habían vuelto menos borrosas en Amsterdam. Y que era extraño cómo cierto papiro había desaparecido el mismo día en que él quiso verlo, para que luego reapareciera convenientemente al día siguiente. Y que era extraño cómo el negativo que él quería comparar con esta copia (supuestamente sacada de aquél) había sido consumido por el fuego sólo unas horas antes, y que era extraño cómo la técnica descrita por Edlund había sido empleada de manera tan poco profesional en sólo una de las fotografías, en esta copia del Papiro número 9.

Para Randall había preguntas, mas no respuestas satisfactorias. Estaba claro que Edlund, sin el negativo crucial y con la férrea convicción de que él era el único fotógrafo del proyecto, no le podía proporcionar las respuestas.

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